Josefa Amar y Borbón, la ilustrada de la España de Carlos III
A finales de 1766 el Rey expulsó a los jesuitas del país, traspasando sus bienes al servicio de la educación, naciendo así las primeras Reales Academias
Carlos III -ABC
Josefa Amar y Borbón, la ilustrada de la España de Carlos III
A finales de 1766 el Rey expulsó a los jesuitas del país, traspasando sus bienes al servicio de la educación, naciendo así las primeras Reales Academias
Madrid Actualizado:
Doña Josefa defendería con su pluma la educación femenina, como la única solución para erradicar el «miembro podrido», como así se había referido ella en su manifiesto «Discurso en defensa del talento de las mujeres, y de su aptitud para el gobierno». Y que a pesar de la cómoda posición que gozaba entre los hombres como miembro de una importante sociedad económica , no titubeó ni un segundo para denunciar la injusticia al mantener a las de su género al márgen del progreso.
«No contentos los hombres con haberse reservado, los empleos, las honras, las utilidades, en una palabra, todo lo que pueden animar su aplicación y desvelo, han despojado a las mujeres hasta de la complacencia que resulta de tener un entendimiento ilustrado», escribió Amar y Borbón en la obra ya mencionada.
Asimismo esta gran señora es la primera en realizar tan honorable tarea de divulgación histórica sobre la contribución femenina de ciertas españolas a la humanidad.
«En sus dos ensayos originales, Amar dejó claras muestras de que había una tradición -y una tradición española- de mujeres reconocidas por su talento y erudición. (...) Las mujeres que tenían alguna utilidad social», explicó Lisa Vollendorf en «Literatura y feminismo en España, s. XV-XXI» (Icaria, 2005).
Cabe destacar que España dejaba atrás las tinieblas del Barroco, en donde algunas señoras de inmenso valor y fuerza de la reivindicación femenina como María de Zayas -que enorgullocen a las letras patrias- fueron desterradas de la memoria del país, para hacerse el gran favor de comenzar a dar paso y acoger a autoras como Josefa entre las sociedades del pensamiento.
Una España en vías del progreso
Después de significativas revueltas en el país como el Motín de Esquilache (1766) Carlos III organizó cambios en la política interna, que serían posibles después de destituir a los ministros extranjeros -como el Marqués italiano Esquilache- por ciudadanos españoles. Estos nuevos integrantes como los Condes de Campomanes, Aranda y Floridablanca permitieron que la Ilustración empapara a las nuevas reformas económicas, sociales y por supuesto académicas.
Los nuevos asesores llegaron a la conclusión de que los jesuitas le estaban cortando la respiración al pueblo, por lo que entre otras cosas el mismo Carlos III no tendría reparo en expulsarlos del país. Apenas con el pie fuera, serían desvalijados de todas sus propiedades; los bienes eclesiásticos serían repartidos entre las gentes, y todos aquellos majestuosos inmuebles ocuparían un mejor destino: la educación.
El legado obligado de los jesuitas hizo posible la consolidación física del conocimiento, naciendo de esta manera las grandes academias: Historia, Medicina... Y durante ese contexto, comenzarían a escucharse -sin repudio ni castigo- algunas voces de mujeres -excasas, pero valientes- que continuarían el legado del protofeminismo de sus anteriores. De esta manera, al extender la palabra al otro sexo y permitir por primera vez en la Historia la presencia de una dama como Josefa Amar y Borbón en una institución pública como la Real Sociedad Económica Aragonesa, iniciaría realmente la España en vías del progreso, una nación que nada tendría que envidiar a su vecina durante el despotismo ilustrado francés.
Josefa, la mujer que rindió tributo a las demás
La ilustrada de la España de Carlos III nace en Zaragoza en 1749. Su apasionada entrega a la humanística fue posible gracias al ambiente familiar, cuyos padres y parientes podían presumir de amplios horizontes de pensamiento; en donde pudo agarrar impulso para sobrevolar los contratiempos culturales y sociales de la época.
«Al gusto por la lectura de su propia madre, Ignacia Borbón, debe sumarse la condición catedrático de anatomía de su padre, José Amar, quien junto al abuelo materno, Miguel Borbón (médico de la cámara de Fernando VI y Carlos III), debió influir tempranamente en Josefa» relató Virginia Trueba en su obra «El claroscuro de las luces: escritoras de la Ilustración española» (Montesinos, 2005)
Nuestra célebre ilustrada fue la primera que rindió homenaje a sus iguales. Y a partir de este gran acierto y justicia consigo misma y su causa, Amar y Borbón aprovecharía para despertar en las otras la inquietud del saber. Sin miedo a ser censurada o vetada de su merecida -porque es un derecho por su valía, no un privilegio de «status quo»- posición en la Real Sociedad Económica escribiría todo cuanto necesitaban escuchar los llamados reformistas.
Una de sus obras denunciantes con mayor repercusión sería el «Discurso en defensa del talento de las mujeres, y de su aptitud para el gobierno». A través de 34 puntos expuso la gravedad que implicaba para el desarrollo de España seguir rechazando la idea de la instrucción femenina.
««El discurso» es un ensayo donde se exponen las cuestiones relativas a la educación de las mujeres en la ya larga tradición pedagógica e instructiva del siglo XVIII», relató Vollendorf.
Las tres primeras diputadas de la historia de España
Victoria Kent, Margarita Nelken y Clara Campoamor entraron en el Parlamento en 1931, cuando las mujeres aún no podían votar pero sí ser elegidas.
Desde 1897 en adelante las estadísticas indican que el porcentaje perteneciente a la mitad de la población corresponde a las mujeres, del cual en una mayor proporción se ven reflejadas las solteras, seguidas de las casadas y posteriormente de las viudas. Este dato es uno de los grandes condicionantes de las mujeres en la época puesto que ser soltera suponía un problema considerando que la sociedad las limitaba a ejercer una única profesión: la de esposa y madre.
La Segunda República: la gran esperanza fallida
Con las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, apenas dos días después se proclama, sorprendentemente, el nuevo régimen republicano, pues cuando terminó el recuento de votos el triunfó cayó del lado del bando monárquico, pero ya era demasiado tarde pues la república había sido instaurada y el gobierno carecía de fuerzas para enfrentarse con la nueva situación, lo que supuso el abandono de España del rey Alfonso XIII. El 14 de abril se proclama la República lo que tendrá grandes consecuencias para la historia de la mujer en España. Con la Constitución de 1876 se restauró la alianza de la corona y el altar y se restableció el catolicismo como religión de Estado para mantener a las mujeres en la doble dependencia de la Iglesia y de la ley.
A partir de 1931 las mujeres obtienen el derecho simbólico al sufragio. Se podría decir que la Segunda República fue el primer régimen amigo de las mujeres, tras la concesión de este importante reconocimiento en igualdad de condiciones que los hombres. Las mujeres en conferencias y mítines recuerdan que el voto también es una urgencia, pero tendrán que esperar al 1 de octubre y a la aprobación del artículo 34 de la Constitución. Si las mujeres votan constituirían más de la mitad del cuerpo electoral. Para los radicales y socialistas “las mujeres están sometidas al cura”.
El camino por seguir no estaba claro. Ello hace que, en el plano de las actuaciones concretas, la inmensa mayoría de los gobernantes republicanos se vean sometidos a un dilema continuo entre el respeto a los ideales liberales y los derechos de las minorías, por un lado, y la salvaguardia del Estado, por otro.
La cuestión del voto femenino es claro ejemplo de estos momentos turbios, en los que se ha de optar por uno de los dos principios o buscar un camino intermedio que, sin contradecir la naturaleza democrática del régimen, evite el peligro que la concesión de tal derecho supone para la supervivencia del Estado. Será decisivo el enfrentamiento de dos mujeres diputadas: la abogada radical-socialista Victoria Kent y la abogada radical Clara Campoamor.
Desde un punto de vista ideológico, el voto femenino es un derecho inalienable y, por tanto, ha de ser necesariamente reconocido. Este argumento, decisivo en 1931, mantiene en 1937 su vigencia incuestionable para Azaña, pese a los acontecimientos ocurridos. El autor aseveró a Marón: “Las señoras utilizaron el voto con pleno derecho”. Lo que ahora adquiere mayor significado son las razones que en su día se utilizaron para justificar una restricción en el uso del sufragio por parte de la mujer.
La implantación del sufragio, tras el vibrante discurso pronunciado en las Cortes por una de las tres diputadas que tuvo acceso al Congreso en las elecciones de junio de 1931, es decir, dos meses después de la proclamación de la república, Clara Campoamor, no fue tarea fácil puesto que la mayoría de partidos de izquierdas no se mostraba muy entusiasta con la aprobación de esta medida por temor a que finalmente las formaciones de derechas terminasen canalizando y aglutinando la mayor parte de este colectivo en su poder y ese hecho les podía restar votos.
Paradójicamente, hubo mujeres de renombre como Victoria Kent que tampoco abogaba por la concesión del voto a las mujeres por considerar que estas no estaban lo suficientemente preparadas para asumir un rol de tan envergadura en una nación socialmente atrasada que apenas había experimentado avances notorios en el primer tercio del siglo XX.
En resumidas cuentas, el régimen republicano comenzó siendo liberalizador en muchas facetas y trajo un halo de esperanza para un colectivo femenino que se sentía discriminado en muchos aspectos, si bien no supo estar a la altura de los acontecimientos abordando los temas trascendentales como el sufragio femenino desde una óptica orientada al bien común y a la comunión de todos los españoles sino desde una perspectiva donde lo pasional se impuso a la razón y a la lógica, lo cual reportó consecuencias funestas para la nación, degenerando en una cruenta y larga guerra de más de tres años que rompió los deseos e ilusiones creados en los primordios del régimen republicano.
Capel, R.M. (1975): El sufragio femenino en la Segunda República. Granada.
Capel, R. M. (1982): La educación y el trabajo de la mujer en España (1900 – 1931), Ministerio de Cultura, Madrid
De la Cierva, R. (1997) Historia Total de España. Editorial Fénix.
Núñez Pérez, M.G. (1993). Evolución de la situación laboral de las mujeres en España durante la Segunda República.
Ruiz Franco, R. (2000): Transformaciones, pervivencias y estados de opinión en la situación jurídica y social de las mujeres en España (1931-1939). Historia y Comunicación Social. 229-254
Irán, Israel y Arabia Saudita casi siempre se encuentran en aceras contrarias en las disputas internacionales.
Estas tres potencias regionales de Medio Oriente llevan décadas viéndose con suspicacia y encono.
Sus relaciones oscilan entre difíciles e inexistentes. De hecho, Arabia Saudita e Irán no tienen relaciones diplomáticas con Israel y mantienen una abierta rivalidad entre sí.
Teherán y Riad chocan a través de sus aliados en Siria, Yemen e incluso en la pelea por el poder entre Hamas y Al Fatah en Palestina, pese a lo cual ambos cuestionan a Tel Aviv en lo relativo a este último conflicto.
Al mismo tiempo, Israel y Arabia Saudita se sienten amenazados por la posibilidad de que Irán obtenga un arma nuclear y rechazan que expanda su influencia en la región. Ambos son grandes aliados de Washington, la némesis de Teherán.
A pesar de estas diferencias, otra gran potencia, China, ha logrado tejer una relación cada vez más fuerte y relevante con estos tres países sin que hasta ahora se hayan visto afectadas por estos enfrentamientos.
El gigante asiático ha desplegado una amplia estrategia de acercamiento a las potencias de Medio Oriente que se ha hecho patente en las visitas que han intercambiado sus mandatarios durante los últimos años, la más reciente de las cuales fue la que llevó el pasado mes de junio al mandatario iraní, Hasan Rohaní, a China.
Un vínculo vital
Las relaciones entre China e Irán se vieron fortalecidas tras la revolución islámica, ocurrida en 1979, en especial, porque tras la crisis de los rehenes en la embajada de Estados Unidos, la República Islámica comenzó a quedar aislada en la escena internacional.
En la guerra entre Irak e Irán (1980 - 1988), Pekín fue un importante proveedor de armas para los iraníes.
Posteriormente, cuando a inicios de la década pasada Estados Unidos y la Unión Europea (UE) comenzaron a incrementar las sanciones para intentar detener el programa nuclear de Irán, China mantuvo las relaciones económicas y un vital intercambio comercial que permitió a Teherán aprovisionarse de los bienes que otros países se negaban a venderle.
Este apoyo se mantuvo incluso después de 2010, cuando Pekín decidió apoyar las sanciones contra Irán en la ONU.
Pero el beneficio era mutuo. Mientras Irán lograba romper su aislamiento (y vender su petróleo), China conseguía una fuente de energía abundante y un mercado al que sus productos entraban casi sin competencia.
Al mismo tiempo, por su posición geográfica favorable en la encrucijada entre Medio Oriente, Asia y Europa, Irán es una pieza importante de la nueva ruta de la seda, uno de los proyectos de infraestructura más grandes de la historia en el que China está invirtiendo miles de millones de dólares.
Ahora, ante la decisión de Estados Unidos de abandonar el acuerdo nuclear pactado entre Irán y seis de las mayores potencias del planeta, Pekín vuelve a tener la oportunidad de ser el vínculo que permita a Teherán no quedarse aislado.
"Washington no ha dudado en investigar y sancionar a compañías chinas como los gigantes de telecomunicaciones Huawei y ZTE por hacer negocios con Teherán. Sin embargo, Irán tiene razones para ser optimista", señalaron Dina Esfandiary y Ariane M. Tabatabai, autoras del libro Triple-Axis: China, Russia, Iran and Power Politics (El eje triple: China, Rusia, Irán y el equilibrio de poder"), en un artículo en la revista Foreign Affairs.
"Grandes empresas chinas permanecen implicadas activamente en Irán y muchas de ellas van rumbo a llenar el vacío dejado por el retiro de las compañías europeas", agregaron.
Alta tecnología e inversión
Cuando se piensa en una gran potencia asociada a Israel probablemente la respuesta instantánea sea: Estados Unidos.
Pese a ello, el estado hebreo y China han desarrollado una relación económica que crece a una velocidad insospechada.
Durante una visita a Pekín en 2017 del primer ministro Benjamín Netanyahu se firmaron acuerdos bilaterales por US$25.000 millones.
Entonces, el mandatario israelí afirmó que China representa un tercio de la inversión en alta tecnología de su país.
De hecho, solo en 2016, la inversión directa china allí sumó unos US$16.000 millones. Esto se explica, en gran parte, por la compra de empresas de hi techisraelíes.
La potencia asiática también es la fuente de turistas extranjeros que más rápidamente aumenta en Israel, duplicándose entre 2015 y 2017 hasta más de 100.000 visitantes al año.
Según Elliot Abrams, investigador principal sobre Medio Oriente del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés), un centro de estudios con sede en Washington, detrás de este acercamiento hay razones pragmáticas.
"Ambos países buscan expandir sus asociaciones fuera de sus regiones, entrar en nuevos mercado y lograr oportunidades comerciales. En particular, China está atraída por el reconocido sector tecnológico de Israel, mientras que Israel acoge con beneplácito las inversiones chinas como un potencial colaborador para investigaciones", escribió Abrams en un análisis en la web del CFR.
"También ve su relación con China como una manera de rechazar el boicot y los esfuerzos de desinversión (en Israel) promovidos por otros estados", agregó.
Aunque el gobierno de Netanyahu ha expresado su deseo de que estas crecientes relaciones económicas se traduzcan en un giro más favorable hacia sus intereses por parte de China en la ONU hasta ahora no ha ocurrido y, de hecho, Pekín sigue votando contra Israel en cada oportunidad.
Más que petróleo
En marzo de 2017, el rey de Arabia Saudita, Salmán bin Abdulaziz, viajó a China para reunirse con el presidente Xi Jinping. Era un encuentro entre el gobernante del principal exportador de petróleo del mundo y el mandatario de un país que ese mismo año se convertiría en el primer importador de este producto.
"Arabia Saudita está convencida de que los precios del crudo no volverán dónde solían estar (por encima de US$100 el barril) en el corto plazo, entonces, este es el momento de diversificar sus activos económicos", señaló en aquel momento David Oualaalou, un analista y consultor en temas internacionales, en el Huffington Post.
"Al mismo tiempo, esta jugada beneficiará a China, dada su creciente demanda de petróleo saudita, además de aumentar su presencia en Medio Oriente en un momento en el que Pekín compite para conectar a China con Europa a través de desarrollo de infraestructura en el reino", añadió.
Las delegaciones de ambos países firmaron acuerdos económicos y comerciales por un monto superior a US$65.000 millones.
Entre los temas que trataron se incluyó la posibilidad de que China comprara participaciones de la petrolera estatal saudita Aramco, de la cual el reino quiere poner en venta un 10%.
Los vínculos energéticos entre ambos países ya eran de vieja data.
China es el principal socio comercial de Arabia Saudita y el segundo destino de sus exportaciones petroleras, solo superado por Japón.
Desde el punto de vista político, hay coincidencias y desencuentros.
El año pasado, Pekín ofreció dar apoyo al gobierno de Yemen, que cuenta con el respaldo de la coalición militar que encabeza Arabia Saudita.
Al mismo tiempo, sin embargo, durante el conflicto en Siria, China ha tenido una posición más favorable al gobierno de Bashar al Asad, con el cual antagoniza Riad.
Los límites del éxito
Pero, ¿cómo ha podido China evitar el conflicto en el desarrollo de sus relaciones con estos tres países enfrentados?
"Irán, Israel y Arabia Saudita no se llevan bien entre ellos pero están contentos de relacionarse con una potencia económica como China", explica Emily Hawthorne, analista de Medio Oriente y el Norte de África de Stratfor, una plataforma de inteligencia geopolítica con sede en Austin (Texas), a BBC Mundo.
"China siempre ha buscado mantener relaciones estables con países de Medio Oriente sin que medien la religión o algún tipo de ideología política. También ha evitado tomar partido firme con ciertas tendencias políticas en esta región frecuentemente polarizada y ha enfatizado lo que puede ofrecer desde el punto de vista económico, por lo que estos países están contentos de comerciar y de invertir con China que no impone ninguna ideología como hacen otros socios, concretamente, Estados Unidos", agrega.
También, a diferencia de Washington, Pekín no juzga ni condiciona a otros países por sus políticas de derechos humanos.
La analista señala que la gran potencia asiática tiene tres objetivos en Medio Oriente: seguridad energética, ampliar el alcance de sus empresas tecnológicas y garantizar que sus inversiones en la nueva ruta de la seda no estén en riesgo.
"Todas esas prioridades se conectan realmente y de manera distinta con las relaciones de China con Irán, Israel y Arabia Saudita", apunta.
Hawthorne asegura que hasta ahora Pekín ha sido muy exitoso en esta estrategia pero advierte que a medida que se implique más y más en la región llegará un punto en el cual no podrá seguir teniéndolo todo y habrá algunas consecuencias políticas.
La experta, sin embargo, no prevé que los problemas surjan por parte de estos tres países.
"Washington va a vigilar las actividades económicas de China en Israel y en Arabia Saudita como si se tratara de una competencia amenazante y verá las actividades de China en Irán como un desprecio abierto a sus sanciones", concluye.
Así, los límites a estas relaciones de China en Medio Oriente no se marcarían tanto en Irán, Arabia Saudita o Israel sino en Estados Unidos.