RENACER CULTIRAL

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sábado, 17 de agosto de 2019

Nacimiento y Formación Del Estado Haitiano.
Saint Domingue
 Cuando el 1ro de enero de 1804, el Padre de la Patria haitiana, Jean Jacques Dessalines arranca la franja blanca de la bandera tricolor francesa, en un gesto simbólico que marcaba el fin de la dominación francesa en aquel país, sabía que era protagonista de uno de los hechos más trascendentales de la historia moderna: la proclamación del primer Estado que surgía libre de un antiguo pueblo esclavo y la primera República negra del mundo.
Este acontecimiento que era un resultado del largo y heroico proceso revolucionario esclavista e independentista que se había iniciado en Haití desde finales del siglo XVIII, tendría enormes repercusiones en la parte Este de la isla, donde para entonces se encontraba instalada la colonia del Santo Domingo Español, donde más tarde se erigiría el Estado dominicano. Porque desde 1801, fecha en que se abolió la esclavitud en el Oeste, el destino de los dos pueblos que comparten la isla de Santo Domingo, estarían fuertemente entrelazados.
En vista de que el 1ro. de enero del año que se aproxima, se conmemora el 103 aniversario del surgimiento del Estado haitiano, esta sección dedicará varios trabajos, al citado proceso histórico que involucra este hecho, como una contribución al debate nacional, sobre la cuestión domínico-haitiana, que hoy como nunca, en función dela reciente salida de las tropas de la 2da. Ocupación Norteamericana allí, asume como nunca, una importancia extraordinaria para nuestro país, en vista de que éste dejó allí un estado de fuga -como señalamos en nuestro primer trabajo sobre Haití, el pasado domingo 21 del corriente mes- situación que incide determinantemente en la vieja problemática migratoria, que desde hace casi un siglo afecta a República Dominicana y a Haití. Iniciamos esta entrega con el estudio de los orígenes del Estado haitiano, lo que remite necesariamente a las devastaciones de Osorio en 1605 y 1606, para seguir con los elementos jurídicos-políticos que lo consagraron legítimamente, para terminar en una última parte con las relaciones que se establecen entre los dos Estados que surgen en la isla.
1. Las devastaciones de Osorio, 1605-1606
El encuentro de fabulosos tesoros en México, Perú, Colombia, etcétera, especialmente en minerales preciosos como el oro y la plata, hizo que España diseñara una política de expansión colonial hacia esos territorios, a la cual cedieron en participar con satisfacción, los más aguerridos y luego célebres colonos que desde principios del siglo XVI, se habían establecido en la isla.
Desde la costa Sur de la misma, salió el escribano de Azua, Hernán Cortés, a conquistar el imperio de Moctezuma (México), siguiendo su ejemplo, participaron otros como Francisco Pizarro quien fue al Perú atraído por las deslumbrantes minas de oro. Y luego pisándole los talones zarpó Diego Velásquez para Cuba, Juan Ponce de León para Puerto Rico y Vasco Núñez de Balboa para Panamá.
La falta de mano de obra gratuita (ya que se tenía que hacer grandes inversiones para traer desde África a los trabajadores negros), así como la partida de la búsqueda hacia El Dorado de tantos enriquecidos señores, dueños de inmensos bienes y haciendas, debilitaron y desarticularon la organización social y económica de la isla, ya deteriorada por el agotamiento de las minas y por la caída de la industria azucarera, destruida ésta por las insurrecciones de los esclavos negros, entre otros factores.
Al lado de los grandes colonos que emigraron, partirán también otros de menor cuantía, empujados por premuras, no por ser antiguas menos urgentes y punzantes, ligadas a las torpezas de la colonización ibérica, como fue la del monopolio comercial.
Tal política ejercida a través de la Casa de Contratación de Sevilla prohibía que los habitantes de las colonias españolas ejercieran el comercio con ninguna otra nación europea que no fuera la metrópoli. Por tanto en los grandes almacenes de esta Casa, se guardaban las materias primas que venían de América, y era ésta la única institución que podía venderlas o intercambiarla con mercaderes y países.
Pero al problema del monopolio se la agregó otro, para mayor desgracia de los habitantes isleños. Pues aparte de que no podían vender sus productos, que no tenían otra salida que la de Sevilla, después que comenzaron las grandes migraciones y con ella el abandono de España, hasta esa posibilidad se cerró. Porque los barcos dejaron de venir a la Española a buscar la producción nativa, y por tanto los frutos, los víveres se dañaban por toneladas, las carnes se pudrían por quintales, las reses sin dueños se morían por millares por aquellos montes cubiertos de breñales y olvido. Veamos el cuadro descriptivo sobre esta situación que nos pinta Oviedo el célebre cronista que en su "Historia de Indias", Primera Parte, Libro III, cap. XI, el cual asistió a este languidecimiento de la isla, desde el tope de su florecimiento hasta su decadencia definitiva: "Todas las cosas que se cultivan en esta isla, de las que han venido a España, las más se dan y se han multiplicado muy bien".
Más adelante el cronista continúa diciendo:
"Aquesto del azúcar es una de las más ricas granjerías que en alguna provincia o reyno del mundo puede aver, y en aquesta isla hay tanta y tan buena y de tan poco tiempo acá así ezercitada adquirida...que entre los ingenios que muele é los 
que se labran (que molerán presto, hay en sola esta isla veynte poderosos, que cada uno de ellos es muy rico y hermoso heredamiento; sin otros trapiches de caballos. E continuamente van las naves cargadas é muchas carabelas con azúcar á España é vale aquí la arroba a ducado y á peso y a menos, y es muy bueno; y las mieles y sobras que del azúcar acá se pierden é se dan a los negros y trabajadores, serían en otras partes un gran tesoro".
Aparte de la magnitud de la producción en la isla, que nos señala Oviedo, podemos apreciar la tragedia y la incertidumbre que vivían sus habitantes en relación al destino de la misma: porque no podían negociar el excedente a exportar, porque España se lo prohibía, tampoco la metrópoli le facilitaba los productos elaborados que les eran necesarios a su sobrevivencia, porque ella estaba muy atrasada social y económicamente, en relación a las otras potencias europeas que estaban en vías de la industrialización. Porque cuando la Santa Inquisición expulsó a los judíos de España pretextando que estos eran herejes, y aquellos se llevaron los capitales, los bancos y las fábricas a los otros países europeos donde fueron a vivir; las posibilidades de que el capitalismo se estableciera allí se esfumaron.
1.2 Contrabandos, piratas y biblias internas
Pero los puebles cuando son abandonados a su suerte, reaccionan instintivamente para generar mecanismos de defensa destinados a resistir para sobrevivir.
Fue así como aquellos postergados habitantes se aferraron al contrabando como el náufrago a la tabla de salvación, frente a aquellas terribles perspectivas insulares. Tuvieron suerte aquellos desheredados de la fortuna, porque el propio colonialismo del cual eran las víctimas directas, le ofrecieron la contrapartida perfecta al mejor imperio de la humanidad, como es el de la necesidad.
Porque las colonias europeas que se encontraban en pleno desarrollo capitalista, también reaccionaron, para encontrar por el camino de la ilegalidad el intercambio comercial que le vedaba el monopolio español. Porque sus fábricas necesitaban algodón para elaborar telas, sus chocolateras cacao para producir bombones y otros derivados, sus pastelerías azúcar para elaborar sus dulces, sus peleterías cueros para hacer zapatos, etcétera; pero España se lo impedía. Por eso con los olvidados habitantes del noroeste quisqueyano, acudieron al citado recurso de la ilegalidad.
El primer paso en ese sentido lo dio Isabel Primera de Inglaterra, quien desde el principio de su reinado en 1558 organizó una gran flota naval, no sólo para atacar a España en el mar, sino con el gran objetivo de abrirse paso a América, comenzando con las prácticas piratescas. Una de las primeras incursiones de este tipo fue la del citado Drake en 1586, el cual asaltó la ciudad de Santo Domingo, arrasó con sus tesoros, incluso los de la Catedral y todo lo que encontró a su paso. En lo adelante la acción de corsarios y piratas no se detendría, lo que obligó a Felipe II a organizar otra gran flota la que llamó Armada Invencible, para hacerle frente al poderío naval inglés, pero con resultados netamente fallidos. Porque tan poderosa fue la flota inglesa, que destruyó esa famosa Armada, imponiéndose desde entonces la hegemonía inglesa en el mar.
A partir de entonces Gran Bretaña no se detuvo en su ruta hacia el imperio colonial en América, empeño en el que no descansó hasta arrebatarle posesiones importantísimas como fueron las del norte, hoy conocidas como Estados Unidos de América.
También las otras potencias europeas, Holanda y Francia colocadas en el trayecto de las mismas necesidades inglesas, siguieron su ejemplo, usaron otras tácticas militares para vencer a España dentro del propio continente europeo, debilitándola internamente con una serie de enfrentamientos, en una interminable guerra interimperialista.

En estas luchas perdió España las provincias flamencas, de la cual surgió la República holandesa en 1609, así como otras posesiones de aquellas pasaron al dominio francés. Después de cumplidos estos objetivos internos, Holanda y Francia entrarían con Inglaterra en la carrera colonialista, o sea la de arrebatarle a España sus posesiones americanas.
Junto a la derrota de la Armada Invencible, hubo otro factor que ayudó a estas potencias a lograr estos propósitos: el movimiento reformista de Lutero. Este célebre sacerdote católico de origen alemán inició en 1516 un movimiento religioso el cual cuestionaba, aparte de la suprema autoridad del Papa sobre los hombres y las naciones católicas, criticaba además la gran riqueza de que disponía el Papado. Como el Papa para la época era español, y además jefe máximo del mundo feudal, éste había repartido los nuevos territorios y vías marítimas descubiertas a partir de 1492 entre España y Portugal, argumentando que éstas eran quienes habían sido quienes habían realizado tal empresa. Pero además de su calidad de Sumo Pontífice, el Papa había legalizado y mantenido el monopolio comercial impuesto por España. Estas dos decisiones papales disgustaron e irritaron enormemente a Inglaterra, Holanda y Francia, las cuales aprovecharon el movimiento reformista de Lutero para romper con el Papa y su iglesia y por lo tanto con el citado monopolio y predominio colonial español. El rompimiento fue tan lejos que Inglaterra creo su propia iglesia, la Anglicana, y las otras dos potencias, otras capillas religiosas protestantes.
En lo adelante el mar Caribe y las otras vías marítimas hacia América, se infestaron de todo tipo de llamados aventureros, piratas que con la licencia y permiso de sus gobiernos pasarían a ser corsarios, bucaneros, filibusteros, etcétera. Fue con tales "aventureros" verdaderos agentes o cuadros de aquellas potencias, que los habitantes de la postergada costa noreste de la isla Española, iniciaron el negocio prohibido del contrabando.
Aquel negocio estaba funcionando a las mil maravillas: los contrabandistas europeos traían sus productos elaborados, como ropa, zapatos, jabón, vino, aceite, medicina, etcétera, y los isleños le entregaban mieles, maderas, carnes, cueros, etcéteras, es decir, renglones de la producción nativa. Pero un buen día el lado del saco de trigo o de la caja de arenque que traían los comerciantes extranjeros, aparecieron medio dormidas, unas cuantas biblias luteranas.
La alarma cundió por toda la isla, frente al peligro que amenazaba la fe cristiana en la Española y quien sabe si en América, dado que esta colonia era el crisol donde se fundían culturas, instituciones, religiones, etcétera, y que después se esparcían por todo el continente. Por esta razón las autoridades eclesiásticas y gubernamentales con el visto bueno de la Corona española, comenzaron a buscar soluciones urgentes frente a esta herejía. Entre el aluvión de propuestas se impuso la de Baltasar López de Castro un oscuro escribano de corte provincial, que para obtener el perdón oficial de un delito por el cometido, recomendó las devastaciones y despoblaciones de las villas que se dedicaban al tráfico ilícito.
Luego las mismas debían ser trasladadas cerca de la ciudad capital, donde podrían estar bajo el control y vigilancia de las autoridades locales.
El Gobernador de entonces, Osorio, después de tener el consentimiento del Rey Felipe III, procedió a ordenar la destrucción de las poblaciones norestanas transgresoras de la ley humana y divina, sin reparar en raíces, recuerdos y bienes materiales.
En 1605 y 1606 al ejecutarse la orden nefasta y avasalladora, comenzó el safari de horror que conduciría a la isla a su castración definitiva: hombres y mujeres, mobiliarios y pájaros, utensilios y enojos, así como animales y nostalgias; fueron trasegados como bestias a lo desconocido.
De la población de Bayajá y Yaguana se formó Bayaguana, y con Puerto Plata y Monte Cristi se formó Monte Plata, las cuales hoy continúan en pié, a unas cuantas decenas de kilómetros de Santo Domingo, levantadas sobre el andamiaje de la miseria, nostalgia y dolor de sus ancestros.
Allá en la región despoblada surgiría una sociedad diferente a la que quedó atrás, formada por todo tipo de extranjeros, proceso que culminará con la pérdida de la parte Oeste de la isla para España, lo cual constituye la consecuencia más importante y directa de las Devastaciones de Osorio de 1605 y 1606.
Nacimiento y Formación Del Estado Haitiano (1)
LISTÍN DIARIO | MARÍA ELENA MUÑOZ [28/12/97].

 

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