Quién era Manuel Quintín Lame, el colombiano que inspiró la primera guerrilla indígena de América Latina
Manuel Quintín Lame era un indígena colombiano, pero no uno cualquiera.
Hablante de español y nasa, católico versado en las leyes de los blancos pero también en la cosmovisión y los saberes de sus mayores, su historia es la de un comerse la cola de identidades, preceptos, costumbres, leyes.
Y las fotos que de él se encuentran, que no son muchas, cuentan esta complejidad en blanco y negro o sepia: Quintín Lame de traje de tres piezas, con su larga cabellera, rodeado por otros líderes indígenas; Quintín Lame con poncho o ruana, de nuevo su largo pelo, un cigarro en la boca, preso pero con la vista alzada; dos imágenes del líder indígena, ya viejito, blanca su ropa, blanca su cabellera, de perfil ambas, en las dos con un gesto peculiar, sereno, como predicando...
Una columna formará el día de mañana un puñado de indígenas para reivindicar sus derechos…
Había quien creía que tanto pelo le daba algún poder, a lo Sansón, y en más de una ocasión, como asintiendo al mito, alguna autoridad se lo cortó.
Dicen que era muy fuerte, que aguantaba más que el resto largas caminatas y en su vida parece haber hecho lo que otros no harían ni en diez.
La creencia en que era un ser especial llevó también a la creación de mitos, como que era capaz de desaparecer de repente.
Más de 100 veces preso
Manuel Quintín Lame Chantre nació en 1883 en el municipio de Popayán, departamento del Cauca, en el occidente del país y participó, del lado conservador, en la Guerra de los Mil Días (1899-1902).
En esa época la pertenencia a un partido era algo que se heredaba, más que nada. Y a su hermano, Feliciano, lo mataron unas bandas liberales.
"Especial importancia tuvieron las luchas del indio Quintín Lame por la tierra y la identidad indígena del pueblo páez o nasa", dice el sociólogo, escritor y periodista Alfredo Molano.
Y lo dice en el texto "Fragmentos de la historia del conflicto armado", publicado en la compilación de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas que funcionó en el marco del proceso de paz entre el gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
En ese texto Molano habla de las raíces del conflicto armado colombiano. Y como gran parte de ese proceso que parece sin fin, el asunto que movilizó a Quintín Lame también tenía que ver con la tierra.
Por un lado, en la defensa de los resguardos indígenas, una creación de la Corona española en el siglo XVI, que buscaba proteger y concentrar a las comunidades indígenas, además de obligarlas a pagar impuestos.
Una defensa que para Quintín Lame tenía que ver con la defensa no del aspecto opresivo de esa institución, sino de la protección de la tierra indígena.
Y por el otro, la lucha contra el terraje, ese sistema que obligaba al indio a pagar con días de trabajo por el uso de alguna parcela de un hacendado, en esas haciendas que antes habían sido territorio indígena.
A eso se sumaba la defensa del autogobierno indígena.
El Movimiento Armado Quintín Lame
"Una columna formará el día de mañana un puñado de indígenas para reivindicar sus derechos…". Esa cita de Manuel Quintín Lame aparece al inicio del informe "Guerra propia, guerra ajena", del Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia (CNMH).
Y ocurrió en la década de 1980 que un grupo de indios colombianos se alzó en armas y conformó la primera guerrilla indígena de América Latina, inspirándose en su figura y adoptando su nombre para llamarse Movimiento Armado Quintín Lame
Cuenta el trabajo del CNMH que en origen fueron 80 indígenas que se alzaron contra el Estado, contra terratenientes y contra las otras guerrillas (que intentaban reclutarlos).
Su objetivo era, también, la protección de territorios ancestrales en el Cauca (recuperación de tierras, ampliación de resguardos), defensa de las autoridades indígenas y el derecho a una organización autónoma de sus comunidades.
La primera acción militar abierta del grupo se produjo el 29 de noviembre de1984, contra el Ingenio Castilla, en el sur del Cauca. Siguió operando por pocos años más, hasta que en 1991 firmó la paz con el gobierno y se desmovilizó; uno de sus miembros participó como constituyente en la asamblea de ese año.
El CNMH la llama la primera guerrilla indígena de América Latina.
Con el tiempo, Quintín Lame fue ganando legitimidad, respaldo, entre grandes sectores de las comunidades indígenas de ciertas zonas del país: fue nombrado jefe y representante de un importante número de cabildos indígenas.
Estuvo preso más de 100 veces; en 1915 por un año (o 9 meses, de acuerdo con otras versiones) en el que estuvo encadenado e incomunicado; en 1917 por cuatro años. Fue una de las estrategias, según algunos autores, para aislarlo de la base indígena y reducir su influencia.
Por sus conocimientos de derecho, él asumió su propia defensa durante las muchas veces que debió enfrentarse a la justicia.
"Desconfiaba de los abogados blancos y se consideraba a sí mismo con la inteligencia suficiente para enfrentar cara a cara a sus enemigos y salir victorioso en los estrados de la justicia", dice la historiadora Luz Ángela Núñez Espinel en su artículo "Quintín Lame: mil batallas contra el olvido".
Contrahegemonía
Manuel Quintín Lame era un hombre ilustrado. Aprendió a leer y escribir durante su vida militar, donde también comenzó a empaparse de las cuestiones de la ley. En eso, fue esencialmente autodidacta, por ejemplo leyendo libros como "El abogado en su casa", un manual de derecho para el hombre de a pie.
Dice Nicolás Ceballos Bedoya, en un texto que analiza la gran obra de Quintín Lame, "Los pensamientos del indio que se educó en las selvas colombianas", que estudiando la ley el líder indígena encontró la forma de anular las enajenaciones de tierras de resguardos.
Tomó el derecho y lo dio vuelta sobre sí mismo, hizo un uso contrahegemónico de la letra de la ley. Lame podría considerarse el Santander de los movimientos indígenas, por su obsesión con la letra de la ley.
Su firma tenía esa caligrafía propia del siglo XIX y terminaba en un firulete, que en su caso tenía todas las características de un pictograma indígena.
La estampaba los memoriales que escribía y enviaba a las autoridades, a la Justicia, para defender los derechos de los indígenas; lo bajaban en balsa por río hasta donde hubiera tren y de allí seguía a Bogotá a hacer sus reclamos.
En una visita a la capital, en 1924, lo entrevistaron para el diario El Espectador. Le preguntaron si creía que las autoridades lo iban a atender y respondió: "Hace cuatro siglos que esperamos ser atendidos, y a pesar de ello aún confiamos".
El presidente no lo atendió. Le tocó hablar con otro funcionario.
Escuelas
Pero así siguió, insistiendo en la defensa de los derechos indígenas, llevando adelante los primeros proyectos de escuelas indígenas autónomas en el país, movilizando, animando, cantando.
Es que le gustaba cantar. "Era un tipo muy querido, muy alegre", dice Pedro Tattay, quien se pasó casi tres años trabajando en un documental sobre la vida de este personaje único de la historia colombiana.
¿Qué es lo que le quedó más marcado le quedó a él de Lame?
Él marca un pensamiento en los indígenas, muchos de los planteamientos de él son los mismos planteamientos de base que tienen las organizaciones indígenas
"Su fortaleza para retomar la causa indígena en un momento en que la mayoría de las poblaciones indígenas estaban muy agobiadas y no tenían ningún derecho; tienen un entendimiento muy claro de lo que es ser indígena", dice de primero.
Luego, esa apropiación de las normas colombianas en beneficio de su defensa de los derechos de los indígenas. "Al mezclarse con el saber de occidente logra crear un movimiento que hasta hoy logra tener repercusiones", le explica a BBC Mundo.
Y, según Tattay, eso hace que sus enseñanzas sigan vigentes: "Él marca un pensamiento en los indígenas, muchos de los planteamientos de él son los mismos planteamientos de base que tienen las organizaciones indígenas".
Esas enseñanzas son, fundamentalmente: recuperar y proteger el territorio, sin pagar por vivir en él y por ponerlo a producir.
Aún hoy en las zonas en las que se movió de los departamentos del Cauca, el Tolima y el Huila, lo siguen llamando "el jefe", "el líder".
¿Y defectos, no tenía? "Yo no sé si es propaganda para dañar su imagen", menciona Tattay, "pero se decía que andaba con muchas mujeres". A veces, muy jóvenes.
"Pero los que lo conocieron", insiste, "hablan muy bien de él".
Quintín Lame murió hace 50 años, el 7 de octubre de 1967; murió de vejez en el Tolima, en una situación económica no muy buena, cuenta el cineasta. Pero rodeado y ayudado por la gente.
* BBC Mundo no se hace responsable por los contenidos de las páginas externas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario