Antes de casarse con la madre de Fernando «El Católico», el ambicioso Juan II de Aragón tuvo cuatro hijos con Blanca de Navarra. El único varón,Carlos de Viana, habría de heredar al fin la Corona de Aragón y el reino de Navarra, un territorio que desde hacía siglos se disputaban los reyes aragonés y franceses. No obstante, lo primero que Carlos heredó fue el carácter pacífico y sosegado de su madre y su interés por mantener el Reino de Navarra apartado de las garras aragonesas y francesas. Frente al débil Carlos, emergió el maquiavélico padre de Fernando «El Católico». Y nada bueno le deparaba a aquellos que, como Carlos de Viana, pretendieran entrometerse en sus planes. Su vida resultó una tragedia romántica y, quién sabe, si bañada de veneno.
Carlos de Viana nació 31 años antes que Fernando «El Católico», del que este año se cumplen los 500 años de su muerte, y su educación se encaminó para ser rey de Navarra. Se alternó así los ejercicios físicos con los estudios literarios y políticos, hasta dar por resultado un joven amante de la paz y mecenas del arte. Cuando aún vivía su abuelo materno, Carlos III «El Noble», el hijo de Blanca y Juan se convirtió en heredero reconocido de la Corona Navarra con el título de Príncipe de Viana. Cabía recordarle con esta maniobra a su padre Juan que únicamente era consorte en aquel escenario y, aunque en ese momento solo era un infante de Aragón con intereses en Castilla, había que prevenirse de sus injerencias.
En apariencia, Juan aceptó los términos dictados por su suegro y su papel secundario en Navarra. O al menos lo fingió. A pesar de que le sacaba diez años a su esposo, Blanca vivía sometida políticamente por su marido y era consciente de lo maquiavélico que podía ser. Previendo que su hijo acabaría devorado por su padre, Blanca buscó con su testamento que no se confrontaran, pero consiguió justo lo contrario. Con la muerte de su madre en 1441, Carlos de Viana se convirtió, con 21 años, en heredero universal de los Estados de Navarra y de Nemours, bajo la condición de que no tomase el título real sin la bendición y el consentimiento de su padre. Carlos asumió de este modo la lugartenencia del reino. Las instrucciones del testamento de la Reina terminaron confrontando a padre y a hijo en un largo conflicto que se prolongó más allá de la muerte de ambos.
Padre contra hijo, guerrero contra mecenas
Recabando aliados, Juan se casó en segundas nupcias con Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla, en un intento por ampliar sus intereses en este reino. De este matrimonio, el fruto más maduro fue el futuro Fernando «El Católico», cuyo fuerte carácter y vocación militar contrastaban con la apatía de Carlos de Viana, más interesado en el arte y la literatura que en gobernar. Las graves diferencias con su padre desembocaron en una guerra civil entrelos beamonteses, partidarios de Carlos, y los agramonteses, defensores de la causa de Juan.
Padre e hijo se enfrentaron el 23 de octubre de 1451 en la batalla de Aibar, donde Carlos fue derrotado, desheredado y desterrado. Mientras el reino quedaba en manos del noble que daba nombre a la facción beamontesa, el canciller Juan de Beaumont, Carlos de Viana se lanzaba en busca de aliados por Europa. De París viajó a Italia cuando su tío Alfonso V de Aragón le convocó en Nápoles, aunque en ningún sitio obtuvo nada más que vagas promesas.
Carlos estaba condenado a pasar a la historia como un perdedor, un pobre hombre sin astucia política. Así lo evidencia su estancia en Nápoles, donde la inesperada muerte de Alfonso V, Rey de la Corona de Aragón, dejó en su horizonte, inerte, este territorio italiano. Sin embargo, el hijo bastardo de Alfonso, Ferrante, convenció a Carlos para que se marchara a Sicilia sin tomar posesión. Como explicaFernando Martínez Laínez en su biografía sobre Fernando El Católico, editada por EDAF, su decisión de instalarse en Palermo como soberano de facto empeoró todavía más su relación con su padre, rey nominal de Sicilia, y evidenció su poco instinto político.
En lo que pareció por un momento un intento por reconciliar a padre e hijo, Carlos de Viana regresó a España creyendo que sería nombrado heredero de Juan, que ya por entonces era Rey de la Corona de Aragón. Así lo pretendía la oligarquía catalana –siempre enfrentada a Juan II–, que veía en la debilidad de Carlos una oportunidad de sacar ventajas políticas. Y en verdad, casi todas las fuerzas hispánicas trataron de sacar provecho de la tibieza del joven, al que Enrique IV de Castilla intentó casar con su incómoda hermanastra Isabel (la futura Isabel «La Católica»). No lo consiguió porque al final Carlos escuchó a su padre, quien le advertía casi a gritos de que solo le estaban usando como arma arrojadiza.
La prisión de Carlos de Viana
Mientras seguía sopesando si casarse con Isabel, Carlos se trasladó el 31 de marzo de 1460 a Barcelona, donde le recibieron con aparatosidad e insistiendo en que él debía ser el heredero al trono. Ante esta peligrosa situación, Juan II de Aragón también arribó en Barcelona, con su otro hijo, el infante Fernando, y con su esposa, Juana Enríquez, para recordar quién era el auténtico soberano. Finalmente, Juan II ordenó el arresto de su hijo en diciembre de ese año y de sus principales colaboradores. La prisión de Carlos en Lérida provocó que la mayor parte de los señores feudales y la Generalitat salieran en defensa del príncipe navarro y extendieran la insurrección por Cataluña.
Las voces en favor de nombrar heredero a Carlos también resonaban porMallorca, Valencia, Sicilia y Cerdeña, e incluso se vivieron varias incursiones de rebeldes catalanes en Aragón. Procurando atajar la rebelión, Juan II accedió a liberar a su hijo en marzo de 1461 y a concederle la lugartenencia general de Cataluña, así como a reconocerle heredero real de este territorio. «Acordaos que la ira del Rey es mensajera de muerte», advirtió el aragonés a aquellos que creyeran que la victoria de Carlos no tendría consecuencias en el futuro.
Tras entrar triunfante en Barcelona, Carlos de Viana se reunió con la Generalitat para escuchar las exigencias que éstos querían hacer llegar a Juan II. Exigencias que adquirían la categoría de insolencia en el caso de la principal petición: quedaba prohibida la entrada del Rey en el principado sin el permiso de las autoridades. «Para la plebe de las ciudades, el príncipe abúlico, erudito y sensual era un mito, algo así como un San Jorge, en quien se aunaban las virtudes del santo y las del caballero y por el cual era alegre y liviana cosa el ofrendar la vida», dejó escrito el Marqués de Lozoya sobre Carlos en su «Historia de España».
Cuando la guerra en el seno de la Corona de Aragónestaba próxima a reanudarse se produjo la sorprendente muerte de Carlos de Viana, a los 40 años, el 23 de septiembre de 1461. Su madrastra,Juana Enríquez, fue acusada de haberle envenado por la mera razón de que estaba cerca de Barcelona cuando aconteció la muerte. Tampoco faltaron quienes acusaron directamente a Juan II de ordenar asesinar a su hijo, cuya existencia y actuaciones políticas cada vez resultaban más incómodas al Rey de Aragón. Y bien es cierto que la desaparición de Carlos reforzó la autoridad de su padre en Cataluña y allanó el ascenso al trono de Fernando, pero también lo es que la salud del príncipe era mala desde hacía años.
Sus años de destierro y su tiempo en prisión habían dejado debilitado a Carlos. Para viajar de un territorio a otro venía empleando una litera y apenas podía realizar tareas que requieran esfuerzo físico. Los estudios modernos han apuntado a que la causa real de su muerte fue la tuberculosis que padecía desde hacía años. Carlos de Viana estuvo recluido en una celda húmeda, sin ropa de abrigo y mal alimentado. Estas circunstancias agravaron su tuberculosis y le llevaron a la tumba.
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