RENACER CULTIRAL

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jueves, 31 de enero de 2019

¿Mito o realidad? La verdad histórica tras las plagas bíblicas que arrasaron Egipto

Mientras que la religión afirma que fueron traídas a la Tierra por Jehová, algunos científicos creen que se produjeron por efectos naturales.


Actualizado:
Cuarenta siglos. Ese es el tiempo que la tierra de los faraones, cuna de la civilización y región protagonista de cientos de mitos, se ha mantenido en pie desde que su nacimiento. Durante ese período, sus arenas han sido recorridas por grandes personajes como Julio César o el mítico emperadorNapoleón Bonaparte. Sin embargo, de entre los sucesos más reseñables que se han sucedido a la sombra de las inmensas pirámides, hay una decena cuya existencia ha puesto en tela de juicio la ciencia: las diez plagas que asolaron Egipto cuando -según la Biblia- Jehová quiso obligar a los egipcios a que dejasen marchar al pueblo judío.

La teoría bíblica

Para hallar el relato que nos habla de las plagas es necesario acudir a la Biblia y, más concretamente, al Éxodo (ubicado en el Antiguo Testamento). En él, se narra la esclavitud a la que estaban sometidos los israelitas por parte de los egipcios y su posterior salida de la región para encontrar la tierra prometida. A partir del capítulo 7, las páginas recogen los sucesivos castigos divinos que Jehová envió sobre la zona para «ablandar el corazón del faraón» y lograr que el pueblo elegido pudiera escapar de aquella tortura. Todo ello, con la ayuda de Moisés.
Así lo narra el texto: «Entonces Jehová dijo a Moisés: "El corazón del Faraón se ha endurecido, y rehúsa dejar ir al pueblo. Ve por la mañana [...] y dile: Jehová, el Dios de los hebreos, me ha enviado a ti para decirte que dejes ir a su pueblo para que le sirva en el desierto?"».
«Si rehúsas dejarnos ir, he aquí [que] la mano de Jehová traerá una terrible peste sobre tu ganado que está en el campo: caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas»
Ante la negativa de los egipcios, Jehová hizo -siempre según los textos- que el Nilo se trasformara en sangre matando a todo animal que habitaba en su interior e impidiendo que la población pudiera beber de él. Ese sólo fue el inicio, pues después de aquello envió varias plagas de ranas, piojos y úlceras para que asolaran a los seguidores del faraón. Ante la tozudez del egipcio, Dios acabó entonces con el ganado de sus siervos. «Si rehúsas dejarnos ir, he aquí [que] la mano de Jehová traerá una terrible peste sobre tu ganado que está en el campo: caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas. Pero Jehová hará distinción entre el ganado de Israel y el de Egipto, de modo que no muera nada de todo lo que pertenece a los hijos de Israel», explica el Éxodo.
A pesar de todo, el faraón siguió sin dejar marchar al pueblo de Israel, por lo que, en palabras del texto religioso, Jehová envió tres plagas más. Concretamente, hizo llover del cielo granizo y fuego; mandó una nube gigantesca de langostas que acabó con los pastos de los egipcios y sumió a la región entera en las tinieblas. La última catástrofe para lograr su objetivo fue la peor. «Entonces dijo Moisés: "Así lo ha dicho Jehová. Como a la medianoche yo pasaré por en medio de Egipto. Y todo primogénito en la tierra de Egipto morirá, desde el primogénito del faraón que se sienta en su trono, hasta el primogénito de la sierva que está detrás de su molin"o», añade el texto bíblico. La amenaza se cumplió y, al ver la catástrofe, el mandatario dejó marchar a los israelitas.

En busca de la verdad

¿Qué hay de verdad y qué de mentira en este mito? Para empezar, es necesario ubicar el Éxodo en la Historia. Muchos son los expertos que afirman que no existen pruebas para poder establecer su existencia. No obstante, algunos investigadores consideran que este episodio bíblico podría corresponderse con la expulsión de una de las civilizaciones ubicadas al este de la cuenca del Nilo en el siglo XVI a.C.
«El Éxodo, como creen muchos expertos, pudo reflejar la expulsión de los hicsos por el faraón Ahmosis en el 1550 a.C. Esa sería la primera teoría del Éxodo y la que dio por cierta Flavio Josefo, así como otros historiadores antiguos», explica el investigador David Fernández García en su dossier « Éxodo: ¿Realidad o leyenda?», publicado en «Alcaibe: revista Centro Asociado a la UNED Ciudad de la Cerámica».
Por entonces, los faraones reinaban al sur de la cuenca del Nilo y tenían como capital Tebas (actual Luxor). Sin embargo, en el siglo XVI a.C. se inició una guerra entre ambos que acabó con la expulsión de la zona -a costa de ríos de sangre y cientos de muertes- de los hicsos. Éstos se vieron obligados a renunciar a su ciudad de mayor importancia, Avaris, cerca de la cual Ramsés II fundó Pi-Ramses (una población que tuvo que ser abandonada hace 3.000 años por causas desconocidas). A día de hoy, se baraja la posibilidad de que las plagas pudieran ser la razón de que la población se marchase.
Sin embargo, que el Éxodo se desarrolle en este periodo de la historia no deja de ser una elucubración. «La verdad es que no podemos dar una fecha exacta para el Éxodo ni afirmar bajo qué faraón tuvo lugar, solo especular que fue bajo el reinado de Amosis (1552-1527) fundador de la Dinastía XVIII, considerando la identidad entre hicsos e Israelitas» explica Carlos Ruz Saldivar en su libro «Esbozo de la historia de Israel».

Agua y sangre

Los científicos han explicado de varias formas el primer castigo divino sobre Egipto. Según Ruz, la plaga inicial se podría haber sucedido debido al polvo del vecino Sáhara. Y es que, esta sustancia roja pudo ser transportada por el aire, unirse al agua que se hallaba en las nubes y caer finalmente en forma de lluvia. De hecho, y tal y como explica el investigador en su libro, este es un fenómeno natural que ya sucedió en Europa. «Si el polvo desértico pudo viajar cientos de kilómetros hasta Italia, con mayor razón podría llegar a Egipto», completa el experto.
No obstante, es solo una de las teorías, pues el profesor George Kling de la Universidad de Michigan (citado por James Cameron en el documental «El Éxodo descodificado») cree que el suceso pudo producirse debido a que el fondo del Nilo es rico en hierro, una sustancia de tono cobrizo. Al emerger esporádicamente, habría provocado que las aguas se tiñeran de rojo y habría generado la muerte de decenas de seres vivos en el Nilo «Cuando el agua del fondo sube a la superficie, el óxido de hierro consume el oxígeno disuelto normalmente presente en aguas superficiales, lo que ocasiona la falta de este vital elemento para los peces y otros organismos del lago, que mueren por falta de oxígeno», determina Ruz.
«Si el polvo desértico pudo viajar cientos de kilómetros hasta Italia, con mayor razón podría llegar a Egipto»
Una hipótesis similar es compartida por el profesor Roger Wotton -del departamento de genética y evolución de la «School of Life and Medical Sciences»- en su artículo « The ten plagues of Egypt». «Algunos ríos transportan grandes cargas de sedimento de color rojo, el agua puede tener el mismo color como resultado. De hecho, hay varios "Ríos Rojas" en el mundo que han sido llamados así por esta razón». El anglosajón afirma que cerca del Nilo existen muchas tierras con sedimentos de colores rojos y, si se hubiera sucedido una gran crecida de las aguas en algún momento, éstas los habrían arrastrado provocando que el río se tiñera.
Una quinta hipótesis asevera que las aguas se pudieron haber teñido debido a la muerte de algún microorganismo, algo que -a día de hoy- sucede habitualmente en el norte de España y en algunas partes de China. «Otra idea que explica el color rojo del Nilo la constituye la introducción de un alga roja tapizante en el agua, esta alga no solo podría darle al Nilo un color rojizo, sino además, agotar el oxígeno y matar a los peces», determina, en este caso, Ruz. Esta primera plaga es, sin duda, una de las que más explicaciones científicas tiene.

El volcán del desastre

Con todo, una de las hipótesis más apoyadas en la actualidad es la que afirma que las aguas se volvieron rojizas debido a la ceniza volcánica producida por la erupción del volcán Thera, ubicado en la isla de Santorini (Creta). «Aunque la sismología no tiene la fecha exacta y lo sitúa entre 1600 y 1500 a.C. la Arqueología [...] confirma que aproximadamente en 1550 a.C. tuvo lugar una terrible explosión volcánica que arrasó la cultura minoica y provocó grandes catástrofes en los territorios del mar Mediterráneo. [...] En la isla de Santorini(o Tera, en Grecia) [...] florecía la cultura minoica hasta que el volcán que formaba parte de la isla comenzó a echar humo», explica, en este caso, García.
Aquel año, el volcán hizo erupción de una forma que no se volvería a ver hasta el estallido del Krakatoa en 1883. La explosión, en palabras de García, generó una columna de humo y ceniza de más de 40 kilómetros de altura y 200 de diámetro que afectó a regiones ubicadas a cientos de kilómetros. Egipto (situada a apenas 700) no fue una excepción. «En los restos de Avaris se ha encontrado piedra pómez. El profesor del Smithsonian Institute Jean Daniel Stanley ha demostrado que esta piedra vino con una nube de cenizas y no como una marea, por tanto las vicisitudes que vivió Egipto en esos días [debido al volcán] debieron de ser catastróficas», completa el español.

Ranas, piojos, mosacs y muerte de ganado

Usando como base la intoxicación de las aguas (ya fuera debido a las cenizas, a las algas o los materiales ferrosos) se produjo la aparición de las siguientes plagas que señala el Éxodo. Concretamente, la toxicidad del líquido elemento llevó a los renacuajos y a las ranas a salir del Nilo, dando lugar a la invasión de anfibios que tanto pavor creó en el faraón. La tercera -la llegada ingente de piojos- pudo ser provocada por la falta de higiene de la población al no poder lavarse en el río.
Lo mismo sucede con la cuarta plaga -la invasión de una ingente cantidad de moscas e insectos-. Para investigadores como Ruz, su aparición se correspondería con una respuesta lógica en una región en la que habrían muerto multitud de animales debido a la toxicidad de las aguas: «Las aves, al no tomar agua -o al hacerlo- morían, lo que aumentaba los piojos. La muerte de los peces, ranas y aves traería como consecuencia una abundancia de moscas». Lo mismo sucedería con cualquier ser vivo que falleciera al ingerir líquido del Nilo.
La quinta plaga -la muerte del ganado de los egipcios- estaría relacionada íntimamente con las anteriores. Y es que, la llegada de todo tipo de insectos portadores de enfermedades habría provocado la muerte tanto de humanos como de animales de granja de forma masiva. «Las moscas diseminaron bacterias contaminando alimentos y originando una severa epidemia» destaca el experto en su libro. Por su parte, Woot también relaciona este «castigo divino» con la aparición de mosquitos: «Cuando las nubes de moscas son particularmente densas, se pone a cubierto al ganado para evitar la inhalación excesiva de insectos y su posterior asfixia». Si los habitantes de la región no lo hicieron, podría haber sido otra de las causas.

Pústulas y úlceras

«Y Jehová dijo á Moisés y á Aarón: Tomad puñados de ceniza de un horno, y espárzala Moisés hacia el cielo delante del Faraón: Y vendrá á ser polvo sobre toda la tierra de Egipto, el cual originará sarpullido que cause tumores apostemados en los hombres y en las bestias, por todo el país de Egipto». Así es como explica la Biblia la aparición de la sexta plaga que asoló Egipto, una «maldición» que los científicos no tienen ninguna dificultad en explicar si se parte de la base de que las aguas del Nilo se tiñeron de rojo debido a la aparición de una nube de ceniza provocada por la erupción del Thora.
¿La razón? Existen estudios que determinan que el contacto con la ceniza volcánica puede provocar severos daños en la piel. De esta forma, todo aquel que se hubiera bañado en el Nilo o hubiera estado expuesto a la nube de polvo volcánico que llegó desde Santorini habría padecido a medio plazo úlceras en el cuerpo y habría visto dañados sus ojos.
«Puesto que la ceniza volcánica está constituida principalmente por dióxido de azufre, este compuesto puede producir irritación local y desarrollar silicosis. [...] A nivel de la conjuntiva, la ceniza actúa como un cuerpo extraño, siendo los cristales de dióxido de azufre los que afectan directamente a la conjuntiva y a la córnea, produciendo abrasiones, además del efecto irritante. También el efecto de la ceniza a nivel de la piel es principalmente irritante. Por su parte, los microelementos como el bromo volcánico pueden formar parte del agua de vertientes y durante la potabilización generar trihalometanos, que son compuestos cancerígenos. Si las emanaciones de cenizas volcánicas son frecuentes se favorece la alteración de los ecosistemas, además de causar problemas en la salud a medio y largo plazos», explican A. Rivera-Tapia, A. Yañez-Santos y L. Cedillo-Ramirez en su dossier « Emisión de ceniza volcánica y sus efectos».

Granizo y fuego

Las causas de séptima plaga han generado grandes controversias entre los expertos, ya que es dificultoso que, a la vez, caiga del cielo granizo y fuego. En el documental «El secreto de las diez plagas» -de National Geographic- Nadine von Blohm, del Instituto de Física Atmosférica de Alemania, afirma que el granizo necesita partículas sólidas alrededor de las que crearse. Éstas podrían haber sido las moléculas de polvo que llegaron con la nube de ceniza tras la erupción del Thera. Así pues, se habría creado una precipitación de hielo y lava (la cual, según los datos, apareció en Egipto debido a que la explosión de Santorini fue varias veces superior a la de una bomba atómica).
No es de la misma opinión Ruz, quién determina que lo que cayó en Egipto no era hielo, sino cristales volcánicos producidos tras la erupción. «Es ampliamente conocido que las erupciones volcánicas van acompañadas de cristales. Gerald Friedman nos confirma que fragmentos de cristal que pueden ser rastreados como pertenecientes al Thera se han encontrado en sedimentos del delta del Nilo [...] por lo que si bien sería difícil explicar la caída de granizo, podemos pensar que una confusión permitiría creer que los cristales en la roca eran granizo», completa el experto. Fuera como fuese, en lo que coincide la ciencia es que la nube de ceniza y deshechos provocada por el Thera pudo fácilmente provocar la oscuridad en la región (dando lugar, así, a la novena plaga, la de las tinieblas).

Plaga de langostas

El octavo castigo se corresponde con la de la llegada de una plaga de langostas hasta las tierras del faraón. Curiosamente, este es uno de las más sencillas de explicar pues, aunque este tipo de insectos suele actuar de forma individual, hay épocas en su vida (por ejemplo, las de apareamiento) en las que tienden a unirse en gigantescos grupos. Según explica el National Geographic en su dossier «La langosta», un enjambre de estos animales puede llegar a tener un tamaño de unos 1.200 kilómetros cuadrados (llegando a caber en menos de uno de ellos entre 40 u 80 millones de estos herbívoros). A día de hoy, de hecho, ya han sembrado el terror en las cosechas de decenas de países como Madagascar, donde hace pocos meses «atacaron» la zona.
Estos enjambres, a su vez, suelen viajar a lugares en los que se produzcan muchas lluvias y fuertes vientos. «El impacto que ocasionó la erupción repercutió en el clima de toda la región y facilitó que se diera una fuerte tormenta con, muy probablemente, la caída de granizo y lluvia. Esto es interesante porque, según [los escritos] la plaga de langostas llegó justo después de la tormentas de granizo», completa Ruz. En este sentido, García añade que los cambios bruscos de temperatura provocaron que los insectos se despertaran y se dirigieran hacia un lugar con las condiciones adecuadas para vivir.

Muerte de los primogénitos

Finalmente, una de las teorías que se barajan para explicar la décima y definitiva plaga es que -en aquellos años- un peligroso hongo envenenó las cosechas de grano. Como los primogénitos tenían el privilegio de comer los primeros (y, por lo tanto, una mayor cantidad) es posible que se vieran intoxicados por él en mayor medida, muriendo en masa.
García maneja otra hipótesis: «Se sabe que los primogénitos en Egipto dormían en las salas más lujosas que se situaban en las zonas más bajas de las viviendas, mientras que los demás lo hacían en desvanes y azoteas. El dióxido de carbono liberado [por diferentes causas desde el suelo] emergía a la superficie asfixiando a los que se encontraban en las cotas más bajas, pues según ascendía se evaporaba. Por ello, los primogénitos fallecían mientras que los demás no».
https://www.abc.es/historia/abci-mito-o-realidad-verdad-historica-tras-plagas-biblicas-arrasaron-egipto-201901300247_noticia.html

Efeméride histórica dominicana: 206 aniversario del natalicio de Juan Pablo Duarte

Miguel Collado - 26 de enero de 2019 - 6:00 am -  1
UN DíA COMO HOY, 26 de enero —hace 206 años, en 1813—, nace Juan Pablo Duarte, el cuarto hijo del español  Juan José Duarte Rodríguez  y de la dominicana Manuela Diez Jiménez, oriunda de Santa Cruz de El Seibo.  Su familia residía en la zona colonial de la ciudad de  Santo Domingo, específicamente en la Calle del Caño, en la casa hoy marcada con el número 308 de la actual calle Isabel La Católica, próximo a la parroquia Santa Bárbara, donde fue bautizado el 4 de febrero de 1813.
Fotografía auténtica de Duarte (Caracas, (1873), tomada por Próspero Rey. Fue realizada a instancias de Rosa Duarte, la hermana del patricio.
En el 2013, animados por ese espíritu duartiano que debería permanecer vivo en cada dominicano, nos sumamos a los actos de celebración del bicentenario del natalicio del patricio Juan Pablo Duarte: publicamos, bajo el patrocinio del Archivo General de la Nación, el libro Visión de Hostos sobre Duarte,1 una compilación de escritos del prócer puertorriqueño Eugenio María de Hostos sobre el prócer dominicano al que él tanto admiró.
Hostos, con ferviente sentimiento dominicanista, valora la heroicidad de los padres de la patria dominicana en su lucha por la independencia nacional: «Veintidós años bajo el yugo habían pasado los dominicanos, cuando, por fin, un gran patriota, Duarte, y dos grandes discípulos suyos, Sánchez y Mella, arrebataron de las garras del haitiano la presa que habían desgarrado, desangrado y desorganizado».2
Adentrándose en la personalidad de cada uno de los tres próceres, Hostos destaca y compara sus virtudes, estableciendo un paralelismo entre ellos, como si acaso fuera un pionero de la psicología:
«Duarte, el hombre de pensamiento y de organización; Sánchez, el hombre de impulso y de pasión. Lo que el primero vio antes que nadie, el segundo lo dio por hecho antes que nadie. Lo que Duarte organizó cuando nadie se atrevía ni aún a pensar, Sánchez lo realizó cuando nadie lo hubiera realizado. Lo que al uno faltó para ser completo, el otro lo tuvo y lo cedió. El uno tenía más pensamiento, y lo prodigaba; el otro tenía más resolución, y la dilapidaba. Lo que no podía el uno organizando, el otro lo podía estimulando. Lo que no consiguió el uno desuniendo a los enemigos de la Patria, el otro lo conseguía atrayendo y uniendo a los patriotas. En sólo una cualidad eran iguales: en el sentimiento de su deber patriótico. Sin embargo, hubo otra cosa en que también fueron iguales. Era de esperarse: fueron iguales en el infortunio».3
En su artículo «El municipio de Santo Domingo» ―o «La repatriación de las cenizas de Duarte», como es posible titular ese breve texto― Hostos trata sobre lo que fue el interés de la Ciudad Primada de traer a República Dominicana los restos de Juan Pablo Duarte: «Hacía ya muchísimo tiempo que Luperón y otros patriotas pedían a la opinión pública la repatriación de las cenizas de Duarte. Predicaban en desierto»,4dice Hostos.
Retrato Duarte, por Abelardo Rodríguez Urdaneta.
Los restos de Duarte fueron trasladados a suelo dominicano en 1884, irónicamente, bajo el régimen de Ulises Heureaux (Lilís), quien emitió un decreto declarándolo Padre de la Patria junto a Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella.
Queda pendiente, para una posterior y más exhaustiva investigación, rescatar un texto dramático que Eugenio María de Hostos escribió en Chile alusivo al retorno de Juan Pablo Duarte a su patria en marzo de 1864, conforme al dato que el historiador Emilio Rodríguez Demorizi registra en el volumen II de su Hostos en Santo Domingo.5
A esa pieza teatral infantil hace referencia Hostos en carta dirigida al editor del periódico El Teléfono,6desde Santiago de Chile, en fecha 23 de septiembre de 1890, año en que suponemos escribió la citada comedia. En esa misiva hay mucho amor puesto de manifiesto  hacia la patria de Duarte:
«He pasado indispuesto las fiestas patrias.7 Por consiguiente, no he podido tomar en ellas la parte que deseaba, y que hubiera hecho tomar a nuestra Quisqueya y su bandera. La colocación del pabellón cruzado entre los demás de la históricamente ilustre Municipalidad de Santiago; la publicación de una biografía de los fundadores de la República Dominicana; la representación de La llegada de Duarte, comedia infantil animada por recuerdos cariñosos y por aclamaciones de dominicanitos8 que no hubieran dejado de tener eco entre los espectadores, han sido otros tantos proyectos míos que mi malestar ha impedido llevar a cabo».9
¿Se conocieron Hostos y Duarte? Ambos eran contemporáneos, pero no tenemos la certeza de que Eugenio María de Hostos y Juan Pablo Duarte se hayan conocido, a pesar de haber sido contemporáneos y de coincidir en sus ideas libertarias y en su visión ético-moral sobre la sociedad y el hombre: el primero vivió entre 1839 y 1903 (64 años y 7 meses) y el segundo de 1813 a 1876 (63 años y 5 meses). Tal parece que los enigmas habitan la vida de los grandes, de los seres iluminados.
Hostos y Duarte  viajaron fuera de sus países para continuar sus estudios académicos, visitando, incluso, casi los mismos países y ciudades: New York, Barcelona, París, Londres, etc. Pero, hasta donde sabemos,  nunca coincidieron, nunca se conocieron, pues durante la primera estancia de Hostos en República Dominicana ―de 1875 a 1876― Duarte se hallaba en Caracas, Venezuela, desterrado. En 1877 Hostos viaja a ese país suramericano, donde casaría con la cubana Belinda Otilia de Ayala, pero ya Duarte había fallecido en la patria de Bolívar el año anterior, en  1876.
Portada del libro Visión de Hostos sobre Duarte, de Miguel Collado
Ninguno de los dos murió en su patria natal: Duarte cerró sus ojos por última vez, desterrado  y pobre en Venezuela, el 15 de julio de 1876; mientras que Hostos falleció, casi auto desterrado, la noche del 11 de agosto de 1903 en la ciudad de Santo Domingo, en la misma donde naciera, a finales del siglo XVIII, su abuela paterna María Altagracia Rodríguez y Velasco.
Ahora bien, de haberse conocido y tratado, estamos plenamente seguros de que el General Juan Pablo Duarte y el Maestro Eugenio María de Hostos —a pesar de la diferencia de edad: el dominicano le llevaba 26 años al puertorriqueño— hubieran  sido verdaderos amigos, soldados de una misma tropa libertaria.
NOTAS:
1Miguel Collado, compilador-editor. Visión de Hostos sobre DuarteSanto Domingo: Archivo General de la Nación, 2013. Vol. CLXXVIII. 104 p. [Contiene cuatro apéndices: I. «Juan Pablo Duarte y Eugenio María de Hostos», de Ercilia Pepín; II. Comentario de Raymundo González al texto «La Asamblea del 27», de Eugenio María de Hostos; III. «Cronología de Eugenio María de Hostos (1839-1903)», de Miguel Collado; y IV. «Cronología de Juan Pablo Duarte, fundador de la República», del Instituto Duartiano]. Este libro puede ser leído y descargado en soporte digital en internet: https://es.calameo.com/read/0003452143ce2be77fe88
2Eugenio María de Hostos. «Quisqueya, su sociedad y algunos de sus hijos». En: periódico La Patria (Valparaíso, Chile) entre los meses de agosto y octubre de 1892. Reproducido en: Emilio Rodríguez Demorizi. Hostos en Santo Domingo. 2.a edición. Santo Domingo: Sociedad Dominican de Bibliófilos, 2000. Vol. I: pp. 248-249.
3—–. «Duarte y Sánchez como ejemplos de patriotismo infortunado». En: Miguel Collado, op. cit., pp. 28-29.
4Op. cit., p. 25.
5Hostos en Santo Domingo. 2.a edición. Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2000. Vol. II: p. 57.
6El periódico El Teléfono, de carácter político-literario —y del que Hostos era colaborador—, tenía como editor a José Ricardo Roques y circuló de 1887 a 1892; era editado en la ciudad de Santo Domingo.
7En Chile, dichas fiestas  son oficialmente celebradas los días 18 y 19 de septiembre.
8Se refiere a sus niños, nacidos, los primeros cinco, en el sector de San Carlos de la ciudad de Santo Domingo: Eugenio Carlos (1879), Luisa Amelia (1881), Bayoán Lautaro (1883), Adolfo José (1887) y Rosalinda (1884), quien fallece a los pocos meses de nacida. Los otros dos nacieron en Santiago de Chile: Filipo Luis Duarte en 1890 y María Angelina de Hostos Ayala en 1896. Fue Adolfo José quien ―en 1938, en San Juan, Puerto Rico― contrató los servicios profesionales del ilustre Juan Bosch para la compilación de las obras completas de Hostos, editadas en 20 volúmenes en La Habana, Cuba, en 1939.
9En: Eugenio María de Hostos. Obras completas. Vol. XXI: «España y América». Prólogo: Francisco Elías de Tejada. París, Francia: Ediciones Literarias y Artísticas, 1934. Pp. 436-437.
https://acento.com.do/2019/cultura/8643069-efemeride-historica-dominicana-206-aniversario-del-natalicio-juan-pablo-duarte/

WIFREDO EL VELLOSO, conde de Barcelona


Wifredo el Velloso era hijo del conde Sunifredo I de Urgel y Cerdaña y de su esposa Ermesenda. La primera mención de Wifredo como conde de Urgel, Cerdaña y Conflent data del año 870; y la de su hermano Miró el Viejo como conde de Conflent del 871. Bernardo de Gotia, conde de Barcelona, Rosellón, Narbona, Agde, Beziers, Magalona y Nimes era, sin duda, en el 877 el hombre más poderoso de la Marca Hispánica. Ese año secundó una rebelión contra Carlos el Calvo y, tras la muerte de éste en octubre del 877, contra su hijo Luis el Tartamudo. Fieles al rey franco se mantuvieron Wifredo el Velloso, sus hermanos Miró el Viejo y Sunifredo y el vizconde de Narbona, Lindoí.
A comienzos del 878 lograron expulsar de la Marca Hispánica y de la Septimania a los partidarios de Bernardo de Gotia, y como recompensa, el 11 de septiembre del 878 Luis II el Tartamudo desposeyó de todos sus territorios a Bernardo y los repartió entre sus fieles: Wifredo el Velloso fue investido conde de Barcelona, Gerona y Besalú; Miró el Viejo recibió el condado de Rosellón. Sunifredo será nombrado abad de Arlés. Wifredo fue el último conde de Barcelona, que fue designado por un Emperador franco. Los condados catalanes no adquirieron una entidad independiente tras su muerte, puesto que sus hijos se repartieron los títulos y siguieron rindiendo tributo a los francos.
Al fallecer Luis II el Tartamudo en el 879, el reino franco se dividió entre sus hijos: Luis III recibió Neustria, Austrasia y Lorena; Carlomán reinó sobre Borgoña, Aquitania, Septimania y la Marca Hispánica. Pero sus reinados son de muy corta duración: Luis III fallece en el 882 y Carlomán en el 884.
Ante el desgobierno franco, agravado por las incursiones vikingas, se descartó entronizar a Carlos el Simple, hijo de Luis II el Tartamudo, pues tenía cinco años de edad, por lo que los nobles coronaron, en la asamblea de Ponthion del año 885, a Carlos el Gordo, rey de Germania. Así, todo el territorio carolingio, quedaba bajo un mismo monarca. Pero su gobierno también fue breve y no destacó en la defensa de sus territorios. El asedio vikingo de París, entre noviembre del 885 y octubre del 886 acabó tras pagar un tributo a los invasores. Tampoco supo dominar las revueltas de Franconia, Turingia, Sajonia, Baviera y Suabia. En el 887 fue destronado, muriendo poco después. Los nobles de la Francia occidental acordaron nombrar rey a Eudes (Odón), conde de París, que no pertenecía a la estirpe carolingia.
Durante este período los condes de la Marca Hispánica se mantuvieron fieles a los reyes francos. En el 879 apoyaron a Luis III y Carlomán contra Bosón de Provenza; en el 881 los condes visitaron la corte real para solicitar privilegios; en el 886 Carlos el Gordo otorgó a Teotario, obispo de Gerona, un precepto. Pero en el 888, al coronarse un rey que no pertenecía a la dinastía carolingia los condes rechazaron a Eudes aunque no llegaron a rebelarse abiertamente.
Como muestra de la pérdida de poder de la monarquía carolingia basta el primer intento de independizarse eclesiásticamente, sustrayendo uno de sus territorios a la obediencia a la iglesia franca. En el año 886, un clérigo llamado, Esclua se hizo consagrar obispo de Urgel, con la aprobación tácita de Wifredo el Velloso, conde de Urgel, quien expulsa al obispo titular Ingoberto, de Ramón I de Pallars y Ribagorza y de los condes Dela y Suniario II de Ampurias.
Una vez más, la situación se complica, cuando Esclua pretende proclamarse metropolitano de la provincia eclesiástica Tarraconense, tratando de dejar de prestar obediencia a Narbona. Como metropolitano, tenía poder sobre las diócesis de Barcelona, Gerona, Pallars y Vic. Atendiendo las peticiones de los condes ampurianos, Esclua consagró, con la colaboración de los obispos de Barcelona y Vich, a un nuevo obispo de Gerona en la persona de Eremir. Por otra parte, en 888, Esclua recompensó a Ramón I con el obispado de Pallars.
Al principio Wifredo el Velloso toleró el destronamiento de Ingoberto. Pero al poco debido a la situación en la corte carolingia, cambia su actitud hacia Teodardo de Narbona y no admite las pretensiones metropolitanas de Esclua, tampoco Wifredo podía permitir la elección de unos nuevos obispados, de Pallars y Ampurias, constituidos recortando las diócesis situadas en los condados de Urgel y Gerona. Por todo, Wifredo se declara en contra de Esclua y a favor de Teodardo y de los obispos destituidos, Ingoberto y Servus Dei. Asimismo reconoce como monarca al rey franco Eudes.
Teodardo convocó en Port, en el 890 un concilio, contando con la asistencia de los arzobispos de Arlés, Aix-en-Provence, Embrun, Apt y Marsella como también de los titulares de la diócesis de Narbona. En este concilio se formuló una condena a las usurpaciones de Urgel y Gerona. La crisis eclesiástica se cerró definitivamente con un nuevo sínodo en Urgel, en el 892, donde Esclua y Eremir serían desposeídos de las sedes que ocupaban, las cuales fueron restituidas a sus legítimos titulares. De todo el asunto, sólo sobrevivió el obispado de Pallars.
Desde la época de la sublevación de Aizón en el 826 contra el dominio carolingio existía una franja apenas poblada y no sometida a los condes francos: las comarcas actuales del Ripollés, el Valle de Lord, Berguedá, Llusanés, la Plana de Vic, Moyanés, las Guillerías y Bages, zona llana bordeada por cordilleras.
El conde Wifredo el Velloso, cuyos dominios rodean esta zona por el norte y el este, inicia en el 876 una expansión hacia estos territorios. El valle de Lord se incorporó al condado de Urgel; Berga al condado de Cerdaña. Pero la zona central del Ripollés, la Plana de Vic, Llusanés y las Guillerías, del antiguo país de los ausetanos, se conforma en el 886 como un nuevo condado: el condado de Osona. De este modo Wifredo amplió su dominio aproximadamente hasta la línea del río Cardener, primero y del río Llobregat después.
Con esta reorganización del territorio Wifredo fundó dos monasterios: Santa María de Ripoll, en el 880 y San Juan de las Abadesas, cinco años después. Este último fue gobernado por una de sus hijas, Emma, quien consiguió por parte de Carlos el Simple, que la abadesa y el monasterio estuvieran solo bajo la jurisdicción real y no de los condes.
En el 886 Wifredo consiguió que el arzobispo de Narbona restableciera la diócesis de Ausa, cuya ciudad estaba abandonada y, es origen de la actual Vic. Se nombró obispo a Gotmar.
El avance de Wifredo el Velloso hacia tierras musulmanas provocó el enfrentamiento con los Banu Qasí de la zona. Wifredo quería establecer la frontera en los ríos Llobregat y Segre con fortalezas en Bages (Cardona), Osona, la comarca del Berguedá y los valles de Lord y Cervelló. Los Banu Qasí fortificaron Lérida, Monzón y Balaguer. En el año 884 Wifredo lanzó una campaña contra Ismail ben Musà, gobernador de Lérida, que fracasó estrepitosamente. Años después el sucesor de Ismail, Lubb ben Muhammad, atacó la ciudad de Barcelona.
Defendiendo sus dominios, falleció el conde Wifredo el 11 de agosto del 897 cerca del castillo de Aura, cuya localización se desconoce. Sus restos fueron depositados en el monasterio de Santa María de Ripoll. Desde este momento la sucesión condal es un asunto hereditario. Ya no se espera el plácet o el nombramiento del rey franco, éste simplemente aceptará que el sucesor en el condado sea un hijo del anterior conde. Es un proceso que es una tendencia en otros territorios francos e incluso en el reino de León, como ocurrirá con los condados de Castilla, Saldaña y otros desde el segundo tercio del siglo X.
En un primer momento sus hijos Wifredo Borrell, Miró, Sunifredo y Suniario gobiernan los dominios de su padre de forma conjunta siendo el primogénito Wifredo II Borrell, quien era considerado primus inter pares. Pero finalmente, al tener cada uno descendencia, optaron por dividirse los dominios de modo que: Wifredo II Borrell y Suniario I gobernaron en los condados de Barcelona, Gerona y Osona; Sunifredo II en el condado de Urgel; y Miró II de Cerdaña en los condados de Cerdaña, Berga y Conflent.
Wifredo se casó en el año 877 con Guiniguilda de Ampurias y tuvieron al menos diez hijos: Wifredo II Borrell de Barcelona; Miró II de Cerdaña; Emma de Barcelona; Sunifredo II de Urgel; Radulfode Barcelona; Suniario I de Barcelona; Ermesenda de Barcelona; Cixilona de Barcelona;Riquilda de Barcelona; y Guiniguilda de Barcelona.
 Como es el caso de otros gobernantes de la Alta Edad Media, Wifredo el Velloso ha sido considerado en la historiografía catalana como el fundador de Cataluña. Comienza el mito de Wifredo como responsable del fin del dominio franco en Cataluña. Esta figura se verá potenciada en distintas épocas históricas como tras la rebelión catalana de 1640 o, ya en el siglo XIX, con el movimiento nacionalista de la Renaixença.


Además, Wifredo el Velloso aparece involucrado en la aparición de otras señas de identidad catalanas, en este caso con el origen de la senyera, la bandera de la Corona de Aragón. El origen de esta leyenda, La leyenda de las cuatro barras de sangre, es distinto pues procede del territorio del reino valenciano y de una época posterior, en el año 1551. Según un relato legendario, la bandera de la casa de Aragón procedía a su vez de la casa condal de Barcelona pues fue creada después de una batalla contra los normandos, cuando el rey de los franceses mojó su mano en la sangre de las heridas de Wifredo y, pasando los cuatro dedos por encima del escudo dorado del conde de Barcelona, le dijo: “Estas serán vuestras armas, conde”.
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