LA BATALLA DE GETTYSBURG (Y II)
Por Aitor Pérez Blázquez . 26 septiembre, 2011 en Siglos XIX y XX
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El inicio de la batalla y la decisión de Buford (30 de junio y 1 de julio de 1863)
A ambos ejércitos avanzaban sin saberlo de forma paralela porque una cordillera les separaba. En su extremo norte había una pequeña ciudad de tamaño, llamada Gettysburg, pero grande en importancia por ser un nudo de comunicaciones. Tenía una fábrica de botas y zapatos, lo cual era importante, porque, aunque a nosotros nos pueda parecer un hecho curioso, muchos soldados del Sur no disponían de calzado, por lo que una pequeña fuerza confederada se acercó el 30 de junio por la tarde para intentar capturar su almacén. Fue interceptada por una patrulla de caballería federal que dispersó a los confederados e informó a su comandante, el general de brigada John Buford (1826-1863), de la presencia de tropas de la Confederación en la zona.
Buford, comandante de dos brigadas de caballería (unos tres mil soldados) se dio cuenta de la importancia que podía tener la ciudad. Comprendió que Lee, al conocer la presencia de tropas enemigas, mandaría más efectivos para tomar la posición, al ser un nudo de comunicaciones por donde discurrían todos los caminos de la zona.
Era necesario, por tanto, aguantar hasta que su superior, el general John F. Reynolds (1820-1863), pudiera llegar. Era el superior de Buford y contaba con unos diez mil hombres cerca de Gettysburg. El objetivo de Buford era aguantar frente a un enemigo superior el tiempo necesario para que su superior, el general Reynolds, le relevase. Era necesario defender los accesos a Gettysburg, por lo que mandó desmontar a sus soldados y los desplegó por la zona conocida como Seminary Ridge, cerro donde se localizaba un seminario de confesión luterana. Buford sabía que el enemigo al menos le superaba dos a uno, es decir, dos enemigos por cada uno de sus soldados, pero Seminary Ridge se caracterizaba por ser una zona alta, algo que facilitaba la defensa.
Este momento es fundamental para entender el desarrollo posterior de la batalla y la derrota del general Lee. Será conocida dicha acción como la decisión de Buford, al ordenar desmontar a sus menos de tres mil hombres y formar una línea que bloquease el avance de las tropas confederadas. Planteó su línea de defensa en Seminary Ridge, al norte de Gettysburg, tomando como punto de observación el campanario del seminario luterano que daba nombre al cerro.
Sin embargo, los soldados de Buford tenían una ventaja tecnológica. Estaban armados con carabinas de retrocarga, por lo que podían mantener un mayor ritmo de fuego que los soldados sudistas, con fusiles de avancarga (cargados por la boca del arma).
Un soldado de la Confederación podía realizar dos disparos por minuto, debido a la complejidad de tener que sacar el cartucho de cartón que contenía la pólvora, introduciéndola tras morderlo para abrirlo, meter la bala y “atacarla”, es decir, meterla en el cañón con una baqueta. Tras esta operación, se colocaba un fulminante en la cazoleta del arma para que la llave encendiera la pólvora.
Sin embargo, los soldados de Buford, actuando como una fuerza de infantería y desplegándose por el terreno, podían hacer hasta cinco disparos por minuto. Disparaban, abrían el cerrojo e introducían por detrás del sistema del gatillo, en la recámara, el cartucho, en el que se incluía la bala. Por lo tanto, era una operación mucho más simple que el mosquete de percusión de los confederados. De este modo, los jinetes de Buford, aunque menos en número que sus enemigos, tenían una mayor capacidad de fuego.
Esto compensó de forma parcial la desigualdad numérica y permitió que pudieran retrasar la acometida de Lee, que se había lanzado sobre Gettysburg al conocer la presencia de fuerzas de la Unión. Sin embargo, pese a contar con la ventaja de las carabinas y de la llegada de refuerzos, las tropas federales acabaron por ceder el sector del seminario luterano, huyendo por las calles de la ciudad ante el rápido avance sudista. A pesar de esta victoria, de forma sorprendente, se dio la orden para que dejasen de avanzar los soldados confederados.
El resultado de ese primer día fue la victoria de la Confederación, aunque la Unión perdió Gettysburg. Pero Buford logró ganar el tiempo necesario para que pudieran reorganizarse las tropas federales al sur de la localidad y establecer una línea defensiva que frenase a Lee.
De forma inesperada, lo que comenzó como una simple escaramuza por conseguir unas botas, se acabó por convertir en la batalla más importante de la Guerra Civil estadounidense.
El sistema defensivo de la Unión (dispositivo)
Como hemos visto, tras la primera jornada de lucha, las tropas federales fueron empujadas al sur de Gettysburg. Sin embargo, el tiempo ganado por la caballería de Buford y la llegada de la infantería de Reynolds hizo posible que se pudiera establecer una línea defensiva al sur de la localidad, dominando el campo de batalla al controlar dichas alturas. En esta ocasión, era Lee y su ejército quien tenía que asaltar una defensa organizada en una zona elevada.
El ala derecha del dispositivo de la Unión formaba una especie de arco de medio punto, sobre una cota elevada llamada Culp’s Hill, al sur de Gettysburg. El lado izquierdo de ese supuesto “arco” de medio punto se prolongaba hasta dos alturas a una distancia de unos cinco kilómetros y medio, llamadas Little Round Top y Big Round Top. Entre Culp’s Hill (lado norte) y los Round Top (lado sur), el centro del dispositivo se asentaba en un cerro conocido como Cemetery Ridge.
De esta forma, el dispositivo simulaba una especie de “f” con el trazo superior prolongado, dominando todo el terreno desde dichas alturas. Favorecía además el movimiento interno de tropas y de suministros, a través de las maniobras llamadas de “líneas interiores”, de época napoleónica. Estas consistían en poder trasladar dentro de las posiciones de un ejército fuerzas de un sector a otro sin que fueran advertidas o atacadas por el enemigo. De esta manera, se podía reforzar aquellos puntos más amenazados por la presión enemiga, además de permitir la acumulación de tropas para un posible contraataque una vez que el enemigo se hubiera desgastado.
Por el contrario, la línea confederada estaba mucho más extendida, unos ocho kilómetros, ya que pretendía intentar sobrepasar y flanquear las alas federales. Sus movimientos eran visibles, a diferencia de lo que ocurría con las tropas de Meade, para los observadores federales, que podían dotar de una mejor información táctica a sus mandos. De esta forma, los oficiales federales podían contrarrestar cualquier movimiento sudista.
Esto implicaba que, a pesar de los éxitos iniciales en la jornada del 1 de julio de 1863, la situación para el Ejército de Virginia del Norte no era la más apropiada para llevar a cabo operaciones ofensivas contra el Ejercito del Potomac, que les superaba en número.
La disyuntiva de Lee y el segundo día (2 de julio de 1863)
Ante esta situación, Lee tenía dos alternativas. La primera opción implicaba continuar la lucha, confiando en vencer a los nordistas por la mayor capacidad de lucha de sus hombres y las mejores capacidades de mando frente a los oficiales de la Unión. La segunda opción, defendida por el general James Longstreet (1821-1904), segundo al mando, era más conservadora y defensiva, pues planteaba un movimiento lateral para que las tropas de Lee se separasen de las federales. Tras esto, Longstreet pedía esperar y dar batalla eligiendo Lee el campo de batalla.
A la consideración anterior habría que añadir el hecho de que aún no tenía a su disposición a todas sus fuerzas, ya que aún no disponía ni de la Caballería de J. E. B. Stuart ni de la división del general George Pickett (1825-1875).
El precio de esta segunda opción era convertir la victoria inicial confederada, táctica, en una derrota estratégica, ya que abandonarían el campo, que pasaría a estar dominado por los soldados de Meade. De esta manera, para la desmoralizada opinión pública de la Unión, la victoria sería para las tropas federales, al controlar el campo de batalla. Esto a su vez condicionaría el esperado reconocimiento internacional de la Confederación por las potencias europeas, lo que a su vez implicaba continuar la guerra, que cada vez era más insoportable para los confederados por su escasez de hombres para combatir y falta de industrias y recursos con los que mantener la lucha.
Finalmente, se impuso el criterio de Lee de continuar la batalla a pesar de la opinión de Longstreet, teniendo en cuenta además las directrices políticas que condicionaban la campaña del ejercito virginiano. A pesar de haberse iniciado como un enfrentamiento relativamente pequeño, Lee decidió que Gettysburg era un lugar tan bueno como cualquier otro para acabar con la voluntad y el espíritu de lucha de la Unión.
Robert E. Lee decidió lanzar dos ataques sobre las alas federales. El primero, sobre el ala izquierda (zona sur) de la Unión para poder colocar la artillería y dispararla contra toda la línea de Meade. El segundo, tendría como objetivo el sector de Culp’s Hill en el flanco derecho (lado norte). Se buscaba romper y penetrar en el dispositivo federal. La ventaja de este ataque, además de poder flanquear al resto del Ejército del Potomac, significaba amenazar la ruta por la cual se abastecía a todas las tropas federales, además de rodearlas y acabar con ellas.
El ataque principal se planteó en el ala izquierda de la Unión, donde se dio uno de los momentos más épicos de toda la batalla: la defensa de Little Round Top por los voluntarios del Regimiento de voluntarios 20º de Maine, al mando del coronel Joshua Lawrence Chamberlain, un profesor de la Universidad de Maine enemigo de la esclavitud.
Lee había ordenado a Longstreet y al subordinado de este, John Bell Hood (1831-1879), tomar el flanco izquierdo, para así poder colocar allí su artillería y batir todas las posiciones federales. Sin embargo, el general Meade había reforzado sus flancos en previsión de cualquier tipo de maniobra que implicase romper la línea. Por esto, el ala izquierda estaba mejor protegido de lo que creía Lee. La lucha comenzó hacia las cuatro de la tarde, y fue de una extremada dureza. Poco a poco, los sudistas arrollaron a las fuerzas de la Unión, rompiendo sus líneas. La posición clave era Little Round Top, defendida por los hombres del 20º de Maine, que se defendieron con gran valentía, pero se encontraron casi en solitario durante cerca tres horas. Las tropas confederadas, lideradas por el Regimiento 20º de Alabama, llegaron a luchar cuerpo a cuerpo y con bayonetas con los veteranos de Maine entre los árboles de la colina.
Pero, a pesar de los ataques obstinados, no lograron romper la línea de Chamberlain y sus voluntarios. Fue justo en ese momento cuando llegó el momento de la verdad, ya que los soldados de Maine apenas tenían municiones. Si los sudistas volvían a atacar, tendrían que defenderse con piedras o huir, por lo que la única alternativa para Chamberlain era atacar ellos. Esperó a que los confederados comenzaran a subir y, en ese momento, Chamberlain mandó cargar colina abajo a la bayoneta.
Los soldados de la Confederación no se lo podían creer. Habían pasado de ser los atacantes a ser los atacados, comenzando a huir y rompiendo sus formaciones. Aunque la bayoneta no fuese un arma útil en mitad de un combate cuerpo a cuerpo, el terror que aun hoy provoca, y la fuerza y convicción del ataque de los nordistas provocó el desconcierto y el fracaso del asalto.
El segundo ataque comenzó al atardecer, sobre Culp’s Hill. Lee confiaba en que la zona estuviera debilitada porque muchos de sus defensores se hubieran desplazado para frenar la ofensiva sobre el flanco izquierdo. Pero las tropas que se encontraban en el lugar, únicamente una brigada, pudieron mantener la posición y rechazar los ataques del enemigo.
Ante una posible amenaza rebelde, se había ordenado que la brigada construyera unas defensas sólidas, por lo que, cuando las tropas del Sur se lanzaron sobre las posiciones enemigas, se encontraron a soldados perfectamente parapetados que los estaban esperando. Los sudistas pudieron ocupar las trincheras más expuestas al asalto. Eran las que estaban en la zona más baja, pero no pudieron ir más allá, permaneciendo los defensores en sus posiciones resistiendo ante fuerzas superiores. Los soldados de Lee, que habían ocupado las trincheras bajas, durante la noche tuvieron que volver a sus líneas.
Sin embargo, el desgaste en ambos ejércitos cada vez era mayor, acumulándose tanto el número de bajas como el de soldados que no estaban en las mejores condiciones de combatir tras dos días de dura lucha. A pesar de los denodados ataques de Lee, apenas se había modificado la situación con respecto al inicio de la jornada. Lee había desgastado a sus tropas sin lograr ninguno de sus objetivos. Lo único positivo de la jornada para los confederados fue la llegada de la División del general George Pickett, a última hora de la jornada, y de las tres brigadas de Caballería de J. E. B. Stuart, que no eran adecuadas para usarlas como simple infantería.
A pesar de contar con mayor número de tropas, Meade también había sufrido un importante desgaste, ya que tuvo que debilitar su centro para evitar que los flancos cayesen y fueran sobrepasados por los sudistas. Si Lee buscaba un punto donde podía romper la línea federal, ese era la zona de Cemetery Ridge. Al menos, aquello era en lo que confiaba Lee. El veterano general aun creía que podía vencer al Ejército del Potomac. Si lo lograba, la Confederación podría ser reconocida internacionalmente y lograr por fin terminar con esa larga guerra.
El tercer día: la carga de Pickett (3 de julio de 1863)
Lee tenía la esperanza de que el sector central de las líneas de Meade estuviera debilitado, por lo que confiaba en que un ataque potente pudiera perforarlo, para que así, en combinación con el resto de sus generales, acabar con el Ejercito del Potomac. Su punta de lanza sería la División de Pickett, que había llegado el día anterior y que aun no había combatido, por lo cual se encontraba fresca y dispuesta.
El lugar elegido para atacar sería Cemetery Ridge. Sin embargo, entre la línea confederada y la federal había una distancia de aproximadamente kilómetro y medio expuesto al fuego enemigo, sin ningún lugar en el que cubrirse ni protegerse.
Para evitar y reducir la capacidad de defensa federal, Lee decidió que antes de que avanzaran las tres brigadas que componían la división de Pickett (mandadas respectivamente por los generales Richard Garnett, James Kemper y Lewis Armistead), junto con el apoyo de otras dos divisiones (las dirigidas por los generales de brigada Johnston Pettigrew e Isaac Trimble, que habían sustituido a sus superiores al estar ambos heridos), se realizara un fuerte bombardeo sobre las posiciones federales. Pretendía destruir las defensas e inutilizar los cañones que estaban en ese sector. Ciento cincuenta cañones comenzaron a abrir fuego a la una de la tarde, prolongando su fuego durante cerca dos horas.
Sin embargo, este bombardeo fue ineficaz, ya que no logró acallar ni desmantelar las posiciones unionistas en Cemetery Ridge, cuyas tropas eran dirigidas por el general Winfield Scott Hancock (1824-1886). Este general, fue llamado así por sus padres en honor del general Winfield Scott, comandante de las fuerzas estadounidenses en México y jefe del Estado Mayor. Los cañones del Norte no respondieron. Parecía que los sudistas estaban logrando su objetivo, que el ataque podría surtir efecto y acabar con el enemigo. Los virginianos de Pickett estaban convencidos de que aplastarían a las fuerzas de Cemetery Ridge.
Lo que no sabían era que los cañones habían sido retirados para protegerlos y usarlos durante el asalto de infantería. Desconocían que las mechas de las granadas confederadas tenían una duración mayor de la habitual, debido a un defecto de fabricación y, por tanto, explotaban más tarde de lo que se había calculado. En lugar de explotar sobre las tropas de la Unión, muchas de ellas explotaron por encima de los soldados o tras las posiciones federales, sin hacer apenas daño.
Tras dos horas de intenso bombardeo, las fuerzas de Pickett comenzaron su avance hacia Cemetery Ridge. Confiaban en el éxito del cañoneo y en un relativamente sencillo asalto. La desesperación se dio nada más desplegarse las brigadas de Pickett. Las baterías de la Unión comenzaron a abrir fuego sobre los soldados confederados, diezmándoles según avanzaban hacia las posiciones enemigas.
A medida que se acercaban al alcance de los fusiles de la infantería federal, comenzaron a abrir fuego sobre los soldados de Pickett, afectando tanto al centro como a los flancos del avance, continuando la carnicería que comenzaron los cañones de la Unión.
Tras la muerte del general Garnett y las heridas de Kemper, solo quedaría en pie el general de brigada Armistead. Una imagen muy repetida en la iconografía sobre Gettysburg es cuando este último colocó su sombrero en la punta de su sable y ordenó el avance final. Junto a un pequeño grupo de soldados, animados por el gesto de su general, llegó hasta la línea federal y sus cañones. Los sudistas habían logrado llegar y romper la línea, pero eran tan pocos que no pudieron aprovechar la brecha. Armistead fue mortalmente herido en esos instantes, rápidamente llegaron refuerzos de la Unión y la brecha fue cerrada: se mantuvo la disciplina de fuego hasta que los restos de la fuerza de asalto se replegaron a sus posiciones iniciales.
La última solución de Lee para acabar con el Ejercito del Potomac había concluido en un gran desastre. Supuso la destrucción en la práctica de la división de Pickett. En poco más de una hora, tuvo más de cinco mil bajas, bien por morir o sufrir heridas de diversa gravedad, entre ellos los tres generales de brigada que lideraron el ataque sobre las posiciones de la Unión.
Tras el fracaso del general Pickett, Lee se dio cuenta que no tenía recursos para continuar con la lucha y que la batalla decisiva si se había dado, era a favor de la Unión y no para la Confederación. Aunque sus soldados aún tenían fe en su general; creían en la victoria y esperaban reanudar la batalla al día siguiente, el 4 de julio, Lee había decidido no seguir, aunque mantuvo su enseña en el campo durante el día posterior, ordenando finalmente el repliegue de su ejército y dejando veintiocho mil muertos, heridos o prisioneros, es decir, más de un tercio de sus efectivos totales.
Aunque Meade había perdido unas cifras similares a las de Lee, con veintidós mil heridos y muertos, el potencial humano de la Unión era muy superior al de la Confederación, por lo que ese número de bajas fue mucho más asumible y soportable para el populoso e industrializado Norte. Aún quedaban dos años más de guerra. Lo peor estaba por llegar.
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