RENACER CULTIRAL

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viernes, 27 de octubre de 2017

Los «niños vacuna», los huérfanos españoles que salvaron a la humanidad de la viruela

La «Real Expedición Filantrópica de la Vacuna» fue la primera brigada sanitaria internacional

El médico Javier Francisco Balmis, Isabel Zendala y los 22 pequeños héroes zarparon hacia América y Asia para erradicar la devastadora pandemia
«Vacunación de niños» Borrás Avellá Vicente

«Vacunación de niños» Borrás Avellá Vicente - Museo Nacional del Prado


http://www.abc.es/historia/abci-ninos-vacuna-huerfanos-espanoles-salvaron-humanidad-viruela-201710270217_noticia.html

los actos de filantropía muchas veces se han visto ensombrecidos por otros episodios históricos más oscuros. Algunos anónimos y otros casi olvidados, los actos de generosidad han permitido sembrar esperanzas allá donde las guerras dejaban un vacío existencial.
Durante los disturbios y guerras las personas encuentran diferencias irreconciliables con el prójimo. No obstante, cuando las catástrofes y las epidemias los sacudían, ocurría todo lo contrario. La tristeza, la angustia y ese miedo a la muerte unían a todos los hombres. Y eso fue lo que ocurrió durante el brote de viruela en el siglo XVIII.
La «Real Expedición Filantrópica de la Vacuna» fue la primera brigada sanitaria internacional, cuya actividad permitió disipar las grandes diferencias entre los países colonizadores y, con ello, facultar la cohesión de las fuerzas entre líderes y civiles. De esta manera, se logró erradicar la peor pandemia que azotó esa época: la viruela.

La Viruela

«Al menos un 60% de la población estaba afectada por esta enfermedad y un 20% moría a causa de la misma» calculó el filósofo y estudioso Voltaire. La enfermedad se propagaba a una velocidad de vértigo y el único remedio a la vista fueron los procedimientos deinoculación, en los cuales se infectaban a las personas sanas con el virus de la misma dolencia. Algunas veces tenían suerte y otras no.
La aristócrata Lady Mary Wortley Montagu recogió estos conocimientos sobre la inoculación en uno de sus viajes al imperio otomano, y los introdujo en Gran Bretaña. El que se convertiría en el padre de la inmunología, Edward Jenner, observó que las lecheras que en su día habían padecieron la viruela bovina no caían en las garras de la enfermedad que estaba diezmando la población.
Sosteniéndose en el principio de la inoculación de Montagu, decidió probar su hipótesis. La cual aseguraba que si uno padecía este mal presente en las vacas, su doloroso proceso lo volvería inmune a la viruela.
Una lechera, que se había infectado con el pus de las ampollas de una vaca, dio la solución. De esta manera, al médico se le ocurririó la desagradable idea de raspar las pústulas que brotaron sobre la piel de la señora, y ese líquido lo untó sobre los brazos de un niño. Su reputación como científico y la vida del niño pendían de un hilo. No obstante, la situación mundial era tan angustiante que solo tenía cabida la esperanza de que el «ensayo y error» iluminasen el camino de las mentes más brillantes.
El jovencito atravesó las mismas dolencias que la ganadera, pero sobrevivió. Gracias a este método, su sistema inmunológico se fortaleció. El resultado se convirtió en la herencia médica de Jenner, la cual lo protegería de la terrorífica viruela.
El doctor reformularía la inoculación, en vez de introducir el virus letal, introduciría su versión menos agresiva (la viruela bovina), creando la «vacuna» con la cual experimentaría en 23 niños más. Todos los resultados fueron positivos.
La «Royal Society», a la que Jenner pertenecía, en 1802 reconocerían la efectividad. La aristocracia comenzaría a vacunar a sus hijos para dar ejemplo y así evadir el miedo en el pueblo.

La expedición de Balmis

La viruela no reparaba en edades ni en estratos sociales, entraba sin previo aviso para llevarse tanto a los más frágiles como a los invencibles. Aquello era una batalla entre la vida y la muerte. La «Dama Negra» entraba en silencio para dejar a los niños huérfanos y a los padres sin descendientes.
El Rey Carlos IV perdió a su hija,la Infanta María Teresa, en 1794. La pequeña apenas contaba con cuatro años cuando fue arrancada de los brazos de su padre. Frente al dolor, la empatía entre los hombres crecía. De esta manera uno de los médicos de la Corte, Francisco Javier Balmis, le propuso una gran idea, la cual despertaría el recelo de los demás cirujanos de la Corona, que la calificaron de absurda y descabellada.
Balmis -que había conseguido un ejemplar de la vacunación y del procedimiento de Jenner- logró convencer al Rey de la necesidad de confrontar a la muerte tanto en el Imperio español, como en las colonias. En cualquier lugar de Europa, Asia y América donde hubiera padres y madres, que como el rey, los desollase el desconsuelo y la impotencia de ver a la «Dama Negra» llevarse a sus pequeños.
Carlos IV fraternizó con todos los corazones de un mundo devastado por la muerte. Haciendo oídos sordos de los demás médicos de la Corte decidió comulgar con las esperanzas de Balmis. De esta manera, el Rey financió con los fondos públicos un acto heroico y profundamente humanístico -en la cual participarían el doctor, la enfermera Isabel Zendala y 22 niños huérfanos españoles.
La primera brigada sanitaria de carácter internacional, bautizada como la «Real Expedición Filantrópica de la Vacuna», zarparía desde A Coruña ,en 1803, emprendiendo una peregrinación hacia la vida. Esta bendita misión duró tres años.

Los niños vacuna

Pequeños pero infinitamente valientes, así eran los héroes que lograron inmunizar al mundo contra la viruela. Los elegidos eran niños españoles huérfanos. Todos provenían de diferenteshospicios y ninguno de ellos había contraído previamente la enfermedad.
Los chiquillos serían parte de la gran aventura mesiánica, pues en ellos estaba la salvación de la humanidad, a través del serio sacrificio de la salud y, por supuesto, de la vida (en el caso de fallar la inoculación).
Al no disponer de sistemas de refrigeración, la vacuna no hubiera sobrevivido a ese largo viaje transatlántico si Balmis no hubiera ideado aquella cadena humana. Los niños se convirtieron en la misma vacuna. La viruela de vaca se inocularía de dos en dos (por si alguno fallecía que no se rompiera la cadena) y en periodos de 10 días (lo que tardaba en manifestarse la enfermedad). El mismo procedimiento que hizo Jenner con la lechera y el pequeño, lo reproduciría Balmis durante la expedición sobre la piel de los 22 héroes.
Este número de chiquillos le otorgaba al médico un margen de tiempo suficiente en lo que el barco no tardaba en llegar a América. De esta forma, el virus inmunizador se mantuvo vivo sobre la piel de uno de ellos. La enfermedad que doblegaría a la muerte llegó con los niños vacuníferos y 2.000 ejemplares sobre este método. Esto se convirtió en uno de los grandes legados médico a la humanidad.
Una vez allí, Balmis y su leal compañera, la valiente enfermera Isabel Zendala, comenzaron las brigadas sanitarias. La misión de ambos consistió en vacunar e instruir a la comunidad de médicos y sanitarias tanto de las colonias españolas como la de otros países europeos. Los conocimientos abarcaban desde la vacunación a los cuidados paliativos de los innoculados con la viruela de vaca.

Heroína y madre de huérfanos

Isabel Zendala se enconmendó voluntariamente a esta expedición de los niños vacuna. Desde que salió la corbeta María Pita de La Coruña, no solo velaría por la seguridad de los huérfanos españoles, cuyo papel no sólo implicaría cuidar la fragilidad del recipiente de la vacuna, la cual era la misma piel de los elegidos. Su labor tendría además una fuerte carga emocional, pues se convertirían en sus hijos.
La vigía no solo desafiaría a la «morriña»por la tierra madre, sino también a sus miedos para poder peregrinar hacia la incertidumbre, sobre los mares y junto a una tripulación únicamente masculina. Un riesgo como mujer, frente a los instintos más primitivos que pudieran brotar en los varones en aguas abiertas. No obstante, Zendala no dejaría que se apagase ninguna velita en esa oscuridad en la que se veía envuelta la humanidad.
Los pequeños se aferraron, en su comprensible miedo, a la madre de su causa y la de todos ellos, Isabel Zendala. La misión llegaría a tierra gracias a la entrega incondicional de esta gran heroína de origen gallego.
Aunque uno de los niños falleció en alta mar, la vigía aún con el alma en pena se abrazó a la vida y sacó a toda la tripulación adelante. Isabel logró que la vacuna llegase latiendo sobre la piel del último niño inoculado en ese barco.
Los pequeños grandes héroes fueron acomodados en familias en México, e Isabel y Balmis continuarían la brigada sanitaria con otros 26 niños hacia Filipinas, erradicando durante su cruzada la pandemia que desoló al mundo.

Afortunadamente a día de hoy -aunque «post mortem»- las mujeres ocultas de la Historia, como Isabel Zendala están siendo reconocidas al fin. Heroínas que nos enorgullecen por su coraje y la entrega apasionada e incondional hacia las diferentes causas, feministas, patrióticas y de crisis humanitaria.

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