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sábado, 21 de noviembre de 2015

La construcción del Puerto de Santo Domingo. Ing. Félix Benítez Rexach.

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La construcción del Puerto de Santo Domingo. Ing. Félix Benítez Rexach.



Horacio Vásquez trató de construir el puerto y consultó al gobierno de Francia, que encargó al ingeniero Etienne Morrell, pero éste concluyó que era imposible. El mandatario insistió y contrató una compañía americana para que arreglara el puerto existente. Hicieron un ferrocarril que salía de Los Tres Ojos, para traer las piedras, pero eso no progresó, cuenta el vicealmirante De Windt.

En la Memoria correspondiente a 1927, presentada por Andrés Pastoriza, entonces secretario de Estado de Fomento y Comunicación, se refieren trabajos intensos en la recopilación de datos que afectan la construcción de obras en los puertos de Santo Domingo, San Pedro de Macorís y Puerto Plata. La supervisión y el estudio fueron confiados a la firma C. E. Young Co. Ingenieros Consultores y Contratistas establecidos en New York, adjudicados en pública subasta a los señores González y Ferrer. Pero habla de inconvenientes e imprevistos debidos a la muerte de Young, jefe de la firma y a la necesidad que tuvo el departamento de Obras Públicas de un personal experto para los trabajos y supervisión.

Félix Benítez Rexach, recuerda De Windt, ofreció hacer el puerto a mediados o finales de los años 30, pero Trujillo no tenía dinero, Félix sí, entonces llegaron a un acuerdo: el ingeniero iniciaba el puerto. No está lejos de la verdad el experto nauta. Una de las habilidades que luego se exaltarían al caudillo fue haber logrado que se rebajaran ocho millones de pesos al costo de la obra.

El día que se iniciaron los trabajos, rememora don César, una ola tremenda sorprendió a los obreros y desaparecieron casi todos, a mi entender, murieron más de sesenta hombres, pero entonces se dijo que fueron cinco o cuatro.

Antes, el río desembocaba en el mar cerca de donde estaba la escalinata que bajaba a la Torre del Homenaje, y ahí uno se embarcaba. El puerto no tenía más de diez a doce pies, los barcos tenían que quedarse en lo que llamábamos el antepuerto o Placer de los Estudios, eso era mar. Pero Benítez le quitó tremendo pedazo e hizo, inclusive, el lugar donde está Sans Soucí, que quiere decir sin pena, y ahí construyó un club al que trajeron muchísimos artistas de lo mejor que había en Francia. Era obligatorio asistir vestido de gala. Esa casa se la regaló Benítez Rexach a Trujillo, ahí se hospedó un hijo de Roosevelt cuando la guerra. Se afirma que el dictador trajo a esa mansión a dar a luz a una de sus amantes predilectas que residía en el extranjero, para que sus hijos nacieran en territorio dominicano. Tras el ajusticiamiento, se alojó a oficiales de la Marina, según De Windt.

Una edificación de entonces que pocos dominicanos conocieron fue el Fuerte Trujillo, levantado para defender la entrada del Puerto, especialmente durante la Segunda Guerra. Hoy sólo quedan los cimientos. Otro trozo de mar convertido en tierra, fue el destinado a la avenida U. S. Marine Corps, inaugurada, dice De Windt, en 1939 con la visita del acorazado Texas, y desfilaron por ella todos los marinos de a bordo. Todavía en mapas de 1955 se puede apreciar la vía, que era un tramo de la George Washington que llevaba a la 19 de marzo. Estaba el fuerte de San José y un faro, una obra de arte hecha en Inglaterra y Francia, ordenada por Buenaventura Báez en 1853, y que mandó a demoler Trujillo.

Fue sacrificada para hacer el muelle, la playa El Retiro, otrora sitio de esparcimiento de los capitaleños, de la cual sólo quedan como símbolo las escaleras por donde descendían los bañistas. Por ahí se produjo la primera ocupación americana el once de febrero de 1904 cuando el crucero Newark desembarcó sus tropas, apunta el historiador Vetilio Alfau Durán. Ahí se construyó el edificio que alojaba la Banda de Música, el taller de carpintería, Faros y Boyas de la Marina de Guerra y un área para sus miembros afectados de enfermedades venéreas. Ahora están allí la terminal turística de Sans Soucí, la Autoridad Portuaria, dos restaurantes y la Escuela de Marina Mercante de la Liga Naval Dominicana, fundada por don César y de la cual es maestro.

Una parte de lo que era el ingenio Francia también se lo robó el muelle. Por ahí se hizo el primer embarque de azúcar en época de Lilís. El barco lo mandó don Gerardo Hansen.

TRUJILLO INVESTIGA

Un día, siendo jefe de la Policía Bonetti, se metieron unos contables a la oficina de Benítez, a revisar los libros, por orden de Trujillo, a ver si lo estaba engañando. Y yo, siendo jefe de la Marina, di instrucciones al comandante del Puerto, que era César Sáez, para que dejara que se metieran por el techo porque se creía que Félix Benítez llevaba dos contabilidades, y, como se sabe, Trujillo no hacía nada sin recibir beneficio.

Mientras realizaban los trabajos, narra el vicealmirante, mucha gente decía por lo bajo que era un disparate, y ese puerto ha estado ahí casi setenta años sin haber tenido mantenimiento, y sigue funcionando. Para él, aquellos trabajos eran una necesidad. Ciudad Trujillo no tenía un puerto, los barcos debían quedarse fuera y la gente tenía que correr el riesgo de embarcarse en una lancha. La isla artificial que ahora se proyecta, no la justifica, porque no se sabe si tomarán en cuenta cómo se pone el mar en cierta época del año y porque esa cantidad de dinero se debe emplear en aumentar la educación y eliminar la pobreza.

Y mientras camina por todo lo que ayer fueron olas, agua salada, costas, se remonta a otros tiempos y concluye, nostálgico: Esperemos que un día la mar no quiera recuperar lo que le pertenece.

FÉLIX BÉNITEZ REXACH VOLVIÓ SECO LO QUE ERA
AGUA Y ASÍ NACIÓ SANS SOUCÍ

La noticia es del 25 de mayo de 1936. Pero ya antes se anunciaban las llegadas del vapor alemán Tificia con cargamento de estacas; del Frida Horn, con otros materiales. Se iniciaban las prolongaciones de nuevos pies de tajamar, de dragados en canales a fin de desaparecer bancos de arena que también profundizarían en el río para extraer viejos pilotillos. Entre la parte que ocupaba la playa El Retiro y el fondo de la ensenada, se dragará un nuevo sector para la ciaboga de los grandes buques y para que la ensenada quede suficientemente amplia para el acuatizaje de hidroaviones, explicaban.

La draga Hamilton era objeto de adaptaciones y estos y otros detalles técnicos eran noticia invariable, cada día, en la prensa de la época.

El ocho de marzo de 1935, Rafael Trujillo y el ingeniero puertorriqueño Félix Benítez Rexach, como ingeniero contratista, firmaron el contrato que contemplaba: Construcción de un malecón de hormigón en la margen occidental del río Ozama, empezando en un punto frente a la Torre del Homenaje y terminando en el puente, con una longitud total de 3.100 pies aproximadamente.

Trujillo le dió 500,000 pesos para la compra de la draga que se usaría para la obra y que después de concluida la misma, fuera la manzana de la discordia entre ellos.

También se acordó la construcción de un rompeolas con un largo de 1,900 pies; de un tinglado de acero de 900 pies de largo por 60 de ancho; del dragado de todo el puerto a una profundidad de 30 pies, de manera que tuviera un área de cerca de 200 cuerdas que permitiría la entrada de los vapores más grandes del mundo, pues gran parte de lo que se conoce por la Hacienda La Francia, si no toda, que está a unos 30 pies sobre el nivel del agua, será excavada y dragada a una profundidad de 30 pies, se especificaba.

La nueva construcción dotaría a la Capital de un verdadero puerto moderno en todos sus aspectos y de facilidades para todos los buques, sean del calado y del tamaño que fueren, pues ya se conocía la situación geográfica de Santo Domingo y se sabía de los incontables vapores que pasan muy cerca de la ciudad, pero no llegaban hasta aquí por la falta de un puerto. Puede decirse que la rémora de esta ciudad y del país ha sido la falta de un puerto en la capital más vieja del Continente. Todos los gobiernos sabían eso, pero ninguno pudo enfrentársele a la obra.

En un laudatorio artículo, el escritor Rafael Damirón celebraba la histórica firma, el inicio de los trabajos, invitando a dar repiques tocados con la campana sonora de la Victoria. El currículum de Benítez destacaba su experiencia en estos negocios y trabajos, muy conocidos en Puerto Rico donde hizo el magnífico puerto de Mayagüez y varios de los principales muelles de la Isla de San Juan.

INAUGURACIÓN

El cuatro de agosto de 1938, se reunieron en la oficina de las obras de Puerto Trujillo, Emilio Espínola, secretario de Comunicaciones y Obras Públicas; Arturo Pellerano Sardá, presidente de la Cámara de Diputados y director del Listín Diario; Virgilio Álvarez Pina, presidente del Consejo Administrativo; Héctor Bienvenido Trujillo, Jefe del Ejército; Eduardo Soler hijo, director general de Obras Públicas; Luis A. Iglesias Molina, encargado de las obras del Puerto; José Ramón Báez López Penha, ingeniero del Distrito; Juan Santoni, gerente de la New York and Porto Rico Line; Ramón Martínez H., gerente de la Bull Insular Line, y Frederich Schad, agente de la Naviera Holandesa, miembros todos del Comité Organizador de la Inauguración de las obras, acto que tendría lugar el 15 de agosto de ese año.

El día de la solemne ceremonia, la prensa anunciaba con todo el despliegue de su primera página el programa, ilustrado con una preciosa vista aérea del hermoso puerto de Ciudad Trujillo, la magna obra del Benefactor de la Patria que hoy será inaugurada, en la que podía apreciarse el rompeolas adentrado en el mar, el moderno y elegante palacete de Sans Soucí, suntuosa y confortable residencia de descanso del Honorable Presidente Trujillo, edificada sobre la playa artificial para la que se aprovechó la arena dragada del canal de Puerto Rico.

Texto: Angela Peña, periódico HOY

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