Ataúlfo.

Muerto Alarico en 410, le sucedió en el mando del Ejército su cuñado Ataúlfo (Atta Hulfe, ‘Padre socorro’), que, poco después, sería proclamado Rey, sobre la tumba de su cuñado, a la manera germana, es decir, con la intervención de la Asamblea y con el pueblo en armas.

Ataúlfo participó en el terrible asedio de Roma, en el que los habitantes, extenuados por el hambre, con las calles y plazas infestadas de cadáveres, pidieron la paz a Alarico. Éste les pidió una contribución de 5.000 libras de oro, 30.000 de plata, otras tantas de pimienta, 4.000 túnicas de seda, 3.000 piezas de púrpura y la puesta en libertad de todos los esclavos bárbaros. Ante la enormidad del rescate, los embajadores le preguntaron:
– “Entonces, ¿Qué nos dejas?”. “La vida”, les contestó Alarico.
Los romanos tuvieron que fundir las estatuas de oro de la Virtud y del Valor y despojar a los templos de sus riquezas. En 409, se retiró Alarico, satisfecho de tan inmenso botín. El Emperador Honorio, refugiado en Rávena[1], que no estaba dispuesto a transigir, le declaró la guerra. Alarico volvió sobre Roma y obligó al Senado a nombrar Emperador a Attalo, prefecto de la ciudad[2], y a destituir a Honorio. Attalo, agradecido, derramó honores sobre Alarico y Ataúlfo, al que nombró conde de los Domésticos y entregó el mando de las legiones de Occidente. Durante las conversaciones de paz que mantuvieron Honorio y Alarico, fue asaltado el campamento visigodo. La cólera de Alarico fue terrible. El 24 de agosto de 410 un traidor abrió la puerta Salaria y los visigodos plantaron sus estandartes en lo alto del Capitolio. Roma, durante tres días, fue sometida a una salvaje destrucción. Bajo los golpes de las hachas bárbaras los palacios, los sepulcros, las obras maestras de arte, acabaron destrozados. Edificios lujosos desaparecieron devorados por el fuego; muchos hombres perecieron degollados y un incontable número de mujeres fueron hechas esclavas. Cargados de botín, los visigodos se retiraron a la Italia meridional. Alarico falleció poco después.

Ataúlfo acarició por un momento la idea de fundar un Imperio sobre las ruinas del romano; pero, lúcidamente, comprendió que su pueblo no estaba preparado para asumir las instituciones romanas, por lo que creyó más conveniente levantar de la postración al Imperio Romano con la ayuda de las armas visigodas. Honorio, pese al odio que sentía por los visigodos, no desestimó aceptar la ayuda que se le ofrecía. Ataúlfo se dirigió a las Galias, combatiendo a los que usurpaban el poder romano, y conquistó Narbona, Tolosa (Toulouse), Burdeos y todo el territorio que se extendía desde Marsella hasta el Océano en 412, restableciendo la autoridad de Honorio en las Galias. En este momento, Saro, el godo que atacó el campamento de Alarico, se unió a Jovino, aspirante a la púrpura imperial, con un pequeño Ejército. Ataúlfo que heredó el odio de Alarico hacia Saro, envió un contingente de tropas para detener y matar al traidor.
Entre las damas nobles que los visigodos habían hecho prisioneras durante el saqueo de Roma se encontraba Gala Placidia[3], hermanastra de Honorio. Ataúlfo la había pedido varias veces en matrimonio, pero como Honorio no dio su consentimiento, se casó con ella en Narbona, a la manera romana. En la ceremonia, que se celebró en casa de Ingenus, uno de los más ilustres ciudadanos de Narbona, Ataúlfo se vistió con el traje romano y Gala Placidia con el de Emperatriz. Ataúlfo obsequió a la novia con 50 esclavos, vestidos de seda, que llevaban bandejas de oro repletas de piedras preciosas. Los visigodos y sus amigos romanos celebraron grandes festejos. El hecho de que un godo contrajera matrimonio con la hija del gran Teodosio tuvo un gran impacto sobre el destino del Imperio y fue una de las causas de la invasión visigoda en España.
Constancio, Ministro y Consejero del débil Honorio, también deseaba a Gala Placidia y ambicionaba su mano para encumbrarse en el Trono. Constancio tuvo la habilidad, o la fortuna de haber eliminado a todos los usurpadores de la púrpura imperial: a Constante, en las Galias; a Heráclio en África; y a Máximo y a Geroncio en España. Todos perecieron, bien en batalla, suicidándose o sentenciados a muerte. El mentecato de Honorio que creía que era fuerte y de que su Gobierno sobre el Imperio era efectivo, se complacía en mostrarlos en público y hacer burla de ellos. Muerto Constantino, a Honorio le salió un nuevo rival en las Galias, Jovino, que aspiraba a la púrpura imperial. Ataúlfo marchó contra él, lo venció, lo hizo prisionero, decapitándolo, enviando su cabeza al Emperador en 413. Constancio se mostró celoso de los éxitos del visigodo y pidió a Honorio que exigiera la devolución de Gala Placidia, a lo que Ataúlfo se negó, rompiendo las relaciones con el Emperador. Era lo que deseaba Constancio, que, aliado con otros bárbaros allende el Rhin, pudo dedicarse a hostigar a los visigodos. Ataúlfo, presionado por fuerzas superiores, se vio enfrentado a una situación cada vez más insostenible, por lo que se decidió a cruzar los Pirineos, después de incendiar Burdeos, conquistando Barcelona en 414, donde nació su hijo, que recibió el nombre de ilustre abuelo, el Emperador español Teodosio I el Grande. Este hijo, destinado a unir a visigodos y romanos, según los deseos de su padre, bajo un solo Rey, falleció meses más tarde. Su cuerpo recibió sepultura en un sarcófago de plata en la Catedral de Barcelona.
La situación que ofrecía España era triste y desolada. En el año 409, las invasiones de vándalos, alanos y suevos dejaron tras de sí el incendio, la ruina, el pillaje y la muerte. Al hambre siguió la peste, porque los campos se hallaban sembrados de cadáveres insepultos. Los bárbaros, hartos de carnicería y rapiña, se repartieron España. Galicia para los suevos; para los alanos, la Lusitania y la Cartaginense; y para los vándalos, la Bética, que recibió el nombre de Vandalusía, que ha quedado como sinónimo de vandalismo.
La intención de Ataúlfo era la de construir un Reino en España, pero no tuvo tiempo de ver materializados sus sueños. Murió en Barcelona bajo el puñal asesino de Dubio, un miembro de su séquito, inspirado por Sigerico, ansioso de reemplazarlo en el mando y que adujo como pretexto la tibieza con que Ataúlfo hizo la guerra a los romanos.
Aunque no puede decirse con propiedad que Ataúlfo fue el primer Rey visigodo de España, ya que solo dominaba una parte de la Tarraconense, fue el que concibió el pensamiento de arrojar de España a las anteriores tribus bárbaras que la habían inundado, y fundar en ella un Reino gótico.
Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es
Bibliografía
Diccionario de los Reyes de España.
RÍOS MAZCARELLE, Manuel.
[1] Rávena o Ravena​ es una ciudad al Norte de Italia en la Emilia-Romaña y la capital de la provincia homónima.
[2] El prefecto era un oficial del Imperio Romano y de la República Romana. Sus atribuciones abarcaron tanto el ámbito militar como el civil. El cargo tenía un rango variable y normalmente era ocupado por una persona procedente del orden ecuestre. En el ámbito civil, el prefecto no era un magistrado, sino un sustituto del mismo. El prefecto de Roma o prefecto de la ciudad asumía en la Antigua Roma las funciones del Rey en ausencia de éste. Más tarde hizo lo mismo con las funciones consulares, hasta que tal misión pasó a los pretores. Tenía jurisdicción en las causas de los patronos, esclavos y libertos. Presidía el Senado.
[3] Gala Placidia, hija del Emperador romano Teodosio I y de su segunda esposa Gala, Emperatriz consorte de Constancio III, Emperador del Imperio Romano de Occidente y madre de Valentiniano III, Emperador de Occidente.
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