RENACER CULTIRAL

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martes, 16 de julio de 2019

LA MUERTE EN EL ANTIGUO EGIPTO. MURIENDO PARA VIVIR DE NUEVO

REFLEXIONES ANTE LA EXPOSICIÓN PÚBLICA DE LA MUERTE


Hay muchos museos que entre sus colecciones presentan momias procedentes del antiguo Egipto, sin embargo ninguna me ha impresionado tanto como la que presenta el Museo de Manchester. Al observar sus pies, algo se me encogió en mi corazón y justo en ese momento, la llegada de un grupo de escolares rompía el silencio, que para mí debía ser signo de respeto ante la muerte y pude observar cómo las risas y las mofas acerca de la momia me empezaron a molestar. Me preguntaba qué le parecería el espectáculo a  Asru, ese era el nombre de la persona momificada, y eso me hacía sentir pudor. ¿Era esa la eternidad que pretendía Asru?  Hace algún tiempo leí que “la  ética es uno de los asuntos más importantes en la bio-medicina moderna. Las directrices éticas y la conciencia social existen para las muestras de tejido actuales, pero en el caso de la investigación en momias están ausentes”. Así comienza el artículo escrito por el Dr. Frank J. Rühli, director del  (Proyecto de Momias Suizo). Ese artículo me hizo preguntarme si la exposición y el comercio con la muerte son éticos. Por otro lado y al ser una amante de la historia, su estudio nos ayuda a conocer  un poco más acerca de nosotros. Ese es el dilema.

LA MUERTE EN EL ANTIGUO EGIPTO

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Los antiguos egipcios creían en la vida después de la muerte. Pensaban que el alma del difunto viajaba al más allá en espera del cuerpo, por eso había que conservarlo en buen estado, pues era imprescindible que el cuerpo de una persona no se descompusiera después de la muerte, ya que según las creencias de los egipcios, la desaparición del cuerpo llevaba consigo la pérdida de la vida eterna del alma, que se basaba en la antigua creencia de que el hombre estaba compuesto de:
—Un cuerpo mortal.
—Dos elementos, más o menos espirituales, independientes del cuerpo:
  1. El ba, es una fuerza anímica, componente de la parte espiritual del hombre, la fuerza animada de cada ser fallecido, personalidad espiritual manifestada una vez acaecida la muerte.
  2. El ka, es la fuerza vital, un componente del espíritu humano, una pizca del principio universal e inmortal de la vida
La muerte era concebida como la separación de estos elementos, pero aunque separados, los elementos espirituales necesitaban del cuerpo para subsistir, por lo que había que mantenerlo incorruptible, haciéndole ofrendas de alimentos y rodeándolo de todas las comodidades que tenía en vida.
Al comienzo de la época predinástica, los cuerpos se momificaban de forma natural al ser enterrados en tumbas poco profundas en la arena caliente.
El cuerpo se colocaba en posición fetal y se le rodeaba de útiles y provisiones que se utilizarían en el más allá.
En principio, estaba relacionada con el culto a Osiris, primer momificado, y sólo el faraón podía recibirla. Al final del período predinástico, algunos egipcios ricos hacían conservar sus cuerpos al embalsamarlos, aunque luego alcanzó a todo el pueblo.
Durante el Imperio Nuevo excavaron sus tumbas en la roca en el remoto lugar del Valle de los Reyes, en Tebas. Como creían que el muerto iba a tener una nueva vida en la tumba, la momia era enterrada con comida y muchas de sus posesiones terrenales para facilitarle su nueva vida. Con el tiempo, las tumbas atrajeron a los ladrones y, a pesar de los esfuerzos por ocultarlas, la mayoría fueron saqueadas.

¿CÓMO MOMIFICABAN UN CADÁVER?

La momificación transformaba el cuerpo humano en un hogar eterno para el espíritu, para permitir que el fallecido pudiera alcanzar la deseada vida después de la muerte. Al embalsamar y decorar el cadáver se apelaba a Osiris, el dios de los muertos y los resucitados, esperando que le ocurriera igual que a ese dios que triunfó sobre la muerte y de esa forma el difunto pudiera alcanzar su resurrección y vivir para siempre.
El antiguo egipcio esperaba que la vida futura fuera una versión idealizada de la vida. La entrada a una vida eterna sólo era posible para aquellos que habían pasado un juicio final ante Osiris, el gobernante del inframundo.
El arte de embalsamar nació en época tinita. Cuando moría una persona, se le extraían y embalsamaban el hígado, los pulmones, el estómago y los intestinos, que eran introducidos en los cuatro vasos canopos donde esperarían hasta que el difunto los necesitase nuevamente. Los vasos quedaban bajo la protección de cuatro dioses especiales, llamados “hijos de Horus”. A partir del Imperio Nuevo, los frascos canopos a menudo tenían tapas con cabeza de animal. Estos representaban los cuatro tipos de Horus:
Hapy, representado con la cabeza de un babuino, donde se introducían los pulmones.
Kebehsenuf, representado con la cabeza de un halcón, donde se introducían los intestinos.
Duamutef, representado con la cabeza de un chacal, donde se introducía el estómago.
Amset, representado con la cabeza de un humano, donde se introducía el hígado.
Este dios protegía al difunto en la tumba.
 La cavidad del cuerpo se rellenaba de natrón o sosa (Natron es la palabra alemana que recuerda el lugar del más importante yacimiento egipcio en el oasis de Wadi Natrum, en el Bajo Egipto),  varias hierbas aromáticas, esencias asiáticas y telas empapadas en resina para darle una forma natural. Cuando estaba seco, el cuerpo se envolvía en muchas capas de vendas de tela y amuletos. El cuerpo se cubría de resina lo que le daba un aspecto más oscuro, y se colocaba una máscara decorada sobre la cara. De esta forma el espíritu de la momia lo reconocía. Finalmente el cuerpo vendado se colocaba en varias cajas o sarcófago, que estaban cubiertas de elaboradas pinturas y hechizos en jeroglíficos para ayudar al espíritu de la momia durante su peligroso viaje al más allá.

EL CULTO DEL CUERPO YA MOMIFICADO

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Era necesario cruzar el agua, en este caso el Nilo, para pasar a su costado Oeste, morada de los muertos. El alma del difunto pasaba en barca (baris) para ser juzgada por los cuarenta y dos jueces que cita el Libro de los muertos, CXXV, para el juicio de ultratumba, Diodoro parece describir el juicio de este mundo y no el del más allá. El terrenal servía para saber si el difunto era digno del funeral que se iba a tributar (Diodoro, I 72, 4, sobre los faraones) y era un avance del otro mundo celebrado en la Sala de las dos verdades (Isis y Neftis), defendiéndose el propio difunto con sus buenas acciones; la sentencia era ser entregado al monstruo Amemet o pasar a compañía de Osiris.
Según la tradición del Antiguo Egipto el final del viaje al más allá terminaba en un juicio en el cual el corazón era pesado en una balanza (psicostasis). En uno de los platos de la balanza se colocaba el corazón, en el otro una pluma de avestruz, símbolo de la diosa Maat. Si el corazón pesaba más que la pluma significaba que el muerto estaba lleno de culpas y no había actuado correctamente y, en consecuencia, debía ser devorado por Ammit, una bestia mitológica. Se trataba de una diosa con cabeza de cocodrilo, cuartos delanteros de león y cuartos traseros de hipopótamo. En caso contrario, se entendía que el difunto había realizado una vida justa y estaba preparado para renacer en el más allá. A la derecha de la balanza se encontraría Thot, el dios de la sabiduría, representado con cabeza de ibis, que certificaría el resultado del pesaje transcribiéndolo en una tablilla (está claro que en el antiguo Egipto era mejor tener el corazón pequeño)
En I 93, 1, Diodoro describe una curiosa práctica corroborada por Heródoto que consistía en dar como garantía de préstamo los cuerpos de los padres. Los de los hijos, parecen haberlo sido también. El cadáver incluso era guardado en casa del deudor, el cual, con su visión cotidiana, debía tener muy presente su obligación de cancelar el préstamo.
Diodoro (libro l, 191) y Heródoto (II, 86) nos describen tres clases de momificación. Sus narraciones son complementarias: por ejemplo, Heródoto no da el precio exacto, pero sí una descripción del proceso; Diodoro se centra en el ritual y en la consideración social de los embalsamadores y sólo da detalles del más suntuoso (con incisión y extracción de visceras) y no habla de la conservación posterior en natrón durante setenta días, pero también incluye algunos detalles prácticos: qué visceras se extraían (hígado, pulmones, estómago e intestino, los órganos menores, guardados en los cuatro vasos canópicos) y qué visceras no (corazón, centro vital, y ríñones, demasiado ocultos quizás). La momificación tenía como fin conservar un habitáculo para que las partes de la persona separadas con la muerte se pudieran volver a unir.

EL CORAZÓN PARA LOS EGIPCIOS

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Los papiros egipcios son una prueba irrebatible de los conocimientos del cuerpo humano que tenían los médicos egipcios. Gracias a ellos sabemos que esta civilización tenía una concepción cardiocentrista en la que el corazón era el órgano más importante. Disponían de dos términos para referirse a esta víscera: ib y haty. Ib entrañaba un concepto más fisiológico, ya que se usaba en alusión a las funciones que realizaba, por su parte haty se utilizaba para referirse a su aspecto físico.
En el «Papiro de Ebers», fechado hacia el 1.500 a.C., se atribuyen al corazón funciones que ahora sabemos que le son ajenas, por ejemplo era el lugar de asiento de la inteligencia, la conciencia moral y el pensamiento. Además, en este papiro se explica la fisiológica cardíaca utilizando un lenguaje poético, se explica que a través de los latidos el corazón es capaz de «hablar» y únicamente los médicos ilustrados eran capaces de oír su mensaje mediante la palpación del pulso con los dedos.
Por otra parte, en aquel momento se pensaba que todos los fluidos corporales confluían en el corazón, desde la sangre a las lágrimas, pasando por la saliva, la orina, la bilis o el esperma. Estas sustancias viajaban hacia el corazón a través de unos pequeños conductos llamados met metu, que se encontraban repartidos por todo nuestro organismo.
Previamente, y para garantizar el paso por el juicio de Osiris, sobre el cuerpo de la momia se colocaba un escarabajo, llamado escarabeo o escarabajo de corazón, que solía ser tallado en piedra verde. Este escarabajo llevaba grabado el capítulo 30 del «Libro de los Muertos», y su misión era asegurar que el corazón no testificase en contra del fallecido, delatando los pecados cometidos en vida.

LOS DOS HERMANOS

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Son las momias más antiguas del Museo de Manchester y una de las más conocidas de toda su colección del Antiguo Egipto. Los restos pertenecen a Khnum-nakht y Nakht-ankhdos hombres de alta cuna, que fueron enterrados juntos en Deir Rifeh, una localidad al Sur del Cairo, hacia 1.800 a. C.
La tumba fue descubierta en 1907. Los jeroglíficos de los ataúdes indicaban que ambos eran hijos de un gobernador local. A partir de ahí, fueron conocidas como los Dos Hermanos.
Sin embargo, las dudas acerca de su parentesco siempre han planeado sobre ellos. En 1908 el contenido del enterramiento fue enviado a Manchester y las momias fueron abiertas por la primera mujer egiptóloga, Margaret Murray. Su equipo concluía que las morfologías esqueléticas eran diferentes, lo que apuntaba a queno tenían relación familiar, por lo que se pensó que uno de los hermanos había sido adoptado.
Con el fin de desentrañar el misterio, se ha aplicado la última generación de técnicas de secuenciación de ADN. En 2015, Los resultados muestran que Nakht-Ankh y Khnum-Nakht tienen una relación materna, pero diferentes padres, por  lo que lo más probable es que fueran hermanastros.
Bibliografía:
Museo de Manchester
Introducción a la Historia antigua Próximo Oriente y Egipto Pilar Fernández Uriel
Museo Británico
Manuel de Historia universal Prehistoria Historia 16
Fotografías:
Esperanza Varo Porras

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