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domingo, 21 de mayo de 2017

Expedición de Colón al interior de la Isla. Prisión del Cacique Caonabo. Batalla del Santo Cerro.


Expedición de Colón al interior de la Isla.
Prisión del Cacique Caonabo.
Batalla del Santo Cerro.

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Fuente: Historia Dominicana, por J. Marino Inchaustegui. Tomo I, Impresora Dominicana, 1955

En enero de 1494, Cristóbal Colón, desde la Isabela despachó dos expediciones al interior de la Isla, para tomar informaciones sobre lo que había tierra a dentro. Una al mando de Ginés Gorvalan, esta con rumbo al este, y la otra, bajo el comando de Alonso de Ojeda, fue al sur. Los cuales al retornar a la Isabela, con muy buenas noticias y Ojeda, mostro el oro que había recogido en las comarcas que recorrió.
Cegado por la fiebre del amarillo metal y la ambición desmedida por hacer fortuna, como es natural que suceda en todas las mentes de los aventureros y los conquistadores. Éste partió encabezando una enorme expedición tierra adentro siguiendo la ruta que marcara Ojeda, con un contingente de unos 400 hombres bien equipados y armados con caballería, de la Isabela el miércoles 12 de marzo de 1494, al son de tambores, banderas y atabales.
Ordenando abril un camino a través de una garganta entre montañas. A éste camino le llamo el “ Paso de los Hidalgos”, en honor a los españoles que con su personal esfuerzo abrieron éste que fue el primer camino construido por los blanco en el Nuevo Mundo, y penetró en el valle que bautizo “ La Vega Real”, cuya belleza asombró a todos e hizo exclamar el conquistador “ Es lo más bello que ojos humanos hayan visto”
Fundación del fuerte de Santo Tomás, la conquista del interior de la Isla, la inicia con la construcción de este fuerte, a la orilla del Río Jánico, y puso al mando a Mosén Pedro Margarit.

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La Captura del Cacique Caonabo
Poca antes del 24 de febrero de 1495, , Colón despachó a Ojeda para que con nueve hombres de escolta fuera a la Maguana, a invitar al cacique Caonabo a que viniera a verle a La Isabela, para tratar de concertar la paz entre los indios y los españoles y, se presentaba oportunidad propicia realizar su captura.
Unos diez meses antes Colón había dado instrucciones al aragonés Mosén Margarit, para que entregara a Ojeda el mando de la fortaleza Santo Tomás y fuera a recorrer las provincias españolas mostrando las tropas a los indios para darle a conocer su poderío y le instruyó detalladamente, para que con nueve o diez hombres de escolta, encabezados por un tal Contreras, quienes habían adelantarse a establecer relaciones amistosas con los aborígenes, visitara a Caonabo, llevándole algunos regalos e invitándole para venir a verle La Isabela.
De acuerdo con los documentos y escritos de esos tiempos los sucesos se desarrollaron en orden cronológico siguiente: el 9 de abril de 1494 Colón dio a Margarit las instrucciones para la captura de Caonabo; el 24 del mismo mes zarpó en el viaje de exploración a Juana (Cuba), retornando el 29 de septiembre de ese mismo año, cinco meses y cinco días después de su salida ( en cuyo lapso se rebelaron Mar Margarit y Buil y se fueron a España), luego estuvo enfermo unos cincos meses en la Isabela, hasta los fines de enero de 1495, cuando Ojeda ejecutó el plan, del cual se había encargado Margarit, más de 10 meses antes, pero sin resultado.
Ojeda fue recibido por el cacique, quien estaba maravillado con las noticias que los indios le habían transmitido sobre “la campana que habla” (esto no era más que “cuando los españoles acudían a la Iglesia tañía (tocaba) la campana en La Isabela, los indios decían que el tañido ( repique) del broce era “ el habla” de la campana pues los cristianos entendían que era una llamada para asistir a los servicios religiosos” que los españoles tenían en La Isabela.
Frente al cacique, Ojeda se arrodilló y le besé la mano en señal de respeto e hizo que sus compañeros realizaran ceremonia semejante. Entonces transmitió el mensaje de Colón. Al oír Caonabo la invitación para ir a visitar al Conquistador, en tono majestuoso dijo; “Venga él acá y tráigame la campana o turey, que yo no tengo de ir allá”.
De acuerdo con el desarrollo natural del plan, fracasada la invitación para el viaje a la Isabela, Ojeda por señas y con algunas palabras que él hablara en la lengua indígena, expresó que traía para el cacique “turey de Vizcaya” que en el lenguaje de esos días, mezcla de palabras nativas y españolas, quería decir “joya venida del cielo y traída de Vizcaya, España,”´ pues los aborígenes llamaban “turey” al cielo y a los artículos brillantes como cosas o prendas de latón, joyas, y le mostró unos grillos y unas esposas muy finas y delgadas, relucientes, expresándole que eran un regalo para él, enviado por Colón y que los Reyes de Castilla, sus señores, también le ostentaban similares, como joyas de adorno, en sus bailes ( areitos, como decían los indios), pero le sugirió que para recibir el rico presente debía primero lavarse y bañarse
El cacique, con algunos de sus criados y de su gente, fue al río cercano distante una media milla de su caserío, que Las Casas llamaba Yaqui y que Colón había bautizado Río del Oro, (el Yaqué del Norte). También le acompañaban Ojeda y sus hombres. Al terminar el baño Ojeda hizo retirar un poco a los indios, pues dijo que Caonabo entraría a su pueblo como caballero, es decir, jinete, adornado con sus joyas, como lo vacían los Reyes de Castilla.
Entonces montó a su caballo e hizo poner al cacique en las ancas del mismo animal y luego le pusieron los grillos y las esposas. Ojeda hizo que su corcel diera dos o tres vueltas, mientras los indios se mantenían alejados pues temían a los caballos , habiendo creído hasta hacia poco que el bruto y el jinete eran una sola criatura fantástica, y luego todos los españoles se fueron alejando, como para volver al pueblo, pero tomaron el camino de la Isabela
Ya perdidos de vista de los aborígenes, los españoles amenazaron a Caonabo con sus espadas, como para matarle mientras otros lo ataban a Ojeda con cuerdas que para tal fin habían traído. Y seguido se lanzaron en veloz carrera, salvando montañas, ríos, serranías, y valles, sin detenerse a comer, venciendo todos los obstáculos que les oponía la tierra virgen, no descansando hasta llegar a la Isabela, donde el cacique fue mantenido en prisión en la casa del Almirante, cargados de hierros y cadenas
Esta descripción de la captura de Caonabo por Ojeda, el plan del Almirante con Mosén Pedro Margatit y Contreras, posteriormente ejecutado por Ojeda, están de acuerdo en lo esencial con la descripción que de estos sucesos hace el padre Las Casas, quien afirma que así se contaban en La Españolas en la época de su llegada, en el 1502, “seis o siete años después de esto acaecido”
Hay historiadores como Oviedo que sostienen que Caonabo fue apresado por el adelantado Bartolomé Colón; otros, como Antonio del Monte y Tejada y José Gabriel García, que Caonabo fue apresado después de la batalla de La Vega Real; Fernando Colón asevera que fue apresado en la misma batalla, con sus hijos y mujeres, opinión que sólo ha sido repetida después de Javier Angulo Guridi, por que está refutada in extenso por la descripción que hizo Las Casas. Pedro Mártir de Anglería, dice que el cacique acepto la invitación del Almirante y emprendió el viaje a la Isabela al frente de numerosa gente suya, con el plan de matar a Ojeda y sus nueves hombres, pero Ojeda lo apresó antes 

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Batalla de La Vega Real, erróneamente llamada del Santo Cerro
Los aborígenes, deseosos de libertar a Caonabo e instigados por los tres o cuatro hermanos del cacique, se reunieron en número de hasta unos 100,000 mil ( según Las Casas) y marcharon sobre La Isabela con actitud hostil, bajo el mando del cacique Maniocaotex, quien era un subalterno de Guarionex.
El Almirante decidió salir seguido a combatirlo y aún cuando había muchos enfermos, inútiles para la lucha, partió de La Isabela el 24 de marzo de 1495, al frente de 200 hombres y 20 jinetes, acompañado del aliado cacique Guacanagarí y su gente, dirigióse al Valle de La Vega Real. Dos días después se produjo el choque bélico, probablemente en la llanura de Esperanza, en territorio del cacique Guarionex.
En nuestra historia abundan confusiones en relación con esta batalla, principalmente a causa de que el historiador Antonio Del monte y Tejada, dice que los españoles se afianzaron para atacar a los indios en el Santo Cerro, en la cercanías de la ciudad de La Concepción de La Vega y que se sirvieron de esta eminencia `para diezmar a los indios, quienes trataron inútilmente de destruir la cruz plantada allí por Colón, y en cuyos brazos apareció milagrosamente la visión de Nuestra Señora de la Mercedes. Lo cual dio ánimo a los españoles para vencer a los aborígenes
Geográficamente es imposible que tal cosa sucediera así, pues Las Casas, dice que el encuentro ocurrió a dos jornadas de la Isabela. Luego el Almirante y sus hombres, quienes sólo recorrían 5 leguas por día, sólo estaban a 10 leguas de la Isabela, es decir que se produjo en la cuenca del Río Yaqué, en la banda occidental del valle, mientras que el Santo Cerro, esta en la del Rio Camú- Yuna, en la banda oriental del valle. La interrogante es ¿Podría recorrerse esa distancia a pié en dos días, por malos caminos y en territorio hostil, propicio para embocada
Colón dividió su fuerza en dos, un ala al mando del Adelantado Bartolomé Colón y otras a sus órdenes. Los españoles se apalancaron en dos cerros y atacaron a los indios por dos flancos, la infantería de ballestas, arcabuces y espadas y el auxilio de 20 perros de presa mientras los jinetes usaban lanzas
En esta acción, conocida como la batalla de La Vega Real, se produjo tan gran cantidad de muerto por parte de los indios, que ella inicia y decide a favor de los españoles la conquista militar del Cibao. Esclavizándose, además, grandes cantidades de aborígenes, apresados, algunos de ellos fueron enviado como esclavos a España en cuatro navíos al mando de Antonio de Torres.
En cuanto a la cruz del Santo Cerro, lo único que se conoce de fehaciente es lo que dice Las Casas refiriéndose a la edificación de la fortaleza de La Vega, “junto al pie del cerro grande, donde se puso la cruz que dura hasta hoy; con la cual toda esta isla tiene n gran veneración” pero no hay pruebas de que sea de níspero ni existe documento que atestigüen que fue posteriormente trasladada a la catedral de Santo Domingo.
Lo que es evidente es que la cruz nada tuvo que ver con la batalla de La Vega Real, la cual erradamente se menciona como la batalla del Santo Cerro
Recopilación
Ubaldo Solís

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