Don Julián, el “chivo expiatorio” de la conquista musulmana de Hispania.
Los primeros días del mes de abril de año 711 las cercanías al peñón de Gibraltar se convirtieron en un ir y venir de barcos. La operación no parecía ser muy diferente a las que llevaba sufriendo la bahía del Algeciras en los últimos años. En definitiva, era habitual la llegada dentro de los barcos mercantes de numerosos bereberes norteafricanos en busca de saqueos y botines.
Dos meses después con cerca de 7.000 bereberes en la zona, las autoridades visigodas comenzaron a tener fundadas sospechas de que esta vez se estaba fraguando un tema diferente. Por lo que se decidió poner el asunto en conocimiento del rey Rodrigo, este, se hallaba en las cercanías del valle del Ebro combatiendo las revueltas organizadas por los partidarios de Ágila II , el elegido por los witizanos, los seguidores del anterior rey fallecido.
No quedaba más remedio que pactar entre las ambas facciones visigodas, la amenaza que llegaba del sur ponía en peligro las propiedades, o el poder, de ambos contendientes, o al menos eso debió pensar el Rey Rodrigo. La vuelta se hizo lo más rápido posible, tras pasar por Córdoba los ejércitos visigodos se dirigieron a la Bahía de Algeciras. No llegaron a la misma, ya que en los últimos días 5.000 bereberes más habían sido transportados en los barcos desde Ceuta, en total 12.000 hombres avanzaban hacia el norte. Las cifras del ejército visigodo giran en torno a los 30.000 hombres, el encuentro, según las más recientes hipótesis se produjo en las inmediaciones del rio Barbate.
La desventaja numérica no preocupó Táriq ibn Ziyad, el bereber encargado de la batalla, ya que conocía que contaba con una otro tipo de ventaja. En los primeros compases del enfrentamiento, los witizanos, apostados en las alas de la formación ofensiva visigoda abandonaron su puesto, dejando vía libre a los bereberes que masacraron a los hombres del rey Rodrigo. La traición había sido consumada, algo que si atenemos a los últimos años de la Hispania visigoda no debe sorprender a nadie.
Las dos facciones llevaban varias décadas enfrentadas por los derechos sucesorios. Por un lado, los partidarios del poder electivo, a la usanza de la tradición germánica de los godos, por otro los partidarios del poder sucesorio que emanaba de la tradición católico romana. Esto llevó a la completa ruina a un reino visigodo sumido en luchas internas, que produjeron la evidente crisis social, religiosa y especialmente económica. Las malas cosechas, la peste o las epidemias se vinieron a sumar a los problemas anteriores, que diezmaron la población en cuestión de pocos años.
Por si fuera poco, enfrente se encontraron el poder emergente de los musulmanes, con una clara política de pactos habían extendido sus dominios en poco más de seis décadas desde su capital Damasco a todo el norte de África. Egipcios, persas sasánidas o bizantinos norteafricanos habían ido sucumbiendo a las promesas de una nueva religión que llegaba como una corriente imparable. Los últimos en aceptar pactos y religión fueron los bereberes del Magreb, que sirvieron de punta de lanza para la llegada de los árabes a la Península Ibérica con claras intenciones de quedarse, al menos los próximos ocho siglos.
Pero si no había motivos suficientes para contar la transición de poder de la Hispania visigoda a al-Ándalus islámico, la historiografía, especialmente cristiana como veremos a continuación decide buscar un culpable. No le fue difícil encontrarlo, en la figura del comerciante que puso al servicio de los bereberes, los barcos necesarios para transportar las tropas que vencieron al Rey Rodrigo, en la denominada Batalla de Guadalete, el día 19 de julio del año 711. Su nombre el Conde Don Julián, supuestamente visigodo, y asentado en Ceuta desde donde ejercía el control de los territorios situados a ambos lados del estrecho.
Don Julián o Ulyan
El principal problema del asunto que nos atañe, es realmente separar el personaje histórico, hoy día consensuado como real, del personaje literario que especialmente el cristianismo de la Edad Media nos ha transmitido.
La primera fuente árabe que nos da conocer Don Julián es de finales del siglo VIII, por lo tanto, la cercanía al momento histórico dota al personaje de gran credibilidad histórica. Aunque sea necesario destacar que dicha obra; titulada Futuh Ifriqiya del autor al-Waqidi está desaparecida, pero a pesar de ello aparece claramente referenciada en dos escritores árabes posteriores, Ahmad al Razi (siglo X) y sobretodo Ibn Idari de comienzos del siglo XIV. Es necesario destacar la obra de este último, Al Bayan al-Mughrib, según algunos expertos una de las mejores referencias de la historia de al-Ándalus. Según estas obras en el año 710 el militar yemení Musa ibn Nusair, encargado de la conquista del norte de África por el Califato de Damasco, controla perfectamente la zona, por lo que desde su capitalidad de Ifriqiya, designa a Táriq ibn Ziyad nuevo gobernador de la floreciente ciudad de Tánger. Es allí donde toman contacto los dos personajes.
En este punto es necesario abstraerse del conflicto religioso que suponían las diferentes creencias de ambos personajes, ya que parecer ser, que estas no eran un obstáculo para su colaboración, o acuerdo comercial. El comercio entre ambas orillas era continuo, como demuestra el hallazgo arqueológico de monedas árabes acuñadas por talleres visigodos en la propia ciudad de Tánger. El pacto entre ambos debió ser claro para el traslado del contingente bereber que acabará derrotando al rey visigodo, los motivos del mismo, es lo que realmente ha dividido a la historiografía musulmana de la cristiana. Si la primera de ellas prácticamente ha pasado por alto el asunto como una cuestión comercial, la segunda ha revestido la historia para adecuarla al proceso histórico que vivió la Edad Media en la Península Ibérica.
La Reconquista, término acuñado por la historiografía cristiana, necesitaba insuflar entre sus fieles un aspecto que le alejará del simple acto comercial de la operación. Las desavenencias y disputas entre aquellos antepasados cristianos necesitaban ser matizada e incluir una acción moralizante, o simplemente presentarnos a unos personajes alejados de la moralidad cristiana que era necesario preservar. En este contexto nace el personaje literario de Florinda la Cava, la hermosa hija de Don Julián que es enviada a la corte de Toledo para recibir una mejor educación cristiana. Pero el Rey Rodrigo no puede sucumbir a sus encantos, después de ofrecer a la misma el matrimonio, con el pretexto de tener un encuentro amoroso con ella. La posterior negativa del rey a corresponder con el enlace matrimonial es una ofensa que Don Julián no puede permitir, por lo que la decisión de ayudar a los árabes viene dada por la necesidad mejor vista por el cristianismo de la época; la venganza.
Hoy en día seguimos sin conocer si Don Julián era visigodo, bizantino o incluso si realmente existió, aunque parece que sí. Pero lo que sí sabemos es como la historia lo introdujo por la puerta falsa, como el verdadero “chivo expiatorio” de la conquista musulmana de la Península Ibérica.
Más info:
El Comes Iulianus (Conde Julián de Ceuta), entre la historia y la literatura, Enrique Gonzalbes Cravioto.
Breve historia de los godos, Fermín Miranda García, Ed. Nawtilus, 2015.
Imágenes:
https://caminandoporlahistoria.com/don-julian/
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