En la tradición musulmana, la yihad adopta dos vertientes: la yihad mayor y la yihad menor. Por yihad mayor entendemos el esfuerzo diario en resistir el mal y la inmoralidad, es decir, en dominar las propias pasiones y mejorar como musulmán; es la lucha por la purificación del alma.
La yihad menor, en cambio, hace referencia a la lucha de carácter externo, al deber de los musulmanes de actuar, inclusive con fuerza, si se percibe que el islam está amenazado. Es en esta segunda acepción en la cual solemos ubicar la yihad, a la que definimos coloquialmente como guerra santa.
Sobre la conveniencia o no de equiparar la yihad con la guerra santa existe un largo debate del cual nos mantendremos al margen en este artículo. En definitiva, observamos como la yihad se presta a dos significados que pueden crear múltiples interpretaciones, desde una visión interior, mística del islam, hasta la violencia que representa, hoy en día, el fundamentalismo islámico, que da lugar –en su vertiente más extrema- a los grupos yihadistas.
Precisamente es el nacimiento y desarrollo del fundamentalismo islámico la cuestión que analizaremos a continuación. ¿De qué doctrina islámica derivan los actuales grupos yihadistas? ¿Cuál es el espejo histórico en el que se inspiran para desarrollar una idea radical del islam? ¿Qué interpretación hacen del concepto de la yihad? Para tal aspiración, debemos retroceder, en primer lugar, al nacimiento del derecho islámico y a las escuelas islámicas que surgieron de él.
Tras la muerte del cuarto y último califa ortodoxo (éstos fueron los cuatro primeros califas que sucedieron a Mahoma), se hizo necesario la fijación de un derecho islámico para guiar la vida de los fieles. En la actualidad, sobreviven cuatro escuelas jurídicas en el islamismo sunita, cada una de las cuales recoge dos fuentes principales: el Corán, el libro sagrado de los musulmanes, y la Sunna, que remite las actuaciones y predicaciones de Mahoma.
Entre las escuelas jurídicas, que se desarrollaron entre el siglo VIII y IX, debemos prestar especial atención a la hanbalista, fundada por Ibn Hanbal, pues es la escuela que interpreta el Corán y la Sunna de una forma más literal y estricta, siendo, aún a día de hoy, una referencia para el islam más radical. Es decir, es la escuela islámica que recoge una acepción más inflexible y, por consiguiente, radical, de la yihad. Con la escuela hanbalista se inaugura, por otra parte, la tendencia salafista dentro del Islam.
El salafismo (“salaf”, antiguo) son un conjunto de ideas que abogan por el retorno al modelo de vida de los antepasados, es decir, a los compañeros del Profeta y las dos siguientes generaciones. No creen en la razón sino en la aplicación rigurosa de los textos sagrados, el Corán y la Sunna. Repudian, por otra parte, a aquellos que visitan tumbas o mausoleos para rezar a muertos o santos, pues Dios (Alá) es el único que debe ser adorado.
Ibn Taymiyya será en la Edad Media –concretamente en el siglo XIV-, el continuador de la doctrina hanbalista. Coetáneo de una época turbia en el mundo islámico, el cual debía hacer frente a las cruzadas cristianas en Oriente Próximo y a las invasiones mongoles, rescatamos de su reflexión religiosa la importancia que le otorga a la yihad, la cual sitúa a la altura de los cinco pilares del islam. La yihad, en este caso entendida como “la lucha contra el infiel” –yihad menor-, es, para Ibn Taymiyya, una base de la sumisión a Dios y una función del musulmán.
Añadir también que, en su defensa de que el imperio luche al servicio de la religión, el autor islámico incorpora la idea de que el islam es religión y política, dos conceptos que deben transitar unidos para el éxito del islam. Esta idea es de suma importancia para entender el islamismo contemporáneo. Su plática belicosa y radical estará presente en el discurso del fundamentalismo islámico del siglo XX. Pero antes, debemos detenernos en el wahabismo.
Muhammad Abd al-Wahab, fundador del wahabismo en el siglo XVIII, resucitó los ideales de Ibn Taymiyya, recrudeciendo, por otra parte, las exigencias para el cumplimiento de las obligaciones religiosas y la oposición al culto de los santos, argumentando que los que veneraban a éstos eran politeístas y blasfemos.
En este sentido asistimos a una gradación radical desde los postulados del siglo IX de Ibn Hanbal, pasando por la crítica radical de Ibn Taymiyya, y culminando con la acción violenta que defiende al-Wahab. La conducta de los musulmanes no debía sobrepasar la de los primeros califas ortodoxos, por lo que al-Wahab prohibía el tabaco, los amuletos, los anillos y condenaba que los fieles se levantaran de su sitio para recibir y saludar a otros, pues solo Dios merecía tal gesto.
Es imprescindible agregar que el wahabismo, como doctrina del islam, ha recibido múltiples críticas dentro de sectores islámicos. Como recoge Abdelwahab Meddeb, historiador, poeta y profesor tunecino,
“la mediocridad y la ilegitimidad doctrinal de Ibn al-Wahab han estado denunciadas en diferentes ocasiones. [Ibn al-Wahab] es más copista que creador. Las páginas que ennegreció confirman su obediencia hanbalista estricta”.
Ahora bien, conocida la vulgaridad del wahabismo, ¿dónde radica su importancia como creencia influyente en el fundamentalismo contemporáneo?
Desde el nacimiento del wahabismo, esta creencia islámica ha contado con el absoluto apoyo de la dinastía Al-Saud. Tras aproximadamente dos siglos de lucha wahabita-saudita contra el imperio otomano en la península Arábiga, en 1932 se creó el actual estado saudita en nombre de la ideología wahabita, la cual se aclamó como la doctrina oficial de Arabia Saudí.
El posterior expansionismo del wahabismo no se entiende sin la fortuna que conllevó la explotación petrolera. Arabia Saudí, aliado de Estados Unidos y la OTAN, se permitió el lujo de trasplantar el wahabismo a países vecinos árabes donde la escuela salafista-wahabista, y por ende, la escuela hanbalista, era minoritaria, utilizando los recursos económicos que el petróleo le proporcionó para la extensión de su doctrina religiosa a través de los medios de comunicación y la enseñanza.
En segundo lugar, afirmar que el wahabismo no explica, por sí mismo, el nacimiento del fundamentalismo islámico y de los grupos yihadistas actuales, pese a que, evidentemente, influye ideológicamente de forma evidente. Debemos agregar, pues, el desarrollo de nuevas corrientes islámicas que emergerán en el siglo XX en el mundo islámico. Lo veremos en el próximo artículo.
Autor: David García para revistadehistoria.es
https://revistadehistoria.es/la-yihad-definicion-y-desarrollo-historico-de-los-grupos-yihadistas-actuales/
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