RENACER CULTIRAL

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sábado, 20 de julio de 2019

El Jainismo, una sorprendente religión de la India



El jainismo  es una religión de la India, que se supone fue fundada en el siglo VI a. C. por Majavirá. Se trata de una religión nastika (no teísta), que no reconoce la autoridad de los textos Vedas ni de los brahmanes. Ástika y Nástika son dos términos en idioma sánscrito usados para clasificar (desde el punto de vista del hinduismo) doctrinas y personas. Ástika (‘ortodoxo’), es el término utilizado en el marco del hinduismo para referirse a las doctrinas que aceptan la autoridad de los textos hinduistas (como las Upanishades y los Puranas) como escrituras supremas reveladas e irrefutables. Nástika (‘heterodoxo’ en sánscrito), es un término utilizado en el hinduismo para referirse a las escuelas filosóficas y movimientos religiosos que no aceptan la autoridad de los cuatro Vedas ―textos épicos no filosóficos― como la verdad suprema, haya sido ésta revelada o no. La palabra nástika supone el contrario de ástika. En la actualidad, el jainismo está presente en la India oriental (Bengala), centro occidental (Rayastán, Majarastra y Guyarat) y meridional (Karnataka). Su filosofía y práctica enfatiza la necesidad de realizar esfuerzos para encaminar el alma hacia una conciencia divina y la liberación (Mokṣa). Aquel alma que venza a sus enemigos interiores y alcance el estado superior llamado jina pasa a ser denominada vencedor o conquistador. El estado más elevado se conoce como siddha. El jainismo es conocido en los textos antiguos también como Śramaṇa dharma (que confía en sí mismo) o el camino de los nirgranthas (aquellos sin apegos ni aversiones). La doctrina jaina enseña que el jainismo ha existido siempre y siempre existirá. Pese a ello los historiadores datan las fundación y organización de la forma actual del jainismo en algún momento entre los siglos IX y VI antes de Cristo.
Se ha especulado que, como muchas tradiciones en el hinduismo, el jainismo podría tener su origen en la Civilización del valle del Indo, siendo una muestra de la espiritualidad nativa de esa zona anterior a la llegada a la india de la migración indoaria. Otros estudiosos sugieren que las tradiciones shramana eran contemporáneas y distintas a las prácticas religiosas de la religión védica. Actualmente, el jainismo es una religión minoritaria pero influyente con unos 4,2 millones de seguidores en la India, además de una exitosa y creciente comunidad emigrada a Norte América, Europa Occidental, el extremo Oriente, Australia y otros lugares.Los jainas han influido y contribuido de manera significativa en las esferas éticas, políticas y económicas de la India. Además los jainas tienen una larga tradición ilustrada y son la comunidad religiosa con mayor grado de alfabetización de la India y sus bibliotecas son las más antiguas del país. Originario del Subcontinente indio, el jainismo (o más apropiadamente el dharma jaina), fue fundado por el indio Mahavirá (549 – 477 a. C., aunque varía según las fuentes). No se conoce mucho acerca del origen del jainismo, aunque según sus seguidores es una de las religiones más antiguas del mundo, de orígenes prehistóricos anteriores al 3000 a. C. y los comienzos de la cultura índica del río Indo.
En el Matsia-purana (24.47) ―del siglo III d. C.― aparece una mención al yina-dharma, la doctrina de los jainas. El jainismo es único en el hecho de que durante su historia nunca ha transigido en el concepto de la no violencia ni en el principio ni en la práctica. Sostiene que la no violencia es el principio supremo (ájimsa paramo-dharma) y ha insistido en su observancia en pensamiento, palabra y acción a nivel individual y social. El texto sagrado Tatua-artha-sutralo resume con la frase «paras-para-upagrajo-yivanam” (unos a otros se sustentan las vidas). Un arjat se destaca de los 24 yinas (‘victoriosos’) principales, que vivieron en cada uno de los 3 ava-sarpinis (períodos descendentes de larga duración), que están divididos en seis etapas: bueno-bueno, bueno, bueno-malo, malo-bueno, malo, malo-malo. Los avasarpinís alternan con los ut-sarpinī, largos períodos ascendentes, cuyas etapas comienzan por malo-malo y terminan con bueno-bueno. El último arjat que estuvo en la Tierra (en este último avasarpiní) fue Majavirá, el fundador del jainismo. Se cree que vivió en Bijar (India) poco tiempo antes de la época de Buda (siglo V a. C.).Los historiadores creen que las menciones al jaina-dharma que aparecen en algunos Puranas, demuestran que los textos védicos no son tan antiguos como pretenden los eruditos hinduistas. El jainismo tiene una cosmología y creencias elaboradas; atestadas de nombres, categorías, clases, jerarquías, grados, órdenes, entre otros.
Ellos creen que el mundo es eterno y carece de principio. No existe una divinidad personal, y todas las posibles divinidades —las almas de los perfectos arjat (divinidades humanas), por ejemplo— no son emanación ni manifestación de ninguna divinidad apofática ni de ninguna Unidad (el Todo o Absoluto), conceptos y realidades que son igualmente negadas y rechazadas en el jainismo junto con la de un dios creador. También creen en el pananimismo, de que toda la realidad es vida. Para el jainismo el universo es una totalidad viviente; todo ser posee un alma, más o menos compleja, diáfana o pesada. Desde la tierra o el viento, a los insectos o los mamíferos, todos los seres reflejan el universo y son dignos de respeto. El mayor pecado para el jainismo es causar daño a un ser vivo, aunque también hay que evitar dañar a la tierra o a las almas del agua o del aire. En coherencia con lo anterior, los jainas practican la no violencia, el ayuno y la mortificación del propio cuerpo. A través de estas actividades esperan descargar su alma del peso de la materia kármica y evitar posteriores reencarnaciones.
El jainismo presenta una perspectiva igualitaria de las almas, sin importar las diferencias en las forma física: humanos, animales, y organismos vivientes microscópicos. Los humanos son los únicos poseedores de los seis sentidos: vista, oído, gusto, olfato, tacto y pensamiento; por lo tanto de los humanos se espera que actúen con responsabilidad hacia toda la vida siendo compasivos, sin egoísmo, sin miedo, racionales y misericordiosos. Desde el punto de vista epistemológico, el jainismo es relativista, defiende que el conocimiento del mundo solo puede ser aproximado y que, con el tiempo, incluso su propia religión acabará por desaparecer. Este principio ha sido aplicado por sabios y pensadores jainas y se conoce como Anekantavada.  La comunidad jaina distingue entre monjes y seglares. Los monjes se someten a una disciplina ascética superior a la de los laicos, aunque no ejercen el monopolio de la religión. Viven en un yina-sadman (monasterio jaina). Un yina-rishí (asceta jaina) toma cuatro votos: la no violencia; la sinceridad;  la rectitud; la renuncia a las cosas y a las personas.
Los yina-kalpa son las ordenanzas practicadas por los yinas (opuestas a aquellas de los sthaviras). Consiste en cinco votos: ajimsá (no violencia); satiá (veracidad); asteia (no robar); brahmacharia (castidad) y aparigraja (desapego de lo material). El jainismo pone mucha atención en el aparigraja, el desapego de las cosas materiales a través del control de uno mismo, la penitencia, la abstención del goce de los sentidos, la limitación voluntaria de las necesidades y la disminución de la agresividad. La compasión por toda vida ya sea humana o no es central en el jainismo.La vida humana se valora como una oportunidad única y rara para alcanzar la iluminación y matar a cualquier persona, sin importar su crimen se considera algo extremadamente horrendo. En esta misma línea, el jainismo requiere tanto de laicos como de monjes de todas sus sectas y corrientes la práctica del vegetarianismo. En algunas regiones indias como el Rajastán o Karnataka la influencia de los jainas ha sido tan fuerte que la mayoría de los hindúes de la zona se han convertido también en vegetarianos. El vegetarianismo es un modo de vida para un jaina, teniendo su origen en el concepto de yivá-daia (‘compasión hacia las vida) y el ájimsa (no-violencia). La práctica del vegetarianismo es vista como un instrumento para la práctica de la no violencia y la coexistencia pacífica y cooperativa.
Los jainas son vegetarianos estrictos (dieta vegana) que consumen solamente seres sin sentidos (sin sistema nervioso), principalmente del reino vegetal. Si bien la dieta jaina implica el aniquilamiento de cosas sin mente como son las plantas, esto se ve como la forma de sobrevivir que causa el mínimo de violencia hacia los seres vivos. Algunas formas de los vegetales, como las frutas, son mejor vistas por el jainismo por comportar simplemente la extracción de una parte de la planta y no su destrucción total como ocurre si se comen raíces o brotes. En el jainismo suele emplearse el término Jain Muni  o Muni para referirse tanto a los monjes como a las monjas. Se les suele llamar sadhus y sadhvis, respectivamente en la tradición de la secta Svetambara. Las dos corrientes principales dentro del jainismo (Digambara y Svetambara) muestran ciertas difirencias en los hábitos monacales. Los monjes Digambara no visten ropas en absoluto como forma de practicar el rechazo a los apegos. Los monjes y monjas Svetambara llevan ropas blancas pues consideran que deben llevarse ropas sencillas y anchas mientras no desarrollen un apego por ellas. Los monjes y monjas jainas viajan a pie y rechazan incluso el transporte sanitario.
Como se prescirbe en textos antiguos como el Acharanga, las condiciones del monacato son bastante estrictas y surgen de las enseñanazas de Mahavira. Los cinco Mahavratas son los cinco votos principales que deben observar los monjes jainas: No violencia (Ahimsa); Verdad (Satya); No robar (Asteya); Castidad (Brahmacharya); No posesión/desapego (Aparigraha). Para los jainas laicos que pueden casarse y poseer propiedades existe un equivalente de cinco votos llamados Anuvratas. A diferencia de los monjes de religiones como la católica, el monacato entre los jainas lleva aprejada una vida mendicante y nómada que solo se detiene por razones como la edad, una enfermedad o algún interés erudito. La meditación jaina pretende llevar el alma a un estado de completa libertad de las ataduras. Los textos jainas ofrecen una guía detallada sobre técnicas de meditación para alcanzar un conocimiento y conciencia plenos. Las técnicas de meditación jaina están diseñadas para ayudar al que las practique a permanecer apartado de los apegos y los odios y así conseguir una liberación de las ataduras del karma mediante la percepción correctael conocimiento correcto y la conducta correcta. Estos tres puntos se conocen como las tres gemas del jainismo o Ratnatraya y son imprescindibles para lograr que el alma se eleve.
El concepto de karma en el jainismo trasmite un significado totalmente diferente al que suele entenderse en la filosofía hindú y en la civilización occidental. No se trata de una fuerza inaccesible que controla el destino de los seres vivos de forma inexplicable. No se refiere simplemente a “acto”, “trabajo” ni tampoco una fuerza mística invisible (adrista) sino más bien un material delicado, imperceptible para los sentidos que interactúa con el alma con una calidad e intensidad proporcional a las acciones, pensamientos realizados y las palabras dichas que se hayan guiado por aversiones y apegos causando nuevas ataduras. El Karma en el Jainismo es algo material (karmapaudgalam) que produce ciertas condiciones como una medicina tiene múltiples efectos. Los efectos del karma que se contemplan en el jainismo son más un conjunto de leyes físicas que de leyes morales. Los karmas se agrupan en karmas dañinos que obstruyen la verdadera naturaleza del alma y Karmas no destructivos. A causa de que existen Karmas dañinos, el alma está encerrada en un cuerpo y deberá experimentar dolor y sufrimiento de maneras diferentes. El jainismo realiza una extensa clasificación sobre los tipos de karma a partir de estas dos categorías principales.
La liturgia jaina explica la forma de contener la influencia del karma así como librarse de los karmas acumulados. En el jainismo el moksha es lo mismo que el nirvana. Cuando un alma alcanza el moksha se libera del ciclo de nacimientos y muertes (samsara) consiguiendo su máxima pureza. Entonces se convierte en siddha, literalmente aquel que ha conseguido su objetivo último. Los seres más importantes en el jainismo son los 24 Tirthankaras, siendo Mahavira, el que se considera fundador del jainismo, el número 24. Se dice que en realidad no fue su fundador, ya que existía antes de su nacimiento, pero como en todas las religiones existe la manía de buscar un fundador, se le ha considerado a él. Enumerar todos los Tirthankaras resultaría un poco largo. Como ejemplo podemos citar a Adinath, con cuerpo amarillo y un toro, a Neminath, con cuerpo rojo y una concha marina, y al propio Mahavira, con cuerpo color dorado y un león. Son los primeros humanos que llegaron al desapego total y guiaron a los demás en ese camino. También se les llama los conquistadores y hombres perfectos. Se dice que ellos pertenecían a familias acomodadas pero renunciaron a las cosas materiales y se iluminaron. Cuando sentían que iban a morir se retiraban a la cima de una montaña donde su espíritu se extinguía y no volvía a encarnar ningún ser más, ni repetir ningún ciclo más de vida. La vida de los Tirthankaras aparecen en los textos jainas, los cuales son unos manuscritos en hojas de palmera que se consideran los manuscritos originales más antiguos de la India.
Los seguidores de esta religión son unos 4 millones, pero son muchos más los que la admiran por su actitud respetuosa con todos los seres vivos. Los monjes jainies suelen vivir en monasterios y asumen los siguientes votos: la no-violencia, la sinceridad, la rectitud en el aspecto sexual, la renuncia a cosas o personas y al no alimentarse por las noches. Deben comprometerse a caminar descalzos y no utilizar ningún medio mecánico de locomoción. Esto ha sido un motivo de su poca expansión, de hecho ningún asceta salió de la India hasta que llegó el siglo XX. Deberá evitar caminar sobre la hierba o cualquier tipo de planta. En esta religión es fácil ver personas mayores que mueren por eutanasia voluntaria, ayunan hasta la muerte. Es el voto más severo y sagrado del jainismo. Esta religión admite el suicidio de aquellos religiosos que alcancen altos grados de espiritualidad y se dejen morir por inanición cuando están en un estado de abstracción profunda. Existen dos formas mayoritarias de pensamiento jain. Una es la de los Svetambaras que se visten de blanco y predominan en el norte y la otra es la de los Digambaras que andan desnudos renunciando a cualquier bien terrenal y que se localizan principalmente en el sur. Dahavira se dedicó a cuidar de sus padres, pero cuando estos murieron, Dahavira tenía apenas 31 años se quitó toda la ropa y permaneció desnudo el resto de su vida. Él fue quien introdujo el desnudismo en esta religión. Cuando llegaron los musulmanes a la India se prohibió a los jainies que anduvieran desnudos.
Los jainies normalmente tienen un cuenco de agua para su aseo personal, y una escobilla para apartar las pequeñas vidas que encuentran en su camino, pero los jainies Digambaras no tienen ni siquiera estas cosas. A veces se piensa que esta tendencia a la renuncia de lo material se debe a la miseria que existía en la zona donde surgió, pero la historia nos demuestra que en esa época el curso del Ganges disfrutaba de un gran desarrollo económico, social y político. El jainismo como el budismo o el brahmanismo nunca afirman que hubiera miseria social, sino que mayoritariamente tratan aspectos existenciales referidos a la condición humana. Convertirte en asceta es un buen camino para desprenderte de la prisión del cuerpo. La madre de Gandhi era jainie, y esto influenció mucho a este personaje. Una profunda mujer jainie practicará la meditación frente a un altar doméstico durante unos 50 minutos nada más amanecer. Visitará el templo a diario e intentara escuchar los sermones de los asceta. Llevarán a sus hijos al templo y les enseñarán los nombres de los Tirthankaras y les recitarán los mantras sagrados. Una verdadera jainie no cenará después de la puesta del sol.
Normalmente en todas las religiones se habla de varones, pero en ésta y según el Kalpasutra había 1400 mujeres frente a sólo 700 hombres las que alcanzaron la liberación en época de la vida de Mahavira, su fundador. Hoy en día la cantidad de ascetas jainies mujeres triplica al de hombres. Estas mujeres pertenecen mayoritariamente al pensamiento Svetambara. Según los digambaras la mujer nunca puede llegar a la liberación, hasta que no se reencarne en hombre. Los Svetambaras dicen lo contrario, de hecho afirman que el decimonoveno Tirtankara fue mujer. En jainismo está más presente en regiones como Bengala, Mysore, Rajastán, Maharastra o Gujarat. Como lugares sagrados del jainismo podemos citar el templo jain de Rankpur, Mount Abu, Sravanabelagola, Khajuraho, Palitana, Mahavirji, Ahmadabad, Ajmer o Jaipur. Todo buen jainíe debe visitarlos por lo menos una vez en la vida.
Se puede decir que apenas ofrecen creaciones originales desde el punto de vista artístico, a excepción de las miniaturas del Kalpasutra. Hay que tener en cuenta la poca importancia que dan a los dioses, y que el pensamiento de su doctrina explica la desnudez de sus imágenes. Podemos pensar que el despego que inculca esta religión no es compatible con la creación de los templos que nos han dejado, ya que hacía falta dinero para su construcción. Pero fue posible porque los jainíes adquirieron poder económico y cultural. Se dedicaban al comercio, a la orfebrería, y su honestidad les hizo conseguir la confianza de la gente.  En épocas antiguas llegaron a ocupar altos cargos en la administración, consejeros de príncipes y disfrutaban de un alto nivel económico. La imagen del practicante del jainismo desnudo no debe confundirnos con el gran respeto social que tenían. El caso es que todas sus ganancias las donaban para la construcción de sus templos. Y no sólo templos, ya que construyeron escuelas, universidades, hospitales o centros de investigación.  En el jainismo el motivo de la esvástica se combina con el de una mano. La razón es que, en el jainismo, este símbolo representa a su séptimo santo, y las cuatro manos son también usadas para recordarle al adorador los cuatro posibles lugares de nacimiento; el mundo animal o de las plantas, el infierno, la Tierra, o el mundo de los espíritus.
La compleja doctrina del karma se describe con gran detalle en la sorprendente religión jainista. El jainismo es, con el budismo y el hinduismo, una de las tres grandes religiones de la India. El jainismo surgió en el norte de la India siglos antes de la aparición del budismo y se difundió por todo el subcontinente. Sus seguidores afirman que fue fundado en tiempos muy antiguos y creen que sus enseñanzas son eternas e imperecederas. La religión jainista aparece recogida en una serie de extraordinarios textos prebudistas. La literatura teológica y científica del jainismo contiene relatos que hablan de hombres santos, canciones sobre los creadores primigenios, así como preceptos de todo tipo. Estos textos, de modo similar a la Biblia, están recopilados bajo el título genérico de Shvetambaras. Se dividen en 45 secciones, cuyos títulos son todos auténticos trabalenguas. El «Vyahyaprajnaptyanga» presenta todas las enseñanzas del jainismo con diálogos y leyendas. El «Anuttaraupapatikadashan-ga» cuenta las historias de los santos primigenios que ascendieron a los mundos celestiales más altos. La sección titulada «Purvagata» contiene libros y descripciones científicas. Dentro de ésta, el «Utpada-Purva» trata de la formación y de la disolución de todas las diversas sustancias químicas. El «Viryapravada-Purva» describe las fuerzas que están activas en la sustancia de los dioses y de los grandes hombres. El «Pranavada-Purva» estudia el arte de la curación. El «Lokabindusara-Purva» trata de las matemáticas y de la redención. Por si todo esto no fuera suficiente, existen también los 12 «Upangas», que describen todos los aspectos del Sol, la Luna y de otros cuerpos planetarios, así como de las formas de vida que los habitan. Además, el «Aupapatika» nos explica el modo de alcanzar la existencia divina. También en «Prakirnas» se nos proporciona una lista de reyes divinos.
 
Aquí vale la pena detenernos en una descripción de esta verdaderamente sorprendente religión, casi desconocida, que creo habría que investigar más a fondo.  El jainismo es una religión de la India, que se dice fue fundada en el siglo VI a. C. por Mahāvīra. Se trata de una religión no teísta y no reconoce la autoridad de los textos Vedas ni de los brahmanes. En la actualidad, el jainismo está presente en la India oriental (Bengala), centro occidental (Rajastán, Maharastra y Guyarat) y meridional (Karnataka). Se calculan aproximadamente unos cuatro millones de fieles jainistas, siendo la séptima en número de fieles entre las religiones de la India. Originario del Subcontinente Indio, el jainismo (o más apropiadamente el dharmajainista), fue fundado por el indio Mahavirá (549 – 477 a. C.). No se conoce mucho acerca del origen del jainismo, aunque según sus seguidores es una de las religiones más antiguas de la región y también del mundo, porque sus orígenes prehistóricos datarían de antes del 3000 a. C. y de los comienzos de la cultura índica del río Indo, con sus misteriosas ciudades, ahora en ruinas,  de Mohenho Daro y Harappa. En el MatsiaPurāná aparece una mención al jina-dharma, la doctrina de los jainistas. Dharma es una palabra sánscrita que significa ‘religión’, ‘ley natural’, ‘orden social’  o ‘virtud’.

El jainismo es único en el hecho de que durante su historia es la única religión que nunca ha transigido en el concepto de la no violencia ni en el principio ni en la práctica. Sostiene que la no violencia es la suprema religión (ahimsa paramo-dharma) y ha insistido en su observancia en pensamiento, palabra y acción a nivel individual y social. El texto sagrado Tattvartha Sutra lo resume con la frase “parasparopagraho jivanam” (toda la vida se sustenta mutuamente). Un dios arhat se destaca de los 24 dioses jinas (‘victoriosos’) principales, que vivieron en cada uno de los 3 ava-sarpinīs (períodos descendentes de larga duración), que están divididos en seis etapas: bueno-bueno, bueno, bueno-malo, malo-bueno, malo, malo-malo. Los avasarpinís alternan con los ut-sarpinī, largos períodos ascendentes, cuyas etapas comienzan por malo-malo y terminan con bueno-bueno. El último arhat que estuvo en la Tierra (en este último avasarpiní) fue Mahāvīrá; el verdadero fundador del jainismo. Se cree que vivió en Bihar poco tiempo antes de la época de Buda (siglo VI a. C.). Los historiadores creen que las menciones al jaina-dharma que aparecen en algunos Purānas, demuestran que los textos védicos no son tan antiguos como pretenden los eruditos hinduistas.
La religión jainista tiene una cosmología y creencias elaboradas; llenas de nombres, categorías, clases, jerarquías, grados, órdenes, entre otros. Ellos creen que el mundo es eterno y carece de principio. No existe una divinidad personal, y todas las posibles divinidades —las almas de los perfectos arhat (divinidades humanas), por ejemplo— no son emanación ni manifestación de ninguna Unidad (el Todo o Absoluto), conceptos y realidades que son igualmente negadas y rechazadas en el jainismo junto con la de un dios creador.  En su concepto de Pananimismo  toda la realidad es vida. Para el jainismo el universo es una totalidad viviente; todo ser posee un alma, más o menos compleja, diáfana o pesada. Desde la tierra o el viento, a los insectos o los mamíferos, todos los seres reflejan el universo y son dignos de respeto. El mayor pecado para el jainismo es causar daño a un ser vivo, aunque también hay que evitar dañar a la tierra o a las almas del agua o del aire. En coherencia con lo anterior, los jainistas practican la no violencia, el ayuno y la mortificación del propio cuerpo. A través de estas actividades esperan descargar su alma del peso de la materia kármica y evitar posteriores reencarnaciones.
La religión jainista presenta una perspectiva igualitaria de las almas, sin importar las diferencias en las formas físicas: humanos, animales y organismos vivientes microscópicos. Los humanos son los únicos poseedores de los seis sentidos: vista, oído, gusto, olfato, tacto y pensamiento; por lo tanto de los humanos se espera que actúen con responsabilidad hacia toda la vida, siendo compasivos, sin egoísmo, sin miedo, racionales y misericordiosos. Desde el punto de vista epistemológico, el jainismo es relativista, defiende que el conocimiento del mundo sólo puede ser aproximado y que, con el tiempo, incluso su propia religión acabará por desaparecer. La comunidad jainista distingue entre monjes y seglares. Los monjes se someten a una disciplina ascética superior a la de los laicos, aunque no ejercen el monopolio de la religión. Viven en un jina-sadman (monasterio jainista). Un jina-rshi (asceta jainista) asume cuatro votos: la no violencia, la sinceridad, la rectitud y la renuncia a las cosas y a las personas. Los jina-kalpa son las ordenanzas practicadas por los jinas (opuestas a aquellas de los sthaviras). Consiste en cinco votos: ahimsa (no violencia);  satya (veracidad); asteya (no robar); brahmacharya (castidad) y aparigraha (desapego de lo material).
La religión jainista pone mucha atención en el aparigraha, el desapego de las cosas materiales a través del control de uno mismo, penitencia, limitación voluntaria de las necesidades y consecuente disminución de la agresividad. El vegetarianismo es un modo de vida para un jainista, teniendo su origen en el concepto de jīva dāya (‘compasión por los seres vivos’) y el a-himsá (la no violencia). La práctica del vegetarianismo es vista como un instrumento para la práctica de la no violencia y la coexistencia pacífica y cooperativa. Los jainistas son vegetarianos estrictos (dieta vegana) que consumen solamente seres sin sentidos (sin sistema nervioso), principalmente del reino vegetal. Si bien la dieta jainista implica el aniquilamiento de cosas sin mente como son las plantas, esto se ve como la forma de sobrevivir que causa el mínimo de violencia hacia los seres vivos (muchas formas vegetales como frutas o raíces son mejor vistas por el Jainismo por comportar simplemente la extracción de una parte de la planta y no su destrucción total).
Aparte de las escrituras antes indicadas, se supone que existieron libros en tiempos remotos, pero que se han perdido. Pero los jainistas creen que estas escrituras fueron transmitidas oralmente a los sacerdotes a lo largo de las generaciones. Y creen que siempre están apareciendo reencarnaciones de los antiguos profetas que revelan de nuevo su contenido, en la medida en que la gente y los tiempos estén preparados para recibir tales enseñanzas. Sólo se han conservado fragmentos de los textos perdidos, pero su  contenido es realmente asombroso, tales como:  “Cómo viajar a tierras lejanas por medios mágicos;    Cómo hacer milagros;  Cómo transformar las plantas y los metales;   Cómo volar por los aires”. También en la literatura sánscrita se describe el vuelo por los aires. Según las enseñanzas jainistas, la época en que vivimos no es más que una entre muchas. Antes de nuestro tiempo hubo otros periodos cósmicos y dentro de poco tiempo empezará una nueva época. Estas épocas nuevas siempre vienen anunciadas por veinticuatro profetas, los tirthamkaras. Los profetas de nuestra época están naciendo ahora, o quizás ya sean adultos. Los líderes religiosos del jainismo dicen conocer sus nombres y otros detalles de sus vidas.
El primero de estos profetas (tirthamkaras) fue Rishabha se dice que vivió en la Tierra durante unos increíbles  8.400.000 añosRishabha era un gigante, pero los patriarcas que lo sucedieron fueron cada vez menos longevos y menos altos. Pero, no obstante, el vigésimo primero, que se llamaba Arishtanemi, llegó a vivir 1.000 años y medía diez codos de alto. Sólo los dos últimos, Parshva y Mahavira, alcanzaron una edad razonable. Parshva vivió cien años y sólo medía 2,74 metros de estatura, mientras que Mahavira, el vigésimo cuarto tirthamkara sólo alcanzó los 72 años de edad y sólo medía 2,12 metros. Los jainistas sitúan la aparición de los tirthamkaras en unos tiempos increíblemente remotos. Se supone que los dos últimos, Parshva y Mahavira, murieron en el 750 y en el 500 a. C, respectivamente, mientras que el sucesor del primer patriarca Rishabha  estuvo presente durante unos 84.000 años. Estos astronómicos números que se nos presentan deberían llamar la atención a los investigadores de mitos y de los teólogos. La razón es que tenemos un núcleo de tradiciones  que se relatan en muchos libros considerados sagrados.
En la antigua lista de los reyes babilónicos se cuentan diez reyes desde la creación de la Tierra hasta el Diluvio, que reinaron durante un total de unos 456.000 años. Después del Diluvio, «volvió a bajar del cielo el reino una vez más», y los 23 reyes siguientes reinaron durante otros 24.000 años. A los patriarcas bíblicos también se les atribuyen edades increíbles. Se dice que Adán vivió más de 900 años; Enoc tenía 365 años cuando ascendió en un carro de fuego, mientras que su hijo Matusalén vivió 969 años. En el antiguo Egipto el sacerdote Manetón dejó escrito que el primer monarca divino de Egipto había sido Hefaisto, que también había traído el don del fuego. Después de él vinieron Cronos, Osiris, Tifón, y Horus, hijo de Isis. Después de los dioses, los descendientes de los dioses reinaron durante 1.255 años. Y después vinieron otros reyes que reinaron durante 1.817 años. Tras esto, otros 30 reyes reinaron durante 1.790 años. El reino de los espíritus de los muertos y de los descendientes de los dioses abarcó 5.813 años. El historiador Diodoro de Sicilia, que hace 2.000 años escribió varias obras, confirma estas fechas. Desde Osiris e Isis hasta el reinado de Alejandro, que fundó la ciudad de Alejandría, en Egipto, se dice que pasaron más de 10.000 años; pero algunos dicen que ese periodo abarca en realidad unos 23.000 años. También el griego Hesíodo, en su obra “Mito de las cinco razas de la humanidad”,  escribió (hacia el año 700 a. C.) que originalmente los dioses inmortales habían creado a los seres humanos: «Estos héroes de excelente origen, llamados semidioses, que en los tiempos anteriores a los nuestros residían en la Tierra sin límites…».
Los jainistas, como hemos visto, no son los únicos que relatan fechas tan astronómicas. Pero, además, muchos de sus escritos son revolucionarios desde el punto de vista de la ciencia moderna. Su concepto del tiempo, del kala, parece formulado por un físico actual.  Su unidad de tiempo más pequeña es el samaya. Éste es el tiempo que tarda el átomo más lento en recorrer la distancia de su propia longitud. Una cantidad innumerable de samayas constituyen un avalika, y 1.677.216 avalikas componen un muhurta, que equivale a 48 de nuestros minutos. Treinta muhurtas equivalen a un ahoratra, que es la duración exacta de un día y una noche. Si multiplicamos 48 minutos (un muharta) por 30, obtenemos 1.440 minutos, que es exactamente el número de minutos que hay en 24 horas. Pero la medida del tiempo de los jainistas tiene millares de años de antigüedad, y se dice que fue comunicada a los seres humanos por seres celestiales. Quince ahoratras constituyen un paksha, que es medio mes; dos pakshas equivalen a un mes. Dos meses son una estación; tres estaciones son un ayana o temporada. Dos ayunas valen un año, y 8.400.000 años son un purvanga. Pero el cálculo continúa: 8.400.000 purvangas constituyen un purva (16.800.000 años). La cuenta de los jainistas llega hasta increíbles números de 77 cifrasMás allá de estas cifras, los valores se dan en términos de conceptos concretos, semejantes a nuestros años luz, para una distancia tan enorme como 9.500.000.000.000 kilómetros. ¡Realmente asombroso!
Y para demostrar que todo esto no son simples fantasías, tenemos que los mayas de la América Central utilizan cifras igualmente mareantes, y también las relacionan con el tiempo y con el universo del mismo modo que los jainistas de la lejana Asia. Los jainistas tomaron también de sus maestros celestiales unas definiciones de lo que es el espacio que resultan sorprendentes, y que hacen comprensible la relación de éste con el misterioso concepto del karma. En los textos científicos de los jainistas, el átomo ocupa un punto en el espacio. Este átomo puede unirse con otros para formar un skandha, que abarca entonces varios puntos en el espacio o un número de éstos imposible de medir. Nuestra propia ciencia enseña lo mismo: dos átomos pueden formar una cadena de proporciones mínimas, pero también existen cadenas moleculares que contienen muchos millones de átomos. Estas cadenas atómicas producen sustancias y materiales de diversas densidades. Las enseñanzas jainistas distinguen seis formas principales de cadenas o conexiones de este tipo:  Fino-fino: cosas que son invisibles;   Fino: cosas que también son invisibles;  Fino-áspero: cosas que son invisibles pero perceptibles por el olfato y el oído;  Áspero-fino: cosas que se ven pero no se sienten, como las sombras o la oscuridad;  Áspero: cosas que se reúnen por sí mismas, como el agua o el aceite;  Áspero-áspero: cosas que no se reúnen sin ayuda exterior, como la piedra o el metal.
En el jainismo, hasta una sombra o un reflejo se consideran materiales, porque son producidas por una cosa. Ni siquiera el sonido se clasifica en la categoría de «fino-fino», sino que se considera una materialidad fina, resultado del «frote de grupos de átomos entre sí». Según esta enseñanza, la sustancia «fina-fina» puede penetrarlo todo y, por lo tanto, puede desempeñar una influencia modificadora sobre otras sustancias. La sustancia que penetra en un alma se expresa como karmalo que nos vuelve a llevar al tema de la reencarnación. Se considera que el karma es eterno, lo que podría aportar una idea de inmortalidad de la esencia de cada ser.  Actualmente se sabe que todo tipo de materia se puede reducir al nivel atómico. Y el mismo átomo está compuesto de partículas subatómicas, entre las que destaca el electrón, que oscila a un ritmo de 1023 veces por segundo. Actualmente los jainistas considerarían la materia de este electrón como «fina-fina»: ya que no es posible captarla y, además, es inmortal. El átomo actúa como «el espíritu dentro de la materia», de manera parecida a una onda de radio que penetra sustancias determinadas. Y resulta que los pensamientos de toda forma de vida influyen sobre sus obras. En línea con esto, el astrónomo y físico inglés Arthur Eddington escribió: «La sustancia del mundo es la sustancia del espíritu». Y Max Planck, ganador del premio Nobel de Física, dijo lo siguiente: “No existe la materia como tal. Toda la materia surge y se sustenta únicamente en virtud de una fuerza que hace oscilar las partículas”.
Toda existencia es un eslabón en una larga cadena y dado que nuestros pensamientos dirigen nuestros actos, estos actos dejan su rastro en nuestra mente y espíritu. Los jainistas conciben lo que llamamos «alma» como la materialidad «fina-fina» del cuerpo físico. Esta materialidad penetra el cuerpo como el electrón al átomo. El electrón pertenece al átomo, pero los dos no entran nunca en contacto entre sí. El átomo puede cambiar de posición, unirse a otros para formar cadenas moleculares gigantescas, y siempre estará acompañado de electrones; pero lo raro es que no son los mismos electrones, pues el electrón «salta» de un átomo a otro, por ejemplo, cuando se le aplica calor. Y en la misma milmillonésima de segundo en la que un electrón salta a un nuevo átomo, otro electrón ocupa el lugar que deja vacío. De modo que tenemos una actividad «fina-fina» eterna e inmortal, una oscilación más allá del átomo material. Los jainistas ven el karma del mismo modo. No importa qué le suceda al cuerpo físico, que lo incineren o se pudra bajo tierra: el karma sigue siendo inmortal. Este karma contiene toda la información sobre la forma vital a la que pertenece. A lo largo de la vida pensamos y sentimos; estos pensamientos y estos sentimientos se trasponen sobre la sustancia «fina-fina» del karma.
Cuando este karma se forma sobre un nuevo cuerpo, ya contiene toda la información de su existencia anterior y sigue conteniéndola para toda la eternidad. Pero, dado que el fin último de la vida es alcanzar un estado de serenidad absoluta, siendo uno con Brahma, el karma nos conducirá a esa meta por una serie de innumerables reencarnaciones. Esta manera de pensar no está demasiado alejada de la filosofía actual y de los descubrimientos de la física moderna (ver el artículo “La física moderna, ¿debe algunos de sus conceptos a civilizaciones remotas?”)Lo que puede sorprendernos es que unas teorías tan complejas fueran enseñadas hace miles de años por unos maestros que se dice que aparecieron de las profundidades del universo. La última época de los jainistas comenzó hacia el 600 a. C. con el último de los 24 tirthamkara,  llamado Mahavira, que era el hijo de un rey cuyo embrión se dice que fue implantado en el vientre de su madre, la joven reina, por seres celestiales. Un tema recurrente en muchas de las tradiciones existentes. Se espera que todos estos maestros celestiales de la Antigüedad reaparecerán, reencarnados en nuevos cuerpos. Existen muchas pinturas jainistas antiguas en las que aparece representado el vigésimo cuarto tirthamkara, el profeta MahaviraPor encima de la procesión en su honor flotan cinco misteriosas aeronaves celestiales.
Pero existen diferencias apreciables entre las expectativas del regreso de los dioses por parte de los jainistas y por parte de los cristianos, musulmanes o judíos. Estos últimos creen que aparecerá un Mesías que los juzgará, y mientras los fieles disfrutarán de la gloria celestial los infieles se asarán en el infierno. Los jainistas son más originales y no esperan a un solo salvador, sino a varios a la vez. Los profetas o tirthamkaras regresan constantemente, en cada una de las épocas. Después de su aparición no hay un fin del mundo definitivo, no se alcanza el gozo celestial ni tampoco la condenación eterna, sino que comienza un nuevo acto en el teatro del universo. Los tirthamkaras tienen menos de salvadores que de ayudantes. Preparan a los seres humanos para la época siguiente. Por eso se reencarnan como seres humanos, tal como vemos en las profecías de Enoc cuando se refieren al «hijo del hombre». Pero su sustancia y su conocimiento kármico proceden del universo. Son extraterrestres los que implantan el embrión en el vientre de la mujer virgen. Y es importante tener en cuanta que estas ideas proceden de hace varios miles de años antes del nacimiento de Cristo, por lo que los jainistas no pueden haber tomado del cristianismo el concepto del nacimiento virginal.
No es de extrañar que unos maestros cósmicos tales como los tirthamkaras tuviesen grandes  conocimientos en astronomía. De estas fuentes es de donde los jainistas aprendieron sus increíbles datos astronómicos. Sus enseñanzas muestran que fueron capaces de medir las dimensiones del universoSu unidad de medida era el rajju, la distancia que recorre Dios volando en seis meses (curiosa unidad de medida, que sugiere un dios muy “humano”), cuando viaja a 2.057.152 yojanas por segundo (sea cual sea la correspondiente unidad de tiempo nuestro a la que la asimilemos, estamos hablando de velocidades inimaginables). Las enseñanzas jainistas dicen que la Tierra está rodeada por tres capas, que se diferencian por su densidad: densa como el agua, densa como el viento y densa como un viento fino. Más allá está el espacio vacío. Es realmente asombrosa la semejanza con las conclusiones de la ciencia moderna, que nos habla también de tres capas: atmósfera; troposfera, que contiene nitrógeno y oxígeno; y estratosfera, con la capa de ozono. Más allá está el espacio interplanetario. Actualmente, la gente admite cada vez más la idea de que deben existir en el universo otras formas de vida aparte de las terrestres. Los jainistas lo han creído siempre: para ellos, todo el universo está lleno de formas de vida que están repartidas desigualmente por los cielos. Es interesante advertir que aunque reconocen la existencia de las plantas y de las formas de vida básica en muchos planetas diferentes, afirman que sólo en algunos planetas determinados existen seres dotados de «movimiento voluntario».
Los filósofos de la religión jainista describen las diferentes características que poseen los habitantes de los diversos mundos. Los cielos de los dioses dependen de los Kalpas, que son un período de tiempo que comienza con la creación del Universo y termina con su destrucción y la total vacuidad en el espacio. Un kalpa consiste de cuatro períodos: el período de la creación, el período de la existencia, el período de la destrucción y el período del espacio vacío. En ellos, al parecer, se pueden encontrar maravillosos palacios voladores: unas estructuras voladoras que forman muchas veces ciudades enteras. Estas ciudades celestiales están alineadas unas sobre las otras de tal modo que los vimanas (los carros de los dioses) pueden salir en todas direcciones desde el centro de cada «nivel». Cuando termina una época y están a punto de nacer nuevos tirthamkaras, suena una campana en el palacio principal del «cielo». Esta campana hace que suenen campanas en los otros 3.199.999 palacios celestiales. Enseguida, los dioses se reúnen, en parte por amor a los tirthamkaras y en parte por curiosidad. Y a continuación, transportados por un palacio volador, visitan nuestro sistema solar, y comienza una nueva época sobre la Tierra.
En el budismo, el concepto fundamental de la redención aparece bajo una forma muy semejante a la del jainismo, que era una doctrina anterior a la llegada del Buda (560-480 a. C). Buda significa «el despierto» o «el iluminado» y su nombre propio era Siddharta. Nació en el seno de una familia noble y se crió entre lujos en el palacio de su padre, en las estribaciones del Himalaya, en Nepal. A los veintinueve años de edad abandonó su hogar y se dedicó durante siete años a la práctica de la meditación, buscando el camino del conocimiento. Pero en los tiempos del Buda, los dioses de la mitología ya llevaban mucho tiempo de existencia. Después de su iluminación, sintió que era la reencarnación de un ser celestial. Se puso a predicar a sus discípulos el sendero óctuple, que podría conducir a todas las gentes a la iluminación. El Buda estaba convencido de que el futuro traería a otros budas y en su discurso de despedida el Mahaparinibbana-Sutta habla de estos budas del futuro. Profetizó a sus discípulos que uno de ellos llegaría en una época en que la India estaría abarrotada de gente y las ciudades y las aldeas estarían pobladas tan densamente como gallineros. En toda la India habría 84.000 ciudades; en la ciudad de Ketumati (la actual Benarés) viviría un rey llamado Sankha, que gobernaría a todo el mundo pero sin usar la fuerza, sólo por medio del poder de su rectitud. Y durante el reinado de este rey bajaría a la Tierra el sublime Metteya (también llamado Maitreya): un maravilloso y único «conductor de carros y conocedor de mundos», maestro de dioses y de hombres: en otras palabras, el Buda perfecto.
La profecía del Buda es semejante a las enseñanzas jainistas del regreso de los tirthamkaras. El budismo habla también de las diferentes épocas, que se comparan con una rueda que gira. La única diferencia es que en el budismo estas épocas tienen una duración astronómica. La idea de las cuatro épocas, o seis, en el jainismo, sorprendentemente también está presente en la mitología sumerio-babilónica. Es frecuente encontrar unas mismas cifras en culturas que están muy alejadas unas de otras. Según las crónicas babilónicas, los antiguos reyes o monarcas del cielo reinaban durante miles de años. La duración que se atribuye a los reinados de los dioses sumerios Anu, Enlil, Ea, Sin y Sama y Adad  se asemejan mucho a las duraciones que se asignan a los yugas o épocas en la India (multiplicando por 100):
Sumer
  • Anu = 4.320
  • Enlil = 3.600
  • Ea = 2.880
  • Sin = 2.160
  • Sama = 440
  • Adad = 432
Jainismo
  • Maha-Yuga = 4.320.000
  • Kali-Yuga = 432.000
  • Kali-Yuga = 360.000
  • Deva-Yuga = 288.000
  • Treta-Yuga = 216.000
  • Dvapara-Yuga = 144.000
El Kali-Yuga aparece dos veces, ya que el Kali-Yuga «sin crepúsculo» tiene una duración más corta que el Kali-Yuga «con crepúsculo». Si descontamos el número de ceros, la coincidencia de las cifras significativas demuestra la existencia de una fuente primitiva común. El número 4.320.000 del Maha-Yuga («gran época») es idéntico al del tercer rey antediluviano En-me-en-lu-an-na, que reinó durante 12 SAR (año del planeta Nibiru, equivalente a 3600 años terrestres), o 43.200 años. Y el número 288.000 del Deva-Yuga corresponde al periodo de reinado del sexto rey, En-sib-zi-an-na. Éste duró 8 SAR, o 28.800 años. La referencia más antigua a una época remota del mundo se encuentra en la antigua Grecia, en la obra del poeta Heráclito. Habla de un periodo de 10.800.000 años, que se corresponde exactamente con el segundo periodo de los antiguos reyes de Sumeria: 30 SARo 108.000 años. Estos números no tienen ninguna relación directa con el regreso de ningún salvador, pero ponen de manifiesto la base común que comparten las diversas tradiciones. La única manera de explicar estas coincidencias es suponer que en los albores del tiempo debió existir una cultura original única. Esta fuente común se remonta a tiempos muy antiguos, pues de lo contrario se hablaría de ella en las crónicas históricas.
Annie Besant, de laSociedad Teosófica, en relación a una visita a un grupo jaimista nos dice: “Nos   vamos   a   encontrar   esta   mañana   en   una   atmósfera   muy   diferente   de   la   que estuvimos   ayer,   y   de  la   que   nos   encontraremos   mañana.   No   tendremos   ahora  a nuestro alrededor la atmósfera de romance, de caballería, que encontramos tanto en   la   fe   del   Islam   y   en   la   de   los   Sikhs.   Por   el   contrario   estaremos   en   una atmósfera  calma,   filosófica,   tranquila.   Nos   encontraremos   considerando   los problemas de la existencia humana mirada con el ojo del filósofo, del metafísico, y por el otro lado la cuestión de la conducta va a ocupar una gran parte de nuestro pensamiento;  cómo  debería vivir  el hombre:  cuál  es  su  relación con las criaturas inferiores   que   lo   rodean;   cómo   debería   así   guiar   su   vida,   sus   acciones,   que   no puede  lastimar,  que  no  puede  destruir”.
Tal como dice Annie Besant, se  podría resumir   la  atmósfera   del Jainismo   en   una   frase,   que   encontramos   en   el   Sutra   Kritãnga: “el hombre  que  no   lastima   a  ninguna  criatura  viviente  alcanza   el    Nirvana  que  es   la paz.   Esa   es   una  frase   que   parece  llevar   con  ella   todo   el  pensamiento   del  Jaina: paz –  paz entre hombre y hombre, paz  entre el hombre y el animal, paz en  todo lugar y en todas las cosas, una perfecta hermandad de todo lo que vive. Tal es el  ideal del Jaina, tal es el pensamiento que él procura llevar a cabo en la tierra”. Ahora   los   Jainas   son   comparativamente   un   pequeño   grupo;   pero es una   comunidad   poderosa   no   por   sus números, sino por su pureza de vida, y también por la riqueza de sus miembros, mercaderes y comerciantes en su mayoría. Las cuatro castas de los Hindúes son reconocidos   por   los   Jainas,   pero   no   encontramos   muchos   brahmanes   entre ellos;   también   pocos   Kshatriyas,   cuya   casta   parece   totalmente   incompatible   con las ideas actuales de los Jainas, aunque sus Jinas son todos Kshatriyas. La vasta masa   de   ellos   son   Vaishyas   —   comerciantes,   mercaderes   y   fabricantes   —   y   los encontramos   en   su   mayoría   reunidos   en   Rajputana,   en   Guzerat,   en   Kathiawar; diseminados   ciertamente   también   en   otras   partes,   pero   puede   decirse   que   las grandes   comunidades   jainas   están   confinadas   a   estas   regiones   de   India. Verdaderamente   no   era   así   en   el   pasado,   ya   que   encontraremos   que   pronto diseminaron,   especialmente   durante   la   Era   Cristiana,   así   como   también   antes   y después   de   ella,   a   través   de   todo   el   sur   de   la   India.
Hay   un   punto   con   respecto   a   las   castas   que   los   separa   del  Hinduismo.   El Sannyãsî del Jaina puede provenir de cualquier casta.  No está restringido, como en el hinduismo ortodoxo común a la casta  brahmana. El  Yati puede provenir de cualquiera de las castas, y por supuesto como regla proviene del Vaishya, que es la casta predominante entre los Jainas. Tienen los mismos enormes ciclos de tiempo que en   el   hinduismo;   y   se   debe   recordar   que   el   jaina   como   el   budista   son fundamentalmente   ramas   del   hinduismo   antiguo;   y   habría   sido   mejor   si   los hombre   no   hubieran   estado   tan   inclinados   a   dividir,   y   a   poner   énfasis   en   las diferencias   en   lugar   de   las   similitudes.   Por   mucho   tiempo   entre   los eruditos occidentales, se veía al Jainismo como derivado del Budismo. Se admite ahora  que  era  un error  y  que  ambos  de  la  misma  manera derivan  de  la fe hindú más   antigua;   y   en   verdad   hay   grandes   diferencias   entre   el   jaina   y   el   budista,  aunque   también   hay   similitudes,   semejanzas   en   la   enseñanza.   No   hay   sin embargo ninguna duda, que el Jainismo en la India es mucho más antiguo que el Budismo. El último de sus grandes Profetas fue   contemporáneo   de   Sãkya   Muni,   el   Señor   Buda;   pero  El   fue   el   último   de   una gran   sucesión,   y   simplemente  le   dio   al  Jainismo  su  última   forma. 
Había grandes   ciclos   de   tiempos   en   los   que   creían   los   jaina   y   los   hindúes;   y encontramos que en cada vasto ciclo — que se parece al día y la noche de Brama — veinticuatro grandes Profetas vienen al mundo, de alguna manera, aunque no completamente,   con   la   naturaleza   de   Avatares.   Siempre   se   elevan   desde   el estado adulto, mientras que, en algunos casos, el hindú es reacio a admitir que un Avatar   es   un   hombre   perfeccionado.   El   Jaina   no   tiene   ninguna   duda   sobre   este punto. Sus veinticuatro grandes Maestros, los Tirthamkaras, como se los llamaba, eran   hombres   perfeccionados.  A   ellos   le   da   los   muchos   nombres,   como   en   el   Budismo, pero   en   sentidos   un   tanto   diferentes.  Habla  de ellos  como  Arhats,  como  Buddhas,   como   Tathãgatas,   etcétera,   pero   sobre   todo como Jinas.  El   Jina   es   el   conquistador,   el   hombre   hecho   perfecto,   que   ha conquistado   su   naturaleza   inferior,   que   ha   alcanzado   la   divinidad,   en   quien   Jîva afirma sus poderes supremos y perfeccionados. Él es el Isvara, desde el punto de vista del jaina.
Veinticuatro   de   estos   aparecen   en   cada   ciclo,   y en el   Kalpa  Sutra  de   los Jainas, encontraremos las vidas de estos Jinas. La vida del único que se da allí   totalmente   —   y   la   totalidad   es   de   una   descripción   muy   limitada   —   es   la   del vigésimo cuarto  y último,  El que fue llamado Mahãvîra,  el poderoso Héroe. El se yergue   ante   el   Jaina   como   el   ultimo   representante   de   los   Maestros   del   mundo, contemporáneo   de   Sãkhya   Muni,   y   algunos   dicen   que   pariente suyo.   Su   vida   era   simple,   pero   con grandes   enseñanzas.   Bajando   de   las   más   elevadas   regiones   a   su   última encarnación, aquella en la que iba a obtener iluminación, al principio guiaba su rumbo dentro de una familia brahmana, donde había planeado nacer. Pero Indra, el Rey de los Devas, viendo la llegada del Jina, dijo   que   no   era  correcto   que   naciera   entre  los   Brahmanes,   porque   siempre   el Jina  era  un  Kshatriya   y  debía   nacer  en  una   casa  real.  Por  lo  tanto  Indra  envió  a uno   de   los   Devas   para   guiar   el   nacimiento   del   Jina   en   la   familia   del   Rey Siddhãrtha,   en   la   cual   finalmente   nació.   Su   nacimiento   estuvo   rodeado   por aquellos signos de gozo y placer que alguna vez anunciaran la llegada de uno de los   grandes   Profetas   de   la   raza   —   las   canciones   de   los   Devas,   la   música   de Gandharvas,   la   diseminación   de   las   flores   del   cielo   —   estos   son   siempre   los acompañamientos del nacimiento de uno de los Sabios del mundo.
Después de su concepción su familia había   incrementado   en   riqueza,   in   poder,   en   prosperidad,   por lo que  lo   llamaron Vardhamãna, el Acrecentador de la prosperidad de su familia. Creció como un niño,   como   un   joven,   amoroso   y   obediente   a   sus   padres;   pero   con su voto   de  renunciar   a   todo,   de alcanzar la iluminación y de convertirse en Salvador del mundo. Espera hasta que su padre y madre están muertos, para que no pueda apenar sus corazones por su partida; y entonces, con el permiso de su hermano mayor y los consejeros reales, sale rodeado por multitudes de personas para adoptar la vida ascética. Llega a la selva; se quita sus vestiduras, sus vestiduras reales y sus ornamentos reales; se arranca   el   cabello;   se   viste   con   las   prendas   del   asceta;   envía   de   regreso   a   la procesión   real   que   lo   siguió,   y   se   aventura   solo   en   la   selva.   Allí   por   doce   años practica   grandes   austeridades,   luchando   para   realizarse   a   si   mismo   y   darse cuenta de la nada de todas las cosas,  excepto el propio yo;  y en  el decimotercer  año   la   iluminación   desciende   sobre   Él,  y   el conocimiento  del  Supremo  se  convierte  en el  suyo  propio.  Se libera  de  los lazos de Avidyã y se convierte en el omnisciente, el que todo lo sabe, y luego aparece como   Maestro   al   mundo,   enseñando   durante   cuarenta   y   dos   años   de   vida perfecta.
1.200   años antes,   se   nos   dice,   estuvo   el   vigésimo   tercero   de   los Tirthamkaras,   y   ulteriormente,  84.000  años  antes   que  Él,   el  vigésimo  Segundo  y asi hacia atras y atrás en el largo periodo del tiempo, hasta que finalmente llegamos  al   primero   de   estos,   Rishabhadeva,   el   padre   del   Rey   Bharata,   que   le   dio   su nombre a la India.  Allí las dos religiones, el Jainismo y el Hinduismo, se unen, y el hindú  y  el  jaina  juntos  reverencian  al  Grande  que,  dando  nacimiento  a  una  línea de Reyes, se convirtió en el Rishi y el maestro.  Cuando   llegamos   a   observar   la   enseñanza   desde   afuera    encontramos determinadas Escrituras canónicas, como las   llamamos,   análogas   a   las   Pitakas   de   los   Budistas,   cuarenta   y   cinco   en número;   son   el   Siddhãnta,   y   fueron   recogidas   por   Bhadrabãka,   y   convertidas   a escritura,   entre  los   siglos   tres   y   cuatro   antes   de   Cristo.   Anteriormente,   como   era común en India, eran entregadas de boca en boca con esa maravillosa precisión de   la   memoria   que   ha   sido   siempre   característica   de   la   transmisión   de   las Escrituras Indias. Trescientos o cuatrocientos años antes del nacimiento estimado de Cristo, fueron puestas por escrito.   Pero   sabemos   bien   que   no   estaban   si   se   perdieran   todos   los   Vedas,   podrían   ser   reproducidos textualmente por aquellos que aprendieron a repetirlos. Por lo tanto las Escrituras, las   Siddhãnta,   permanecieron   escritas,   recogidas   por   Bhadrabãka,   en   este periodo   antes  de  Cristo. 
En  el  año  54  a.C.   se  celebro  un  concilio,   el  Concilio  de Valabhi,   donde   se   realizo   una   revisión   crítica   de   estas   Escrituras,   bajo   Devard-digamin, el Buddhaghosha de los Jainas. Hay cuarenta y cinco libros que constituyen   el   canon   de   la   religión   Jaina,   la   Escritura   autorizada   de   la   fe.  Parece   haber   habido   obras   más   antiguas   que   se   han   perdido completamente,   de   las   que   se   habla   como   las   Pûrvas,   pero   de   las que   no   se   sabe   nada.  Los   Jainas son  particularmente  reservados   con  respecto  a   sus   libros   sagrados,   y   hay   obras maestras   de   la   literatura,   entre   la   secta   de   Digambaras,   a   las   que   se   les   negó totalmente su publicación. Pero  cuando los Digambaras hayan aprendido que, excepto en casos especiales, está bien   divulgar   las   verdades   al   exterior,   se permitirá que   los   hombres   pueden   tenerlas.   Fuera de las Escrituras canónicas hay una enorme cantidad de literatura de   Purãnas   y   Itihãsas,   que   se   parecen   mucho   a   las   Purãnas   e   Itihãsas   de   los Hindúes. Se dice que son más sistematizadas que las   versiones   hindúes. Hasta   aquí   lo   que   podemos   llamar   su   literatura   especial;   pero   encontramos   que   todavía   estamos   enfrentados   a   una   vasta   masa   de libros,   que,   aunque   se   originan   en   la   comunidad   Jaina,   se   han   convertido   en propiedad común de toda la India.   El   bien   conocido   Amarakosha ,   por   ejemplo,   es   una   obra Jaina que todo estudiante de Sánscrito aprende de principio a fin. 
Los Jainas provinieron del sur de la India, extendiéndose hacia el sur a través de toda la parte sureña de la península. Los encontramos dándoles reyes a Madura,   a   Trichinopolis   y   a   muchas   otras   ciudades   en   el   sur   de   la   India. Encontramos   que   no   solo   les   dieron   gobernantes,   sino   que encontramos   que   son   los   fundadores   de   la   literatura   Tamil.   La   gramática   Tamil, que se dice es la más científica gramática que existe, es una producción Jaina. La gramática  popular,   Nãmal ,   por   Pavanandi,   es   jaina,   como   lo   es   la   Nãladiyãr .  El famoso   Kural   del poeta Tiruvalluvar, se dice que   es   un   trabajo   jaina,   por lo que   los   términos   que   usa   son   términos jainas. Habla de los Arhats; usa los términos técnicos de la religión jaina, y por lo tanto es considerado como perteneciente a la fe jaina. Lo mismo es verdad de la literatura canaresa y se dice que desde el primer siglo de la era cristiana al duodécimo, toda la literatura de Canara es dominada por los jainas. Tan grandes eran en esos días. Entonces   llegó   un   gran   movimiento   a   través   del   sur   de   la   India,   en   el   cual   los seguidores de Mahãdeva, Siva, vinieron predicando y cantando a través del país, apelando a esa emoción profunda del corazón humano, Bhakti, que el Jaina había ignorado tanto. Vinieron cantando a Mahãdeva, coreando sus alabanzas, especialmente   trabajando   la   cura   de   enfermedades   en   su   nombre,   y   ante   estas maravillosas curas y el torrente de la devoción que se despertó con sus cánticos y prédicas,   muchos   de   los   mismos   jainas   se   convirtieron.   En el sur de lndia prácticamente se extinguieron. Tal es su historia en el sur; tal es el modo de su desaparición.
Sin  embargo,   permanecieron  en  Rajputana,   y   eran   tan  respetados  que  Akbar,   el magnánimo   emperador   mogol,   emitió   un   edicto   que   no   se   debería   matar   a ningún animal en los alrededores de los templos jaina.  Yalaluddin Muhammad Akbar, más conocido como Akbar el Grande, fue un gobernante del Imperio mogol desde 1556 hasta 1605, y está considerado como el mayor de los emperadores mogoles. Los   Jainas   están   divididos,   en   dos   grandes   grupos: los Digambaras, conocidos en el siglo cuarto antes de Cristo, y mencionados en uno de los edictos de  Asoka; y los  Svetambaras, aparentemente más  modernos.  Estos últimos   son   ahora   los   más   numerosos,   pero   se   dicen   que   los Digambaras   poseen   bibliotecas   mucho   más   vastas   de   literatura   antigua   que   la secta rival. Ellos afirman dos existencias fundamentales: una   es   Jîva   o   Atma, conciencia   pura o  conocimiento,   y   cuando   el   Jîva   ha   transcendido Avidyã,   la   ignorancia,   entonces   se   da   cuenta   de  si  mismo   como   el   conocimiento puro que es y se manifiesta como el Conocedor de todo lo que es. Por otro lado Dravya, la sustancia, que es lo que es conocible; el Conocedor y lo  Conocible   uno   opuesto   al   otro;   Jîva   y   Dravya.   Pero   Dravya   ha   de   ser   pensada como   siempre   conectada   a   Guna,   la   cualidad.   Con Dravya está no solamente Guna, la cualidad, sino Paryãya, la modificación. Según el Uttaradhyayana:Sustancia  es  el  sustrato  de  las   cualidades;  las  cualidades  son  inherentes  a  una sustancia;   pero   la   característica   de   los   desarrollos   es   que   son   inherentes   a cualquiera. Dharma,   Adharma,   espacio,   tiempo,   material   y   almas    constituyen   este   mundo,   como   ha   sido   enseñado   por   los     Jinas quienes   poseen   el   mejor   conocimiento

Los   Jainas   están   divididos   en   dos   grandes cuerpos:   el   laico,   que   se   llama   Srãvaka,   y   el   asceta,   el   Yati.   Éstos   tienen diferentes   reglas   de   conducta,   que   el   Yati   lleva   a   la perfección,   esa   para   la   cual   el   laico   sólo   se   está   preparando   en   futuros nacimientos.   Los   cinco   votos   del  Yati   también son vinculantes al laico hasta cierto punto. Para tomar un solo ejemplo: el voto de Brahmacarya, que sobre el Yati impone celibato absoluto, en el laico significa solamente temperancia y castidad apropiada en la vida de un Grhastha. De   esta   manera   los   votos incluyen:   Ahimsa, inocencia,   Sûnriti,   veracidad,   Asteya,   no   tomar   aquello   no   nos   pertenece, honradez,   honestidad,   Brahmacarya,   y   finalmente   Aparigraha,   no   tomar   nada, o  la ausencia de codicia. Estos cinco  votos rigen la vida del Jaina.  Muy,   muy   marcada  es  su  traducción  de  la  palabra  Ahimsa,   inocencia:  “no matarás”. Tan lejos lo lleva en su vida, a tal extreme, que a veces pasa casi más allá de los límites de la virtud hasta lo aparentemente absurdo. Por ejemplo, cuando   oímos   la   respiración   solo   a   través   de   una   tela,   como   hace   el   Yati, tocando  continuamente los labios para que  nada viviente pueda ingresar a los pulmones. He aquí lo que, según el Uttaradhyayana un Jina diría:   “El   Venerable   ha   declarado   … Asi   como   es   mi   dolor   cuando   me   golpean   con   un   palo,   arco,   puño,   terrón,   o cacharro;   o   amenazan,   golpean,   queman,   atormentan,   o   privan   de   la   vida;   y   asi como   siento   todos   los   dolores   y   agonía,   desde   la   muerte   hasta   el   tirón   de   un cabello;   de   la   misma   manera,   estén   seguro   de   esto,   todas   las   clases   de   seres sienten el mismo dolor y agonía, etc., que yo, cuando viven son maltratados de la misma manera. Por esta razón ninguna clase de ser vivo debería ser golpeado, ni tratado con violencia, ni abusado, ni atormentado, ni privado de la vida. Digo que los Arhats y Bhagavats del pasado, presente y futuro, todos dicen así, hablan así, declaran   así,   explican   así;   ninguna   clase   de   ser   vivo   debería   ser   asesinado,   ni tratado   con   violencia,   ni   maltratado,   ni   atormentado,   ni   echado.   Esta   ley constante, permanente, eterna, verdadera ha sido enseñada por hombres sabios que comprenden todas las cosas”. 
Si esa fuera la regla para todos, qué diferente sería India; sin animales golpeados o   maltratados;   sin   criaturas   que   luchan,   que   sufren. Podemos tener comprensión, hasta  en la exageración del Jaina, que tiene una base  tan noble y   tan   compasiva. Después   tienen   la   regla   estricta   de   que   no   se   puede   tocar   ninguna   droga   o bebida   intoxicante;   nada   como   el   hachís,   opio o   alcohol. Hasta   la   miel  y   la  manteca   llega   la   ley   de  alimentos prohibidos, porque en la obtención de la miel demasiadas veces son sacrificadas las   vidas   de   las   abejas.  Encontramos   en   la   vida   diaria   del   Jaina reglas establecidas para el laico de cómo ha de comenzar y finalizar cada día: “Debe   levantarse   muy,   muy   temprano   en   la   mañana   y   luego   debe   repetir silenciosamente   sus   mantras,   contando   su   repetición   con   sus   dedos;   y   después tiene   que   decirse   a   sí   mismo,   qué   soy,   quién   es   mi   Ishtadeva,   quién   es   mi Gurudeva, cuál es mi religión, que debería hacer, qué no debería hacer”. Este es el   comienzo   de   cada   día. Entonces ha de pensar en los Tirthamkaras,   y   después   ha   de   hacer   ciertos   votos.   Y   estos  votos   son característicos de   los   Jainas,   y   tienen   un   objeto que   es   digno   de   elogio   y   de   lo   más   útil.   Un  hombre   a   su   propia   discreción   hace algún   pequeño   voto   en   algo   absolutamente   poco   importante, por ejemplo: “Durante este   día   no   me   voy   a   sentar   más   que   un   número   determinado   de veces”; o: “Durante una semana no voy a comer tal verdura”; o: “Por una semana, o diez días, o un mes, voy a guardar una hora de silencio  durante el día”. 
¿Por qué todas estas reglas tan estrictas? Para que el hombre pueda siempre ser auto-conciente y nunca perder su control sobre el cuerpo. Desde   la   más tierna   infancia   se   le   enseña   al   niño   a   hacer   dichas   promesas,   y   el   resultado   es que   controla   la   imprudencia,   controla   la   excitación o controla    los descuidos.  Un niño   que   es   educado   así   no   es  descuidado.  Siempre   piensa   antes   de   hablar   o actuar; se le enseña a su cuerpo a seguir a su mente y a no adelantarse a su  mente,   como  se  hace   con  demasiada  frecuencia.   ¿Con  qué  frecuencia  la gente   dice:   “Si   hubiera   pensado,   no   lo   habría   hecho”?. Si se entrenan desde la infancia a nunca hablar sin pensar, nunca actuar sin pensar, inconcientemente el cuerpo aprendería a seguir a la mente. Por supuesto que hay votos mucho más serios que los tomados por el   laico   con   respecto   al   ayuno,   estricto   y   severo,   cada   detalle   establecido cuidadosamente   en   las   reglas,   en   los   libros.   Cuando   se conoce a los Jainas,  se  los   encontrará tal como se  podría   esperar   de   este entrenamiento: calmos,   auto-controlados,   serios,   algo   callados,   algo reservados.  
Si pasamos del   laico   al   asceta,   el   Yati, sus   reglas   son   muy  estrictas.  Mucho   ayuno, llevado   a  un  punto   extraordinario,   como   el   ayuno   de   los   grandes   ascetas   de   los hindúes. Hay ascetas tanto hombres como mujeres en la secta conocida como los Svetãmbaras.  Entre   los   Digambaras   no   hay   ascetas   femeninos,   y   sus   puntos   de vista de las mujeres no son en general muy elogiosos. Entre los Svetãmbaras, sin embargo, hay ascetas femeninos así como también masculinos, bajo las mismas estrictas reglas de pedir limosna, de renunciar a la propiedad. Pero una regla muy sabia   es   que   el   asceta   no   debe   renunciar   a   cosas   sin   las   cuales   no   puede progresar.   En   consecuencia   no   debe   renunciar   al   cuerpo;   debe   mendigar suficiente   alimento   para   mantenerlo,   porque   solamente   en   el   cuerpo   humano puede obtener la liberación. No debe renunciar al Gurú, porque sin la enseñanza del Guru no puede caminar por el estrecho sendero; ni a la disciplina, porque si renuncia a eso, sería imposible el progreso; ni al estudio de los Sûtras,  porque   eso   también   se   necesita   para   su   evolución.   Pero   fuera   de   estas   cuatro cosas — el cuerpo, el Gurú, la disciplina, el estudio — no debe haber nada de lo que   pueda   decir:   “es   mío”.   Dice   un   maestro:   “No   debe   hablar   sin   que   se   le pregunte, y si se le pregunta no debe decir mentiras; no debe ceder a su enojo, y tolerar  con  indiferencia,   acontecimientos  agradables   y  desagradables.   Somete  tu ego, porque el ego es difícil de someter, si tu ego se somete, serás feliz en este  mundo y en el próximo”. 
Los   ascetas  femeninos,   que  viven  bajo  las  mismas  reglas  estrictas   de  conducta, tienen   un   deber   adicional, que  es   el   deber   de   visitar  todos los  hogares  jainas,  y  ver que  las  mujeres  jainas, las   esposas   y   las   hijas,   sean   apropiadamente   educadas e  instruidas.  Ponen gran  énfasis  en la educación de  las  mujeres, y  un gran trabajo del asceta femenino es impartir esa educación y ver que se lleve a cabo. Hay un punto que el hindú bien podría tomar prestado del jaina, de manera que  se   les   podría   enseñar   a   las   mujeres   hindúes   sin   la   posibilidad   de   perder   su   fe ancestral, o sufrir la interferencia de su propia religión, tarea que podría llevarse a cabo por ascetas de su propio credo. Seguramente no puede haber vacación más noble, seguramente sería una ventaja para el Hinduismo. Y   entonces,  ¿cómo   ha   de   morir   el   asceta?  No ha   de   esperar   hasta que la muerte lo toque; sino que cuando él ha alcanzado ese punto donde en ese cuerpo   no   puede   hacer   más   progresos,   cuando   ha   alcanzado   ese   límite   del cuerpo,   ha   de   dejarlo   de   lado   y   salir   del   mundo   con   la   muerte   por   inanición voluntaria. 
Tal   es   una   breve   descripción   de   una   noble y sorprendente religión,   de una gran fe que prácticamente, en casi  todos los puntos, coincide con   la   hindú;   y   en   tan   gran   medida   es   este   el   caso   que   el   norte   de   la   India   los  jainas   y   los   vaishyas   hindúes   se   casan   entre   si   y   se   invitan   a   comer.   No   se consideran a sí mismos de distintas religiones, y en la Universidad Hindú hay estudiantes   jainas que   viven   con   sus   hermanos   hindúes,   y así están desde la infancia ayudando a acercar más y más los lazos de amor y de  hermandad.  En  la  India  se ha construido una  nación  de  gente  de  muchas  religiones. Con   los   jainas   no   puede   surgir   ninguna   dificultad,   salvo   por   el   fanatismo   que encontramos por igual entre los menos instruidos de todos los credos. Es el deber   de   los   más   sabios y  los   más espirituales  disminuir gradualmente este fanatismo.   Permitir   que   todos   los   hombres,   en   su propia fe, enseñen  al  ignorante a  amar y a no  odiar. Hay que poner énfasis en los puntos que nos  unen en lugar de los puntos que nos  separan. 
Fuentes:
  • Lecciones Jainistas
  • Historia de las religiones del mundo
  • Erich Von Daniken – El Retorno De Los Dioses

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