Los PALMEROS acusados del asalto al Royal Bank of Canada en el ensanche Naco, un 8 de noviembre de 1971.
por Hamlet Hermann
Esta descripción ha sido realizada a partir de lo publicado por la prensa dominicana entre el 8 y el 17 de enero de 1972. Sólo dos párrafos provienen de vivencias particulares hechas por personas ligadas a esos hechos. Sirva este ordenamiento como punto de partida para análisis posteriores de parte de quienes pretendan aproximarse lo más posible a la verdad histórica.
Desde Cuba, el coronel Francisco Caamaño Deñó envía un mensajero alertando a los Comandos de la Resistencia sobre una peligrosa infiltración enemiga en sus filas y urgiéndolos a realizar una retirada táctica. Los compañeros en Santo Domingo rechazan totalmente esa orden de su jefe máximo y reorientan sus acciones políticas.
El jefe de la Policía Nacional, general Neit Nivar Seijas, declaró que “desde hace 20 días (desde el 24 de diciembre) se seguía a un carro modelo 1972 propiedad de César A. Félix, la misma persona que alquiló la casa en la que se supone se escondían los prófugos (Comandos de la Resistencia).”
Familiares de algunos de los dirigentes de los Comandos de la Resistencia celebraron con éstos la llegada del año nuevo 1972 en la casa escondite del kilómetro 14 de la autopista Las Américas.
Una reunión de altos jefes policiales y militares tuvo lugar el día 6 de enero de 1972 en el Palacio de la Policía Nacional. Oficiales estadounidenses tomaron parte en la preparación de los planes para una operación de cerco y peinado de los barrios de la capital que se ejecutaría dos días después.
Tensión y extrema expectación vivió gran parte de la ciudad capitaleña el sábado 8 de enero de 1972 con la inesperada presencia de centenares de militares y policías que realizaron allanamientos masivos después de ocupar militarmente varios sectores de Santo Domingo. Por lo menos dos helicópteros de la Fuerza Aérea estuvieron sobrevolando los sectores afectados durante todo el tiempo que duró la masiva operación. Ese rastrillaje buscaba espantar a los revolucionarios que se encontraban ocultos por la ciudad y así provocar que se desplazaran hacia otros lugares. Todo sería cuestión de observar con detenimiento a los sospechosos de servir de contacto entre la organización y los dirigentes que hacían vida clandestina permanente.
Un sargento del Servicio Secreto pudo seguir a César Félix la noche del martes 11 de enero de 1972 y ver cómo, alrededor de las 8:00 de la noche, tomaba un camino que se internaba monte adentro desde la autopista Las Américas. Un par de horas después, el carro fue localizado en la calle José Gabriel García de Ciudad Nueva. Su dueño fue arrestado y conducido al destacamento de la Policía del kilómetro 12 de la autopista Las Américas. El general Nivar Seijas ya se encontraba allí y había ordenado que tropas de operaciones especiales rodearan el sitio señalado por el sargento del Servicio Secreto.
El área fue rodeada desde las 10:00 de la noche y las fuerzas policiales y militares penetraron hasta allí a las 2:15 de la madrugada. A esa hora ya los perseguidos habían abandonado la casa y se habían internado en una cueva.
César Félix condujo a las tropas al lugar exacto donde se encontraba el grupo de los Comandos de la Resistencia. Una vez frente a la casa, el general Nivar Seijas dijo que Félix se lanzó al suelo con inusitada destreza, presumiblemente para esquivar posibles disparos desde la casa. El propio Félix gritó: “Salgan que soy yo y me tienen preso”. Entonces salió Luis Antonio Ruiz, un joven que fue descrito como el sirviente de los “prófugos”. Ruiz fue entonces detenido para, posteriormente, ser asesinado por la Policía.
Las tropas ocuparon la residencia localizada en uno de los extremos de la autopista de Las Américas en el kilómetro 14 ½. En sus alrededores chocaron con dos miembros del grupo, quienes abrieron fuego contra los soldados y policías. Durante ese tiroteo resultaron heridos varios efectivos policiales, dos de los cuales murieron poco después en el hospital militar Lithgow Ceara. En el intercambio, del lado de los revolucionarios, cayeron Bienvenido Leal Prandy (a) La Chuta y Ulises Cerón Polanco.
El general Neit Nivar Seijas no quiso explicar a la prensa cómo la Policía conocía anticipadamente los nombres de los dos revolucionarios caídos durante las primeras horas del miércoles 12 de enero de 1972. Los periodistas especulaban que si los prófugos estaban fuertemente pertrechados y camuflados, cómo era posible que la Policía supiera los nombres de las personas alegadamente dentro de la residencia. Evidentemente habían obtenido esa información de fuentes de inteligencia e interrogatorios.
Al iniciarse los intercambios armados, los periodistas preguntaron al jefe de la Policía si no había posibilidades de apresar vivos a los prófugos a partir de ese momento.
“Ellos no querían arreglos lo que ofrecían era tiros. Pero tengo que cumplir con mi deber sea como sea.”Contestó el brigadier Neit Nivar Seijas.
La zona donde se escenificó la lucha había sido evacuada de civiles desde horas de la madrugada y la misma fue declarada zona militar.
Llegar al kilómetro 14, atascarse, volver a la capital para desviarse por la carretera antigua hacia el Este tomaba a un vehículo alrededor de dos horas. Los vehículos que tomaban la vieja carretera que conduce a San Pedro de Macorís eran detenidos y minuciosamente requisados.
La aerolínea doméstica Alas del Caribe abrió un puente aéreo de veinte vuelos entre el Aeropuerto Internacional de Las Américas y el de Herrera con el fin de movilizar pasajeros llegados al país o que saldrían de éste.
En Santo Domingo se registraron diversos acontecimientos, desde la suspensión de clases en planteles educativos hasta pedreas contra automóviles, escuelas y negocios. Un grupo de personas se dio a la tarea de quemar gomas de vehículos en las calles de la parte alta de la ciudad. Las labores docentes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo fueron suspendidas cuando la Policía acordonó sus alrededores. Los alumnos de la escuela Paraguay, en Ciudad Nueva, la emprendieron a pedradas contra agentes del orden público.
Desde las 9:00 de la mañana, los profesores de los liceos Juan Pablo Duarte, Paraguay, Unión Panamericana, Estados Unidos, Argentina y Víctor Estrella Liz decidieron suspender las clases en previsión de posibles desórdenes.
Por otra parte, en Santiago, tropas combinadas de la Policía y el Ejército y la Fuerza Aérea tomaron medidas.
A las 10:35 de la mañana un oficial se desmontó de un helicóptero e informó al jefe de la Policía y al secretario de las Fuerzas Armadas que tres sujetos le habían disparado a la nave desde una casa de concreto ubicada en el pequeño monte boscoso.
Los periodistas pudieron observar que desde los predios del Palacio Nacional partían jeeps y carros de asalto con soldados en traje de campaña fuertemente armados.
Fue formada una comisión de personalidades que pedía un cese al fuego para entonces solicitar a los perseguidos que se entregaran a las fuerzas del orden. La comisión la componían el nuncio apostólico, monseñor Luciano Storero; el rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, doctor Rafael Kasse Acta; el secretario general de la Asociación Médica Dominicana, doctor José García Ramírez; el director del periódico El Caribe, doctor Germán Emilio Ornes; el director del Listín Diario, Rafael Herrera, y el dirigente del Bloque Revolucionario Universitario Cristiano, bachiller Radhamés Castillo Mesa.
El doctor Balaguer se encontraba en una reunión con la Comisión Nacional de Desarrollo y optó por no responder a los reclamos de los comisionados. No obstante, se mantuvo atento al curso del combate que se entabló entre fuerzas regulares y jóvenes revolucionarios, acusados por la Policía Nacional del asalto al Royal Bank of Canada.
Un civil, balaguerista y antiguo diputado por Higüey, no identificado por la prensa, propuso una tregua y una comisión mediadora de eclesiásticos. El alto mando militar desechó la sugerencia y ordenó el uso de más efectivos y armas pesadas contra los jóvenes acorralados. Por lo menos en tales momentos hubo descontrol de la situación por el alto mando militar.
Luego de varios intercambios de disparos, hubo un cese de fuego alrededor de las 12:25 p.m. hasta que llegó la artillería pesada. Los efectivos policiales y militares sufrieron el mayor número de bajas alrededor de la 1:00 de la tarde cuando se produjo un intenso tiroteo alrededor de la cueva donde se encontraban Amaury Germán Aristy y Virgilio Perdomo Pérez.
La operación de ataque comenzó nuevamente a las 2:30 de la tarde cuando llegaron refuerzos en la forma de dos carros blindados de asalto, dos tanques AMX-60, dos cañones de 105 mm sin retroceso y ametralladoras de gran calibre. Además, un avión bombardero con insignias de Estados Unidos sobrevoló el área.
Los cuatro vehículos blindados se internaron en el lugar donde estaban los dirigentes izquierdistas poco después de las 2:00 de la tarde. El secretario de las Fuerzas Armadas, contraalmirante Ramón Emilio Jiménez, proclamó entonces que había que “acabar esta fiesta pronto” y desde ese momento llegaron más tropas y armamento.
Alrededor de las 3:00 de la tarde, asesores militares norteamericanos visitaron al alto mando de esa operación, ubicados en la autopista de Las Américas. Los aparentes miembros del Grupo Consultivo de Asistencia Militar (MAAG) fueron vistos en un carro blanco. Estuvieron unos 30 minutos en el sitio.
El jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Dominicana, general Juan Folch Pérez, propuso que se usara un avión Vampiro para disparar una bomba denominada “granada 81” la cual, según él, podría ser lanzada desde 1,000 pies de altura.
Mientras tanto, las tropas trasladaron morteros, lanzallamas, carros de asalto, dos cañones de 105 mm sin retroceso y otras piezas de artillería hasta un lugar cercano a la cueva. Refiriéndose al cerco tendido a los considerados guerrilleros, el contraalmirante Ramón Emilio Jiménez Reyes manifestó: Por ahí no pasa ni un gato. Mientras se realizaban esas movilizaciones militares, el secretario de las Fuerzas Armadas proclamó: ¡Qué no salga uno vivo!
La operación duró unas 15 horas de intenso tiroteo por la fuerte resistencia contra los efectivos militares y policiales que ofrecieron Germán Aristy y Perdomo Pérez, quienes se mantuvieron en acción defensiva desde horas de la mañana hasta avanzada la tarde.
A las 4:14 de la tarde se informó de la muerte de Virgilio Eugenio Perdomo Pérez, el último de los defensores de esa posición en la cueva desde donde mantuvieron a raya por más de 10 horas a unos mil quinientos (1,500) guardias y policías, la mayoría pertenecientes a las tropas mejor entrenadas de las Fuerzas Armadas.
Ya a las 4:30 de la tarde fueron retirados del escenario los tanques, los morteros, los cañones y se reforzó el contingente de soldados y policías que realizó el rastreo, supuestamente, en la búsqueda de Plinio Matos Moquete y Harry Jiménez.
Después que los dirigentes de los Comandos de la Resistencia cayeron sin vida, tras fuertes combates, los efectivos de la Policía y las Fuerzas Armadas se ensañaron contra sus cadáveres apuñalándolos, golpeándolos y quemándolos. Aumentó el dolor de los familiares el hecho de que les entregaran los cuerpos de sus parientes, totalmente desfigurados. Tomaron esto como una demostración de la cobardía de esos militares. A todos trataron de cortarles la cabeza según las señales que presentaban en sus cuellos, los que habían sido seccionados casi totalmente.
El cuerpo de Amaury Germán presentaba golpes, posiblemente propinados a culatazos en la frente, la nariz y el ojo derecho. Por la forma en que deformaron su cara, tuvieron que recurrir a señas particulares para identificar el cadáver.
Lo de Virgilio Perdomo fue lo más monstruoso porque de su cara no quedó rastro de lo que él era. Lo pusieron en condiciones que era imposible reconocerlo. Estaba totalmente lleno de heridas de bayonetas y trataron de cortarle la cabeza y una mano. La esposa de Virgilio dijo que le quedaba el consuelo de que “Como él murió hoy, es como mueren los valientes.” También dijo que al cadáver de su esposo le robaron el anillo de matrimonio, un reloj y otras prendas, y exigió su devolución. El cadáver fue entregado desnudo a sus familiares.
La madre de Cerón Polanco dijo que su hijo, después de muerto, lo quemaron, lo golpearon y lo apuñalaron.
En horas de la tarde, sólo después de finalizados los combates en el kilómetro 14, el director de Protocolo del Palacio Nacional, doctor Andrés Hermida, le comunicó al nuncio apostólico que el Presidente lo recibiría alrededor de las 6:00 de la tarde. El presidente Joaquín Balaguer prometió al nuncio apostólico garantías para la vida de los sobrevivientes del encuentro de ayer con las Fuerzas Armadas y la Policía que pudieran quedar todavía en la zona del kilómetro 14 ½ de la autopista de Las Américas.
El jefe de la Policía, general de brigada Neit Nivar Seijas, dijo a periodistas que había recibido órdenes superiores de entregar los cadáveres si los familiares se comprometían a realizar funerales de manera ordenada. En lo que se refiere a los funerales, el nuncio ha prometido recomendar que se conserve la calma y el orden a fin de que no se transformen en una manifestación política.
Un decreto expedido esa misma noche por el Poder Ejecutivo ascendió a los miembros policiales muertos en esos hechos.
La Asociación Dominicana de Abogados (Adoma) “dejó constancia de su más enérgica protesta por los sucesos acaecidos a la vez que condena el proceder inhumano, incivilizado e ilegal de las autoridades responsables en el hecho a quienes de seguro la historia los juzgará.”
Por su parte, el presidente del Partido Revolucionario Dominicano, Juan Bosch, consideró que “la confianza general recibió una herida seria, pero no mortal, con los cercos y los allanamientos que tuvieron lugar el sábado día ocho de este mes (enero), y cayó herida de muerte ayer” (12 de enero). El pueblo piensa y pensará que si esos hombres estaban cercados, debió esperarse un tiempo prudente, por lo menos hasta que llegaran las luces del día para entablar negociaciones con ellos.
Bosch enfatizó: “Ha sido bajo la influencia de los llamados consejeros militares y policiales norteamericanos que nuestra Policía ha pasado a militarizarse y, al militarizarse, ha dejado de actuar como Policía para actuar como organización militar. Los policías se han convertido en soldados y en vez de pensar que su función es mantener el orden público han pasado a creer que es hacer la guerra.
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