RENACER CULTIRAL

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Solo la cultura salva los pueblos.

martes, 24 de abril de 2018


10 Mitos y leyendas griegas y romanas del origen de ciudades antiguas

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A lo largo de la Historia de la Humanidad, todos los pueblos se han preguntado de una forma u otra por sus orígenes más remotos. La cuestión "de dónde venimos" ha estado presente en la configuración de la identidad de todas las comunidades y naciones. En el caso de los ciudades y pueblos más antiguos, la historia de sus orígenes se pierde en lo más remoto de los tiempos, pues nacieron en un momento en el que cual la escritura aún no había aparecido y todas las tradiciones se transmitían de forma oral de generación en generación. Por ese motivo, el origen de numerosas ciudades forma parte más del mito que de la verdadera Historia. Muchos pueblos, además, aprovecharon el desconocimiento sobre sus propios orígenes para introducir en las historias de su fundación todo tipo de leyendas heroicas llenas de grandes gestas, batallas y gloria. De este modo, trataron de dar lustre a su presente inventando un pasado glorioso. Aunque historiadores y arqueólogos han desmentido gran parte de estos mitos fundacionales, las leyendas sobre la fundación de las ciudades antiguas resultan muy interesantes para entender cómo veían su pasado estos pueblos y cómo interpretaban su presente.
En este artículo recogemos algunos de los principales mitos y leyendas griegas y romanas sobre la fundación de ciudades.

Fundación de Roma

Loba amamantando a Rómulo y Remo. Ab Urbe Condita
El mito de la fundación de Roma es sin duda uno de los más conocidos del acervo mitológico de la Antigüedad. A pesar de ser en apariencia sencillo, el mito de Rómulo y Remo se construyó a lo largo de muchos siglos, a lo largo de los cuales los romanos fueron incorporando unos elementos y suprimiendo otros dependiendo de sus necesidades de cada momento. No debemos olvidar que, a través del linaje del que provenía Rómulo, los romanos se hacían descender de la casa real troyana, con lo que esto conllevaba de prestigio de cara al mundo griego. Al mismo tiempo, incluían en su ascendencia a los dioses Venus y Marte, apuntalando ya la grandeza de una estirpe que estaba llamada a conquistar el Mediterráneo.
Varias generaciones después de que Iulo Ascanio, hijo de Eneas, fundara la ciudad de Alba Longa, llegaron al trono dos hermanos que debían compartir el poder: Númitor y Amulio. Amulio deseaba todo el poder para si mismo, y tras apartar a su hermano del trono por la fuerza obligó a la única hija de éste, Rea Silvia, a que se convirtiera en vestal, un tipo de sacerdotisa caracterizada por el compromiso de permanecer vírgenes durante toda su vida. De este modo, Amulio se aseguraba que la estirpe de su hermano moría con Rea Silvia, y ningún descendiente podría reclamar el trono que deseaba para él. Sin embargo, el dios Marte se quedó prendado de la belleza de Rea Silvia, y violó a la joven, dejándola encinta de dos gemelos: Rómulo y Remo. Cuando nacieron los niños, Amulio, furioso, ordenó que los dos nietos de su hermano fueran expuestos en una cesta en el río Tíber para que se ahogaran y murieran. Los sirvientes del rey obedecieron, pero el río bajaba crecido y depositó la cesta a mucha distancia de los territorios de Alba Loga, a los pies del monte Palatino, entre las raíces de una higuera. La suerte o el destino marcaron así el lugar en el que sería fundada Roma.
Rómulo y Remo, hambrientos, comenzaron a llorar, atrayendo la atención de una loba que acababa de tener una cama de lobeznos. El animal se apiadó de la suerte de las criaturas y les alimentó con su leche. Una parte de la tradición afirma que un pájaro carpintero, animal consagrado al dios Marte, contribuyó a llevar alimentos a los pequeños. De este modo, Rómulo y Remo consiguieron burlar a la muerte segura a la que Amulio les había condenado.
Poco tiempo después, un pastor llamado Faustulo, que apacentaba sus rebaños en la región, escuchó el llanto de los niños, los recogió y se los entregó a su esposa para que los criara. Los gemelos crecieron entonces como hijos de este matrimonio de pastores, en un entorno agreste y salvaje, entablando relación con los jóvenes de los alrededores. Al llegar a la mayoría de edad, Faustulo, que sospechaba que los muchachos eran de linaje regio, les confesó a éstos su verdadero origen. Rómulo y Remo, deseosos de vengar a su abuelo, parten Alba Longa con un nutrido grupo de pastores, y tras infiltrarse en la ciudad, atacan el palacio del rey y consiguen darle muerte. Númitor, ya anciano, reconoció a sus dos nietos, y fue repuesto por ellos en el trono de Alba Longa.
Rómulo y Remo sintieron entonces deseos de fundar su propia ciudad en el lugar donde la loba les había encontrado de niños. Se presentó, sin embargo, un problema. ¿Quién de los dos debía convertirse en el nuevo rey y figurar como el fundador de la nueva ciudad? Los dos gemelos estuvieron de acuerdo en dejar la decisión en manos de los dioses. Cada uno de ellos eligió un lugar desde el que observar los cielos para que Júpiter les enviara una señal. Rómulo tomó como sede el monte Palatino; Remo, a su vez, se instaló en el Aventino. Aunque Remo fue el primero en ver un augurio, seis buitres volando por el cielo, Rómulo vio el doble de aves poco después.
Sin que la disputa se resolviera, Rómulo se dispuso a trazar el pomerium de la nueva ciudad. El ritual de fundación consistía en que un arado tirado por bueyes recorría el trazado de la futura muralla, levantándose la reja sólo en aquellos lugares en los que se levantarán las puertas. De esta manera simbólica se creaba un montón de tierra, que representaba la futura muralla, y un pequeño surco, que representaba el futuro foso. Al tiempo que se realizaba este ritual, se pronunciaban hechizos y se hacían sacrificios para que los dioses protegieran los límites de la nueva ciudad. Desde el momento en el que se concluía el ritual, se consideraba un sacrilegio cruzar el pomerium excepto por los lugares marcados para las puertas, pues sólo un enemigo de la ciudad haría tal cosa. Remo, para burlarse de Rómulo y de sus solemnes rituales, decidió saltar el pomerium, cometiendo un sacrilegio. Rómulo actuó en consecuencia y ejecutó a su propio hermano para expiar el sacrilegio. De este modo, Rómulo se quedó como único rey de la nueva ciudad, a la que en su honor puso el nombre de Roma.
Muchos años después, cuando Roma ya había crecido y se había convertido en una ciudad poderosa en la región, Rómulo falleció sin dejar descendencia. Los romanos creían que el fundador de su ciudad había sido elevado a los cielos por los dioses, que le convirtieron en uno de ellos con el nombre de Quirino.

Fundación de Alba Longa

Los Montes Albanos vistos desde Fioranello
Tras la guerra contra los rútulos y la victoria de troyanos y latinos alcanzada al matar en combate Eneas a Turno, los héroes teucros decidieron fundar una nueva ciudad a la que pusieron el nombre de Lavinium en honor a Lavinia, la hija del rey Latino que había contraído matrimonio con Eneas. La nueva ciudad prosperó rápidamente, hasta el punto de que, treinta años después de su fundación, Ascanio, hijo de Eneas y la troyana Creusa, decidió fundar una nueva urbe en la que troyanos, latinos y sus descendientes pudieran asentarse. Las fuentes son confusas acerca del motivo por el que Ascanio decidió partir de Lavinium. Es probable que, al ser él hijo de la primera esposa de Eneas y no formar parte de la estirpe del rey Latino, decidiera, una vez muerto su padre, crear su propia dinastía al margen de Lavinium. El lugar elegido para fundar la nueva ciudad fueron los llamados Montes Albanos, unas colinas suaves de origen volcánico abundantes en lagos y fuentes de agua. El nombre de la ciudad fundada por Ascanio fue Alba Longa.
Alba Longa prosperó bajo el mando de Ascanio y sus sucesores. El escritor Dionisio de Halicarnaso, que escribió su obra en tiempos de Augusto, nos ha legado una lista de reyes albanos que sin duda fue una creación tardía que buscaba entroncar a Rómulo, fundador de Roma, con el hijo de Eneas, de forma que Roma pudiera convertirse en la heredera espiritual de la grandeza de Troya. El mismo Julio César había fomentado la creencia de que su familia , la gens Iulia, descendía en línea directa de Iulo Ascanio, que era a su vez nieto de la diosa Venus. El mismo Augusto, hijo adoptivo de César, fijó esas leyendas para establecerse como el heredero de Eneas. Ante todas estas manipulaciones tardías, resulta muy difícil establecer qué hay de real y qué hay de mítico en los relatos acerca de la historia de Alba Longa.
La arqueología, en esta ocasión, apenas puede ayudarnos, pues los investigadores aún no se han puesto de acuerdo en la localización exacta de esta ciudad tan importante para la fundación de Roma. En tiempos del rey Tulo Hostilio, Roma y Alba Longa entraron en guerra. Según las fuentes literarias, para evitar desperdiciar la vida de numerosos ciudadanos, ambas ciudades decidieron que fueran dos parejas de tres hermanos, los Horacios y los Curiacios, los que se enfrentaran en nombre de sus pueblos. Uno de los hermanos Horacio quedó en pie el último, dando la victoria a Roma. Alba Longa fue destruida hasta los cimientos, y su población obligada a trasladarse a Roma, a las tierras del monte Celio. A medida que Roma fue creciendo en los siglos posteriores, las tierras de la antigua ciudad de Alba Longa fueron llenándose de villas señoriales a las afueras de la ciudad, y la localización excata de la ciudad fundada por Ascanio se perdió para siempre. El enfrentamiento entre Roma y Alba Longa, engrandecido por las fuentes tardías, fue seguramente una lucha entre dos comunidades pujantes de mediano tamaño por la hegemonía en el área del Lacio. Roma triunfó y se convirtió en la potencia que dominaba la región, cayendo Alba en el olvido. Si se conservó su nombre en la leyenda fue únicamente por su presencia en el mito que permitía a los romanos entroncar con Eneas y la casa real troyana.

Fundación de Cartago

Eneas llegando a la Corte de Dido
Aunque no se trata de una ciudad griega o romana, sino fenicia, los orígenes míticos de Cartago están unidos de forma inseparable con los de la fundación de Roma. No sabemos bien cómo surgió la leyenda de la fundación de Cartago, ni si fueron los propios cartagineses quienes la concibieron y fue una leyenda surgida en el ámbito cultural griego. Los arqueólogos e historiadores han constatado que Cartago, llamada Qart Hadast o "Ciudad Nueva", fue una fundación de los fenicios de Tiro que, presionados por el creciente poder de los asirios, se lanzaron a crear colonias en el Mediterráneo. La ciudad de Cartago, cuyas ruinas se encuentran en la actual Túnez, fue fundada en un enclave privilegiado, con un magnífico puerto natural que daba refugio a los barcos mercantes y con tierras fértiles a su alrededor. Cartago estaba además situada muy cerca de las ricas ciudades griegas de la Magna Grecia, y tenía a su alcance la fértil isla de Sicilia. Una situación que, sumada al carácter emprendedor de los fenicios, no tardó en convertir este urbe en una potencia del Mediterráneo Occidental.
Por desgracia, no sabemos qué era lo que los cartagineses contaban acerca de la fundación de su ciudad. La destrucción total de esta magnífica urbe a manos de Escipión Emiliano en la Tercera Guerra Púnica se saldó con la quema de todos los archivos y documentos que los cartagineses podían guardar en sus bibliotecas. La literatura de Cartago murió, y junto a ella todas sus tradiciones y su historiografía. Roma se encargó de que Cartago fuera destruida tanto física como espiritualmente, y la misma sal que echaron sobre el territorio de la ciudad para convertirla en un erial, lo echaron en la historia de esta urbe gracias a la propaganda. Nada quedó de las tradiciones cartaginesas.
Lo que sabemos acerca de la fundación de Cartago ha llegado hasta nosotros por fuentes griegas y latinas, especialmente la "Eneida" del poeta Virgilio, que vivió en tiempos de Augusto. Nada de lo narrado por Virgilio fue inventado por él: el poeta se limitó a recoger una tradición muy antigua que explicaba tanto el origen de Cartago como su visceral enemistad con Roma. Por desgracia, hemos perdido también las obras literarias anteriores a Virgilio que hacen referencia a esta leyenda, por lo que no sabemos qué fue añadido por el poeta y qué corresponde con la tradición más antigua. De cualquier modo, lo que los versos de Virgilio nos cuentan no es el mito fundacional de Cartago tal y como lo veían los cartagineses, sino tal y como lo veían e interpretaban los romanos.
Según la tradición recogida por Virgilio, Cartago fue fundada por un grupo de fenicios de la ciudad de Tiro, un dato que la arqueología ha podido constatar. En la ciudad de Tiro gobernaba el rey Matán I, también llamado Belo en algunas fuentes, que tenía tres hijos: Pigmalión, el primogénito y heredero al trono; Dido, también conocida como Elisa, y la pequeña Ana. Como era habitual en las ciudades orientales, el poder del rey de Tiro estaba limitado por el de algunos sacerdotes, siendo Siqueo, sacerdote de Melkart, el más poderoso. Una vez Pigmalión llegó al trono, codiciando las riquezas de Siqueo, forzó a su hermana Dido a casarse con él, con el objetivo de que ésta le revelara el paradero de los tesoros del dios Melkart. Sintiéndose utilizada, Dido engañó a su hermano acerca del lugar en el que este tesoro estaba oculto, pero no pudo evitar que su esposo Siqueo fuera asesinado. Para escapar de la ira de Pigmalión, Dido escapó de Tiro llevándose los tesoros de Melkart y un cortejo de hombres y mujeres fieles entre los que estaba su hermana Ana.
Para huir de la cólera de Pigmalión, Dido y sus hombres navegaron hacia occidente durante varios días, hasta que llegaron a una tierra que parecía acogedora y fértil. El lugar estaba sin embargo habitado por los gétulos, cuyo rey, Jarbas, no deseaba recibir una comunidad de extranjeros. Para burlarse de la reina Dido, le dijo que le entregaría tanta tierra como ella misma fuese capaz de abarcar con una piel de buey. Dido decidió aprovecharse de la insolencia del monarca: cortó la piel del buey en tiras muy finas, y con ella logró abarcar un gran perímetro de tierra, suficiente para fundar una nueva ciudad. Jarbas, que había jurado entregar la tierra a los tirios, tuvo que mantener su promesa y resignarse a que éstos se instalaran en el lugar. La ciudad recibió el nombre de Qart Hadast, que en la lengua tiria significa "Ciudad Nueva". Para aquellos hombres y mujeres salidos de las tierras fenicias, Cartago significava un nuevo comienzo.
La recién fundada Cartago no tardó en prosperar y en convertirse en una rica comunidad de comerciantes y agricultores. Años después de la fundación, llegó hasta sus costas un grupo de exiliados troyanos que, tras la destrucción de su patria a manos de los aqueos, habían escapado de la muerte capitaneados por el héroe Eneas. Dido decidió dar acogida a los recién llegados, que se instalaron en la ciudad de Cartago. La reina quedó prendada de los encantos del héroe Eneas, y no dudó en confesarle su amor. Sin embargo, Eneas tenía otro destino: partir a Italia y sembrar la estirpe que siglos después daría lugar a la fundación de Roma. Tras reponer sus fuerzas y arreglar sus naves, Eneas y los troyanos partieron de Cartago. Despechada, Dido erigió una enorme pira y le prendió fuego para arrojarse a ella tras atravesarse el pecho con una espada. Antes de morir, la reina de Cartago juró odio eterno a los descendientes de Eneas, un odios que se extendería hasta la Roma y la Cartago de las Guerras Púnicas.

Fundación de Alejandría

Reconstrucción de la maravilla de Alejandría
Aunque la fundación de Alejandría es presentada en las fuentes como un hecho histórico y sin duda alguna muchos de sus elementos son reales, hay muchos datos acerca del nacimiento de esta ciudad que caen de lleno en el campo de las leyendas. Alejandría fue una de las ciudades más poderosas, prósperas y célebres de la Antigüedad desde su misma fundación. Capital del reino helenístico de los Ptolomeos, Alejandría se convirtió en la capital cultural de todo el mediterráneo. Sabios de todos los rincones del mundo conocido acudían a esta ciudad, atraídos por su ambiente liberal y por las posibilidades que les brindaba la Gran Biblioteca, la institución que reunía todos los libros escritos en la Antigüedad. Su enclave envidiable, frente a la isla de Faros, y su cercanía con el fértil valle del Nilo, hicieron de Alejandría una ciudad de ricos comerciantes y artesanos. A pesar de estar en tierra de Egipto, Alejandría fue siempre una ciudad griega. De hecho, cuando griegos y latinos hablaban de esta ciudad se referían a Alejandría "junto a Egipto" y no a Alejandría "en Egipto".
En el año 332 a.C., Alejandro magno, rey de Macedonia, tras haber derrotado a los persas en diversas batallas, entró en Egipto como nuevo señor de esta tierra. El país del Nilo había pertenecido durante varias generaciones al Imperio Persa, por lo que Alejandro lo reclamó como parte de su nuevo Imperio. Aunque en Egipto existían algunas colonias griegas desde siglos atrás, sus habitantes apenas se habían mezclado con la población local, que seguían viviendo como en tiempos de los faraones y considerando a sus soberanos como dioses. Alejandro quedó fascinado con Egipto, sus monumentos y la antigüedad de su historia, hasta el punto que decidió fundar en esta tierra la que sería la mayor de todas las ciudades patrocinadas por él.
Según cuenta el escritor Plutarco en su "Vida de Alejandro", el rey decidió el emplazamiento de la nueva ciudad después de tener un sueño en el que un anciano de larga barba blanca le recitaba un pasaje de la Odisea de Homero en el que se habla de la isla de Faros. Al despertarse, Alejandro pidió que le llevaran al lugar de la costa que estaba frente a la citada isla, y se dio cuenta de que estaba ante el emplazamiento perfecto para levantar la que sería la nueva capital de Egipto. Deseoso de marcar el territorio de la nueva ciudad, ordenó que le dieran algún material con el que trazar el futuro recorrido de la muralla, pero los sirvientes sólo pudieron encontrar varios sacos de harina. El rey no desistió de su plan, y trazó los límites de la futura Alejandría con harina. De inmediato, todo tipo de aves salieron de las marismas para picotear el polvo blanco. Alejandro quedó aterrado al interpretar aquello como un mal augurio, pero el adivino Aristandro, que viajaba con él, le sacó de su error, afirmando que aquélla era una señal de los dioses que querían indicar la riqueza y prosperidad que la ciudad alcanzaría tras su fundación.
Alejandro no pudo ver la ciudad construida, pues partió poco tiempo después para culminar sus campañas contra Darío, rey de los persas. La muerte le sorprendió en Babilonia años después, pero Ptolomeo, uno de sus generales, decidido a crear un reino en el que instaurar su propia dinastía, partió hacia Egipto llevando consigo el cuerpo del rey. De este modo, Alejandro Magno regresó a Alejandría, la ciudad que acogería su tumba durante siglos.

Fundación de Tebas

Yacimiento micénico en Tebas
La actual ciudad de Θήβα, antigua Θῆβαι, es una modesta ciudad griega, cuyas excavaciones arqueológicas han desvelado los restos del palacio micénico más antiguo conocido hasta ahora: ni más ni menos que del siglo XV a.C.. Su fundación es, según la mitología, responsabilidad directa del fenicio Cadmo quien, además de levantar la ciudad, habría traído el alfabeto fenicio de su lugar de origen.
Cadmo era hijo de Agénor, nieto de Poseidón, y hermano de Fénix, Cílix y Europa. Cuando el enamoramiento del lascivo Zeus hizo que, convertido en toro, raptara a la inocente Europa, Agénor, rey en la zona sur de la región que conocemos como Fenicia, mandó a sus hijos y a la madre de éstos en busca de su querida hija, advirtiéndoles de que su fracaso implicaría el destierro.
La comitiva partió hacia el norte y, a medida que sus miembros iban viendo truncadas sus esperanzas, iban abandonando y, el grupo, menguando. De esta manera, Fénix fundó, en primer lugar, Fenicia y Cílix abandonó en el lugar en el que se construiría Cilicia. Pero Cadmo resistía, puesto que tenía la intención de consultar al oráculo de Delfos. Una vez que llegó a la ciudad y pudo consultar al oráculo sobre su porvenir, éste le sugirió que buscara una vaca en cuya cabeza viera la señal de la luna, que la siguiera y que residiera por siempre en el lugar en el que ésta se posara, puesto que ése sería su nuevo hogar.
Ante estas misteriosas palabras, Cadmo siguió su camino con resignación, hasta que avistó al animal que coincidía con la descripción dada, de modo que siguió a la bestia hasta que ésta se posó. En ese lugar fue fundada Cadmea, primer nombre de la ciudad que más tarde sería llamada Tebas.
Tiempo más tarde nacería Layo, descendiente de Cadmo, y de éste Edipo. Edipo de Tebas fue abandonado por su padre por miedo a la resolución del oráculo de Apolo, el mismo que consultara varias generaciones antes también su bisabuelo Cadmo. El oráculo le había prometido parricidio e incesto para el hijo que engendrara. El resultado es bien conocido. Tras la realización del oráculo, Edipo se arrancaría los ojos y perpetuaría la maldición que sobre su estirpe cayera en el pasado. Pero dejemos que una parte de la historia nos la cuenten en forma de mítica leyenda los maestros argentinos, Les Luthiers, con los siguientes versos:
Te irás con mi hijo, no quiero que crezca,
haz tu que perezca como te parezca.
Cumplida la orden, el muy desdichado,
con los pies atados, quedose colgado.
Edipo salvose y a Layo matolo,
peleándolo él solo al cielo enviolo.
Semanas más tarde, a Tebas avanza,
resolver alcanza cierta adivinanza.
La Esfinge de Tebas, al ser derrotada,
se ofusca, se enfada y se hace pomada.
Y sin darse cuenta, casado él está,
con quien saben ya, ¡su propia mamá!

Fundación de Atenas

Vistas de la grandiosa Atenas
La capital de la democracia no podía tener un origen menos prestigioso que aquel sistema político que legó. Dioses, héroes y reyes míticos construyeron de un pueblo, o varios según las leyendas, la ciudad que hasta hoy ha llegado, la que se convirtió en cuna de la cultura y ejemplo para el resto de ciudades de Grecia, alcanzando su cénit en el siglo V a.C. Se pierde en el inicio de los tiempos el fundador de la polis por excelencia. Incluso pudo no ser una solo persona, se dice que fueron varias aldeas que por motivos estratégicos, económincos y militares se unieron bajo el nombre de Atenas, de aquí el uso del plural para su denominación. Lo que su nombre sí indica es que Atenea es su diosa tutelar, la que vela porque la ciudad prospere y esté segura.
Fue durante el reinado de Cécrope, al que se considera primer rey de Atenas, cuando los atenienses eligieron al dios que tomarían como patrón. Como Poseidón y Atenea querían ser la divinidad particular de la ciudad, elevaron a Zeus sus diferencias. Este, para evitar meterse en problemas, dejó en manos de los atenienses la decisión, serían ellos quienes votaran por su dios tutelar. Poseidón, para convencer a la población de Atenas, clavó su tridente en la tierra de la que surgió una fuente de agua salada; Atenea, por su parte, plantó un olivo. Los atenienses dirimieron la disputa votando por Atenea adoptando así el nombre de la diosa de la sabiduría.
Cécrope fue un ser mítico hijo de Gea mitad hombre mitad serpiente. Llegó al trono tras casarse con la hija de Acteo, tercer rey del Ática. En sus 50 años de reinado dotó a Atenas de Santuarios, de un ceso, de viñas y los conocimientos para cultivarlas; también dividió la polis en doce barrios y enseñó a los atenienses a sacrificar animales para los dioses, apartándolos de los sacrificios humanos. Él fijó los cimientos de Atenas e inició el camino que la llevaría ser la capital de Grecia. El trono de Atenas fue heredado por Cránao, quien fue destronado por su yerno Anfictión. Durante casi tres siglos, diferentes reyes míticos alcanzaron el poder, entre los que cabe destacar a Egeo, rey que daría nombre al mar que baña la costa este de Grecia y a su sucesor Teseo, el héroe que conseguiría acabar con el Minotauro.
El término usado para denominar a los reyes de Atenas era Βασιλεύς, Codro fue el último al que se le nombró de esta manera como honor por su sacrificio durante la guerra con los dorios que irrumpieron en Grecia. Llegó a oídos de Codro el oráculo que decía que si él vivía, los dorios capturarían Atenas. Los dorios, quienes también conocían el augurio, se cuidaron mucho de intentar tomar la ciudad asegurando la vida del rey. Pero Codro, en un acto de valentía salió de la ciudad disfrazado de mendigo, se cruzó con dos enemigos con los que comenzó una reyerta, Codro mató a uno de los enemigos, pero el otro le quitó la vida salvando de esta manera a la ciudad de Atenas. Debido a su sacrificio se decretó en Atenas que Codro sería el último denominado con el nombre de Βασιλεύς. Los gobernantes de Grecia fueron llamados desde entonces con el apelativo de arcontes.

Fundación de Itálica

Yacimiento de Itálica
Itálica, en la actual Santiponce, provincia de Sevilla, fue una de las principales ciudades del sur de la Península Ibérica durante los últimos años de la República romana y el Imperio. Tal fue la prosperidad alcanzada por este núcleo urbano que de sus élites municipales salieron dos de los mejores emperadores que Roma tuvo jamás: Marco Ulpio Trajano y Publio Elio Adriano. Todavía hoy, Itálica es una muestra del esplendor de la cultura romana en Hispania, un yacimiento visitado por miles de personas cada año que acuden a él atraídas por la belleza de sus domiy de su magníficamente conservado anfiteatro.
La fundación de Itálica está ligada a la figura del general Publio Cornelio Escipión el Africano, el vencedor de Aníbal en la Segunda Guerra Púnica. Tras los duros combates que Escipión había mantenido contra las tropas de los cartagineses en la Península Ibérica, que se habían salado con la salida de Aníbal hacia los Pirineos, muchos de sus soldados habían recibido heridas o habían quedado mutilados, por lo que el general ya no podía hacer uso de ellos en sus futuras campañas. Estos soldados eran en su mayoría originarios de diversos puntos de Italia, pero no sentían ningún deseo de regresar a una tierra que estaba a punto de verse asolada por la guerra. Por este motivo, suplicaron al general que les permitiera permanecer en Hispania después de que se les hubieran repartido tierras para su cultivo. Es muy probable que algunos de estos soldados, tras varios años de campaña en esta zona, hubieran tomado como esposas a mujeres indígenas, motivo por el cual preferían permanecer con sus nuevas familias antes de regresar a Italia. Escipión escuchó su petición y decidió concederles las tierras que demandaban en la fértil zona que bañaba el río Baetis, el actual Guadalquivir. Es probable que en el lugar donde se establecieron los veteranos ya existiera una pequeña ciudad turdetana cuyo nombre se ha perdido por no recogerlo las fuentes literarias. De este modo, en el año 206 a.C., el general Escipión repartió tierras, trazó los límites de la nueva ciudad y permitió que sus soldados veteranos empezaran una nueva vida como colonos en la tierra de Hispania. En honor del origen itálico de estos veteranos, la nueva ciudad recibió el nombre de Itálica.
Itálica es destacada por las fuentes antiguas como la primera colonia que los romanos fundaron fuera se la propia Italia. La fundación de colonias había sido el medio por el que Roma había asentado su poder en toda la Península de Italia, concediendo a los colonos diversos estatutos de ciudadanía, bien la ciudadanía romana plena, bien la ciudadanía latina, que constituía un nivel intermedio de derechos ciudadanos. Los especialistas creen que Itálica fue fundada en un principio con una concesión de ciudadanía latina, posiblemente porque la mayor parte de los veteranos que se asentaron en ella no eran tampoco ciudadanos romanos. Un siglo y medio después de su fundación, Julio César premió a la ciudad de Itálica con la ciudadanía romana completa por haber mantenido la fidelidad a su causa frente a las tropas de los hijos de Pompeyo.

Fundación de Augusta Emérita

Teatro Romano de Mérida
La ciudad de Mérida, heredera de la antigua Augusta Emérita, es en la actualidad una de las localidades de toda la Península ibérica que mejor ha sabido conservar y sacar partido a su patrimonio clásico. Con su teatro que se llena de pública cada año para celebrar el Festival de Teatro Clásico de Mérida, su casas romanas, su anfiteatro y su enorme circo, Mérida es uno de los grandes valores de la Cultura Clásica en España. ¿Cuál es el origen de esta ciudad?
Después de conseguir someter a las últimas tribus del norte de Hispania, los indómitos astures y cántabros, el princeps Augusto decidió recompensar a los hombres que tan duramente habían combatido en sus legiones y que le habían permitido declarar la paz en todo el Imperio. La Legión V Alauda y la Legión X Gemina fueron recompensadas con tierras en las fértiles llanuras de la Lusitania, en un punto intermedio de la llamada Vía de la Plata que unía el norte de la Península con las ciudades del sur, en la Bética. Para organizar el asentamiento de estos veteranos de guerra se creó una nueva ciudad, que recibió precisamente el nombre de Emérita para reconocer la labor de estos curtidos soldados eméritos ya retirados. Su nombre completo fue Colonia Iulia Augusta Emerita, siguiendo la costumbre iniciada por Julio César de poner su nombre a las ciudades que fundaba en las provincias. El nombre de la ciudad pasó a la historia con el más sencillo de Augusta Emérita, que con el paso de los siglos y la evolución fonética del latín vulgar al castellano, se convirtió en Mérida. Es muy probable que la nueva ciudad se levantara sobre una pequeña población indígena, o incluso romana, y que los veteranos tuvieran que mezclarse con los habitantes previos en esta urbe.
La ciudad se construyó siguiendo modelos hipodámicos, con largas calles que se cortaban en ángulo recto. La munificencia de Augusto le permitió dotarse desde muy pronto de todo tipo de edificios públicos, muchos de los cuales se conservan en la actualidad. El teatro, por ejemplo, fue patrocinado por el mismísimo Marco Vipsanio Agripa, mano derecha de Augusto y principal promotor de sus éxitos militares. Posteriormente recibió la atención y los favores de otros miembros de la casa imperial, como los jóvenes nietos del príncipe, que a cambio fueron honrados con inscripciones en zonas muy visibles del edificio. Otros monumentos, como el anfiteatro, consiguieron albergar a miles de espectadores que acudían a contemplar las luchas entre gladiadores o las cacerías de fieras exóticas. El circo fue construido ya después de la muerte de Augusto, posiblemente en tiempos de su sucesor, Tiberio.
Augusta Emérita se convirtió después de su fundación en la capital de la nueva provincia de Lusitania, que formaba parte junto con la Bética de la antigua Hispania Ulterior que Augusto dividió para facilitar su gobierno. Desde entonces, Emérita fue prosperando a lo largo de los siglos, hasta conocer una notable decadencia en época medieval.

Fundación de Tarento

Actual ciudad de Tarento
La ciudad de Tarento es hoy una hermosa urbe en la costa de la región de Apulia en la que convive la modernidad con la más pura tradición de la Italia del sur. Su situación envidiable, en pleno golfo de Tarento, la convierten en un excelente puerto marinero, al tiempo que atrae a numerosos turistas cada año. Tarento es además una de las ciudades italianas con una tradición legendaria más curiosa, pues su historia la entronca de forma directa con la antigua Esparta.
Tarento , según las fuentes literarias, fue fundada en el año 706 a.C., es decir, en pleno momento de auge de la colonización griega en el sur de la Península Itálica. Las ciudades griegas de la Hélade, presionadas por el aumento de población, habían decidido solucionar los problemas sociales que de esta situación se derivaban fomentando la marcha de parte de sus ciudadanos a nuevas tierras en las que se establecían nuevas ciudades totalmente independientes. Los colonos que llegaron al sur de Italia se encontraron con una tierra fértil en la que rápidamente prosperaron como agricultores y comerciantes. Tal fue la afluencia de ciudadanos griegos a esta región y tal la prosperidad de las nuevas ciudades que pronta esta zona del Mediterráneo pasó a conocerse como la Magna Grecia.
La principal característica que diferencia a Tarento de otras colonias de la región es que la metrópolis de la que procedían sus primeros habitantes era nada más y nada menos que la ciudad de Esparta, la que con el paso de los siglos se convertiría en la polis más poderosa de toda la Hélade debido a la potencia de su ejército de tierra. Aunque hoy los arqueólogos e historiadores están matizando esta tradición, las fuentes nos cuentan que el carácter belicoso y austero de los espartanos les llevó desde los mismos orígenes de la ciudad a no desarrollar la artesanía o el comercio, sino que se centraron en el cultivo de la tierra y el fortalecimiento de sus guerreros. Del mismo modo, Esparta se quedó al margen de la fundación de colonias que sí protagonizaron otras muchas ciudades en época Arcaica. Con una excepción: la ciudad de Tarento.
Para explicar el porqué de esta fundación por parte de una polis como Esparta que rechazaba el comercio y todas las actividades relacionadas con él, la tradición relacionó el origen de Tarento con una curiosa historia que tuvo lugar en tiempos de la Primera Guerra Mesenia. En este conflicto, los ciudadanos de Esparta tuvieron que hacer frente a la rebelión de los mesenios, una población que vivía sometida a ellos, y hasta que consiguieron controlar la revuelta pasaron varios meses durante los cuales estuvieron ausentes de sus casas. Cuando regresaron, muchas de sus mujeres estaban embarazadas, y sobre ellas cayó la sospecha de que habían cometido adulterio con periocos, hombres libres de Esparta que no gozaban de todos los derechos de ciudadanía. Cuando los niños nacieron, conservaron el estigma de la sospecha de su origen bastardo, y fueron rechazados por la férrea y cerrada sociedad espartana. Hasta tal punto llegó este rechazo que, una vez adultos, trataron de levantarse contra los aristócratas espartanos, pero fracasaron en el intento y fueron condenados al destierro. Con Falanto, un noble del que también se sospechaba que podía ser un hijo bastardo, como líder del grupo, partieron a buscar nuevas tierras, y las encontraron en el hoy llamado golfo de Tarento, lugar en el que fundaron la nueva ciudad.
Con el paso del tiempo, y como era habitual en las colonias griegas, Falanto fue considerado un héroe, y recibió culto en numerosos templos como si de una divinidad se tratara. La devoción por el fundador de a ciudad fue tal que su figura se confundió con la de Taras, un dios local del que se decía que era hijo de Poseidón y cuyo nombre había dado origen al topónimo de la ciudad.

Fundación de Constantinopla

Santa Sofía en Estambul
La que llegara a convertirse en la ciudad más grande, poblada, dinámica y rica de la Edad Media comenzó su andadura como una pequeña colonia de Mégara que según la mitología fue fundada por el héroe Bizas, hijo de una ninfa y nieto del dio Poseidón. Su posición estratégica en el paso del Bósforo les permitió crecer como una ciudad volcada hacia el comercio, que recibía mercancías de toda Grecia y Oriente. Pero además, Bizancio estaba rodeada de tierras muy fértiles y ricas que les permitieron convertirse en grandes exportadores de trigo. Con el paso de los siglos, Bizancio se convirtió en una pieza clave en la política oriental, tanto de las polis arcaicas y clásicas como de los reinos helenísticos que dominaron la región hasta la llegada de las legiones de Roma.
Ya con Bizancio convertida en una gran ciudad bajo el poder de los emperadores romanos, el centro del poder político y económico fue desplazándose hacia un Oriente cada vez más rico y abandonando un Occidente decadente en el la vida urbana comenzaba a languidecer. Fue en el 324 d.C., cuando el emperador Constantino, después de derrotar a su rival Licinio, decidió emprender una profunda reforma de las estructuras imperiales que las adecuara a la nueva realidad social y económica. Para dar mayor peso a un Oriente que era el principal motor del Imperio, Constantino decidió construir allí una nueva ciudad que ejerciera el papel que había cumplido Roma en el pasado. Una nueva capital para el Imperio, construida a mayor gloria de su emperador. Nació así el proyecto de Constantinopla, que, pro expreso deseo de Constantino, se levantó sobre la antigua ciudad de Bizancio. De este modo, se aprovecharía su inmejorable puerto natural, al tiempo que las feraces llanuras de los alrededores aseguraban un aporte de grano para una población creciente.
Constantino decidió seguir el modelo de Roma, y dividió la nueva ciudad en catorce regiones, que acogerían todo tipo de templos, viviendas, edificios públicos y espacios de ocio. Para llevar a cabo las obras se desplazaron a Bizancio varias decenas de miles de esclavos, muchos de ellos godos y otros bárbaros del norte. La ciudad creció y se fue embelleciendo a lo largo de los diez años que duraron las obras. Para dotarla de monumentos, Constantino ordenó saquear numerosas ciudad orientales como Éfeso, Alejandría e incluso la misma Atenas, que tuvieron que aceptar las órdenes del emperador. Existe una gran polémica en torno a las leyendas que dicen que Constantino ordenó destruir los antiguos templos paganos y construir las primeras iglesias cristianas tras su conversión a esta religión. Todavía hoy es objeto de debate hasta qué punto el emperador fue un converso o sólo asumió el cristianismo como un mecanismo de propaganda para afianzar su poder frente a otros aspirantes al trono.
En el año 330 d.C., a pesar de que quedaba mucho por hacer, las obras se dieron por finalizadas para que el emperador pudiera dar paso a la inauguración oficial de su nueva capital. Constantino llevó a cabo numerosos rituales, y decretó unas jornadas de fiesta que duraron cuarenta días. A pesar de que el emperador tuvo que viajar por las provincias durante toda su vida, siempre mantuvo Constantinopla como su punto de referencia, y tras su muerte fue enterrado allí en un panteón. La ciudad, que contaba con algo menos de treinta mil habitantes cuando Constantino decidió convertirla en capital, llegó en algo menos de un siglo a tener más de medio millón de habitantes. De este modo, Constantinopla se convirtió no ya en la ciudad más grande del Imperio, sino en la más grande de todo el mundo, rango que ocuparía durante muchos siglos.
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