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martes, 25 de junio de 2019


Berenguela de Castilla corona a su hijo Fernando y desbarata otra injerencia de León


VALLADOLID, 2 julio 1217. Hoy en Valladolid, con la coronación de su hijo como Fernando IIIBerenguela de Castilla ha puesto punto y final a la guerra civil que empezó a fraguarse tras la muerte de su padre Alfonso VIII hace ahora cuatro años. La coronación ha sido posible gracias al traspaso a su hijo de sus derechos al trono de Castilla, un broche perfecto para una serie de decisiones tomadas por una de las mujeres más inteligentes, previsoras y prácticas de toda la Edad Media, digna nieta de su abuela, la gran Leonor de Aquitania.

Para comprender la complejidad que alcanzó la línea sucesoria de Alfonso VIII poco antes de su muerte, debemos remontarnos veinte años atrás, cuando en 1197 se sellaba en Tarazona la enésima paz entre Castilla y León, enfrentadas por la fronteriza Tierra de Campos desde que en 1158 muriese Sancho III, el padre de Alfonso VIII, Los conflictos entre ambos reinos fueron constantes a lo largo de los treinta años siguientes, con episodios tan ignominiosos como los continuos incumplimientos de lo pactado por parte de Alfonso VIII o la alianza de León con los almohades para atacar a Castilla tras la derrota de Alarcos (1195). Esta última crisis fue la que se cerró en Tarazona en 1197, y en ella apareció una novedad con respecto a las anteriores: se acordó el matrimonio de Berenguela de Castilla, hija de Alfonso VIII, con el rey de León Alfonso IX. El matrimonio incumplía todas las normas de cosanguineidad del momento, pero su importancia política era tan grande que se llevó a cabo a pesar de la oposición del papa. Cuando siete años más tarde la iglesia hispana avisó de que no podía contener por más tiempo la amenaza de ex-comunión pontificia, el matrimonio se separó, pero Berenguela volvía a Castilla con cinco hijos de Alfonso IX de León, entre ellos el infante Fernando, coronado hoy rey en Valladolid, y sobre quién se edificó otro tratado de paz en la localidad de Cabreros, en 1204.

En aquellos momentos, sobre 1204, la situación no parecía más complicada de lo normal: Alfonso IX ya tenía otro hijo mayor fruto de su primer matrimonio con Teresa de Portugal, Fernando, y Alfonso VIII tenía dos hijos con derecho al trono antes que la propia Berenguela, Fernando y Enrique. Pero la cosa empezó a complicarse en 1211; durante los preparativos de la cruzada que llevaría a las Navas de Tolosa, fallecía en el alcázar de Madrid el infante Fernando, primogénito de Alfonso VIII y destacado caudillo militar. Entonces se convirtió en heredero el otro hijo varón, Enrique, con solo 7 años de edad. Y todavía se complicó más cuando a mediados de 1214 fallecía el heredero al trono de León, dejando a sus hermanas Sancha y Dulce de León, dos mujeres, como herederas al trono. Muy poco después fallecía Alfonso VIII de Castilla, quien consciente de la complicada situación, encargó a su fiel alférez Diego López de Haro la protección de su familia. 24 días después fallecía Leonor de Inglaterra, la regente en nombre del niño Enrique I, con lo que Berenguela se convertía en la nueva regente de Castilla.

Conviene detenerse aquí para analizar la delicada situación del momento: el más poderoso reino de la península tiene como regente a una mujer que gobierna en nombre de su hermano, pero además ella misma es la siguiente, tras ese hermano, en la línea de sucesión del poderoso reino, y otro además, también es la madre del único hijo varón que le queda al soberano del reino vecino, del cual se desgajó hasta hace solo 50 años. Las posibilidades, o más bien las amenazas, estaban a la vista de todos.

El primero en mover ficha fue el conde Álvaro Núñez de Lara, quien alegando la seguridad del rey, consiguió el apoyo de parte de la nobleza y se enfrentó a la propia Berenguela para exigirle la persona del rey y la gobernación del reino. Berenguela, que entonces se consideró sin apoyos suficientes, cedió y don Álvaro comenzó a gobernar el reino con el rey-niño Enrique I en su poder. Ante esa situación, Berenguela envió a su hijo Fernando a León para que su padre lo protegiese de un ataque de sus enemigos. El autoritarismo del conde pronto encontró enemigos en importantes familias de la nobleza castellana, como los Díaz de Haro, Ruiz de Girón o Téllez de Meneses. Esta facción pronto se dirigió a Berenguela pidiéndole amparo, con lo que los magnates volvían a estar divididos durante una minoría de edad, tal y como había ocurrido con la minoría del propio Alfonso VIII cincuenta años atrás. Y tal como ocurrió entonces, el soberano de León fue llamado a intervenir en favor de una de las partes. En este caso, fue el conde Álvaro Núñez quien pidió ayuda a Alfonso IX y ofreció al niño Enrique I para casarse con Sancha, una de las hijas de aquél. En las negociaciones, el de Lara fue nombrado mayordomo del rey leonés. El 12 de agosto de 1215, Alfonso IX y Enrique I se prometía apoyo y colaboración.

La entrada de León en la disputa agravó la situación de los partidarios de Berenguela, quienes en varias ocasiones durante 1216 trataron de recuperar el control de Enrique I, tal y como habían dispuestos sus padres los reyes de Castilla. Pero la respuesta del conde Álvaro Núñez fue concentrar sus tropas y sumar a ellas las de su aliado leonés. En la primavera de 1217 la guerra civil volvía a entrar en Castilla por donde siempre, por la sufrida y otra vez devastada Tierra de Campos. Las expectativas para los partidarios de Berenguela eran cada vez más sombrías. Así se llegó al verano de 1217, cuando las tropas del conde Núñez de Lara, con el rey en su poder, se encontraban en Palencia. Y allí tuvo lugar el incidente que cambió la historia; mientras jugaba con otros niños de su edad, Enrique I fue golpeado por la caída accidental de una teja. La herida le causó una hemorragia que no pudo ser detenida, y el niño rey acabó muriendo el 6 de junio de 1217, Berenguela de Castilla se convertía en la heredera al reina de Castilla.

La muerte del rey Enrique (13) lo cambió todo. Álvaro de Núñez intentó esconder la noticia, pero Berenguela recibió cumplida información sobre el estado de su hermano. Y se movió rápido. Su primera decisión fue sacar a su hijo de la protección de su padre, Alfonso IX de León, pues su nueva condición de heredero de los dos reinos lo convertía en una amenaza, algo que de lo que su padre no quería ni oir hablar. A continuación trató el más espinoso de los temas; a pesar de que todos reconocían que Berenguela era la heredera legal al reino de Castilla, el hecho de que fuera mujer mantenía escéptica a una buena parte de la nobleza.  Al respecto, Bernguela no dudó en sacrificar su derecho por el bien del reino (y de su hijo), con lo que acordó traspasar sus derechos a éste y el 2 de julio, menos de un mes después de la muerte de Enrique I, Castilla coronaba un rey adulto y terminaba con un proceso de zozobra que ya duraba cuatro años.

En lo sucesivo, Fernando II de León borró el nombre de su hijo de toda la correspondencia real, donde solo eran citadas las infantas Sancha y Dulce como herederas al trono de León.


IMAGEN SUPERIOR: RETRATO IMAGINARIO DE BERENGUELA DE CASTILLA,
DE FRANCISCO PRATS Y VELASCO (1850).




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