RENACER CULTIRAL

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Solo la cultura salva los pueblos.

domingo, 30 de junio de 2019


La expulsión de los judíos: Apocalipsis en Sefarad

Sefarad es el nombre que los judíos daban a España, siendo el judío sefardí originario de la misma. Su expulsión en 1492 marca en algunos sentidos el fin de la etapa medieval y el inicio de la España de la Edad Moderna. Para muchos un acierto, para bastantes más un craso error, examinaremos como se forjó la decisión y las consecuencias que tuvo.

¿QUIEN HIZO DE CAÍN?

Fue  una de las acciones que más marcaron el reinado de los Reyes Católicos. Ríos de tinta se han vertido para explicar, justificar, o atacar este hecho, que puso fin a la particular cultura de tres comunidades de la Edad Media. Así que la historiografía está profundamente dividida a la hora de encontrar causas a este hecho, por lo que haremos un repaso a la misma. Podemos dividirla en sus diferentes culpables, reyes, pueblo llano, nobleza feudal o patriciado urbano.
Netanyahu, es de los que culpa a los reyes. Él afirma que el pueblo español era profundamente antisemita, sí, pero que Isabel y Fernando se subieron a esa ola para reforzar su autoridad. Afirma que una de las razones fue que necesitaban dinero, y expropiar a los judíos lo daría y mucho. Otra que el patriciado urbano quería quitarse competencia. Los Reyes querrían ganarse el apoyo del pueblo, y del patriciado urbano, para lograr la supresión del poder de la nobleza. Creando un enemigo común contra el cual unirse, obteniendo dinero fácil y súbditos y poderosos fieles… ¿Qué había que perder? Así pues, los Reyes Católicos serían unos oportunistas.
¿Qué crítica podemos hacer a esto? En primer lugar la de Domínguez. No se puede decir que los Reyes Católicos tuviesen ninguna necesidad de reforzar su autoridad ante el pueblo. Más de una vez le pararon los pies. También lo expone certeramente Suarez Fernandez. En 1476, Diego Pizarro fue denunciado ante los Reyes por apalear judíos y ordenarles limpiar establos, abusando de su cargo de alcalde de Trujillo. Los Reyes personalmente le destituyeron, y recomendaron procesarlo. Durante la Guerra de Sucesión los Reyes Católicos exigieron el abono de las deudas a los judíos, obligando así a cristianos a pagarles. En 1475 en Bilbao se les anuló un arbitrario toque de queda y prohibición de comprar sedas; en Sevilla se les dejó adquirir lana donde quisiesen sin necesidad de someterse a los reinos. Es decir, supieron detener en todo momento a los antisemitas, que siempre tuvieron que someterse a los reyes. Otra crítica es que se ha demostrado que los Reyes Católicos perdían y mucho dinero con la expulsión, y no puede uno alegar ignorancia en estos. Lo cierto es que fueron muchas familias hebreas, Abravanel, Caro, Zemerro, Ardutiel y Shoshan, habían financiado a Isabel la Guerra de Sucesión de Castilla. Y, si de verdad el patriciado urbano fuese un poderoso agente antisemita, ¿por qué en las asambleas y consejos donde se pronunciaban no exigieron en ningún momento la expulsión, como bien aclara José Antonio Escudero, director del Instituto de la Inquisición? Sí, de verdad los motivos de los reyes eran racistas, asumiendo que los sefarditas sean una raza, cosa que da para otro debate, ¿por qué no expulsaron a todos y dejaron quedarse a los conversos? ¿acaso mutan genéticamente al ser bautizado? Y la respuesta es que la España católica no era racista como tal, al menos en términos modernos, puesto que lo que le importaba era la religión. No era Darwin sino Pablo de Tarso quien marcaba el camino.
Luego el afamado biógrafo Manuel Fernández Álvarez nos ofrece otra versión del asunto. Sería en este caso Isabel la Católica la gran instigadora. Lo que ella querría realmente era la unidad religiosa. De esta forma evitaría que los conversos fuesen acosados por los hebreos, que a su vez estos no les perdonaban haber abandonado a Yahvé, cosa que corroboramos leyendo al intelectual León Poliakov. En nuestra opinión, esta tesis tiene sólo una laguna, y es que los judíos estaban demasiado aislados política y socialmente para representar un peligro ante los conversos. Sin embargo, sí que es interesante como expresa el sentir de la época, con Erasmo de Rotterdam opinando que los españoles eran cristianos de segunda por convivir con judíos. Y que por eso tal decisión fue aplaudida por la Universidad de la Sorbona, pues lo progresista de ayer es lo reaccionario de hoy.
Otros autores van más por la senda de la causa social de la expulsión, para ser exactos culpando al pueblo llano, como por ejemplo Sánchez Albornoz. Él sostiene que la animadversión popular se justifica por su usura, su riqueza superior per cápita a los cristianos, a los que miraban con cierto desdén. Como si mirar con desdén fuese lo peor que hiciesen los gentiles hacia los judíos. Y el asunto de la usura es desmentido por Joseph Perez, que explica claramente que la mayoría de los hebreos se empobrecía más rápido que los cristianos al tener prohibidos empleos como el comercio de carne o la orfebrería. Y es que se dedicaban a trabajos como la artesanía. Para Sánchez Albornoz la decisión fue tardía pero justificada. Aunque caiga en tópicos, el historiador dice que admira al pueblo sefardita, pero que nunca supo transmitir sino antipatía al pueblo castellano. Pero los Reyes Católicos, reiteramos, no estaban sometidos a la voluntad popular sino al revés. Pero sí que es interesante la opinión de Sánchez Albornoz, porque refleja la duración de la construcción del judío, como alguien narigudo, adinerado, extraño y que no se mezcla. Siempre ha tenido algunas variantes, como el estereotipo del judío comunista, el financiero, pero la base es la misma. Son raros, tienen dinero y son conspiradores per sé.
Este meme de Internet, el Happy Merchant, resume todos los prejuicios alrededor de los judíos. Dominan el mundo, y son culpables del matrimonio homosexual, del mestizaje, del alcohol,de la marihuana…La kippa, los dientes amarillos, el atuendo con la bandera de Israel y un rabo de rata completan la imagen. El Judío Internacional.
Otra opinión muy interesante es la de Henry Kamen. Aceptando que la lucha de clases es el motor de la historia, él explica que fue la alta nobleza feudal la que insistió más y más en la expulsión. La razón sería que los terratenientes veían en los judíos una nueva clase financiera y burguesa que podría apartarles del poder. Y que lo que les molestaba no era la usura o los préstamos, sino que se hiciesen ricos sin necesidad de tener un apellido aristócrata o tierras que fuesen labradas por los campesinos. Y esa teoría recuerda mucho a una de Niall Ferguson que expresa que los Rothschild sufrieron antisemitismo en la sociedad alemana del XIX precisamente por lo mismo. Así que acogiendo esta teoría veríamos como se daba un anticipo de lo que sería el anti-judaísmo del siglo XIX.
La tesis de Joseph Perez es un tanto distinta. En él la instigación de la expulsión sería acentuada por la Inquisición. Isaac Abravanel, consejero de la reina, había reunido una enorme suma para sobornar a los Reyes, y que anulasen el decreto. Cuando Torquemada, especialmente fanático, se entera de ello, irrumpe en la sala donde se reunían, tirando una bolsa de monedas de plata. Preguntaría airado que por cuantas piezas argénteas se vendería al Señor esta vez, en referencia a las treinta  que le dieron a Judas por entregar a Jesús en el Antiguo Testamento. Así que ellos serían los principales instigadores, y los motivos que los conversos estaban volviendo a las costumbres judías. Así pues, para Joseph Perez fue una decisión difícil que anticipaba lo que sería un estado moderno. Y en cierto modo la Edad Moderna, desde el aspecto religioso al aspecto lingüístico y social es un proceso de homogeneización en Francia, España, Reino Unido…
En nuestra opinión la más acertada es la tesis de Suárez Fernández. Lo cierto es que una expulsión implicaría, como desarrollaremos más adelante, consecuencias económicas para el reino. Pero es que los Reyes Católicos se pasaron de frenada. Creían que no habría ningún reparo de parte de los hebreos en convertirse al cristianismo, logrando así una suerte de bautismos de masas. Pero pese a lo doloroso del proceso, la gran mayoría de judíos se mantuvieron firmes en sus creencias. Así pues, abandonaron sus casas, su hogar y sus posesiones, pero manteniendo la fe intacta. Es decir, el autor acepta en principio la tesis de Netanyahu acerca de culpar a los monarcas, pero por otra parte alude al error humano como motor de la expulsión de los sefarditas. Y sobre todo aclara muy bien que los Reyes Católicos, por mucho que hubiesen protegido en el pasado, los veían como algo provisional. Y argumenta que la intención de los Reyes era un bautismo de masas con que ofrecieron a algunas juderías exenciones tributarias de años, intensificaron las predicaciones, dieron trato de favor a los judíos que acompañaban a los nobles. Un ejemplo de su provisionalidad es el texto de la villa de Bilbao: “son míos, están sus personas, sus bienes bajo mi protección, y según las leyes de este reino, los judíos son tolerados y sufridos”. Suyos, tolerados, y sufridos, tres puntos clave.
La expulsión fue altamente dolorosa. Sefarad, como los judíos denominaban a España, había sido su patria desde hacía siglos. Pese a los problemas de convivencia, algunos acabaron volviendo, en un estado deplorable, pues recibieron agresiones y vejaciones allí donde iban. Otros fueron al norte de África, o a Portugal donde el Conde Duque de Olivares trataría años después traer de vuelta. Holanda era otro sitio de los favoritos, amén de Italia. Sea como fuere, es curioso ver como la pequeña comunidad sefardita mantuvo sus raíces hispánicas, conservaron durante generaciones las llaves de las casas, mantuvieron un castellano con elementos arcaicos…De alguna forma seguían siendo hijos de la tierra que tan bruscamente les apartó de su seno.

¿CUÁNTOS JUDÍOS SE FUERON?

De Torquemada se ha dicho que fue judeoconverso, de ahí su celo, pero con escasas pruebas. Sea como fuere, su pertinaz persecución de los hebreos hizo que incluso el Papa censurase sus acciones, y todavía hoy su nombre resuena en el imaginario colectivo como intolerante y torturador.
En este momento debemos detenernos en un cruento debate, el de las cifras de la expulsión. En general los debates sobre cifras en una época donde los estudios estadísticos son entre escasos y nulos son arduos y a menudo estériles. Y en este, donde hay implicaciones políticas y religiosas todavía más. Así pues, tendremos que asentarnos en la cifra de judíos residentes para poder llegar a alguna conclusión. Baer opina, que será una cifra alrededor de 200.000 hebreos. Podemos aceptar esto como techo, pero con las cifras de expulsión todo es más complicado. En primer lugar, hay que tener en cuenta a los repatriados, a los convertidos, y finalmente a los que definitivamente se fueron.
Vuelve a basarse en los escritos de Bernáldez el autor Lea para explicar que 35.000 hogares se ausentaron del Reino. Dando como media unas cuatro personas por hogar, como se daba en aquella época, habría unos 140.000 hebreos que se irían. Cifra además en 20.000 muertos las víctimas de la expulsión. Y solo habría 50.000 bautizados. Es decir, que aceptando la teoría del bautismo de masas de los Reyes Católicos, este intento hubiese sido un sonadísimo fracaso. Pero desde luego no podemos quedarnos en este decimonónico autor para cerrar el debate, así que examinaremos ahora desde la óptica de historiadores actuales.
Joseph Perez es un autor que fue moderando sus cifras. Calcula que como máximo se fueron 150.000, como mínimo 50.000, teniendo en cuenta que otros tantos entre regresos y conversiones de última hora acabarían permaneciendo en el reino. Así que podemos hablar de un total de 100.000 como mucho, 50.000 como mínimo. Eso equivaldría a entre un 50-25% de población hebrea exiliada. En nuestra opinión quizá es demasiado amplio el arco de cifras que maneja, siendo tan diferente el hecho del mismo. Vamos, que hay mucha diferencia en que se hayan ido la mitad que un cuarto. Y con todos mis respetos a este magnífico historiador, creo que simplemente no quiere mojarse.
Valdeón es más exacto e incluso revolucionario en su planteamiento. Lo cierto es que aduce que sólo fueron 20.000 los judíos que se fueron, pues la mayoría se convirtieron o volvieron. Luis Suarez explica que es muy difícil que superasen el número de 100.000, Manuel Fernández Álvarez cifra los números en 150.000, y Ladero Quesada que no superarían por mucho los 80.000. Sobre los historiadores hebreos como Netanyahu vemos que se apoyan en cifras más altas. Y es lógico, teniendo en cuenta que defiende que tras las conversiones por miedo del siglo XIV, la comunidad sefardita era especialmente fervorosa y convencida en sus creencias. En cambio, defender las cifras mínimas implica escepticismo ante esa fe a prueba de fuego de la que hablan esos historiadores, y sobre todo minimizaría sus consecuencias. Así pues, bajo los densos ceros que pueblan las cifras, se esconde una cuestión de relevancia y orgullo sefardí en entredicho.

CONSECUENCIAS: LO QUE PUDO HABER SIDO

Y es que en las consecuencias, donde nos centraremos en las económicas, pues no existe debate real en las culturales, artísticas o filosóficas. Simplemente conociendo pensadores como Averroes, o Baruch Spinoza, filósofos que revolucionaron sus campos y ambos de origen sefardita, nos da la idea de la riqueza cultural que se perdió. Pero es en la económica donde hay el mayor debate, comenzado por la Haskalá, la Ilustración judía en el XIX. Prescott explicaba que la expulsión de los judíos arruinó a la larga la economía española, y de esa forma explicaban a los gentiles decimonónicos que tolerarles y ayudarles era un gran negocio. Perez rebate muy bien esto, explicando que la economía española era muy pujante en el XV y XVI, que se arruinaría en el XVII, como por otra parte toda la Europa mediterránea, hubiese o no judíos. Y que resurgiría en el siglo XVIII pese a seguir siendo un estado intolerante con los mismos. Ahora, entendemos que la intención es apelar al bolsillo del gentil.
Y será Kamen el que coincida con Perez, en que lejos de ocasionar una debacle, fue una crisis pasajera, un parón económico sin importancia. Argumentan que la mayoría de sefarditas trabajaban como artesanos, pequeños comerciantes, y que la clase alta hebrea se convirtió, e incluso se casó con la alta nobleza. Sirva como ejemplo decir que el Conde Duque de Olivares tenía orígenes judeoconversos, cosa que le valió mucha crítica de Quevedo. Y aunque es cierto todo esto, y que los sefarditas no habían participado del comercio mayor, con la entrada de los siglos XVI y XVII, sus circunstancias les permitieron ser el agente comercial más valorado del Mediterráneo. Como crítica a estos dos grandes autores, diría que hacen una valoración demasiado a corto plazo de un impacto económico, que como demostraremos ahora, fue mucho más largo.
Isaac Abravanel, financiero expulsado de Portugal y luego de Castilla. Sus escritos sobre la expulsión y su capacidad económica le hacen un interesante personaje. En la imagen vemos sus escritos, y un grabado de su tumba. Hoy en día seguramente sea el sefardí originario más icónico.
Explica  el historiador Attias que, debido a su diáspora particular por los Países Bajos, Venecia, Génova, Nápoles y el Imperio Otomano, pudieron tejer una red de contactos económicos y culturales. La información fluía y los contactos funcionaban, teniendo más facilidades en la práctica que los empresarios cristianos. Centrándonos en el mundo mediterráneo, ese proto-capitalismo que nace en el XVI es indudablemente de esencia hebrea. Braudel escribe como los franceses admiraban el arte de aquellos marranos al saber comerciar, y enseñar a los otomanos a hacer lo mismo. Y nada más elocuente que Solimán el Magnífico, en su valoración de la expulsión de los judíos, riéndose de que se llamase buen político a Fernando el Católico, si al expulsar a los judíos empobrecía sus dominios y enriquecía los suyos. Y no era para menos, pronto las rutas comerciales del interior en manos de los armenios, griegos o serbios fueron a parar a los sefarditas. Con libre circulación y ciertas exenciones de impuestos dentro del Imperio, lograron revitalizar esa región.
Uno podría pensar que es coincidencia, y que con semejantes ayudas del Imperio Otomano era fácil convertirse en una clase comercial fuerte. Pero no es el caso, puesto que en Italia se decidió dejar de lado el fervor de la Contrarreforma y adoptar a los hebreos. El Duque de Toscana les concedería los mismos derechos, en Venecia y Nápoles se instituyeron barrios exclusivos para ellos. El Duque de Ferrara, y hasta los Estados Pontificios entrarían en ese juego. Cohen incluso incide en que al final los arquitectos de las nuevas relaciones comerciales fueron los sefarditas que con contactos en Salónica, Corfú, Venecia e incluso Roma pudieron tejer esa red económica y financiera. Pero no se limitó a eso, como ratifica Braudel, los judíos fueron una población altamente alfabetizada, lo que les convirtió en grandes recaudadores de impuestos, funcionarios cualificados, etcétera. Así que es tristemente irónico ver cómo los hebreos que Fernando expulsaba se convertían en objeto de deseo y competencia por las grandes ciudades estado italianas. Pero además hemos de mencionar su orfebrería de primera calidad, el impulso al mundo textil otomano, etcétera.
Otro foco revelador es en el Mar del Norte. Ya hemos mencionado antes que en general el mundo mediterráneo sufrió un declive a favor del mundo nórdico, que llega hasta nuestros días. Y cierta influencia tuvieron los sefarditas, si bien los que llegaron a los Países Bajos lo tuvieron mucho más difícil. En seguida despertaron las envidias de los propios judíosholandeses, lo que desembocó en prohibiciones de oficios, así que a diferencia del mundo mediterráneo esta vez no tendrían las instituciones políticas a su favor. Esto haría que sólo se pudiesen dedicar al comercio de productos de segunda mano, o de nuevas industrias. Pero por suerte para ellos, el Nuevo Mundo iba a ofrecer mucho de lo segundo.
Durante el siglo XVI los hebreos sefarditas aprovecharon sus contactos en España y sobre todo en Portugal. Repetimos la misma mecánica, mientras que un individuo cristiano tenía especialmente complicado conseguir contratos de compra y venta, los hebreos tenían contactos y redes de información por Portugal, Venecia, etc. Además de ello su dominio del castellano y el portugués les abrió puertas en las nuevas colonias. Las colonias holandesas prosperaron fabricando azúcar, pues los sefarditas las financiaban hábilmente, y comerciaban con portugueses y españoles.
Este mapa es especialmente revelador. Por una parte muestra que España no es excepcional a la hora de las expulsiones. Pero también que muchas zonas de acogida como Holanda, Balcanes, y ciudades italianas tuvieron un proceso dinamizador en los siglos XVI y XVII.
Aunque para su desgracia el antisemitismo, además de religioso esta vez competitivo en lo comercial, les hizo abandonar el Nuevo Mundo. Cohen se lamenta respecto a este hecho, hablando sobre la oportunidad de América del Sur de haberse subido al tren del capitalismo y el progreso. Personalmente me parece mucho suponer, ya que como veremos el éxito de las comunidades judías depende de muchas cosas y a menudo es breve.
Sin embargo, este contacto se perdería cuando el Imperio español, unido al portugués bajo Felipe II, bloquearía el comercio con Holanda. Esto implicaría la mudanza de familias notables sefarditas a Hamburgo, nuevo centro comercial de Europa. Pero aun así las más se quedaron, iniciando otro tipo de comercio, abriéndose al mundo. Dirigiéndose a la India, los holandeses fundaron su Compañía Holandesa de Indias Orientales. En el acta fundacional hay hasta treinta apellidos notorios sefarditas. Pese a que Inglaterra produjo más tabaco, en Curaçao y Barbados se produjo un auge que compensó la caída del Brasil holandés. Y es que en Amsterdam se innovó de forma apabullante cuando 15 de 30 talleres de procesamiento y refinamiento de tabaco se encontraban en posesión sefardita. El caso es que esa población dinámica participó también en la creación de la primera Bolsa comercial, instrumento capitalista que con los años revolucionaría el mundo. La comunicación era clave en el mercado de valores, así que los apellidos castellanos y portugueses se sucederían junto a los neerlandeses. Y por último Joseph Pensó de la Vega fue el autor del libro Confusiones, esencial documento para entender la Bolsa y la economía.
Así que mediante esta extensa argumentación se demuestra que en hasta tres lugares diferentes, Balcanes, Italia y Holanda la población sefardita fue crucial para su desarrollo comercial. Y por tanto las consecuencias de la expulsión fueron gravísimas, tanto es así que el Conde Duque de Olivares trataría con éxito relativo traer judeoconversos de vuelta. Si bien es falso que España no se desarrollase, pues hubo grandes puertos y zonas económicas apasionantes, sólo la ucronía permite pensar que hubiese ocurrido. Una minoría judía comprometida con la idea de Imperio, haciendo contrapeso a banqueros genoveses, y financiando a una Castilla que moría intentando mantener el Nuevo Mundo y luchar por el Viejo al mismo tiempo. Aunque en defensa de los Reyes Católicos, nadie podía prever esta revolución económica ni estos protagonistas.

CONCLUSIÓN: NUEVA SEFARAD

Con la expulsión de los hebreos se iniciaba el fin de la España multiétnica. Siendo una comunidad que rara vez se levantaba en armas, no tan rica como los antisemitas dicen pero sí con una gran cultura de trabajo y emprendimiento,y con aportes culturales impresionantes como los mencionados, fue una gran tragedia. Por supuesto en ningún momento quiero mecanizar a las comunidades humanas, pues el desplazamiento forzoso de las personas es siempre una tragedia, sin importar su condición.
Poco conocido es el hecho de que David Guetta es sefardí. Su familia es de las expulsadas que se fueron a vivir al Magreb. Hoy reside en Ibiza. Otros famosos miembros sefardíes son el literato Canetti, el físico Bohr, y los citados Spinoza y Averroes.
Pero tampoco podemos tragarnos el mito de la Haksala, con el cual la decadencia de España empieza con esa expulsión. No, cualquier estudio económico serio, como el de Hamilton te muestra el aumento progresivo de poder adquisitivo de los españoles hasta el siglo XVII. Hay que entender que ese mito tiene como objetivo apelar al nterés y al amor por el bolsillo de los estados gentiles (no judíos). Como decirles «si no nos expulsáis os daremos riqueza». Al margen de que esté de acuerdo en el fondo y en el obetivo, tenemos que verlo con la perspectiva del tiempo. Aun así tampoco podemos olvidarnos de algo, y es la oportunidad perdida. Quedándonos con el interrogante de nunca saber si hubiese formado una burguesía dinamizadora en el siglo XVII que hubiese salvado los muebles a las clases medias castellanas. Nunca lo sabremos.
Y al margen de ello, hace pocos años que los sefarditas pueden volver a su tierra originaria. El hecho de que hablen un castellano viejo, de que les guste conservar las llaves de unas casas ya derruidas por modernos planes de urbanismo, hace que sea imposible entender su identidad sin España. Acabaría así este artículo con una conclusión de como pese a este paréntesis de cientos de años, es posible que una Nueva Sefarad resurja. Sólo los años lo dirán.

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¿QUIEN HIZO DE CAÍN?

Fue  una de las acciones que más marcaron el reinado de los Reyes Católicos. Ríos de tinta se han vertido para explicar, justificar, o atacar este hecho, que puso fin a la particular cultura de tres comunidades de la Edad Media. Así que la historiografía está profundamente dividida a la hora de encontrar causas a este hecho, por lo que haremos un repaso a la misma. Podemos dividirla en sus diferentes culpables, reyes, pueblo llano, nobleza feudal o patriciado urbano.
Netanyahu, es de los que culpa a los reyes. Él afirma que el pueblo español era profundamente antisemita, sí, pero que Isabel y Fernando se subieron a esa ola para reforzar su autoridad. Afirma que una de las razones fue que necesitaban dinero, y expropiar a los judíos lo daría y mucho. Otra que el patriciado urbano quería quitarse competencia. Los Reyes querrían ganarse el apoyo del pueblo, y del patriciado urbano, para lograr la supresión del poder de la nobleza. Creando un enemigo común contra el cual unirse, obteniendo dinero fácil y súbditos y poderosos fieles… ¿Qué había que perder? Así pues, los Reyes Católicos serían unos oportunistas.
¿Qué crítica podemos hacer a esto? En primer lugar la de Domínguez. No se puede decir que los Reyes Católicos tuviesen ninguna necesidad de reforzar su autoridad ante el pueblo. Más de una vez le pararon los pies. También lo expone certeramente Suarez Fernandez. En 1476, Diego Pizarro fue denunciado ante los Reyes por apalear judíos y ordenarles limpiar establos, abusando de su cargo de alcalde de Trujillo. Los Reyes personalmente le destituyeron, y recomendaron procesarlo. Durante la Guerra de Sucesión los Reyes Católicos exigieron el abono de las deudas a los judíos, obligando así a cristianos a pagarles. En 1475 en Bilbao se les anuló un arbitrario toque de queda y prohibición de comprar sedas; en Sevilla se les dejó adquirir lana donde quisiesen sin necesidad de someterse a los reinos. Es decir, supieron detener en todo momento a los antisemitas, que siempre tuvieron que someterse a los reyes. Otra crítica es que se ha demostrado que los Reyes Católicos perdían y mucho dinero con la expulsión, y no puede uno alegar ignorancia en estos. Lo cierto es que fueron muchas familias hebreas, Abravanel, Caro, Zemerro, Ardutiel y Shoshan, habían financiado a Isabel la Guerra de Sucesión de Castilla. Y, si de verdad el patriciado urbano fuese un poderoso agente antisemita, ¿por qué en las asambleas y consejos donde se pronunciaban no exigieron en ningún momento la expulsión, como bien aclara José Antonio Escudero, director del Instituto de la Inquisición? Sí, de verdad los motivos de los reyes eran racistas, asumiendo que los sefarditas sean una raza, cosa que da para otro debate, ¿por qué no expulsaron a todos y dejaron quedarse a los conversos? ¿acaso mutan genéticamente al ser bautizado? Y la respuesta es que la España católica no era racista como tal, al menos en términos modernos, puesto que lo que le importaba era la religión. No era Darwin sino Pablo de Tarso quien marcaba el camino.
Luego el afamado biógrafo Manuel Fernández Álvarez nos ofrece otra versión del asunto. Sería en este caso Isabel la Católica la gran instigadora. Lo que ella querría realmente era la unidad religiosa. De esta forma evitaría que los conversos fuesen acosados por los hebreos, que a su vez estos no les perdonaban haber abandonado a Yahvé, cosa que corroboramos leyendo al intelectual León Poliakov. En nuestra opinión, esta tesis tiene sólo una laguna, y es que los judíos estaban demasiado aislados política y socialmente para representar un peligro ante los conversos. Sin embargo, sí que es interesante como expresa el sentir de la época, con Erasmo de Rotterdam opinando que los españoles eran cristianos de segunda por convivir con judíos. Y que por eso tal decisión fue aplaudida por la Universidad de la Sorbona, pues lo progresista de ayer es lo reaccionario de hoy.
Otros autores van más por la senda de la causa social de la expulsión, para ser exactos culpando al pueblo llano, como por ejemplo Sánchez Albornoz. Él sostiene que la animadversión popular se justifica por su usura, su riqueza superior per cápita a los cristianos, a los que miraban con cierto desdén. Como si mirar con desdén fuese lo peor que hiciesen los gentiles hacia los judíos. Y el asunto de la usura es desmentido por Joseph Perez, que explica claramente que la mayoría de los hebreos se empobrecía más rápido que los cristianos al tener prohibidos empleos como el comercio de carne o la orfebrería. Y es que se dedicaban a trabajos como la artesanía. Para Sánchez Albornoz la decisión fue tardía pero justificada. Aunque caiga en tópicos, el historiador dice que admira al pueblo sefardita, pero que nunca supo transmitir sino antipatía al pueblo castellano. Pero los Reyes Católicos, reiteramos, no estaban sometidos a la voluntad popular sino al revés. Pero sí que es interesante la opinión de Sánchez Albornoz, porque refleja la duración de la construcción del judío, como alguien narigudo, adinerado, extraño y que no se mezcla. Siempre ha tenido algunas variantes, como el estereotipo del judío comunista, el financiero, pero la base es la misma. Son raros, tienen dinero y son conspiradores per sé.
Este meme de Internet, el Happy Merchant, resume todos los prejuicios alrededor de los judíos. Dominan el mundo, y son culpables del matrimonio homosexual, del mestizaje, del alcohol,de la marihuana…La kippa, los dientes amarillos, el atuendo con la bandera de Israel y un rabo de rata completan la imagen. El Judío Internacional.
Otra opinión muy interesante es la de Henry Kamen. Aceptando que la lucha de clases es el motor de la historia, él explica que fue la alta nobleza feudal la que insistió más y más en la expulsión. La razón sería que los terratenientes veían en los judíos una nueva clase financiera y burguesa que podría apartarles del poder. Y que lo que les molestaba no era la usura o los préstamos, sino que se hiciesen ricos sin necesidad de tener un apellido aristócrata o tierras que fuesen labradas por los campesinos. Y esa teoría recuerda mucho a una de Niall Ferguson que expresa que los Rothschild sufrieron antisemitismo en la sociedad alemana del XIX precisamente por lo mismo. Así que acogiendo esta teoría veríamos como se daba un anticipo de lo que sería el anti-judaísmo del siglo XIX.
La tesis de Joseph Perez es un tanto distinta. En él la instigación de la expulsión sería acentuada por la Inquisición. Isaac Abravanel, consejero de la reina, había reunido una enorme suma para sobornar a los Reyes, y que anulasen el decreto. Cuando Torquemada, especialmente fanático, se entera de ello, irrumpe en la sala donde se reunían, tirando una bolsa de monedas de plata. Preguntaría airado que por cuantas piezas argénteas se vendería al Señor esta vez, en referencia a las treinta  que le dieron a Judas por entregar a Jesús en el Antiguo Testamento. Así que ellos serían los principales instigadores, y los motivos que los conversos estaban volviendo a las costumbres judías. Así pues, para Joseph Perez fue una decisión difícil que anticipaba lo que sería un estado moderno. Y en cierto modo la Edad Moderna, desde el aspecto religioso al aspecto lingüístico y social es un proceso de homogeneización en Francia, España, Reino Unido…
En nuestra opinión la más acertada es la tesis de Suárez Fernández. Lo cierto es que una expulsión implicaría, como desarrollaremos más adelante, consecuencias económicas para el reino. Pero es que los Reyes Católicos se pasaron de frenada. Creían que no habría ningún reparo de parte de los hebreos en convertirse al cristianismo, logrando así una suerte de bautismos de masas. Pero pese a lo doloroso del proceso, la gran mayoría de judíos se mantuvieron firmes en sus creencias. Así pues, abandonaron sus casas, su hogar y sus posesiones, pero manteniendo la fe intacta. Es decir, el autor acepta en principio la tesis de Netanyahu acerca de culpar a los monarcas, pero por otra parte alude al error humano como motor de la expulsión de los sefarditas. Y sobre todo aclara muy bien que los Reyes Católicos, por mucho que hubiesen protegido en el pasado, los veían como algo provisional. Y argumenta que la intención de los Reyes era un bautismo de masas con que ofrecieron a algunas juderías exenciones tributarias de años, intensificaron las predicaciones, dieron trato de favor a los judíos que acompañaban a los nobles. Un ejemplo de su provisionalidad es el texto de la villa de Bilbao: “son míos, están sus personas, sus bienes bajo mi protección, y según las leyes de este reino, los judíos son tolerados y sufridos”. Suyos, tolerados, y sufridos, tres puntos clave.
La expulsión fue altamente dolorosa. Sefarad, como los judíos denominaban a España, había sido su patria desde hacía siglos. Pese a los problemas de convivencia, algunos acabaron volviendo, en un estado deplorable, pues recibieron agresiones y vejaciones allí donde iban. Otros fueron al norte de África, o a Portugal donde el Conde Duque de Olivares trataría años después traer de vuelta. Holanda era otro sitio de los favoritos, amén de Italia. Sea como fuere, es curioso ver como la pequeña comunidad sefardita mantuvo sus raíces hispánicas, conservaron durante generaciones las llaves de las casas, mantuvieron un castellano con elementos arcaicos…De alguna forma seguían siendo hijos de la tierra que tan bruscamente les apartó de su seno.

¿CUÁNTOS JUDÍOS SE FUERON?

De Torquemada se ha dicho que fue judeoconverso, de ahí su celo, pero con escasas pruebas. Sea como fuere, su pertinaz persecución de los hebreos hizo que incluso el Papa censurase sus acciones, y todavía hoy su nombre resuena en el imaginario colectivo como intolerante y torturador.
En este momento debemos detenernos en un cruento debate, el de las cifras de la expulsión. En general los debates sobre cifras en una época donde los estudios estadísticos son entre escasos y nulos son arduos y a menudo estériles. Y en este, donde hay implicaciones políticas y religiosas todavía más. Así pues, tendremos que asentarnos en la cifra de judíos residentes para poder llegar a alguna conclusión. Baer opina, que será una cifra alrededor de 200.000 hebreos. Podemos aceptar esto como techo, pero con las cifras de expulsión todo es más complicado. En primer lugar, hay que tener en cuenta a los repatriados, a los convertidos, y finalmente a los que definitivamente se fueron.
Vuelve a basarse en los escritos de Bernáldez el autor Lea para explicar que 35.000 hogares se ausentaron del Reino. Dando como media unas cuatro personas por hogar, como se daba en aquella época, habría unos 140.000 hebreos que se irían. Cifra además en 20.000 muertos las víctimas de la expulsión. Y solo habría 50.000 bautizados. Es decir, que aceptando la teoría del bautismo de masas de los Reyes Católicos, este intento hubiese sido un sonadísimo fracaso. Pero desde luego no podemos quedarnos en este decimonónico autor para cerrar el debate, así que examinaremos ahora desde la óptica de historiadores actuales.
Joseph Perez es un autor que fue moderando sus cifras. Calcula que como máximo se fueron 150.000, como mínimo 50.000, teniendo en cuenta que otros tantos entre regresos y conversiones de última hora acabarían permaneciendo en el reino. Así que podemos hablar de un total de 100.000 como mucho, 50.000 como mínimo. Eso equivaldría a entre un 50-25% de población hebrea exiliada. En nuestra opinión quizá es demasiado amplio el arco de cifras que maneja, siendo tan diferente el hecho del mismo. Vamos, que hay mucha diferencia en que se hayan ido la mitad que un cuarto. Y con todos mis respetos a este magnífico historiador, creo que simplemente no quiere mojarse.
Valdeón es más exacto e incluso revolucionario en su planteamiento. Lo cierto es que aduce que sólo fueron 20.000 los judíos que se fueron, pues la mayoría se convirtieron o volvieron. Luis Suarez explica que es muy difícil que superasen el número de 100.000, Manuel Fernández Álvarez cifra los números en 150.000, y Ladero Quesada que no superarían por mucho los 80.000. Sobre los historiadores hebreos como Netanyahu vemos que se apoyan en cifras más altas. Y es lógico, teniendo en cuenta que defiende que tras las conversiones por miedo del siglo XIV, la comunidad sefardita era especialmente fervorosa y convencida en sus creencias. En cambio, defender las cifras mínimas implica escepticismo ante esa fe a prueba de fuego de la que hablan esos historiadores, y sobre todo minimizaría sus consecuencias. Así pues, bajo los densos ceros que pueblan las cifras, se esconde una cuestión de relevancia y orgullo sefardí en entredicho.

CONSECUENCIAS: LO QUE PUDO HABER SIDO

Y es que en las consecuencias, donde nos centraremos en las económicas, pues no existe debate real en las culturales, artísticas o filosóficas. Simplemente conociendo pensadores como Averroes, o Baruch Spinoza, filósofos que revolucionaron sus campos y ambos de origen sefardita, nos da la idea de la riqueza cultural que se perdió. Pero es en la económica donde hay el mayor debate, comenzado por la Haskalá, la Ilustración judía en el XIX. Prescott explicaba que la expulsión de los judíos arruinó a la larga la economía española, y de esa forma explicaban a los gentiles decimonónicos que tolerarles y ayudarles era un gran negocio. Perez rebate muy bien esto, explicando que la economía española era muy pujante en el XV y XVI, que se arruinaría en el XVII, como por otra parte toda la Europa mediterránea, hubiese o no judíos. Y que resurgiría en el siglo XVIII pese a seguir siendo un estado intolerante con los mismos. Ahora, entendemos que la intención es apelar al bolsillo del gentil.
Y será Kamen el que coincida con Perez, en que lejos de ocasionar una debacle, fue una crisis pasajera, un parón económico sin importancia. Argumentan que la mayoría de sefarditas trabajaban como artesanos, pequeños comerciantes, y que la clase alta hebrea se convirtió, e incluso se casó con la alta nobleza. Sirva como ejemplo decir que el Conde Duque de Olivares tenía orígenes judeoconversos, cosa que le valió mucha crítica de Quevedo. Y aunque es cierto todo esto, y que los sefarditas no habían participado del comercio mayor, con la entrada de los siglos XVI y XVII, sus circunstancias les permitieron ser el agente comercial más valorado del Mediterráneo. Como crítica a estos dos grandes autores, diría que hacen una valoración demasiado a corto plazo de un impacto económico, que como demostraremos ahora, fue mucho más largo.
Isaac Abravanel, financiero expulsado de Portugal y luego de Castilla. Sus escritos sobre la expulsión y su capacidad económica le hacen un interesante personaje. En la imagen vemos sus escritos, y un grabado de su tumba. Hoy en día seguramente sea el sefardí originario más icónico.
Explica  el historiador Attias que, debido a su diáspora particular por los Países Bajos, Venecia, Génova, Nápoles y el Imperio Otomano, pudieron tejer una red de contactos económicos y culturales. La información fluía y los contactos funcionaban, teniendo más facilidades en la práctica que los empresarios cristianos. Centrándonos en el mundo mediterráneo, ese proto-capitalismo que nace en el XVI es indudablemente de esencia hebrea. Braudel escribe como los franceses admiraban el arte de aquellos marranos al saber comerciar, y enseñar a los otomanos a hacer lo mismo. Y nada más elocuente que Solimán el Magnífico, en su valoración de la expulsión de los judíos, riéndose de que se llamase buen político a Fernando el Católico, si al expulsar a los judíos empobrecía sus dominios y enriquecía los suyos. Y no era para menos, pronto las rutas comerciales del interior en manos de los armenios, griegos o serbios fueron a parar a los sefarditas. Con libre circulación y ciertas exenciones de impuestos dentro del Imperio, lograron revitalizar esa región.
Uno podría pensar que es coincidencia, y que con semejantes ayudas del Imperio Otomano era fácil convertirse en una clase comercial fuerte. Pero no es el caso, puesto que en Italia se decidió dejar de lado el fervor de la Contrarreforma y adoptar a los hebreos. El Duque de Toscana les concedería los mismos derechos, en Venecia y Nápoles se instituyeron barrios exclusivos para ellos. El Duque de Ferrara, y hasta los Estados Pontificios entrarían en ese juego. Cohen incluso incide en que al final los arquitectos de las nuevas relaciones comerciales fueron los sefarditas que con contactos en Salónica, Corfú, Venecia e incluso Roma pudieron tejer esa red económica y financiera. Pero no se limitó a eso, como ratifica Braudel, los judíos fueron una población altamente alfabetizada, lo que les convirtió en grandes recaudadores de impuestos, funcionarios cualificados, etcétera. Así que es tristemente irónico ver cómo los hebreos que Fernando expulsaba se convertían en objeto de deseo y competencia por las grandes ciudades estado italianas. Pero además hemos de mencionar su orfebrería de primera calidad, el impulso al mundo textil otomano, etcétera.
Otro foco revelador es en el Mar del Norte. Ya hemos mencionado antes que en general el mundo mediterráneo sufrió un declive a favor del mundo nórdico, que llega hasta nuestros días. Y cierta influencia tuvieron los sefarditas, si bien los que llegaron a los Países Bajos lo tuvieron mucho más difícil. En seguida despertaron las envidias de los propios judíosholandeses, lo que desembocó en prohibiciones de oficios, así que a diferencia del mundo mediterráneo esta vez no tendrían las instituciones políticas a su favor. Esto haría que sólo se pudiesen dedicar al comercio de productos de segunda mano, o de nuevas industrias. Pero por suerte para ellos, el Nuevo Mundo iba a ofrecer mucho de lo segundo.
Durante el siglo XVI los hebreos sefarditas aprovecharon sus contactos en España y sobre todo en Portugal. Repetimos la misma mecánica, mientras que un individuo cristiano tenía especialmente complicado conseguir contratos de compra y venta, los hebreos tenían contactos y redes de información por Portugal, Venecia, etc. Además de ello su dominio del castellano y el portugués les abrió puertas en las nuevas colonias. Las colonias holandesas prosperaron fabricando azúcar, pues los sefarditas las financiaban hábilmente, y comerciaban con portugueses y españoles.
Este mapa es especialmente revelador. Por una parte muestra que España no es excepcional a la hora de las expulsiones. Pero también que muchas zonas de acogida como Holanda, Balcanes, y ciudades italianas tuvieron un proceso dinamizador en los siglos XVI y XVII.
Aunque para su desgracia el antisemitismo, además de religioso esta vez competitivo en lo comercial, les hizo abandonar el Nuevo Mundo. Cohen se lamenta respecto a este hecho, hablando sobre la oportunidad de América del Sur de haberse subido al tren del capitalismo y el progreso. Personalmente me parece mucho suponer, ya que como veremos el éxito de las comunidades judías depende de muchas cosas y a menudo es breve.
Sin embargo, este contacto se perdería cuando el Imperio español, unido al portugués bajo Felipe II, bloquearía el comercio con Holanda. Esto implicaría la mudanza de familias notables sefarditas a Hamburgo, nuevo centro comercial de Europa. Pero aun así las más se quedaron, iniciando otro tipo de comercio, abriéndose al mundo. Dirigiéndose a la India, los holandeses fundaron su Compañía Holandesa de Indias Orientales. En el acta fundacional hay hasta treinta apellidos notorios sefarditas. Pese a que Inglaterra produjo más tabaco, en Curaçao y Barbados se produjo un auge que compensó la caída del Brasil holandés. Y es que en Amsterdam se innovó de forma apabullante cuando 15 de 30 talleres de procesamiento y refinamiento de tabaco se encontraban en posesión sefardita. El caso es que esa población dinámica participó también en la creación de la primera Bolsa comercial, instrumento capitalista que con los años revolucionaría el mundo. La comunicación era clave en el mercado de valores, así que los apellidos castellanos y portugueses se sucederían junto a los neerlandeses. Y por último Joseph Pensó de la Vega fue el autor del libro Confusiones, esencial documento para entender la Bolsa y la economía.
Así que mediante esta extensa argumentación se demuestra que en hasta tres lugares diferentes, Balcanes, Italia y Holanda la población sefardita fue crucial para su desarrollo comercial. Y por tanto las consecuencias de la expulsión fueron gravísimas, tanto es así que el Conde Duque de Olivares trataría con éxito relativo traer judeoconversos de vuelta. Si bien es falso que España no se desarrollase, pues hubo grandes puertos y zonas económicas apasionantes, sólo la ucronía permite pensar que hubiese ocurrido. Una minoría judía comprometida con la idea de Imperio, haciendo contrapeso a banqueros genoveses, y financiando a una Castilla que moría intentando mantener el Nuevo Mundo y luchar por el Viejo al mismo tiempo. Aunque en defensa de los Reyes Católicos, nadie podía prever esta revolución económica ni estos protagonistas.

CONCLUSIÓN: NUEVA SEFARAD

Con la expulsión de los hebreos se iniciaba el fin de la España multiétnica. Siendo una comunidad que rara vez se levantaba en armas, no tan rica como los antisemitas dicen pero sí con una gran cultura de trabajo y emprendimiento,y con aportes culturales impresionantes como los mencionados, fue una gran tragedia. Por supuesto en ningún momento quiero mecanizar a las comunidades humanas, pues el desplazamiento forzoso de las personas es siempre una tragedia, sin importar su condición.
Poco conocido es el hecho de que David Guetta es sefardí. Su familia es de las expulsadas que se fueron a vivir al Magreb. Hoy reside en Ibiza. Otros famosos miembros sefardíes son el literato Canetti, el físico Bohr, y los citados Spinoza y Averroes.
Pero tampoco podemos tragarnos el mito de la Haksala, con el cual la decadencia de España empieza con esa expulsión. No, cualquier estudio económico serio, como el de Hamilton te muestra el aumento progresivo de poder adquisitivo de los españoles hasta el siglo XVII. Hay que entender que ese mito tiene como objetivo apelar al nterés y al amor por el bolsillo de los estados gentiles (no judíos). Como decirles «si no nos expulsáis os daremos riqueza». Al margen de que esté de acuerdo en el fondo y en el obetivo, tenemos que verlo con la perspectiva del tiempo. Aun así tampoco podemos olvidarnos de algo, y es la oportunidad perdida. Quedándonos con el interrogante de nunca saber si hubiese formado una burguesía dinamizadora en el siglo XVII que hubiese salvado los muebles a las clases medias castellanas. Nunca lo sabremos.
Y al margen de ello, hace pocos años que los sefarditas pueden volver a su tierra originaria. El hecho de que hablen un castellano viejo, de que les guste conservar las llaves de unas casas ya derruidas por modernos planes de urbanismo, hace que sea imposible entender su identidad sin España. Acabaría así este artículo con una conclusión de como pese a este paréntesis de cientos de años, es posible que una Nueva Sefarad resurja. Sólo los años lo dirán.

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