La Tarraco de Adriano

Contiguo a la gran cabecera del circo, la entrada de la Vía Augusta a la ciudad fue dotada de un gran arco doble, con la doble circulación de entrada y salida de los carruajes, por cada uno de aquellos dos huecos, que cuenta con unos cinco metros de anchura.

La Tarraco de Adriano.

Desde el kardo maximus (en la zona de puerta marina), se ensancha un tejido continuo de edificios públicos, hasta la puerta abierta hacia la desembocadura del río Subi o Tulcis (actual Francolí), en aquella muralla sur. Dos vías porticadas partían desde el kardo en dirección de la zona del foro. Desde el teatro y hasta el templo de la tutela el acantilado que dominaba el puerto ofrece una vista panorámica hacia el mar. La explanada comercial estaba cerrada por la muralla marina que en esta zona actúa como un gran muro de contención.
En invierno de los años 122 d. C. y 123 d. C. el emperador  Adriano visitó la ciudad y celebró en ella una reunión o asamblea (conventus) para toda Hispania. Instalado en Tarraco durante todo el invierno, Adriano congregó a todos los notables de las tres provincias hispanas en una excepcional asamblea conjunta.
El desarrollo de la reunión, fue muy tenso: deliberó con prudencia y decidió con gran cautela, actuando de forma comedida y juiciosa ante una asamblea de aquellos representantes de todos los habitantes de Hispania, mientras asumía a su cargo la gran restauración de los monumentos provinciales.
La gran asamblea de Tarraco es sin duda un evento excepcional, esta asamblea debió dirigirse a los miembros de los tres concilia provinciales, que se reúnen anualmente desde época Flavia en las 3  capitales de TarracoEmeritaCorduba para elegir al flamen provinciae y celebrar las festividades del culto imperial. Los objetivos de Adriano en la gran reunión se cumplieron y las reclutas de militares hispanas se llevaron a cabo tal como había pretendido el emperador.
Además, se restauró y amplió hasta los cimientos aquella aedes Augusti(espacio glorificado a Augusto), el de la basílica forense de Tarraco, el tribunal de justicia y un nuevo capitolio.
Durante su estancia en la ciudad, asistió a varios certámenes de los  Ludi circenses (Juegos del circo), para la competición de Carreras de cuadrigas (carros tirados con cuatro caballos) y bigas (con dos caballos) conducidos por los aclamados áurigas, los encargados de controlar y dirigir un ligerísimo carro de dos ruedas y tirado por caballos, por aquella época constituía el espectáculo público más seguidos y populares de todos. Por todo ello, Adriano como buen aficionado, seguía muy atento a las carreras, desde el pulvinar, la tribuna presidencial, la cual, está comunicada con el foro por unas escaleras para facilitar el acceso de las autoridades al espectáculo circense. Para toda la gente asistente al Circo, era una gran oportunidad de ofrecer la cercanía de su emperador con todos ellos, en muy pocas ocasiones como en aquella tenían la suerte, de disfrutar de la presencia del mismo, compartiendo la afición más extendida entre todos sus súbditos.
Adriano visita Tarraco, en un momento en que la ciudad ha alcanzado su pleno desarrollo urbano. Después de siglos de una situación urbanística compleja de la ciudad, presenta por fin una imagen de la gran ciudad esencial, rodeada por un único circuito ya amurallado el cual, se extiende desde todo lo alto de la colina tarraconense, hasta el puerto situado a sus pies, quedando fuera del pomerium un barrio portuario extramuros, en torno a la desembocadura del Francolí, ocupado por almacenes, casas, huertos y avenidas funerarias, con tumbas monumentales que podemos definir como el emporium de la ciudad, el mercado portuario.
Cuando se divisa Tarraco desde el mar, la ciudad aparece elevada y dominante, levantada sobre un golfo. Impresiona su gran majestuosidad, con la impronta de una de las capitales de provincia favoritas del vasto imperio romano.
Todo el conjunto de la ciudad se divisa, con dos áreas suburbiales extramuros, el primero de estos suburbios, ocupaba los laterales de la vía Augusta, a partir de la puerta junto al Circo por donde parte la vía en dirección a Barcino y Roma. Aquí se emplaza igualmente, el gran anfiteatro extramuros. La segunda área suburbial, se organiza en torno a las vías funerarias que desde la ciudad, descienden hacia el cauce del Francolí y aquel puente que permite el atravesarlo, con los grandes monumentos funerarios y la presencia de la gran fuente pública, es un área muy extensa, densamente edificada y de gran actividad el cual, se prolonga hasta el vecino puerto con un gran número de almacenes organizados en unas hileras y grandes casas pavimentadas con lujosos mosaicos. Sin duda podemos describirla como el emporium portuario de la ciudad.
La visión desde el mar del gran Foro Provincial, presidido en lo más alto por las 8 columnas de mármol blanco del gran templo de Augusto destacando de los pórticos circundantes, con sus dos grandes plazas superpuestas a diferentes alturas y el Circo anexo a sus pies, con un bosque sacro o una zona ajardinada, resulta algo espectacular.
Adriano ha sido considerado el más viajero entre todos los emperadores romanos, constituyendo uno de los personajes más destacados en el proceso de la helenización del imperio romano, destacando su influencia sobre las obras de remodelación y restauración que se ejecutaron en Tarraco, durante su estancia en la ciudad a lo largo de los meses de invierno en los años 122 y 123 d. C. periodo en el que nuestra capital de provincia, fue la gran admirada a lo largo de toda la Hispania y de la costa mediterránea o del nostrum mare (en latín clásico).
Autor: Diego Molina Ruiz para revistadehistoria.es
Bibliografía:
Artículo basado en libro del mismo autor:
MOLINA RUIZ, Diego. Gaio el joven ganador. Huelva: Molina Moreno Editores; 2018. ISBN: 1726112357. Disponible en: https://www.amazon.es/Gaio-joven-ganador-Cuentos-Historia/dp/1726112357/
Parte de foto de portada:
De I, George Shuklin, CC BY 2.5, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2286480
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