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miércoles, 19 de junio de 2019

EL SUEÑO INACABADO, AMELIA EARHART (1897-1937).



El fin de la historia de Amelia Earhart no sólo la convirtió en un mito de la aviación sino que supuso un sinfín de especulaciones acerca de su desaparición. El afán de superación de una de las aviadoras más osadas de la historia la llevó a querer batir una y otra vez sus propias marcas. Sólo le quedaba un sueño por cumplir, dar la vuelta al mundo en avión. A punto estaba de conseguirlo cuando se perdió toda comunicación con su aparato. Tras varios intentos de encontrarla, las esperanzas se fueron desvaneciendo. A pesar de no cumplir su sueño, Amelia Earhart pasaba a la historia por su coraje y valentía.

Amelia Mary Earhart Otis nació el 24 de julio de 1897 en Atchison, Kansas. Amelia tuvo una hermana llamada Muriel. Las pequeñas fueron criadas por los abuelos maternos quienes no tenían ninguna confianza en que Edwin Earhart, el padre de las niñas, les pudiera dar una educación a la altura de sus expectativas.

La primera vez que Amelia vio un aeroplano fue a los diez años en una feria estatal. En aquel momento, Amelia no se sintió atraída por aquel aparato con aspecto más bien destartalado. Tendrían que pasar muchos años hasta que la joven viera con otros ojos un aeroplano.



Por aquel tiempo hacía dos años que su familia se había mudado a vivir a Iowa donde su padre encontró un trabajo como ejecutivo después de su fracasada carrera de abogado. Un trabajo que no le duró demasiado por culpa del alcoholismo. Después de buscar nuevas oportunidades en varios destinos, y harta de su marido, Amy, la madre de Amelia, marchó con sus hijas a vivir a Chicago.

A pesar de los problemas familiares, Amelia tuvo la oportunidad de estudiar en la Universidad de Columbia y en Harvard, donde realizó algunos cursos de verano.

Al estallar la Primera Guerra Mundial, Amelia y su hermana Muriel se trasladaron a Toronto para trabajar como voluntarias cuidando a los pilotos heridos y enfermos. Allí tuvo otra ocasión de entrar en contacto con el mundo de la aviación y ya entonces vio con otros ojos aquellos extraños aparatos.



Pero su pasión por volar afloró definitivamente en California, donde sus padres se habían vuelto a reencontrar en 1920. En un espectáculo aéreo en Long Beach tuvo la oportunidad de volar en un biplano. Amelia encontró entonces su verdadero destino.

En 1921 empezó a recibir clases de aviación de otra mujer piloto, Neta Snook, y se hizo con un aeroplano al que bautizó con el nombre de "El Canario". Dos años después, y tras haber empezado a batir alguna que otra marca, Amelia Earhart conseguía su licencia de piloto de la Federación Aeronáutica Internacional. Solamente quince mujeres antes que ella habían obtenido dicho título.

Los años siguientes estuvo volcada en el negocio de la aviación. Además de seguir pilotando, Amelia se incorporó a la Asociación Aeronáutica Nacional y realizó varios negocios relacionados con el sector.

En abril de 1928 la vida de Amelia daría otro gran paso. Amelia recibía entonces una llamada del capitán H.H. Railey con la propuesta de convertirse en la primera mujer en cruzar el Atlántico. A pesar de que en realidad ella iba como copiloto, hecho que nunca negó, recibió muchos más halagos y atención mediática que el piloto del avión con el que había hecho la travesía.


©Isabel Ruiz Ruiz 

Sea como fuere, su fama creció como la espuma y Amelia vivió uno de los momentos más brillantes de su vida dando conferencias y publicando libros relacionados con la aviación. En 1931 se casaba con el editor George Palmer Putnam, el hombre que la había descubierto y quien la había propuesto para realizar aquel primer gran vuelo de Amelia.

Aventurera incansable, el 20 de mayo de 1932 decidió volver a volar sobre el Atlántico con una ligera diferencia. Esta vez iría ella sola convirtiéndose en la primera mujer en realizar ese viaje en solitario.

Los años siguientes fueron una época dorada para Amelia y su marido. Viajes promocionales por medio mundo, reconocimientos y premios, más marcas batidas y nuevos retos como sobrevolar el Pacífico.



Amelia Earhart había batido tantas marcas y alcanzado tantos hitos que sólo le quedaba uno por conseguir, dar la vuelta al mundo. Un sueño que empezó a planear en 1935. Dos años después lo iba a convertir en realidad, aunque sólo en parte. Varias averías, enfermedades contraídas en algunos puntos del viaje y un agotamiento importante hicieron mella en una mujer incansable que no quiso abandonar en ninguna de las etapas.

Pero el 29 de junio de 1937 fue el último día en el que se recibieron comunicaciones por radio desde el avión de Amelia. A unos cien kilómetros de la costa de la isla Howland se creyó que había caído su avión. Días y semanas de búsqueda y mucho dinero invertido en el frustrado rescate dieron al traste con cualquier tipo de esperanza.

Amelia Earhart no consiguió cumplir su último sueño, pero se convirtió en una de las mujeres más osadas y valientes de la historia de la aviación. Atrás dejaba una corta pero intensa vida de retos y superación personal. Un faro ante la isla en la que desapareció fue erigido poco después en su honor.

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