El misterio del hombre de Cherchen
La presencia de momias “europeas” de hasta 4000 años de antigüedad, en una zona de China atravesada por profundas tensiones étnicas, complica las percepciones oficiales sobre el pasado más remoto en el extremo oeste del país.
En el segundo piso del nuevo museo de Xinjiang de la ciudad de Urumchi, capital de la más occidental provincia china, a 3500 kilómetros al oeste de Pekín, se encuentra “el hombre de Cherchen”. Su sala está vacía de visitantes y la voz de la guía china resuena en el silencio del gran espacio de urnas y vitrinas. Quizá contagiada por mi emoción, la mujer explica que está prohibido fotografiar, pero, en un guiño de complicidad, se aleja distraídamente tras señalar donde está la cámara de vigilancia del museo. Es una sutil invitación. De espaldas a la cámara hago cuatro fotos furtivas a uno de los hallazgos más extraordinarios y misteriosos de la arqueología china de finales del siglo XX.
En el segundo piso del nuevo museo de Xinjiang de la ciudad de Urumchi, capital de la más occidental provincia china, a 3500 kilómetros al oeste de Pekín, se encuentra “el hombre de Cherchen”. Su sala está vacía de visitantes y la voz de la guía china resuena en el silencio del gran espacio de urnas y vitrinas. Quizá contagiada por mi emoción, la mujer explica que está prohibido fotografiar, pero, en un guiño de complicidad, se aleja distraídamente tras señalar donde está la cámara de vigilancia del museo. Es una sutil invitación. De espaldas a la cámara hago cuatro fotos furtivas a uno de los hallazgos más extraordinarios y misteriosos de la arqueología china de finales del siglo XX.
Cherchen (Qiemo, en chino, al oeste de Hotan, en la carretera meridional que atraviesa Xinjiang de este a oeste) es una remota localidad en medio del desierto de Taklamakán, situada a unos 1500 kilómetros de Urumchi por carreteras rodeadas de un mar de arena. No muy lejos del lugar, se encuentra la zona lacustre y salitrosa de Lop Nor, escenario de más de cuarenta detonaciones de la bomba atómica china. En septiembre de 1985, los arqueólogos se toparon allá con un hallazgo inesperado, la momia de un hombre de rasgos europeos perfectamente conservada. Junto con docenas de otras que han ido apareciendo, estas momias demuestran que pueblos de tipo europeo poblaron ésta región hace 3000 y 4000 años, lo que tiene ciertas implicaciones políticamente incorrectas para nacionalistas de diversas confesiones.
El “Hombre de Cherchen” está acostado boca arriba, con la cabeza apoyada sobre una almohada y las piernas flexionadas. Sus rasgos físicos no son asiáticos. Alguien los definió como “célticos”: 1,80 de estatura, pómulos y nariz angulosos, pelo castaño pelirrojo. No se sabe de donde vino: de Bactria, en Afganistán, a través del Pamir, del Altay, al norte, desde el Mediterráneo Oriental, como sostienen algunos….
Su ropa de lana de oveja, perfectamente conservada, es de color Burdeos con un delicado repunte rojo en el extremo. Las piernas están enfundadas, hasta las rodillas, en unos largos calzones de lana de tres colores, rojo, amarillo y azul, todo ello recubierto por unas botas de piel de buey que cubren hasta la misma altura. En el dedo anular de la mano izquierda lleva atado un fragmento de fusta de piel para azuzar al ganado. Dos largas trenzas adornan su peinado. Las manos reposan sobre el abdomen y su rostro, tatuado con espirales de ocre amarillo perfectamente visibles, expresa más amargo cansancio que muerte, como si se fuera a incorporar de un largo sueño.
La momia fue encontrada junto con las de tres mujeres y un bebé, enterrado junto con el biberón más antiguo que se conoce, hecho con pellejo de oveja. Una de las mujeres, de unos 50 años de edad al fallecer, conserva completa su cabellera gris con dos trenzas cogidas con lazos de color naranja. El niño, vestido con la misma lana Burdeos, lleva un gorrito azul también de lana. En los ojos le pusieron dos pequeñas piedras del mismo color -quizá lapislázuli- y su cuerpo está firmemente amortajado por dos cuerdas de lana entrelazadas de color azul y rojo que le da cinco vueltas.
Si todas estas momias son de hace 3000 años, la de la “Bella de Loulan”, una mujer de rasgos europeos que medía 1,55, ha sido datada alrededor del 2000 antes de Cristo. En su pelo, adornado con una pluma de ave, y en las cejas encontraron infinidad de liendres y piojos, así como un único chinche. Sus pulmones habían inhalado mucho humo y filtrado mucho polvo de arena, prueba de que las tempestades de arena, tan comunes hoy aquí, ya eran frecuentes entonces. Sus órganos internos, su piel tatuada, su ADN, sus zapatos con señales de haber sido remendados en múltiples ocasiones, han sido analizados en media docena de institutos científicos de Shanghai.
Resulta difícil sobreponerse a la excitación que estos restos provocan. Cuando algunas de estas personas murieron, las pirámides de Egipto ya existían desde hacia unos 500 años pero grandes faraones como Ramses II tenían aun por delante medio milenio antes de hacer su aparición en la historia.
“En Mesopotamia, los sumerios, inventores de la primera escritura ya habían salido de la escena, y Hammurabi iba a redactar su famoso código pronto; griegos y romanos aun no habían llegado a Grecia e Italia desde el noreste y el “Hombre de Hielo” de la Edad de Piedra tardía, encontrado en un glaciar de los Alpes en 1991, había muerto hacia algo más de mil años”, dice la profesora Elizabeth Barber del Occidental College de Los Angeles. Europa se encontraba en la Edad de Bronce.
Casi todos los cuerpos fueron encontrados con un pequeño saco lleno de semillas de diversos granos, para que sus espíritus pudieran seguir practicando la agricultura en el más allá. Apenas hay armas. Todo el conjunto trasmite una sensación de intensa ternura, que contrasta con las polémicas y oportunismos que suscita.
Xinjiang es una zona étnicamente conflictiva. El irredentismo de la minoría uigur es implacablemente aplastado por el gobierno chino. Para muchos uigures, la autonomía de la región es ficticia, y en ese contexto, la polémica sobre quien llegó primero a ésta zona en la que históricamente se han cruzado e interactuado, sin análogos en el mundo, cuatro de las mayores civilizaciones de la historia (India, China, Persa y grecolatina) alcanza niveles de despropósito.
“Esas momias son nuestros antepasados, los chinos dicen que ya estaban aquí hace 2000 años, pues bien, nosotros hace 4000″, dice con pasión un activista nacionalista uigur.
La realidad es que los uigures llegaron a Xinjiang en el siglo VII de nuestra era y que las pruebas de ADN no denotan ningún “vinculo directo” con ellos, dice el profesor Víctor Mair, de la Universidad de Pensylvannia. Pero tampoco con los chinos.
Mair sostiene que entre el 2000 y el 1000 antes de Cristo los “únicos” habitantes de ésta región eran gente de rasgos europeos y que los pueblos de Asia Oriental comenzaron a aparecer por aquí hace unos 3000 años. Algunos especialistas occidentales militan en la causa de la “europeicidad original” de la región, ignorando el hecho de que otras momias presentan caracteres asiáticos, que la investigación está lejos de concluir, y que el concepto “Europa” es absolutamente irrelevante cuando hablamos de hace 4000 años.
En otra momia, muy posterior, que se encuentra en un museo de Pekín, y muy representativa de lo que es y ha sido históricamente el Xinjiang, un funcionario de la dinastía Han, con una bella máscara mortuoria china, aparece vestido con una capa de seda cuya parte superior está adornada con motivos helenísticos, mientras que en el faldón los estampados son inconfundiblemente persas.
“Algunos especialistas americanos se han dedicado con emoción y entusiasmo a la investigación de esos pueblos y culturas, apoyamos y admiramos ese entusiasmo hacia la investigación científica. Sin embargo, en China un pequeño grupo de separatistas étnicos han aprovechado la oportunidad para crear problemas y actúan como bufones. Algunos de ellos se presentan como descendientes de esa antigua “gente blanca” con el propósito de dividir la patria”, dice el académico chino Ji Xianli, que pontifica así sobre la “línea correcta”.
La idea de una civilización china encerrada en sí misma y autosuficiente, también se resiente. Las momias confirman que los contactos entre oriente y occidente se remontan aquí a épocas mucho más remotas que las de la expedición de Alejandro Magno o de la famosa Ruta de la Seda.
A diferencia de las momias de Egipto, las de Xinjiang no sufrieron ninguna preparación ni manipulación humana previa. Su conservación a lo largo de 4000 años ha sido una obra exclusiva de la naturaleza. En primer lugar de la sequedad y aridez del entorno.
La región está rodeada de montañas (cordilleras de Altun, Karakorum y Kunlun al sur, el Pamir al oeste, y el Tian Shan al norte), que impiden la llegada de la humedad de los océanos Indico, Atlántico y Ártico. Xinjiang es la región del planeta más alejada del mar. Con precipitaciones de 16 a 30 milímetros anuales, ésta es una de las zonas más secas del mundo. Los estudios sugieren que las condiciones eran prácticamente las mismas hace 4500 años.
A esas condiciones se suma la gran concentración de sal en el suelo, así como la ventilación que tenían los enterramientos, con féretros de madera que no estaban cerrados herméticamente y sobre los que se depositaban ramas, lo que facilitaba la ventilación. Todo eso complicaba el trabajo de las bacterias y microbios responsables de la descomposición de los cadáveres.
¿Cómo podía vivir, e incluso practicar la agricultura y la ganadería, toda esa gente en un medio hoy completamente inhabitable y carente de vegetación?. La respuesta a esta pregunta está en el agua. Hasta hace solo mil años, los glaciares del Kunlun y de las otras cordilleras que alimentan los ríos que fluyen hacia el Desierto de Taklamakán, fundían una cantidad de agua mucho mayor que en la actualidad. Los ríos de los que dependía la vida en decenas de asentamientos humanos en medio del desierto, se secaron o perdieron vigor, y el desierto avanzó unos 100 kilómetros, cubriendo de arena ciudades y templos. La sequedad preservó restos de asentamientos -y hasta de árboles frutales- que habían sido florecientes hasta el siglo VIII y filtrado todo tipo de influencias, persas, chinas, indias, y helenísticas a lo largo de la ruta de la seda.
“Aunque era árido, el medio ambiente era mucho más favorable, había más cursos de agua, más árboles y se podía sostener cierta agricultura y ganadería en lugares hoy absolutamente desérticos e inhabitables”, dice el arqueólogo Wang Binghua. “Aunque las condiciones de vida eran duras, eran mucho mejores que las actuales”, dice.
Para éste gran especialista chino, que ha dedicado su vida a ellas, las momias demuestran que, “gente de diversas razas convivió en esta región desde épocas históricas muy remotas”, lo que quizá es la lectura más actual del fenómeno, teniendo en cuenta las tensiones latentes entre chinos y uigures que perviven aquí, pese al dinámico desarrollo que la región conoce.
http://arquehistoria.com/historiasmomias-el-hombre-de-cherchen-43