El morir en la Edad Media

La representación del fin de los tiempos era la de un Cristo glorioso, entronizado y rodeado por los cuatro evangelistas. En el pórtico real de la catedral de Chartres (siglo XII) tenemos representado este imaginario. Rodeando al Cristo en Majestad, los cuatro evangelistas. San Juan con el águila, San Mateo con las alas de ángel, San Lucas con el toro y San Marcos con el león. En las arquivoltas, ángeles y los Veinticuatro Ancianos del Apocalipsis. Debajo del Pantocrátor, los doce apóstoles. Esas primeras representaciones de arte funerario se centraban en los elegidos y no se mostraba a los condenados, que no despertaban, ni tampoco las calamidades anunciadas por San Mateo.

El Juicio Final.

]Pero la obsesión por conocer el destino de los hombres empieza a plasmarse en la iconografía religiosa a partir del siglo XII. Dos escenas conviven; la antigua imagen del Pantocrátor, junto a la del Juicio del último día, inspirada en el Evangelio de San Mateo. Tres secuencias se reproducen; la resurrección de los cuerpos, los actos del juicio y la separación de los justos, que van al cielo, de la de los malditos que son enviados al infierno.
En la imagen del tímpano de Santa Fe de Conques (1130-1150) observamos los tres niveles. En el centro; el Pantocrátor dentro de una mandorla que representa la bóveda celeste. En su aureola se lee JUDEX, pero en esta ocasión no sujeta el libro de la Ley. En la parte superior dos ángeles tocan el cuerno anunciando el momento del Juicio de la Humanidad, mientras otros dos, bajan la cruz y los símbolos de la pasión de Cristo.
Debajo del Pantocrátor el arcángel San Miguel inicia el pesaje de las almas. Sostiene la balanza ante un diablo tramposo que intenta provocar que los platillos se inclinen a su favor. El resultado final quedará a expensas de las intercesiones que apelan a la Gracia del juez y que son consideradas. El paraíso anunciado en el Apocalipsis ocupa ya el mismo espacio que el infierno. El nuevo mensaje está claro: en el pueblo de Dios nadie tiene asegurada su salvación.

La Corte de Justicia

En el siglo XIII la idea del Juicio ya es la vencedora. La Salvación  se ha convertido en una Corte de Justicia. No es de extrañar, en las sociedades de la segunda Edad Media hasta las del Antiguo Régimen, la justicia era la expresión máxima de poder. Es el rey, o Cristo en la iconografía religiosa, quien la imparte sobre sus súbditos
Una nueva mentalidad se refleja aquí; es la concepción de la vida como biografía, cada momento será tenido en cuenta por un tribunal después de la muerte. Los actos realizados han sido registradosCada vida es única y se resume en un libro de cuentas a dos columnas; la de los pecados, frente a la de los buenos actos. Un espíritu contable, el de los hombres de negocios, empieza a impregnar el ambiente.
El libro, símbolo de la vida moral, gana fuerza en estas representaciones en detrimento de la balanza.
En la imagen del fresco del Juicio Final de la Catedral de Santa Cecilia de Albi, pintado a finales del XV, vemos como cada uno de los resucitados se dirige hacia el juez llevando, como única vestimenta, su libro colgado del cuello.

Los Ars Moriendi

Aunque la idea del Juicio Final prevalecerá en la iconografía religiosa durante bastantes siglos aún, esta se desvincula de la resurrección conjunta. Ahora la muerte aunque sigue siendo pública, se individualiza. El Juicio se produce en el mismo momento de la muerte, junto al lecho del moribundo, acortando el intervalo de tiempo en que las plegarias intercedían en el veredicto. Es el siglo XV, el momento de los libros del bien morir, ampliamente difundidos por la imprenta.
Cada página contenía junto al texto una imagen, así todos, incluso los que no leían, captaban el sentido. En el lecho, rodeado de seres queridos, el moribundo se jugaba su destino. Él es el único que puede ver el espectáculo que se está desarrollando en una habitación llena de seres sobrenaturales. En la cabecera de su cama se arremolinan; la Trinidad, la Virgen y una corte celestial que ya no es una Corta de Justicia.
Al otro lado está Satán acompañado de sus demonios. Dios no es un juez, sino un árbitro o un espectador más, entre la disputa por el alma del moribundo. Sin embargo, el cielo y el infierno no luchan, tan solo asisten a la última prueba a la que se es sometido el moribundo, el único responsable de su salvación que, ayudado por su ángel y  sus intercesores, deberá vencer la seducción de los diablos. Es el libre arbitrio.
Nada queda, en el siglo XV de aquella placidez con la que los primeros creyentes se enfrentaban a una muerte concebida como un tránsito hacia el paraíso. En el final de la Edad Media, la muerte más que un tránsito es final, por eso se la representa bajo la figura de un cadáver y es que el polvo o la arena no son ya el símbolo de la destrucción por excelencia, es la descomposición. El arte lo refleja en las danzas macabras donde la muertebailando, se acerca al vivo que se horroriza pero que no tiene forma de esquivarla.
Autora: Noemí García Mariscal para revistadehistoria.es
Bibliografía
Philippe Ariès. “El hombre ante la muerte”. Editorial Taurus. ISBN: 978-84-306-0827-0
Otras fuentes web han sido:
http://www.art-roman-conques.fr/espanol/index.htm
http://algargosarte.blogspot.com.es/2014/09/la-portada-de-sainte-foy-de-conques.html
-EL ARS MORIENDI: UNA PREPARACIÓN PARA EL TRÁNSITO Dra. Dª. Elisa Ruiz García https://www.ucm.es/data/cont/docs/446-2013-08-22-10_ruiz%20garcia.pdf (los ars moriendi)