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sábado, 19 de octubre de 2019

ANACAONA.
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Anacaona. Anacahona. ¿La Española? (Antillas Mayores), c. 1460 – Santo Domingo (República Dominicana), 1504. Cacique, hermana del cacique de Jaraguá y viuda de Canoabo.
Esta reina taína debió de nacer hacia 1460 en la isla de La Española. Estuvo casada con el cacique de la Maguana Canoabo, y, por tanto, tuvo que presenciar los enfrentamientos directos entre indios y españoles.
A la muerte de Caonabo se fue a vivir con su hermano el cacique de Jaraguá, Behequio, en cuyo gobierno tuvo gran influencia.
Bartolomé de las Casas la define como “una notable mujer, muy prudente, muy graciosa y palanciana en sus hablas y artes y meneos y amicísima de los cristianos. Fue también reina de la Maguana, porque fue mujer del rey Canoabo”, Por su parte, Anglería, que escribe con muy buena información, dice de ella que era “cortés y chistosa y prudentísima, y había persuadido a su hermano que, enseñado con el ejemplo de su marido, tratara bien a los cristianos, les obsequiara y obedeciera”.
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Bartolomé Colón, después de fundar la ciudad de Santo Domingo, se dirigió con sus tropas al cacicazgo de Jaraguá con el fin de someter a Behequio y extender a su territorio el tributo en oro que había impuesto el almirante en el Cibao y la Vega Real a los taínos. Sin embargo, Behequio, aconsejado por Anacaona, decidió en vez de enfrentarse al adelantado reconocer la soberanía de los Reyes Católicos y comprometerse a pagar el tributo con productos de su cacicazgo como algodón, pan cazabe, maíz, hutías, pescados y otros productos. Bartolomé aceptó esta propuesta siendo agasajado con fiestas y alimentos como eran las sabrosas iguanas, y tuvo que fletar una carabela para poder transportar los productos ofrecidos.
La rebelión del alcalde mayor de la Isabela, Francisco Roldán, contra la autoridad de los hermanos del almirante, Bartolomé y Diego Colón, aprovechando la situación de penuria y descontento que reinaba en la isla, supuso el levantamiento de muchos caciques y los ataques frecuentes a los españoles. La desobediencia de Roldán propiciaba la anarquía de sus partidarios, por lo que los Colón hicieron todo lo posible por llegar a un acuerdo. Gran parte de los seguidores de Roldán optó por retirarse a vivir libremente al lejano cacicazgo de Jaraguá, donde los roldanistas vivían regaladamente, como caciques blancos, y cada uno disfrutaba de algunos indios repartidos.
En 1501, fue nombrado gobernador de las Indias el comendador de Lares frey Nicolás de Ovando y poco después quiso llevar a cabo una política de pacificación de la isla, especialmente en los cacicazgos del Higuey y de Jaraguá. En 1503, planeó un viaje al cacicazgo de Jaraguá, gobernado por Anacaona tras la muerte de su hermano Behequio y en el que se habían refugiado muchos rebeldes roldanistas. Esta visita tenía el pretexto de mejorar las relaciones entre los conquistadores y los indios, aunque la realidad parecía ser otra: el deseo de controlar a esos españoles que campaban a sus anchas. Ante esta visita, Anacaona reunió a numerosos caciques de la zona y ofreció a Ovando y a sus acompañantes un gran recibimiento con bailes y fiestas lo mismo que había hecho años antes con Bartolomé Colón.
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Durante el año 1504 y a pesar de las demostraciones de amistad ofrecidas al gobernador, éste siguió creyendo el rumor de que los indios planeaban una conspiración. Por ello, fingió Ovando corresponder a los honores con que fue recibido e invitó a Anacaona y a los demás caciques a presenciar un simulacro militar en su honor. Congregados los indios en un caney o casa grande y principal de madera y cubierta de paja, construida para albergar a Ovando y a sus acompañantes, los de a caballo y los de a pie comenzaron a cercarlos y cuando más entusiasmados se encontraban los señores, a una señal convenida, toda la caballería con lanzas y espadas arremetió violentamente contra ellos, prendiendo fuego a la casa y muriendo muchos.
Diego Méndez, que presenció este castigo, dice que murieron ochenta y cuatro caciques. Algunos lograron huir y se salvaron.
La reina Anacaona fue apresada por los hombres de Ovando, quienes obligaron a varios de sus caciques subalternos a declarar que ella los instigaba para que atacasen a los españoles.
La actuación de Ovando en este hecho es uno de los actos más inexplicables y crueles de su gobernación.
El impacto de este castigo llegó rápidamente a la reina Isabel, quien supo de este hecho y lo sintió mucho.
También Las Casas recoge el rumor que corrió por la corte y que atribuyen a Álvaro de Portugal, presidente del Consejo Real, cuando amenazó al comendador mayor diciendo que le haría un juicio de residencia que se acordaría. Dicha amenaza tuvo que estar en relación con estos hechos abominables. En 1504, Anacaona fue trasladada a Santo Domingo, y tres meses después, juzgada y sentenciada a morir ahorcada, castigo que se aplicaba en esos momentos a los acusados de conspiración. Aun sin la dirección de muchos de sus caciques, muertos en el ataque de Ovando, los indígenas se levantaron contra los españoles matando a algunos de ellos. Sin embargo, pronto tuvieron que huir a la cercana isla de Guanabo (hoy Gonave, República de Haití).
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Bibl.: J. Pérez de Tudela, Las Armadas de Indias y los orígenes de la política de colonización (1492-1505), Madrid, 1956 (Revista de Indias, años XIV y XV, 57-58, 59, 60 y 61-62); B. de las Casas, Historia de las Indias, ed. de J. Pérez de Tudela, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles (BAE), 1957; Apologética Historia, ed. de J. Pérez de Tudela, Madrid, BAE, 1958; G. F. de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias, ed.
de J. Pérez de Tudela, Madrid, BAE, 1959; R. Cassá, Los taínos de la Española, Santo Domingo, 1974; B. Vega, Los cacicazgos de la Hispaniola, Santo Domingo, 1980; C. O. Sauer, Descubrimiento y dominación española del Caribe, México, 1984; M. A. García Arévalo, Indigenismo, Arqueología e Identidad Nacional, Santo Domingo, 1988; J. G. Guerrero y M. Veloz Maggiolo, Los Inicios de la colonización en América, San Pedro de Macorís, 1988; P. M. de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, Madrid, Ediciones Polifemo, 1989; L. Arranz Márquez, Repartimientos y Encomiendas en la Isla Española. El Repartimiento de Alburquerque de 1514, Madrid, Fundación García Arévalo, 1991.

Luis Arranz Márquez

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