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lunes, 2 de septiembre de 2019

Esas elecciones del 1962.

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Publicado el: 2 septiembre, 2019
e-mail: imbert.brugal@gmail.com
El hecho fue insólito. Acaso histórico que ha convertido en emblemático aquel proceso. Aunque abocó en una tragedia institucional, siete meses después, las elecciones celebradas el 20 de diciembre del año 1962, son únicas. La historia electoral dominicana no se puede escribir sin la mención de esa casualidad post tiranicidio, azar que permitió la escogencia del primer gobierno fruto de la decisión ciudadana, mayoritaria.
El concepto era misterio, inmanejable para el imaginario social. Votar y que la voluntad ciudadana se respetara, era experiencia inédita, inconcebible. No había ensayo ni prueba para demostrar que eso fuera posible. Votar sin miedo, presumir el escrutinio y la asignación de cada uno de los votos emitidos a la candidatura correspondiente era un desiderátum sin destino.
A pesar de que la Junta Central Electoral-JCE- había sido creada en el año 1923, tal y como expresa Julio G. Campillo Pérez en “Origen y Evolución de la Junta Central Electoral” “… “los comicios se efectuaban siempre a base de candidaturas únicas o por lo menos de una candidatura impuesta. Por eso la lucha electoral estaba ausente o por lo menos muy limitada. Además, no había partidos políticos en su verdadera acepción. Más bien bandos o facciones que dirimían sus asuntos en la manigua con la fuerza de las balas y no ante una mesa electoral.”
Ejemplos sobran durante la tiranía. Graciosos hoy para quienes no existían ni imaginan como fue vivir en el trujillato. En el año 1934 la JCE publica el resultado de las elecciones en la Gaceta Oficial 4684. Sólo participó el Partido Dominicano y de los 286,937 ciudadanos inscritos votaron 256, 423, todos a favor de la candidatura oficial: Rafael Leónidas Trujillo Molina y Jacinto B. Peynado. Voto en contra: ninguno. En el año 1942 el sátrapa obtiene la totalidad de los votos 581,937. En el año 1946, Francisco Prats Ramírez crea el Partido Laborista Nacional-PLN- y en las elecciones extraordinarias, celebradas en diciembre, de 728, 288 sufragantes, el Partido Dominicano logró 662,340 votos a favor, el resto – 65,948- fue para el PLN.
Entre presiones internacionales, desgaste, manifestaciones desmedidas de la habitual represión, la inteligencia dominante ejecuta otra de sus mascaradas, quizás comparada con las candidaturas de Troncoso de La Concha y Peynado -año 1938-. Y en mayo del 1957 resultan “ganadores”, Héctor Bienvenido Trujillo Molina y Joaquín Balaguer Ricardo, sin ningún voto en contra, de 1,265 681 emitidos. Es ese el antes del hecho emblemático del 1962. Son esos los antecedentes de un certamen electoral organizado por un desprestigiado Consejo de Estado que apostó a la historia. Confió en las personas idóneas para organizar los comicios y la selección propició la participación del colectivo. Esa población que estaba desperezándose de la modorra que el terror produce, acudió jubilosa a las urnas.
Por tales razones, el “Ciclo sobre la Historia Político Electoral de la República Dominicana”, propuesta de la Escuela de Formación Electoral y del Estado Civil-EFEC -la Escuela de la JCE- incluyó el tema. José del Castillo Pichardo fue el conferencista invitado por el Coordinador de Formación Electoral, previa evaluación de la Dirección y Coordinación de la EFEC. El título de su conferencia “Las Elecciones de 1962 y su impacto en el devenir de la sociedad dominicana postrujillista”. Recuento ameno, pedagógico intercambio. Vivencia con datos y precisiones. El expositor, entonces adolescente, estuvo en el momento del despertar democrático cerca de los protagonistas. Por atrevimiento, curiosidad, por la cercanía familiar con los actores de la transformación que enardeció a muchos, recuerda enconos, declaraciones. Todo era nuevo, diferente. Palabras, símbolos. El sociólogo, excelente conversador, conquistó al auditorio, en su mayoría ajeno al acontecimiento. El resultado de la osadía de las urnas fue contundente, el binomio Bosch Gaviño -González Tamayo obtuvo el 59% de 1,054, 944 de votos válidos. La hazaña sorprende tanto como el desconocimiento del lance, impropio de una sociedad que estuvo adormecida durante tres décadas, con las excepciones que forman parte del heroísmo y el procerato nacional. Recordarla es tarea obligada, importante.

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