Milagros Lanty en el Recuerdo
El sábado pasado en casa hospitalaria de Fabio Herrera Roa y Lucía Amelia Cabral se produjo una audición musical que dejó estupefactos a los presentes. Entre ellos, se contaban oídos tan veteranos y profesionales como el del maestro Rafael Solano, el magistrado Fernando Casado, Niní Cáffaro y nuestra Rhina Ramírez. Los demás, melómanos enamorados del talento que se expresa en el mundo maravilloso de la música. El origen, una compilación que tiempo atrás me había preparado Victoria Pellerano Amiama de las grabaciones de Milagros Lanty y se me había extraviado. Finalmente la localicé y escuché en solitario, en degustación de audífono, una joya que merece compartirse. Otro esmerado coleccionista, Ramón Rosario, hizo su valioso aporte, extrayendo de su disco duro una selección adicional. Fabio completó con grabaciones originales salidas de su laboratorio de viejos registros sonoros. El resultado provisional se presentó en esa velada, para disfrute de los comensales, encandilados por el arte de esa dominicana que internacionalizó su figura al exponerse a otros públicos desde los años 50.
Dicen que Bullumba Landestoy compuso el tema para ella. Su versión -que recuerdo en los estudios de La Voz Dominicana- era sencillamente magistral. Ella, toda bella, una mulata "fina", elegante, casi aristocrática. Buenaza, con su pelo bien arreglado de salón. Una hembra de raza con una voz divina, educada, domesticada como fiera de circo para hacer con ella maravillas. Un ángel antillano que de haberse dado el caso, seguro no se le habría escapado a los Lecuona y Grenet, cazadores de talentos, para ensamblar sus magníficas zarzuelas y revistas mulatas que enloquecieron a Barcelona, París y Madrid en los años 30. Con pleno dominio escénico, esa muñecota proclamaba sin rubor: "Yo soy mulata/ Yo soy mulata/ y a orgullo tengo/ tener la sangre de negro en mis venas/ Yo soy mulata/ y no me importa/ que me critiquen si yo tengo bemba". Para a seguidas reflexionar: "Yo no sé por qué la gente/ me critica porque tengo pelo duro/Yo no sé/Y si visto de colores/me critican y me dicen/que qué mal gusto/tengo yo". Enfatizando con resolución: "Pero no importa/Yo soy mulata/ y a orgullo tengo tener piel tostá.../Y no me importa/ si tengo ñata/ yo soy mulata, mulata e' verdá..."
Este verdadero manifiesto mulato lo encarnaba Milagros Lanty en el palacio de la tele radio difusión dominicana, dotado de su Teatro al Aire Libre y un confortable Night Club. Pero Toña la Negra se lo llevó en sus alforjas y lo grabó en México, dándole proyección continental. Cuando se comparan ambas versiones -la admirada Negra Toña que me perdone, ella que me compró el alma con Salomé-, la de la Lanty no tiene madre. Es arrogante, provocativa. Como son los cuerpos esculturales de esas cuatro mega divas televisivas que hicieron un calendario hace unos años y agotaron los estanquillos en las súper farmacias y en la tienda Geyda en un abrir y cerrar de ojos (golosos). La versión de la mexicana es más recatada, más mestiza que mulata, casi un lamento jarocho. La Lanty se rebela en el despliegue del tema, desnuda el alma, pone la ñata, raspa la garganta a lo Satchmo, y muestra sus encantos.
Del versátil y fundamental Eliseo Grenet, aquél que llevó al pentagrama los poemas de Motivos de Son de Nicolás Guillén -el autor de Lamento Cubano: "Oh, Cuba hermosa/primorosa/ ¿por qué sufres/tanto quebranto?/ Oh, patria mía/quién diría/ que tu cielo azul/ nublara el /llanto…", un canto de combate contra la dictadura de Machado-, la Milagros Lanty ha sido una destacada intérprete. Así figura Facundo en su repertorio, una pieza llena de consejos prácticos: "El cielo se ha puesto negro Facundo/ La tierra está abochorná/ Ya no hay nadie que la cuide Facundo/ La tienen abandoná/ Porque casi todo el mundo/ se ha ido pá la ciudad/ Déjate de cuento negro Facundo/ que el cuento no te da ná/ Trabaja negro trabaja/ Trabaja pá tu provecho/ Pa que no te digan vago por la calle/ Y pá que no vivas siempre tan estrecho/ Si quieres llegar a viejo Facundo/ apréndete este consejo/ Trabaja Facundo/ porque así lo manda Dios/ Hay que cultivar la tierra/ pá que nos mande su bendición/ Trabaja negro trabaja/ Y vive de tu sudor/ Verás que el pan que te comas/ así te sabrá mejor."
Otra composición de Grenet, elocuente en la estupenda voz de la Lanty, es Drume negrita: "Mamá la negrita/ se le salen lo pie' la cunita/Y la negra Mercé/ ya no sabe que hacé/ Tu drume negrita/ que yo va' comprá nueva cunita/ que va' tené capité/ que va' tené cascabé/ Si tu drume/ yo te traigo un mamey/ muy colorao/ Y si no drume/ yo te traigo un babalao/ que da pau-pau". Una canción de cuna amorosa, dotada de ternura materna, que revela el mundo de creencias religiosas de las etnias africanas que poblaron Cuba. Bola de Nieve tiene una versión en su estilo único. Atahualpa Yupanqui hizo lo propio, inspirado en este tema. Y "la negra" Mercedes Sosa le agregó su voz de vasija antigua, de raíz enternecida ante el ciclo sucesivo de la vida que crece en la criatura que drume.
De Margarita Lecuona, Babalú se crece y multiplica en la garganta polifacética de Milagros Lanty. Tras la famosísima invocación Babaluyesca que introduce el tema -el mismo que catapultara al versátil Miguelito Valdés al estrellato internacional, consagrado como Mr. Babalú-, la cantora narra la escena: "Que ta empezando lo velorio/ que le hacemo a Babalú/ Dame diecisiete vela/ Pa ponerla en cruz/ Dame un cabo de tabaco mayenye/ Y un jarrito de aguardiente/ Dame un poco de dinero mayenye/ Pa' que me de la suerte". Y entonces surge la petición, en este juego de invocación religiosa utilitaria: "Yo quiere pedí/ que mi negra me quiera/ que tenga dinero/ y que no se muera/ Ay! yo le quiero pedí a Babalu/ una negra muy santa como tú/ que no tenga otro negro/ pa' que no se fuera".
Otras piezas catalogadas en la temática del negro y su condición socioeconómica, entroncadas en su cosmovisión poblada de dioses interlocutores, aparecen en la discografía de Milagros Lanty, quien grabó varios elepés en el exterior. Figuran igual cumbias bien logradas, chachachás, mambos y boleros. Arreglos orquestales jazzeados. Viejos merengues y salves.
En la Enciclopedia de la Música Cubana, Cristóbal Díaz Ayala registra a Milagros Lanty con dos temas. Uno rítmico grabado en 1955, Ya no le dicen ná, un mambo-chacha del compositor cubano Yoyo Casteleiro, quien laboró en la década de oro de La Voz Dominicana como arreglista musical y director de orquesta. El otro es un bolero mágico, filinesco y arrobante. Uno de esos que se pegan como bálsamo en el alma desganada: Refúgiate en mí, salido del laboratorio sentimental del pianista cubano Frank Domínguez. Aquél de "Tú me acostumbraste/ a todas esas cosas/ y tú me enseñaste/ que son maravillosas/ Sutil llegaste a mí/ como la tentación/ llenando de inquietud mi corazón/ Yo no concebía/ cómo se quería/ en tu mundo raro/ y por ti aprendí/ Por eso /me pregunto/ al ver que me olvidaste/ Porqué no me enseñaste/ cómo se vive sin ti". Un tema que la Guillot inmortalizara en timbre femenino y el gran Lucho Gatica le diera toque de misterio con su estilo único que hizo época.
Con el sonido maestro de la orquesta del mexicano Mario Ruíz Armengol, la Lanty lanza su oferta: "Cuando te abrume el hastío/ cuando estés sentimental/ refúgiate en mi/ en mi/ Cuando te incite un desvío/ o te atormente algún mal/ refúgiate en mi/ en mí". Pieza que tiene un cierre que acuna: "Cuando te bese la luna/ y yo no esté junto a ti/ Ven que mis brazos te esperan/ Refúgiate en mí". Su autor -el mismo de Imágenes, que suena en cada piano bar que se respete y Me recordarás, consagrado por Fernando Alvarez- hizo un LP cantando sus canciones, acompañándose al piano, que vale un potosí. En YouTube -ese tubo mágico al que podemos acceder libremente en la red- se encuentra un contrapunto de voces entre Elena Burke y Frank Domínguez que bien merece el esfuerzo, con algunos de los temas que han inmortalizado a este romántico cubano que todavía respira en México.
Sobre la Lanty -que vive en Brasil desde hace muchos años- seguiremos informando. En un esfuerzo colectivo por rescatar del olvido a esta gloria del arte dominicano compartida con otros pueblos del mundo. Para refugiarnos en su arte de mulata orgullosa. Para desplegar los colores de la dominicanidad en este globo que las comunicaciones achican.
Un ángel antillano que de haberse dado el caso, seguro no se le habría escapado a los Lecuona y Grenet, cazadores de talentos.
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