RENACER CULTIRAL

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Solo la cultura salva los pueblos.

viernes, 5 de octubre de 2018


TOMAS BOBADILLA Y BRIONES.

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Es un prodigio de confusiones andróginas, una luz equivocada juguetea en su sonrisa saturnina, visto de frente, tiene la unción de un benedictino, tiene deferencia meramente  la reminiscencia de un carbonario. Hacia el mal consolando a las víctimas. Hacia el bien burlándose del beneficiario.
Dualista impasible, lo mismo estimaba a Satanás que a Cristo, un cirio de llama verde, en el medio de la oscuridad agorera de un templo en ruina, es menos fantástico que el  resplandor de su historia.
Cantaba el salmo de la libertad en un libro de Maquiavelo. Su ironía era un fluido anestesiaste. Una carcajada sin  tregua era su fe. Se reía de todo; de la Justicia, del Derecho, de la Religión, del Deber, de Duarte, de Santana, de Jiménez, de Báez, de sí mismo, cuando no hablaba  de quien reírse en su infinita  incredulidad. Viejo tenía la juventud de Saint Just, joven  tuvo la vejez de Richelieu. Tránsfuga de los principios. Que inventario de paradoja casuísticas y de axiomas liberticida! Para su conciencia  la vida era  una oriflama que debía plegarse dulcemente a inciertas ondulaciones del viento.
Con Boyer, con la menguada servidumbre de la Republica, en su calidad de comisario del Gobierno, votaba y ejecutaba la muerte de los revolucionarios dominicanos de “Los Alcarrizos en 1824: y defendía en la Prensa en 1825, notas diplomáticas de Haití, contra  el reclamo hecho por España en favor  de  la desocupación  inmediata de la parte española de Santo Domingo.
Con el grupo de los afrancesados, con los que no creyeron  jamás en la Independencia Nacional, se complacida en desacreditar los planes separatistas de Duarte y corrió, no obstante, inópicamente, a última hora a poner en conocimiento de los febreristas el peligro de las combinaciones de Levasseur, para precipitar con ellos el heroico grito de la redención del Baluarte.
Presidente de la Junta Central Gubernativa, la noche de Febrero, su presencia entre aquellos generosos adalides de la Patria,  puso asombro en el corazón  de los descreídos, desconfianza en el discreto silencio de algunos patriotas, reconciliación efusiva en el ánimo de los menos previsores, amañada esperanza en las maquinaciones de los conservadores que, en el instante mismo de la redención , prepararon  el huracán la cruentas perfidias con que pago el futuro la obra santamente gloriosa de los trinitarios.
Causa, origen, alma de las desgracias que  aun cosecha el país en su asendereada vida de inestables garantías, de alzamientos y miserias, de lavaduras infames, este hombre temible puso en camino de perdición la República, lanzando al campo de la libertad esta manzana de odios y pugilatos fratricidas: Santana.
Miguel Angel Garrido, autor de esta nota, sobre Tomas Bobadilla.

Lo alzo a la majestad del Poder, improvisándolo, y le dio  el concurso de cuantos miraban de soslayo la Patria libre para buscar en el protectorado francés lo que no creyeron que podría realizar la fuerte virtualidad del patriotismo del pueblo. Lo alzó a la prepotencia del mando absoluto, y  puso en sus manos la desoladora dictadura militar del artículo 210 de la Constitución  de 1844. Los consejos de guerras cuyo código de * a verdad sabida y buena fe guardada*,  levantaba un patíbulo al amparo de cada sospecha o cada delación  inicua, y los tenebrosos decretos con que se consumó el sacrificio de Duarte, de Sánchez, de Pina, de Pérez, de todos los fundadores ilustres de la República. Lo alzó y desvaneciéndose un día el ascendiente de sus inspiraciones, caído de la gracia, hubiera pegado sus incontrolables errores, castigado por el mismo a quien erigió en dueño atrevido de la nación, si la sagacidad de su raro talento no le induce a aceptar en momentos difíciles, en 1847, su expulsión del Congreso, y su extrañamiento del país.
Había formado la hoguera de las pasiones irritadas en que cayeron las instituciones y los hombres, y se reían de los graves conflictos, de los personalismos en aviesa confusión y  dispuesta, contando a la suerte las intrepideces de su engañosa fraseología y el fecundo calor  de sus iniciativas infatigables.
Este hombre, lo mismo escuchaba la protesta de la virtud que le algazara del delito. No era  un temperamento varonil, y comparecía  en los peligros. No era  una racionalidad conspicua  y tenía voto decisivo  en los  conclaves del  saber. No era característica de su vida la ambición  del poder y siempre estuvo en su asecho. Era un confuso convencionalista, un utilitarista indiscreto, y daba contrarias direcciones súbitas  a su conducta con  suma  tranquilidad de un creyente. 
Sin religión, sin ensueños,  sin ideales, sin patriotismo, amigo de las sorpresas emocionales de la tiranía, su palabra escodegina penetraba como un puñal y revestía de  entereza las resoluciones del  despotismo. Su nombre es puesto de  partida de  nuestras presentes vicisitudes, de la división honda y eterna que señaló, para la desventura de todos, el resonante rompimiento  del 9 de  junio de 1844.
Alma escéptica, no tiene una sola gloria que restaure amorosamente su nombre en la conciencia del pueblo. Vivió una vida de luchas, sin ventura ni paz. No  creyó en nada, y fue n sacerdote de cuantas divinidades  inventó su peculiar indolencia. Cuando en las borrascas del  pasado se agitaba profundamente sagaz, no eras para evitar los peligros sino para soplar las borrascas. Qué  genio  tan fuertemente encariñado con los sofismas  del interés!. Que  inteligencia tan sabia para hurgar la sombra y hacerse dueña  de sus misterios!.
Toda una época, la  de los grandes desatinos del primer periodo de la República, época de fusilamientos y ostracismos, de inacabables agravios al patriotismo, de rivalidades y sacrilegios, tiene el sello de su individualidad batalladora. En esta  etapa comparase a modo de patriota virtuoso, dignificando con el fluido entusiasmo de una fe robusta la realidad de los ideales puros, mientras en lo profundo de sus  intenciones late el engaño. En   aquella, es el maestro de la tiranía. En  todas, su musa es la sorpresa: su gran libro, lo práctico; sus finalidades, las  del acaso; pero sin dejar asidero a la libertad, ni  refugio a la esperanza.
No creyó en Dios, y no faltó a la devoción  de los dogmas sacros. No creyó en Mahoma, y solemnizó el Koran. No supo nunca alzar la plegaria, ni borrar la injusticia de las  opiniones extremas. Cuando  Santana preparaba la anexión española, increpa a Santana, combate la anexión. Se  consuma  el 18 de marzo de 1861, y al siguiente día pone al  servicio de España su viejo nombre. La Restauración le sorprende sirviendo la causa española; y mientras no vio seguro el triunfo de la República, mientras no llegó  la víspera de la victoria final, no abandono la anexión para aparecer en las filas restauradoras. Nadie como él para dejar cumplidos los transformismos más estupendos. Aquí es haitiano, allí es febrerista, allá liberal, acullá conservador, más luego español….. y nunca dominicano!.... Nunca!!!
Porque enseño el derrotero de la tiranía a los tiranos; porque  aconsejó el despotismo, porque instituyó el sofisma como fundamento de gobierno, porque hizo, con sus consejos, el sacrificio  del derecho, la proscripción del deber, el reino de la oligarquía, el Gólgota de la democracia de la democracia, la infinita pesadumbre de cuantas torpezas consumó la ambición.
Nunca dominicano! Porque de haberlo querido, salva el porvenir de su pueblo, haciendo prósperas las instituciones, desarmando las iras primeras de los partidarismos nacionales, poniéndolo a distancias de las profanaciones groseras de la anarquía  el alma noble y fecunda de la Redención de Febrero. Su personalidad atrevida no era  para pasar si  huella por el campo de la vida pública, o para aislarse en medio a las  convulsiones de la política. Estaba  dotado de grandes vuelos de osadía que le hacía remontar sin fatiga las  más abruptas  cimas y llevar en sus  alas el tremendo peso de cuantas responsabilidades le aconsejara  el destino. Y, sin embargo, no era un carácter. Le faltaba unidad de espíritu para serlo. No tenía la perfecta concordancia de las ideas, de los sentimientos y resoluciones del carácter.
Pasó, y su historia, alma de lo pasado, ofrece al mundo el desdén de una vida que miró al través de lo inútil la majestad del derecho, que santifico el despotismo,  que se e burló de la gloria, que se rio de la Patria, que cantó el salmo de las instituciones del progreso en un libro de Maquiavelo, y  erigió  en  inspiradora  sagrada  del poder impenetrabilidad  de la Fuerza.
Tomado de la Fuente;
Miguel Ángel Garrido, obra Silueta. Págs. 187-197

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