Publicado el 8 ene. 2015
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La evolución de la vida en la Tierra creó dos sexos, el femenino y el masculino. Desde entonces machos y hembras unen sus genes para reproducirse. Sin embargo el sexo femenino a menudo carga con casi todo el trabajo, y además soportan el apelativo de “sexo débil”.
La diferencia radica en que los machos tienen unas células sexuales pequeñas, abundantes y de producción continua. Ello quiere decir que pueden permitirse el lujo de gastarlas sin límite. Sin embargo las hembras poseen los valiosos, escasos y enormes óvulos.
Cuando la hembra se convierte en mujer, las cosas deberían ser diferentes, y sin embargo en la mayor parte del mundo no es así. En casi todas las culturas la mujer ha estado siempre oprimida de diferentes maneras.
La selección natural ha favorecido en los machos homínidos las características de luchador y protector, haciéndoles grandes y fuertes, mientras en las hembras favoreció la cooperación y la crianza.
La discriminación del sexo femenino es, lamentablemente, una de las pocas cosas en las que prácticamente todas las culturas del planteta coinciden. Las poseedoras de los valiosos y escasos óvulos, acaban siendo amantes, esposas, madres, educadoras, cocineras, recolectoras, artesanas y, demasiado a menudo, mártires.
En los humanos las desigualdades entre el sexo femenino y masculino se dan a diario en muchos lugares del mundo. Los Ekkor son un pueblo de agricultores de subsistencia como tantos otros en el mundo. Desde primeras horas de la mañana, todas las personas que están trabajando son mujeres. La población humana del mundo es mayoritariamente rural y pobre, pero tiene otra cosa en común: las mujeres no solo asumen su papel de madres, sino que realizan además los trabajos más duros.
La igualdad entre hombres y mujeres pasa por liberar a la mujer de su carga biológica, al menos en parte, a base de solidaridad cultural.
Pero a menudo para ello hay que luchar con tradiciones y costumbres muy arraigadas en las culturas de cada pueblo. El más terrible ejemplo de ello es la ablación del clítoris, una bárbara mutilación que afecta a más de setenta millones de mujeres en toda África privándolas del placer sexual.
A pesar de todo el sistema biológico estaba bien diseñado, la familia funcionó como unidad social y el ser humano colonizó todo el planeta. ¿Cómo se las arreglaron las demás especies animales?
Cada especie tiene diferentes sistemas y estrategias a la hora de reproducirse y de cuidar a sus crías. En algunos casos tanto hembras como machos participan activamente en el cortejo y se emparejan de por vida, un ejemplo son las avestruces y los dic-dic africanos. En otros casos la hembra busca la mejor genética para sus crías y se dedican a copular con diferentes y numerosos machos “estrategia del macho viril” despreocupándose completamente del cuidado de éstas. Estos son, entre otros muchos, el rinoceronte y los emúes, unas aves cuyos machos se encargan de incubar los huevos. Y por último un caso como el de los elefantes en el cual son las hembras las encargadas de mantener la unidad familiar. Pero el hecho de que algunas hembras de mamíferos estén tanto tiempo al cuidado de sus cachorros, hace que durante ese lapso de tiempo no se apareen con los machos. Y alguno de ellos puede perder la paciencia y caer en la tentación de matar a los cachorros para que la madre entre de nuevo en celo. Esto ocurre con los osos grizzly.
Las diferencias biológicas entre los machos y las hembras de los mamíferos, se aprecian con gran claridad en uno de los sistemas más comunes de reproducción: el harén. En el cual un macho es el único autorizado para copular con todas las hembras de su rebaño.
Todo este conflicto entre los sexos, toda esta confusión e injusticia, parte de una base biológica que funcionó en su momento y que nos hizo la especie dominante en el planeta. La clave está en los hijos, cuyo cuidado impide a muchas mujeres del tercer mundo el poder elegir su propio destino, lastradas por un embarazo tras otro.
Unos 200 millones de mujeres quedan embarazadas cada año, la mitad son embarazos no planeados, y una cuarta parte son no deseados.
La planificación familiar se traduce en mujeres más felices, en hijos más sanos y en un mundo más justo. No permitamos que el honor de ser las custodias de la vida se convierta en una maldición biológica.
Una madre es, ante todo, una mujer.
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La diferencia radica en que los machos tienen unas células sexuales pequeñas, abundantes y de producción continua. Ello quiere decir que pueden permitirse el lujo de gastarlas sin límite. Sin embargo las hembras poseen los valiosos, escasos y enormes óvulos.
Cuando la hembra se convierte en mujer, las cosas deberían ser diferentes, y sin embargo en la mayor parte del mundo no es así. En casi todas las culturas la mujer ha estado siempre oprimida de diferentes maneras.
La selección natural ha favorecido en los machos homínidos las características de luchador y protector, haciéndoles grandes y fuertes, mientras en las hembras favoreció la cooperación y la crianza.
La discriminación del sexo femenino es, lamentablemente, una de las pocas cosas en las que prácticamente todas las culturas del planteta coinciden. Las poseedoras de los valiosos y escasos óvulos, acaban siendo amantes, esposas, madres, educadoras, cocineras, recolectoras, artesanas y, demasiado a menudo, mártires.
En los humanos las desigualdades entre el sexo femenino y masculino se dan a diario en muchos lugares del mundo. Los Ekkor son un pueblo de agricultores de subsistencia como tantos otros en el mundo. Desde primeras horas de la mañana, todas las personas que están trabajando son mujeres. La población humana del mundo es mayoritariamente rural y pobre, pero tiene otra cosa en común: las mujeres no solo asumen su papel de madres, sino que realizan además los trabajos más duros.
La igualdad entre hombres y mujeres pasa por liberar a la mujer de su carga biológica, al menos en parte, a base de solidaridad cultural.
Pero a menudo para ello hay que luchar con tradiciones y costumbres muy arraigadas en las culturas de cada pueblo. El más terrible ejemplo de ello es la ablación del clítoris, una bárbara mutilación que afecta a más de setenta millones de mujeres en toda África privándolas del placer sexual.
A pesar de todo el sistema biológico estaba bien diseñado, la familia funcionó como unidad social y el ser humano colonizó todo el planeta. ¿Cómo se las arreglaron las demás especies animales?
Cada especie tiene diferentes sistemas y estrategias a la hora de reproducirse y de cuidar a sus crías. En algunos casos tanto hembras como machos participan activamente en el cortejo y se emparejan de por vida, un ejemplo son las avestruces y los dic-dic africanos. En otros casos la hembra busca la mejor genética para sus crías y se dedican a copular con diferentes y numerosos machos “estrategia del macho viril” despreocupándose completamente del cuidado de éstas. Estos son, entre otros muchos, el rinoceronte y los emúes, unas aves cuyos machos se encargan de incubar los huevos. Y por último un caso como el de los elefantes en el cual son las hembras las encargadas de mantener la unidad familiar. Pero el hecho de que algunas hembras de mamíferos estén tanto tiempo al cuidado de sus cachorros, hace que durante ese lapso de tiempo no se apareen con los machos. Y alguno de ellos puede perder la paciencia y caer en la tentación de matar a los cachorros para que la madre entre de nuevo en celo. Esto ocurre con los osos grizzly.
Las diferencias biológicas entre los machos y las hembras de los mamíferos, se aprecian con gran claridad en uno de los sistemas más comunes de reproducción: el harén. En el cual un macho es el único autorizado para copular con todas las hembras de su rebaño.
Todo este conflicto entre los sexos, toda esta confusión e injusticia, parte de una base biológica que funcionó en su momento y que nos hizo la especie dominante en el planeta. La clave está en los hijos, cuyo cuidado impide a muchas mujeres del tercer mundo el poder elegir su propio destino, lastradas por un embarazo tras otro.
Unos 200 millones de mujeres quedan embarazadas cada año, la mitad son embarazos no planeados, y una cuarta parte son no deseados.
La planificación familiar se traduce en mujeres más felices, en hijos más sanos y en un mundo más justo. No permitamos que el honor de ser las custodias de la vida se convierta en una maldición biológica.
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