Moai, las gigantescas estatuas de Isla de Pascua
Los moai, las gigantescas estatuas de la Isla de Pascua, constituyen la expresión más importante del arte escultórico Rapa Nui y se han convertido en su seña de identidad. No obstante, a pesar de su fama mundial y la multitud de estudios realizados sobre ellos, todavía quedan muchas preguntas sin resolver en torno a estos gigantes de piedra. Intentaremos responder algunas.
¿Qué es un moai y qué representa?
La tradición oral cuenta que el arte de esculpir estatuas de piedra ya era conocido por los primeros pobladores polinesios que llegaron tras la expedición, del rey Hotu Matu’a y los siete exploradores, que partió desde la tierra de Hiva (entre el 400 y el 800 d.C.). Existe un manuscrito llamado Pua A Rahoa, que narra el olvido de dichos pobladores polinesios de un moai de nombre Oto Uta en las playas de Hiva, al que fueron a buscar para traerlo a la isla.
La arquitectura monumental de Rapa Nui es el producto de un modelo ampliamente difundido en la Polinesia, en particular, en las islas Marquesas, Tahiti y Raivava’e, donde se encuentran estructuras pétreas y esculturas que parecen ser los prototipos de los ahu y los moais rapa nui.
El nombre completo de las estatuas en su idioma local es Moai Aringa Ora, que significa “rostro vivo de los ancestros”. Estos gigantes de piedra fueron hechos por los Rapa Nui para representar a sus ancestros, gobernantes o antepasados importantes, que después de muertos tenían la capacidad de extender su “mana” o poder espiritual sobre la tribu, para protegerla.
Los reyes poseían este poder de manera innata; otros podían adquirirlo en el transcurso de sus vidas, pero para ello tenía que realizar una serie de hazañas extraordinarias, y estaban obligados a demostrarlo constantemente para no perderlo.
¿Cómo fabricaron los moai?
Las estatuas de Isla de Pascua fueron esculpidas, en un principio, en basalto, traquita y escoria roja, pero poco después los talladores se fijaron en el volcán Maunga Eo (que significa “cerro aromático”), más conocido como Rano Raraku. La piedra volcánica de color amarillo grisáceo, que se da exclusivamente en ese lugar de la isla, es un tipo de ceniza compacta con incrustaciones de basalto. Este material, llamado toba lapilli, resultó ser más idóneo que la blanda escoria o el durísimo basalto, para la construcción masiva de estatuas mediante el uso de simples herramientas.
Curiosamente la mitad norte del cráter, cuyos bordes bajan en una suave pendiente, está compuesta por un material arcilloso rojizo inservible para el tallado. La toba lapilli aparece en la mitad sur del cráter, en el lado más alto, por tanto la actividad de los antiguos maestros talladores de moais se concentró en la pared exterior que mira al suroeste, pero llegaron hasta la cima e incluso hasta el interior del cráter, en cuya ladera se conservan más de cuarenta estatuas, orientadas hacia la laguna.
Se iniciaba el tallado desde un costado de la imagen, enfrentando la pared vertical, o hacia abajo, donde existieran superficies horizontales o incluso bastante inclinadas, con la cabeza hacia arriba o hacia abajo. Los maestros talladores esculpían la piedra con cinceles de basalto u obsidiana llamados “toki” y se calcula que un equipo de escultores podría tardar hasta dos años en terminar un moai grande. Primero se esculpía la parte frontal con todos sus detalles excepto la cuenca de los ojos.
Uno de los misterios sin resolver es saber por qué no extrajeron los grandes bloques en bruto y los llevaron a un lugar más accesible para que escultores pudieran trabajar de manera más cómoda, y en cambio, ascendían hasta la parte más alta y difícil del volcán para tallar cada detalle de los moais, incluso los finos rasgos de la cara y las manos, en su lugar de origen.
En la fase final del trabajo, se cincelaba la espalda para desprender la estatua de la roca madre cortando la quilla que quedaba a lo largo del eje del cuerpo. Luego, se deslizaba por la ladera hacia la base del cerro, mediante maderos y firmes cuerdas de fibra vegetal, hasta depositar el moai en un hoyo previamente escavado que le permitía mantenerse de pie. En esa posición, se terminaría el tallado de la espalda y quedaba listo y en la posición de “caminar” a su destino final.
Los clanes más prósperos ordenaban construir un moai como una manera de honrar al hombre difunto con mana. Después de varios meses de duro trabajo , el moai recorría su camino hasta llegar al ahu o altar de piedra preparado para recibirlo. Finalmente era erigido acompañado de grandes celebraciones.
¿Cómo los movieron?
Aunque muchas teorías se han planteado al respecto, el traslado de estas enormes y pesadas estatuas es todavía el mayor misterio sin resolver de la Isla de Pascua. Sin embargo, descartando algunas ideas fantasiosas, existe una serie de hipótesis serias y experimentos que han permitido demostrar que el transporte es factible con los recursos humanos y materiales con que contaban los antiguos isleños.
Según la tradición, los moai “caminaban”. De hecho, desde la cantera del volcán salían varios caminos destinados al transporte de las estatuas. Aún hoy es visible la ruta que seguían por la costa sur, en donde se hallan varios moai caídas hacia delante.
Se ha probado que es factible, aunque no muy práctico, hacer “caminar” un moai de unos tres metros de altura, haciéndolo bascular alternativamente al mismo tiempo que se tira de cada lado de la base hacia delante. Otro experimento exitoso muestra el traslado de un moai recostado sobre una plataforma de maderos como trineo, que se tira con cuerdas sobre troncos transversales. Probablemente, desarrollaron distintas técnicas a lo largo del tiempo, en función del tamaño y peso de los moai, y de los recursos disponibles.
Ya sea de pie o acostado, los moai debieron instalarse sobre una base de troncos a manera de trineo, deslizándolos sobre troncos transversales, para reducir el roce. Excavaciones recientes en un tramo del camino de los moai entregan datos nuevos, que obligan a replantear la ingeniería del traslado y a realizar nuevos experimentos. El camino presenta tramos cóncavos, o con pavimento, pero las huellas de una gran cantidad de troncos instalados de manera vertical, o inclinados, a ambos lados del camino, parecen indicar que en el transporte eran fundamentales la palanca con troncos resistentes y las cuerdas de fibra vegetal, del árbol hau hau (Triumfetta semitriloba).
De acuerdo con la información disponible, el traslado de los moai fue la tarea que demandó mayor esfuerzo físico y destreza técnica. Finalmente, el levantamiento sobre la plataforma debió ser un desafío complejo pero de mayor paciencia, sobre todo cuando se trataba de poner estatuas muy cerca de otras, en una plataforma elevada, sin ayuda de cemento o barras de sujeción, ni de poleas. Algunas evidencias indican que el levantamiento de las estatuas se realizaba mediante la acumulación progresiva de piedras de tamaño medio, hasta levantar una rampa de gran volumen. Posiblemente, ese mismo material servía para el relleno de la plataforma del ahu.
¿Cuántos moai hay en la isla y dónde están?
Se han registrado unos 900 moai en la Isla de Pascua. De estos, unos cuatrocientos se encuentran en la cantera de Rano Raraku, 288 asociados a los ahu, y el resto dispersos en distintos puntos de la isla, probablemente abandonados en la ruta hacia algún ahu. Del total, más de ochocientos fueron tallados en la toba lapilli del Rano Raraku, 22 en traquita blanca, 18 en escoria roja y 10 en basalto.
Unos 164 moai llegaron a los distintos ahu dispersos en todo el contorno de la isla como formando un anillo sagrado. Unos pocos llegaron a pequeños ahus en el interior, como es el caso de Ahu Huri a Urenga y Hanga Kio’e . En ocasiones formaban grupos imponentes, como los 15 moais del Ahu Tongariki, con pesos individuales de más de sesenta toneladas, los 13 del Ahu Akahanga, o los siete moai del tipo promedio en el Ahu Akivi.
Los millones de golpes de esas pesadas picotas de mano parecen haberse detenido en un solo momento. Cientos de moai quedaron en distintas etapas del tallado.
Aunque en algunos casos fueron abandonados por problemas técnicos o fracturas, da la impresión de que, por alguna razón, ese enorme esfuerzo fue interrumpido abruptamente, como si las propias herramientas esperaran la vuelta de los trabajadores en cualquier momento.
¿Qué tamaño tiene un moai?
La altura media de los moai es de unos 4,5 metros, pero los antiguos especialistas fueron capaces de trabajar y trasladar dos estatuas de 10 metros de alto, que llegaron al Ahu Hanga Tetenga en la costa sur, y al Ahu Te Pito Kura en la costa norte, en el sector de La Pérouse, a unos seis kilómetros de distancia de la cantera. El de Hanga Tetenga se encuentra quebrado en cuatro partes sobre la plataforma y sin cavidades para los ojos, prueba de que no pudieron controlar el último impulso para ponerlo en posición vertical.
El peso estándar ronda las 5 toneladas y no más de 30 a 40 estatuas pesan más de 10 toneladas. Estas corresponden a la época de pleno desarrollo de la cultura rapanui llamada Período Ahu Moai situado entre los años 1.500 y 1.600 d.C..
El moai más grande
En la cantera principal de Rano Raraku quedó sin desprender de su nicho una imagen de 21,65 m, conocida como Te Tokanga, que habría llegado a pesar más de doscientas toneladas, algo impensable aun para la tecnología más moderna. Las estatuas de mayor tamaño se encuentran abandonadas en la ladera de la cantera, lo que demuestra que la sociedad rapanui estaba embarcada en una competencia que, finalmente, se resuelve en el abandono total de estas construcciones monumentales.
La puesta de ojos y el mana
Una vez que el moai era instalado en su ahu, se le tallaban las cuencas de los ojos y, en una ceremonia ritual, se le colocaban los ojos fabricados con coral blanco y pupilas de obsidiana, escoria roja o piedras de otro color. En ese momento se consideraba que el mana del moai revivía y podía proyectarse sobre su tribu para protegerla. Esta es la explicación de por qué todos los moais miran hacia el interior de la isla, que es dónde estaban los poblados y sus habitantes, y no hacia el océano.
Hoy, el mana ya no puede actuar. Ningún moai tiene sus ojos originales Tal vez fueron arrojados mar adentro, tal vez fueron destruidos o se desvanecieron con el tiempo. Nadie lo sabe realmente.
En el año 1978, durante la reconstrucción del Ahu Nau Nau en Anakena, se encontró por primera vez uno de los ojos originales de un moai, que se expone actualmente en el Museo Antropológico de Hanga Roa.
En el complejo de Tahai se puede apreciar la única estatua con ojos restaurados. En comparación con el resto de los moais de la isla, parece como si hubiera recuperado la vista y quisiera proyectar de nuevo su poder a los nuevos pobladores y visitantes.
Los pukao
Varios estudios han contabilizado 58 moais con un extraño tocado de color rojo sobre la cabeza. Reciben el nombre de pukaos, tienen forma cilíndrica y están hechos de escoria roja procedente de la cantera de Puna Pau, un pequeño volcán próximo a Hanga Roa. Se cree que representa el pelo amarrado en un moño y teñido de ocre, tal como era la costumbre polinésica y que aún puede observarse.
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En la propia cantera, o en transporte, quedaron abandonados 31 pukao. Las dimensiones de estos cilindros alcanzaban entre uno y dos metros de alto, por dos a tres metros de diámetro, con pesos de entre nueve y veinte toneladas. Fueron la máxima expresión del poder de algunos linajes, y en un extraordinario alarde de ingeniería y poder político, levantaron sobre el moai del Ahu Te Pito Kura, a 10 metros de altura, un cilindro de escoria que pudo pesar más de diez toneladas.
Forma y estética de los moais
En sus inicios los moai eran pequeños, con las cabezas más anchas y con rasgos más naturales y orejas más cortas, pero, poco a poco, el dominio de la técnica fue estilizando las figuras hasta llegar a la estética de las imágenes clásicas salidas de las canteras del Rano Raraku, las cuales presentan un patrón claramente definido.
El estereotipo del moai es de forma rectangular, y destaca por la mayor proporción de la cabeza respecto del tronco, con una nariz alargada en donde las aletas se detallan con finos espirales, boca de labios finos de expresión despectiva, orejas con largos lóbulos, en los que a veces se aprecian aros cilíndricos. El mentón tiene un borde pronunciado, que a veces termina en una pequeña barba. Los ojos permanecían “cerrados” hasta que la figura era levantada sobre un ahu.
Los cuerpos fueron diseñados para que la estatua tuviera un bajo centro de gravedad, con un abdomen abultado en el tercio inferior y una espalda cóncava. La base se corta a la altura de la pelvis, dejando en el frente los genitales masculinos cubiertos por un taparrabos. Los brazos están pegados al cuerpo y las manos sostienen un vientre ligeramente abultado con sus pulgares señalando hacia el ombligo, Te Pito, la matriz, que contiene el poder de la vida. Sus dedos alargados y finos simbolizan a un ser sagrado, intocable, no destinado al trabajo común, sino a la reflexión y sabiduría.
Los pectorales presentan tetillas modeladas como espirales en relieve. Bajo el grueso cuello, se define una línea que representa las clavículas, y en el centro, la hendidura de la parte superior del esternón. El ombligo está marcado en relieve, aunque en la mayoría de los casos la erosión ya no permite apreciarlo.
En la antigüedad, probablemente todos los moai que llegaron a levantarse sobre un ahu estuvieron pintados con pigmentos minerales rojos. Algunos presentan diseños incisos que representan tatuajes en el cuello. En los moai del Ahu Nau Nau de Anakena se pueden apreciar diseños geométricos en relieve aplicados en la espalda, como un cinto a la altura de las caderas, diseños en forma de M o Y, así como espirales sobre los glúteos.
https://imaginaisladepascua.com/la-isla-de-pascua/cultura-rapa-nui/moais/
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