RENACER CULTIRAL

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Solo la cultura salva los pueblos.

jueves, 15 de agosto de 2019




Escrito por Montse Garriga


Muchas mujeres han tratado a los enfermos a lo largo de la historia. Ya desde la prehistoria, las mujeres han jugado un gran papel en la medicina, ya sea en el cuidado de sus familias o de sus comunidades.
Las mujeres fueron probablemente las primeras curanderas o sanadoras. En las sociedades de cazadores-recolectores, los hombres cazaban y las mujeres recolectaban plantas alimenticias y medicinales, por lo tanto, las mujeres tenían un mayor conocimiento de estas y sabían cuales eran las que poseían propiedades curativas. Las sociedades prehistóricas,  así como las sucesivas ,creían que las enfermedades tenían causas espirituales, aunque no hay evidencia arqueológica de que hubiese mujeres chamanes. Algunos arqueólogos creen que ciertas figuras  interpretadas como diosas en realidad podrían haber sido curanderas. Así- como en la mayoría de las sociedades, probablemente había comadronas que se ocupaban de la salud y el parto de la mujer.
No podemos fechar la existencia de la primera mujer dedicada al cuidado de la salud, aunque  es importante saber que existen textos, si bien no muy numerosos, que nos informan sobre la existencia de mujeres dedicadas al ejercicio de la medicina en la Roma y la Grecia de la Antigüedad y hay referencias de mujeres medico hebreas en libros como el Antiguo Testamento, el Talmud y el Niddah.  Esos testimonios escritos se encuentran generalmente en tratados médicos , textos jurídicos y religiosos, pero también en obras literarias, y en inscripciones funerarias.
En este articulo nos refereriremos y pondremos ejemplos de algunas culturas de la antigüedad donde queda constancia de la existencia de mujeres medico o sanadoras. Sirva ello como reconocimiento de la presencia activa de la mujer en el cuidado de la salud a lo largo de los siglos.


Sumerios
 


Muchas tablillas encontradas en excavaciones arqueológicas muestran que la región de Mesopotamia, cuna de nuestra civilización, disfrutó de una época de adoración a la diosa, “en que la descendencia aún era matrilineal y las mujeres todavía no estaban controladas por los hombres. Hasta el segundo milenio a. C., las mujeres sumerias participaban en actividades sagradas y, si estaban solteras, podían actuar como sacerdotisas-sanadoras. Los mitos de creación de Mesopotamia incluyen ambos sexos, siendo la parte femenina quien da a luz al mundo. Y el pueblo sumerio puede considerarse fuente de la medicina. Lo que podríamos considerar el texto médico más antiguo se recoge en dos tablillas sumerias. También se han recuperado más de ochocientas recetas, así como tablillas de arcilla, con recetas para combatir el dolor.

Sus teorías sobre el funcionamiento del cuerpo humano y sobre la enfermedad fueron transmitidas a través de las rutas comerciales, a los fenicios, egipcios y griegos. Durante más de dos mil años, al menos hasta las invasiones semitas alrededor del 2600 a.C., las mujeres sumerias practicaron la medicina, pero alrededor del año 1000 a.C., la sociedad sumeria entra en decadencia y la mujer queda excluida de la educación. En el año 700 a.C.ya  no encontramos a ninguna mujer medico, aunque sí aparecen comadronas, nodrizas, cuidadoras... El papel de la mujer en el cuidado de la salud se había degradado con su desplazamiento dentro de la sociedad. 


Egipto

 
Papiro de Ebers

En el Antiguo Egipto, las mujeres tenían la misma igualdad que los hombresla medicina estaba ligada al culto religioso y las mujeres no quedaban excluidas de su ejercicio.

           La Ilíada menciona a Polydamna, una mujer médico egipcia. Asimismo, había una médico docente en la escuela de Heliópolis y otra en Sais, donde profesoras impartían lecciones a las alumnas.
Plinio y otros autores nos han proporcionado información sobre la escuela de Heliópolis. Existió asimismo otra escuela en Menfis. Eurípides y Herodoto elogiaron la inteligencia y habilidad de las mujeres egipcias en la industria, el comercio, la jurisprudencia y la medicina.  

Antiguos cuadros de tumbas egipcias muestran mujeres que asisten en el parto y algunos papiros hablan de médicos de ambos sexos y de su trabajo.  Según Kate Campbell Hurd-Mead, la primera mujer medico del período antiguo vivió en la quinta dinastía, sobre el 2730 a. C. Su hijo fue un sacerdote en cuya tumba se describe a su madre como Medico Jefe. En una capilla mortuoria en Tebas del 1420 a. C., aproximadamente, encontramos la pintura de una joven esclava operando el pie de otra mujer, bajo la atenta mirada de los hombres de la familia. En la tumba del cirujano Hr’nkhm-Say, en la región de Menfis, del año 4500 a. C., aparecen pinturas representando cirujanos y enfermeras extirpando tumores, comadronas circuncidando niños, etc.




Mencionaremos tres de los papiros médicos hallados, el encontrado por Georg Ebers en 1874, del siglo XVI a. C., sobre medicina, anatomía y cirugía; el papiro sobre cirugía encontrado por Edwin Smith, y el papiro encontrado por Sir Fliners Petrie o papiro Kahun, del año 2500 a. C., sobre ginecología y enfermedades veterinarias. Este texto muestra que se confiaba a ciertas mujeres la predicción del sexo del bebé antes de nacer, basándose en el color del rostro de la madre embarazada, y se confiaba en ellas para el diagnóstico y tratamiento de la esterilidad femenina. Las reinas egipcias solían poseer conocimientos de medicina, y en las distintas épocas hubo mujeres medicos y cuidadoras, libres y esclavas que se encargaron de la atención a los enfermos  y de la preparación de medicamentos.







Mujeres medico hebreas




Los hebreos parecen haber poseído abundantes conocimientos médicos. Con seguridad conocían la medicina fenicia, egipcia y siria. Se encuentran referencias a mujeres medico y comadronas en diversos escritos de la tradición judía, entre otros, el Antiguo Testamento, el Talmud, el Niddah. En estos dos últimos se mencionan operaciones de obstetricia llevadas a cabo por mujeres: embriotomías, cesáreas, partos de gemelos, etc. Las comadronas conocían el uso del espéculo y otros instrumentos y eran capaces de realizar la versión occipital. Aunque no se disponga de fuentes arqueológicas que nos proporcionen el nombre de alguna de aquellas mujeres, puede suponerse que eran numerosas en cada comunidad.




Espéculo




Grecia
  
 
Agnódike


Aunque la situación de la mujer en la sociedad griega antigua era muy diferente a la del antiguo Egipto, eso no significaba que no hubiese mujeres médicos. Había curanderas en los templos de Hygeia y Panacea. Agnodice fue una famosa ginecóloga y Philista fue una conferencista médico muy popular.

Agameda : nació en Elis en el siglo XII a. C, citada por homero en la Iliada, como una mujer experta en la utilización de plantas con fines curativos.

Agnódike de Atenas : siglo IV a. C. es mencionada en una de la Fabulas de Higinio y citada por Plinio y otros autores. Fue una medica griega, natural de Atenas. Como la medicina estaba prohibida a las mujeres, se disfrazó de varón para poder estudiarla y ejercerla.
Su padre en un principio se opuso a los estudios de su hija pero después  la animó a seguirlos.

Nacida de la alta sociedad ateniense se cortó el cabello y se vistió de varón para poder asistir a clases, especialmente a las del célebre médico Herófilo. En el año 350 antes de nuestra era, el 3 de junio, obtiene los mejores resultados en el examen de medicina y obtiene lo que ahora seria un titulo en ginecología y obstetricia , pero sin revelar su identidad verdadera. Sus éxitos profesionales despertaron la envidia de los otros médicos que le acusaron de seducir a sus pacientes y fue llevada ante el juzgado, fue entonces cuando Agnódice tuvo que revelar su sexo, por lo que fue acusada de violar la ley, pero las mujeres de algunos de los principales ciudadanos de Atenas a las que había curado la defendieron y dijeron que si ella moría, ellas también y consiguieron que la ley fuese inválida.






Roma 

  
Sabemos que las mujeres romanas tenían conocimiento del uso de hierbas con fines curativos y con fines abortivos. En cuanto a la atención al parto, “la profesión de parteras era ejercida exclusivamente por mujeres. El nombre obstetrix, en femenino y sin paralelo masculino como en el caso de medicus/medica está emparentado con el verbo obsto “colocarse delante” y tiene el sentido de “la que se sitúa frente a la mujer que va a parir para recibir al niño”.” Sin embargo, la asistencia de médicos al parto era excepcional. La partera era objeto de valoración, y parece que su labor se extendía a la atención ginecológica, no sólo en el momento del parto. Sorano la define como “mujer conocedora de todas las causas de las señoras y también experta en el ejercicio de la medicina.” Sócrates, hijo él mismo de una partera,  hace una gran alabanza de las mujeres comadronas, de su capacidad para saber si una mujer está o no embarazada, acelerar el momento del parto, apaciguar los dolores y provocar el parto a las que tienen dificultades para parirSorano proporciona prácticamente el primer tratado de instrucciones para la formación de comadronas, indicando qué características deben reunir.

No se sabe con exactitud en qué fecha aparecen las primeras medicas, cuyo origen pudo estar en el recato de las jóvenes a recibir tratamiento ginecológico de un hombre. Ya en el corpus hipocrático se hacía referencia a que el reconocimiento por tacto vaginal era efectuado por la propia enferma o por una mujer de su entorno, bajo las orientaciones del médico: 

Un caso significativo sobre el recurso a médicos de uno u otro sexo nos lo describe Eurípides en su Hipólito. La nodriza pregunta a Fedra si sufre alguna enfermedad que desea callar (de carácter íntimo), en cuyo caso   mujeres hay allí para cuidarla; o si su malestar reclama médicos, pues entonces a ellos se dirigirá.

En un estudio realizado sobre inscripciones en tumbas romanas, se han hallado hasta diecinueve referencias a mujeres médicas: “dos en Hispania, cuatro en Galia, nueve en Roma, tres en el resto de Italia, y una en el norte de Africa... De ellas la mayoría son esclavas o libertas, pero no faltan ingenuae (libres de nacimiento).” Al parecer, estas mujeres se dedicaban fundamentalmente a la ginecología. Ya en los primeros siglos después de Cristo, muchas mujeres practicaron la medicina, no sólo como comadronas, sino aplicando diferentes tratamientos terapéuticos.  Celso, principal escritor médico del siglo primero después de Cristo, describe a las mujeres sanadoras como comprometidas con su trabajo, capaces de diagnosticar mediante el examen de la orina, aplicar sanguijuelas y administrar narcóticos para la cirugía.

 “Sorano de Efeso escribió un libro de obstetricia y ginecología dedicado a estudiantes mujeres. Diferencia entre mujer-médico y partera y se dan algunas nociones sobre anticonceptivos; se discute también la diferencia de sexos en cuanto a la forma de enfermar y se muestra partidario, en contraposición a los hipocráticos, de que las mujeres tienen una forma de enfermar característica y deben ser tratadas por mujeres. En numeroso escritos romanos, por ejemplo en el “Libro de Scribononius Largus”, encontramos citas de mujeres, hijas o esposas de hombres influyentes, que habían estudiado medicina con algún maestro, pero cuya práctica no era pública, sino limitada a la familia y conocidos. Así se cita a Octavia, hermana de Augusto, que ejercía diversas prácticas y escribió un libro de prescripciones para el dolor de muelas.”







Plinio el Viejo, en su Historia Natural, hace referencia a mujeres que practican la medicina en  el siglo I a. C., mencionando trescientas veintisiete autoras griegas y cuarenta y seis romanas. Entre ellas, Olympia de Tebas, comadrona, con amplios conocimientos sobre el uso de las hierbas medicinales; Salpe, asimismo comadrona, quien escribió sobre las enfermedades de los ojos y de cuyos remedios nos informa Plinio, citando, entre otros, el uso de preparaciones a partir de testículos y médula ósea; Sotira, quien tenía fama de lograr curaciones importantes; Elefantis, y Lais, famosa por sus curas de la malaria utilizando sangre menstrual. Asimismo existen otras referencias de  mujeres sanadoras del siglo I, entre ellas  Octavia, hermana de Augusto, quien inventó muchos remedios, entre ellos una fórmula para el dolor de muelas recogida por Escribonio. También Séneca escribió sobre la habilidad de la medica que lo atendía.

En el siglo II, Galeno menciona diversas mujeres sanadoras y sus remedios: Origenia, que proporcionó tratamientos para la hemotisis y la diarrea;  Eugerasia, quien tenía un remedio para la nefritis, y Antioquia, amiga y colaboradora suya en la escuela de medicina de la Colina Esquilina en Roma, que se especializó en artritis y enfermedades de la médula. Su ciudad natal en Asia Menor elevó un monumento en su memoria.

La obra de Metrodora puede considerarse el primer tratado de ginecología escrito por una mujer. Contiene sesenta y tres capítulos organizados en siete secciones. Comienza con una afirmación general sobre el útero como fuente de enfermedades, de influencia hipocrática. Continúa con capítulos dedicados a la inflamación y otras enfermedades del útero y proporciona consejos para curar la esterilidad y para conseguir la concepción (tanto de forma general, como específicos para engendrar hijos de uno u otro sexo). Trata asimismo de las enfermedades del pecho femenino, y de tratamientos cosméticos, para el cuidado de la mujer. Aunque incluye algunas recetas para facilitar el parto, su obra no es un tratado de obstetricia, lo que la coloca al mismo nivel que los tratados escritos por hombres médicos. Demuestra un conocimiento directo de las obras hipocráticas y, al mismo tiempo, hace varias aportaciones personales, como una clasificación de distintos fluidos vaginales, y numerosos preparados terapéuticos.


 Otra importante medica de este periodo es Aspasia, a quien conocemos por los fragmentos de su obra citados por Aecio, escritor de Mesopotamia en el siglo VI d. C., en su enciclopedia Tetrabiblion. Aspasia escribió sobre ginecología y obstetricia, estando especialmente interesada en la medicina preventiva en el embarazo. Aecio alaba su capacidad de diagnosticar las posiciones fetales y tratar la dismenorrea. Se ocupó asimismo del control de la natalidad, mediante la prevención del embarazo y el aborto provocado.  Para provocar el aborto aconsejaba sacudir a la paciente al treceavo días tras la primera falta del periodo, levantar pesos, usar duchas vaginales con infusiones de fuertes hierbas, tomar baños caliente y beber una mezcla de distintas plantas.  Dio incluso instrucciones para realizar extracciones de tumores y hemorroides uterinas, y para tratar hernias intestinales. El libro de Aecio, basado fundamentalmente en los escritos de Aspasia y Cleopatra, fue el principal texto utilizado por las mujeres doctoras hasta la aparición de las obras de Trótula de Salerno en el siglo XI. También cita Aecio a una doctora egipcia contemporánea suya llamada Andrómaca, quien utilizaba distintos remedios para aliviar el dolor, así como para la curación de úlceras y luxaciones.  



En los primeros siglos del cristianismo, es muy importante la labor de las mujeres cristianas como sanadoras y cuidadoras. Mencionemos como ejemplo a Fabiola, en el siglo IV, convertida al cristianismo a los veinte años de edad. Era una de las quince seguidoras de San Jerónimo que practicaban la medicina con los pobres. Tanto ella como Santa Nicerata son representantes de las mujeres que en los primeros siglos del cristianismo practicaron la medicina con fines caritativos. Fabiola creó un hospital para tratar a aquellos que eran abandonados por sufrir enfermedades que provocaban fuerte rechazo social. San Jerónimo nos brinda los nombres de otras quince mujeres de su época que habían estudiado medicina y se dedicaban al cuidado de los enfermos sin recibir remuneración alguna. Entre los grandes hospitales del siglo IV debemos citar el fundado por San Basilio de Capadocia y su hermana Macrina, quienes habían estudiado medicina en Atenas. 

San Crisóstomo de Antioquía, arzobispo de Constantinopla a finales del siglo IV y principios del V, menciona varias mujeres medico de su tiempo, entre ellas Olimpia, viuda y diaconisa a los veinte años, quien fue cabeza de una comunidad de mujeres dedicadas al cuidado y curación de los enfermos. La madre de San Crisóstomo, Aretusa, colaboró con él en el control de trescientos cuarenta y siete hospitales conectados con iglesias en Constantinopla. Teodoro Prisciano alaba, entre otras, el trabajo de tres mujeres medico del siglo IV a quien conoció personalmente: Leoparda, Salvina y Victoria. Asimismo en el siglo IV encontramos a Santa Mónica, la madre de San Agustín, quien atendía a los pobres y enfermos utilizando sus propios medicamentos cuando era preciso, cuidando a las parturientas y dando alivio a los moribundos. Juntos estudiaron medicina madre e hijo y discutieron la viabilidad del feto, decidiendo que un bebé era viable desde el segundo mes de vida intrauterina, y un ser legal desde el cuarto mes, cuando se diferenciaba el sexo. Esta decisión resolvió la controversia dentro de la Iglesia durante siglos.



BIBLIOGRAFIA

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- Eisler, Riane. El Cáliz y la Espada. La alternativa femenina. H.F. Martínez de Murguía. Madrid, 1990, p. 73

- Bernis Carro, Carmen y Cámara González, Cristina. La mujer en la constitución histórica de la Medicina, en Liberación y Utopía,  Akal. Madrid, 1982, p. 207

- Parker, Holt N. Greece,Rome and the Byzantine Empire, en Furst, Lilian R. Women Healers and Physicians. Climbing a Long Hill, The University Press of Kenctucky, 1997, pp. 131-148, p. 133

- Hoyo Calleja, Javier del. “La Mujer y la Medicina en el Mundo Romano”, en Asclepio, vol. XXXIX, 1987, pp. 125-139, p. 131

- Bernis Carro, Carmen y Cámara González, Cristina o.c. p. 209

-  Hurd Mead, Kate Campbell, p. 87

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