Momentos difíciles del presidente Guzmán.
Publicado el: 11 julio, 2018
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A mediados del año 1979 ocurrieron algunos hechos poco felices para el presidente Antonio Guzmán, de cuya desaparición se cumplieron este mes 36 años. Para el mes de agosto de ese año se convocó una huelga general de choferes del transporte público que provocó desórdenes callejeros que dejaron un saldo de cuatro personas muertas, incluyendo el periodista del vespertino La Noticia Marcelino Vega, nativo de Hato Mayor. El jefe de la Policía, general Virgilio Payano Rojas, reportó que el comunicador había muerto en un “intercambio” de disparos, lo que molestó al gobernante, que dispuso la cancelación del jefe policial. También deben citarse las movilizaciones de los trabajadores del Ayuntamiento del Distrito Nacional en Villas Agrícolas y la intromisión violenta de un expolicía en los estudios de Radio Guarachita, lanzando eslóganes contra el Gobierno.
En el último día del mismo mes de agosto el territorio nacional, y especialmente la región Sur-Central, fue castigado severamente por el ciclón David y la tormenta Federico. El autor de esta nota, junto alsecretario de Agricultura de la época, Hipólito Mejía y el técnico Ángel Féliz Deñó, visitamos las instalaciones de Meteorología, en Punta Torrecilla, Villa Duarte, y luego de recibir explicaciones sobre la proyección del huracán el Presidente exclamó: “Que Dios nos proteja a todos”.
Meses después fue develada una falsa conspiración encaminada supuestamente a derrocar el Gobierno, bajo la dirección de altos oficiales y algunos civiles del pasado Gobierno de Joaquín Balaguer.
Fueron detenidos los generales Leoncio García, Aurelio Rosario Polanco, exjefe de los Ayudantes Militares; Demetrio Cedano Suero, escolta de doña Emma Balaguer; Juan Tomás Reyes Évora, Julio Soto Echavarría, Manuel Perelló Soto y Luis Arzeno Regalado, así como otros oficiales de menor jerarquía. Luego de varios días en prisión los militares fueron puestos en libertad al igual que los doctores Héctor Pérez Reyes y Manuel Jiménez Rodríguez (Manolín) y el técnico Francisco Aquino García.
El anuncio de la supuesta trama y la detención arbitraria de los colaboradores de Balaguer indignó de manera profunda al Presidente, que había recibido informaciones precisas de los departamentos de investigación de que la supuesta conspiración era un invento. El periodista Carlos Cepeda, en su libro “Los que mataron a Antonio Guzmán”, Pags.98-101, revela que la supuesta trama surgió de la mente del secretario de Interior y Policía, licenciado Vicente Sánchez Baret, quien habría convencido al secretario de las Fuerzas Armadas, general Rafael Adriano Valdez Hilario, de que “había que inventar una trama contra el Gobierno para intimidar a los reformistas que estaban fuera del poder”.
“Valdez Hilario, quien en principio gozaba de toda la confianza del presidente Guzmán, se convirtió en fuente de problemas para don Antonio, es un hombre de fuerte vocación hacia la política, vocación que le llevó a ser una de las primeras fuentes de problemas internos para unas Fuerzas Armadas que iban rumbo a la despolitización. Él no supo delimitar al militar del político que por vocación llevaba dentro”, afirma el periodista Cepeda en su libro.
Cepeda relata que en una ocasión colaboradores del Dr. Balaguer tomaban tragos y que en uno de esos encuentros se habrían hecho comentarios “imprudentes” sobre el Gobierno de Guzmán, lo que Valdez Hilario y Sánchez Baret tomaron en serio para movilizar tropas militares en todos los rincones del país y de inmediato dispusieron que “los presentes en esas reuniones amistosas fueran esposados, en franca desconsideración y acusados de conspirar”, lo que no fue creído por los aparatos de seguridad del presidente Guzmán”. Y añade que “Ese hecho minó la confianza que el Presidente tenía en Valdez Hilario, y su retiro del cargo fue una cuestión posterior, pero a partir de la desconsideración a los militares reformistas, mucha gente en el Gobierno comenzó a entender que la alianza Valdez-Sánchez Baret era más allá de los planes de profesionalización militar de don Antonio”, expresa el comunicador en su obra. Valdez Hilario fue sustituido en la Secretaría de las Fuerzas Armadas y nombrado en la Junta Interamericana de Defensa, con sede en Washington, posición que no aceptó y pidió su retiro, lo que fue aceptado por el Presidente una semana después. En su lugar fue designado el general Mario Imbert McGregor, que estaba al frente de la Fuerza Aérea Dominicana, y quien sirvió de vocero del presidente Guzmán para disculpar al Gobierno por las detenciones de que fueron objeto los balagueristas. Inclusive, el gobernante recibió en su despacho al general Del Rosario Polanco y dispuso la devolución de su arma de que había sido despojado y el pago de varios salarios que le habían retenido.
A los dos años de su mandato el Gobierno perredeísta contó con una oposición constructiva de su principal rival, el Partido Reformista y de su líder, el Dr. Balaguer, quienes se limitaron a sostener una conducta más bien pasiva y con textura moderada. Mientras tanto, el Partido de la Liberación Dominicana se dedicó a hacer fuertes críticas a la política económica del Gobierno y difundió el llamado “Álbum de la corrupción”, donde acusaba a altos funcionarios y familiares de la administración de Guzmán como beneficiarios de ingresos aparentemente indebidos. A lo interno del partido oficialista hubo desavenencias entre las cuatro “tendencias” que integraban el propio Guzmán, Salvador Jorge Blanco, Jacobo Majluta y Pedro Franco Badía, así como las hostilidades entre el secretario general del partido, Dr. José Francisco Peña Gómez y el presidente Guzmán y su hija Sonia).
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