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martes, 28 de noviembre de 2017

La Peste Negra en la vida diaria del siglo XIV.

La Peste Negra en la vida diaria del siglo XIV.

Agnolo di Tura, cronista de la Peste Negra en Sicilia, describía con estas palabras el impacto de la Peste Negra en su ciudad:
“… grandes fosas se cavan para la multitud de muertos y los cientos que mueren cada noche. Los cuerpos se arrojan en estas tumbas masivas y se cubren del todo. Cuando estas zanjas están llenas, se cavan nuevas zanjas. Tantos han muerto que tienen que cavarse nuevas fosas cada día.”
Muchos hemos oído hablar del horror de la peste, pero, ¿qué fue en realidad?

La Peste Negra en la vida diaria del siglo XIV.

Gran parte de los expertos están de acuerdo en que la Peste Negra fue un brote de peste bubónica que asoló Europa durante el siglo XIV. Ocurrió cuando la sociedad estaba más vulnerable debido a los climas fríos, las malas cosechas, las hambrunas y la guerra. La peste bubónica es, en realidad, una enfermedad propia de la rata común. Se transmite de una rata a otra mediante la pulga propia de este animal. Este parásito prefiere a su anfitrión habitual, pero cuando una comunidad de ratas al completo ha desaparecido por culpa de la peste bubónica, la pulga debe buscar nuevos animales a los que parasitar, entre los cuales se encuentran los seres humanos. Es así como se convierte en pandemia.
En cuanto a sus síntomas, los más característicos son los bubones o bubas, protuberancias llenas de pus que aparecían en las zonas del sistema linfático. Bocaccio hace una descripción de ellos en su obra clásica el Decarmerón:
“… en su comienzo nacían a los varones y a las hembras semejantemente en las ingles o bajo las axilas ciertas hinchazones que algunas crecían hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo, y algunas más y algunas menos, que eran llamadas bubas por el pueblo.”
Es comprensible el horror que producían estos síntomas, que lamentablemente vuelven a ocupar titulares en la actualidad.
Una vez aparecidos los bubones, era prácticamente imposible sobrevivir. Los enfermos sufrían fiebres, diarreas, deshidratación y delirios. A veces la enfermedad afectaba a los pulmones, provocado esputos sangrientos; a la piel, con sangrados espontáneos o al cerebro, afectando al comportamiento.
La sociedad reaccionó de manera muy dispar ante esta epidemia. Los que podían permitírselo, trataron de escapar a la enfermedad huyendo a sus villas en el campo, como ocurre en el Decamerón. Los que no tenían esta posibilidad, se entregaron a los placeres mundanos ya que presentían que el fin estaba cerca. En otros casos, la fe se revitalizó haciendo a las personas más devotas. Otros, se encerraron en sus hogares y no quisieron relacionarse con nadie por miedo al contagio.
Poco podía hacer la medicina por salvar a los enfermos. Entre los métodos más utilizados estaban el rajado de los bubones para expulsar el pus y los sangrados con sanguijuelas o cuchillas. Algunos médicos llegaban hasta el punto de hacer explotar las bubas con cáusticos. Otros tratamientos igual de poco efectivos, pero más agradables, eran los aromáticos. Se creía que la Peste Negra se transmitía por el aire y que era una consecuencia de los vapores nocivos de las ciudades. Se recomendaba a los pacientes que no salieran de casa sin un pañuelo perfumado sobre la nariz, así como purificar las habitaciones de los hogares con humo o incienso. También existían remedios esotéricos que consistían en la utilización de materiales nobles. Se recomendaba la ingesta de metales preciosos como el oro y la plata o beber la limadura de ciertas gemas mezclada con agua. En ocasiones se vertían estos ingredientes en las heridas abiertas.
Pero en muchos casos, estos remedios se consideraban inútiles. La idea de que la peste era un castigo divino estaba generalizada. El hombre medieval imaginaba la Peste Negra como una lluvia de flechas que descendía sobre la sociedad, acabando con ella. No sorprende teniendo en cuenta la religiosidad tan fuerte que marca la Edad Media. Los ciudadanos medievales veían la peste como un castigo merecido por los pecados de la humanidad, especialmente por los del clero. Por este motivo, era inútil luchar e intentar curarse ya que era el designio de Dios acabar con la humanidad. La Peste Negra era para ellos un claro signo del Apocalipsis.
La Peste Negra fue un punto de inflexión en la historia que cambió la visión de la medicina, la sociedad, la economía y el arte.
Autora: Irene Lázaro Romero para revistadehistoria.es.
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