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lunes, 23 de julio de 2018

Gonzalo Fernández de Córdoba, la genialidad del Gran Capitán.

Gonzalo Fernández de Córdoba, la genialidad del Gran Capitán
El 10 de enero de 1500 llega la carta de los Reyes desde Sevilla convocando a Gonzalo Fernández de Córdoba, que estaba ocupado luchando contra la sublevación de los moros en Granada, para comandar una expedición con la misión encomendada por los Reyes Católicos de proteger las islas españolas del ataque turco
En la expedición iban Diego López de Mendoza (hijo de Pedro González de Mendoza), Pizarro (padre del conquistador del Perú) y García de Paredes entre otros. El 4 de junio de 1500 Gonzalo daba la orden de zarpar en Málaga. Durante la navegación apresan a unos piratas corsarios cerca de Cerdeña. Uno de ellos era Pedro Navarro, que se incorpora a la expedición como soldado de Gonzalo.

Gonzalo Fernández de Córdoba, la genialidad del Gran Capitán

La navegación entre Cagliari y Mesina, debido a la ausencia de viento, se hizo demasiado larga y murieron caballos y personas por falta de agua. Por fin el 18 de julio de 1500 llegan a Mesina. Sicilia no recibió al ejército con satisfacción, sino todo lo contrario. La situación de los sicilianos era de extrema necesidad. El rey Fadrique pidió la ayuda del ejército español para combatir contra Francia y César Borgia, pero Gonzalo no podía prestar tal ayuda porque su misión era la protección de las islas españolas del ataque turco.
A finales de septiembre, después de haber preparado el abastecimiento de su armada, se hizo a la mar en Mesina con dirección a Corfú, adonde llegó el 2 de octubre de 1500. La llegada de Gonzalo con la armada y su presencia en Zante surtió efecto y la escuadra turca se marchó de la zona hacia Constantinopla, levantando el asedio de Nauplia. La isla veneciana de Cefalonia, ocupada por los turcos durante veintiún años (1479-1500), fue liberada gracias al asedio de Gonzalo Fernández de Córdoba. La fortalezacastillo de San Jorge, defendida por los turcos, caía a manos de Gonzalo después de cuatro meses de asedio. En la conquista participaron varios personajes famosos, como Pedro Navarro y Pizarro. Como durante un largo periodo los turcos habían inflingido derrotas en las costas del Levante, esta victoria española levantó la moral de los cristianos y la fama de Gonzalo Fernández de Córdoba volvió a resonar en toda la cristiandad.
El 7 de enero de 1501 Gonzalo vuelve a Sicilia por orden del rey e interrumpe la cruzada hasta 1502. La república de Venecia da las gracias a Gonzalo enviando al caballero Gabriel Mora a Siracusa en nombre del Senado y del pueblo veneciano. Gonzalo repartió estupendos obsequios: diez mil ducados se distribuyeron entre los soldados españoles y otros objetos de oro, joyas, piedras, etc., se los regaló a la reina Isabel. El carácter de Gonzalo fue siempre generoso con la gente que le rodeaba. En Sicilia tuvo que enfrentarse con situaciones desagradables porque Fernando daba órdenes que a él no le parecían bien
De momento tenía que enfrentarse con su amigo el rey Fadrique. En Granada, hacia noviembre de 1500, los Reyes Católicos firmaban el reparto de Nápoles con la Francia de Luis XII sin que casi nadie se enterase del acuerdo cuando Gonzalo estaba asediando Cefalonia. El rey de Nápoles Fadrique tampoco se enteró de este pacto secreto durante varios meses, hasta finales de junio de 1501. Alejandro VI aprobó por bula solemne el acuerdo franco-español. La intención de Fernando era la de quitar a Fadrique del reinado de Nápoles, instalando allí los ejércitos franceses y españoles para empezar. Tal situación provocó en Gonzalo tristeza y perplejidad. Además recibía la noticia de la muerte de su hermano Alonso de Aguilar a manos de los moros sublevados.
Las órdenes recibidas de los Reyes incluían además ocupar el territorio de Fadrique en Calabria y romper las relaciones con el rey de Nápoles. Antes de recibir tales órdenes, Fadrique propuso a Gonzalo una traición: el abandono del vasallaje de los Reyes y compartir el reino de Nápoles. Gonzalo, como buen vasallo de los Reyes, cumple las órdenes a su pesar y Fadrique abandona Nápoles y se entrega a Francia. Comienza el reparto de Nápoles entre Francia y España, pero surgen conflictos en zonas en las que ambos países reclaman su derecho por no existir una clara delimitación territorial en el acuerdo de Granada.
De nuevo aparecen los generales en jefe D’Aubigny y Gonzalo Fernández de Córdoba como hacía seis años, pero esta vez como aliados. Francia manda al duque de Nemours a Nápoles con sus mejores capitanes. Los Reyes Católicos mantenían la orden de no romper la armonía con Francia, pero la situación en las provincias en conflicto era insostenible ya que Francia ocupaba zonas españolas reclamando sus derechos. Gonzalo convoca una entrevista con el duque de Nemours para zanjar el problema de determinar las fronteras de ambos territorios. La entrevista termina cordialmente con fiestas y celebraciones, pero la realidad era que en algunas zonas seguían produciéndose choques e incidencias. Fernández de Córdoba seguía manteniendo negociaciones con el virrey de Nápoles Nemours, cumpliendo órdenes de Fernando. La última reunión mantenida fue la del 22 de junio de 1502 en la ermita de San Antonio, cuando la guerra entre ambos reinos ya era una realidad en algunas zonas de conflicto. Al final se firma una tregua y los conflictos armados se paran de momento. Francia pretendía aprovechar la tregua para derrotar a España incumpliendo el pacto y atacando las posesiones españolas con la intención de ocuparlas. Aquí comienza la gran campaña de Gonzalo Fernández de Córdoba en Nápoles.
El ejército francés disponía de una aplastante superioridad frente al ejército español, que estaba cansado y desabastecido y tenía que pedir refuerzos a España para poder resistir una nueva guerra. Gonzalo toma una decisión difícil, contraria a las opiniones de los consejeros de guerra: replegarse a Barletta para defender Nápoles. La reina Isabel fue la única persona que apoyó la estrategia. Gonzalo Fernández de Córdoba se asentó en Barletta con un pequeño ejército y el gran ejército francés de Nemours se prepara para atacar y asediar Barletta.
A pesar de todo, España y Francia no habían roto aún el acuerdo de paz y a fecha de 31 de julio de 1502 no había guerra de forma oficial. Fernando comunica el 13 de septiembre de 1502 la declaración de guerra contra Francia y participa a Gonzalo Fernández de Córdoba el envío de refuerzos, que irán llegando a lo largo de 1502-1503. Durante este año de 1502 el polémico Felipe el Hermoso y su esposa Juana la Loca vuelven de Flandes para ser jurados y nombrados príncipes herederos de las coronas de Castilla y de Aragón. A pesar del estado de guerra con Francia, atraviesan el territorio francés para llegar a España, incluso llegan a entrevistarse con Luis XII. El 7 de mayo fueron recibidos en Toledo por los Reyes y fueron jurados príncipes en las Cortes el 22 de mayo, y una semana más tarde, en Aragón.
El comportamiento de Felipe el Hermoso no agradó a los Reyes, ya que no les obedeció y se marchó pocos meses después a Flandes, a pesar de su consejo de que se quedase más tiempo. Tampoco demostró ser un buen marido para su hija Juana porque, aunque estaba embarazada, él se marchó sin ella alegando que no le gustaba la vida en Castilla. De regreso a Flandes, volvió a atravesar el territorio francés y se entrevistó de nuevo con Luis XII. En esta ocasión llegó a firmar un convenio de paz con Francia en nombre de España el día 5 de abril de 1503, acordando adjudicar el reino de Nápoles a los niños Carlos (futuro Carlos I de España y V de Alemania, hijo de Felipe el Hermoso y de Juana la Loca) y Claudia (hija de Luis XII). Fue un convenio no autorizado por los Reyes, por lo que Felipe actuó por su cuenta. Antes de que se firmara el convenio, Fernando envió una carta a Gonzalo con fecha 4 de enero de 1503 comunicándole la marcha de Felipe el Hermoso a Francia y advirtiéndole que no obedeciera ninguna posible consigna que pudiera recibir de Felipe. Gonzalo recibió dicha carta cuando se encontraba en Barletta, el 21 de febrero de 1503. La táctica utilizada por Gonzalo Fernández de Córdoba frente al gran ejército francés comandado por el general Nemours fue muy efectiva y finalmente obtiene la victoria de Ceriñola, recupera casi todo Nápoles y expulsa a los franceses hasta la línea de Garellano. Los nueve meses de agonía pasados en Barletta habían merecido la pena, ya que ahora podía conquistar de nuevo Nápoles. Entra triunfalmente en la ciudad el 16 de mayo de 1503 con un gran recibimiento de la multitud napolitana, a pesar de que la guarnición francesa seguía permaneciendo en Castell Novo.
Los reyes nombran virrey de Nápoles a Gonzalo. Este inspecciona Castell Novo y empieza a batir continuamente las murallas con artillería. Pedro Navarro interviene en la destrucción de la fortaleza: primero, la torre de San Vicente, y luego, el propio castillo. Las minas explotaron y cayó la ciudadela. Con la conquista del Castell Novo culmina la campaña de Garellano el 18 de junio de 1503. Ese mismo verano, el 18 de agosto, moría Alejandro VI que desde 1492 gobernaba la Santa Sede. El 22 de septiembre fue elegido el nuevo pontífice Pío II, un anciano bueno y virtuoso, pero que moriría pronto. El ejército francés, compuesto por 36 000 hombres, se movía hacia el sur pasando por Roma capitaneado por el marqués de Mantua, un general de gran prestigio que no quería reconocer la derrota y que tenía gran interés en recuperar Nápoles.
Gonzalo Fernández de Córdoba no había recibido suficientes refuerzos de España y sus tropas eran solo la tercera parte del ejército francés. Francia podía enviar tropas directamente por tierra con facilidad mientras que España tenía que hacerlo todo por vía marítima, con menos capacidad logística. El rey Fernando no podía tampoco enviar más refuerzos porque tenía conflictos en el Rosellón y en Fuenterrabía con Francia. Otro triunfo de Gonzalo, el último de su carrera militar, fue debido a su habilidad castrense. La guerra de estrategia que utilizó en la cuenca del Liri y Garellano contra el ejército francés fue tremendamente efectiva y logró la derrota definitiva de Luis XII. El 15 de octubre de 1503 comienzan los primeros choques obligando al ejército francés a moverse hacia la parte occidental del río Liri. Al final el ejército francés, agotado y hambriento, ubicado en una zona pantanosa con una lluvia incesante que imposibilitaba el avance, decide retornar hacia Gaeta, donde las tropas de Gonzalo Fernández de Córdoba lo aniquilan. Fue un triunfo espectacular, militarmente hablando, de Gonzalo, ya que la superioridad aplastante del ejército francés no ofrecía en principio ninguna duda de que derrotaría al español con facilidad y que volvería a dominar el reino de Nápoles en breve plazo. Pero el resultado fue el contrario.
La estrategia militar de Gonzalo Fernández de Córdoba funcionó en el campo de batalla y con menor número de soldados pudo destruir el grueso del ejército francés. Se conocen los datos de las bajas de ambos ejércitos: más de 3500 muertos y desaparecidos franceses y unos 150 muertos españoles. El prestigio y fama del Gran Capitán se reafirman con esta guerra y quedan grabados en la historia militar de Europa durante siglos. Esta segunda derrota francesa en Nápoles preparaba el camino para la expulsión de los franceses de otras zonas de Italia, como Milán o Génova, con el apoyo de la población italiana, pero Fernando no pretendía dominar toda Italia, sino concentrarse en la consolidación del dominio español en Nápoles. Gonzalo no entendió la decisión del rey y se mostró desilusionado ante el rumbo que tomaba la política española respecto a Italia. Fernando el Católico envía un embajador a la corte de Luis XII para negociar unaa tregua de tres años. Mientras, Gonzalo cae enfermo en su residencia de Castell Capuano.
Toda Italia, incluyendo al papa, se interesó por la salud de Gonzalo Fernández de Córdoba. Llegaron los mejores médicos, enviados por el pontífice, y la gente rezaba por su recuperación. Se restableció por fin y se mudó de residencia, de Capuano a Castell Novo. El 2 de marzo de 1504 llega la carta de los Reyes sobre las líneas generales de la política a seguir en Nápoles, en las que se destacan la ayuda al papa contra César Borgia, la expulsión de los judíos y la amistad con Orsini y los Colonna. Gonzalo, con 51 años de edad, está abatido en esta etapa de paz después del brillante triunfo militar. Empiezan a aparecer problemas dentro del ejército español: al no cobrar la paga por sus servicios suceden rebeliones y protestas. Con dolor de su alma se vio obligado a castigar a los propios soldados que habían contribuido a la guerra de Nápoles contra los franceses. Como compensación tuvo que conceder tierras a los jefes. Diego de Mendoza recibió el condado de Melito, y Pedro Navarro, el condado de Olivetto. La situación general de Nápoles era penosa por el hambre, la miseria y el desorden. El 20 de julio de 1504 manda carta a los Reyes informándoles de esas noticias penosas y del rostro trágico de la guerra, e incluso solicita regresar a España y que le sustituya alguien en su puesto. Ya no se parecía al Gonzalo Fernández de Córdoba de hacía siete meses, al de la victoria de Garellano. Los Reyes conceden el ducado de Terranova a Gonzalo como recompensa, además de otros cuantiosos premios. Un militar de toda la vida como Gonzalo no estaba muy cómodo en aquella situación de paz y teniendo que hacer trabajos diplomáticos.
El embajador ante la Santa Sede Francisco de Rojas se queja, mediante el envío de una carta de protesta a los Reyes, de la actuación de Gonzalo, que había intervenido en los asuntos del Vaticano. Gonzalo, sin mala intención, había intervenido en el asunto de César Borgia, que fue preso por el papa Julio II. Pero por la victoria española en Garellano cambia la postura del pontífice y César fue liberado, aunque al no cumplir su promesa de devolver la fortaleza de Forli fue preso de nuevo. Gonzalo consiguió que devolviera la fortaleza sin dejarle en libertad y le envió a España, donde será encerrado en Chinchilla. Esto motivó el choque con Francisco de Rojas por negociar directamente con el cardenal Bernardino de Mendoza sobre el asilo en Nápoles de César Borgia. Rojas informó a los Reyes de que el virrey Gonzalo Fernández de Córdoba era culpable de hacer peligrar todas las negociaciones con la Santa Sede. El año 1504 fue el de la crisis de Fernando por la muerte de la reina Isabel el 26 de noviembre. La mayoría de la nobleza castellana prefiere tener a Felipe el Hermoso como rey de Castilla, y sin respetar el testamento de la reina Isabel se pone al lado de Felipe. Pocas personalidades mantuvieron su fidelidad a Fernando. Tantos años de reinado como el mejor servidor de Castilla, la victoria sobre Portugal, la pacificación de los territorios rebeldes, la reconquista de Granada, la firma de tratados con las naciones más importantes, Inglaterra y el Sacro Imperio a favor de España… todos esos logros se olvidan de repente al morir su mujer Isabel y ya no solo no se le reconoce, sino que se le ignora para conseguir que se marche de Castilla. Fue un golpe duro para Fernando.
Desde este punto de vista la actuación de Fernando se puede entender. Sin embargo, para Gonzalo el matrimonio de Fernando con la sobrina de Luis XII era incomprensible y le causó un verdadero estupor y dolor, ya que ese enlace representaba un desprecio a la gran empresa de su vida, la guerra de Nápoles. El rey tenía sus razones para este matrimonio ante la hostilidad de la nobleza castellana y su apoyo al nuevo rey Felipe el Hermoso, haciendo caso omiso del testamento de la reina difunta y destituyendo a Fernando como gobernador. En todo caso, Fernando fue siempre un buen político y supo moverse para defender su posición. Con este matrimonio consigue salir adelante aliándose con Francia. Los Reyes acordaron que la mitad del reino de Nápoles quedaba en manos de Francia, concretamente en las de la sobrina de Luis XII, para que el heredero de Fernando y Germana de Foix recibiese dicho reino. Todos los esfuerzos y desvelos realizados por Gonzalo Fernández de Córdoba en la guerra de Nápoles habían sido en vano. En 1506, cuando Germana llega a España con los príncipes, los duques y los condes franceses, todos ellos viejos enemigos de Castilla, Gonzalo tuvo que resistir la tentación de cambiar de bando.
De hecho, Felipe el Hermoso y el emperador Maximiliano invitaron a Gonzalo a aliarse con ellos. Francisco de Rojas, Diego Hurtado de Mendoza y otras personalidades sospechaban de Gonzalo e informaron a Fernando de que el emperador y los venecianos le habían ofrecido ser el rey de Nápoles con su ayuda. Los viajeros que venían de Nápoles también informaban en términos semejantes. Pedro Navarro y Nuño de Ocampo no resistieron la tentación y traicionaron a Gonzalo abandonando el ejército español. Ante tal cúmulo de sospechas, Fernando decide relevar a Gonzalo del puesto de virrey y colocar a su hijo natural, el arzobispo de Zaragoza. La tardanza del regreso de Gonzalo a España preocupa al rey. Mientras, a España habían llegado desde Flandes Felipe el Hermoso y Juana la Loca para ser coronados. Después de la entrevista celebrada en Remesal (Zamora), en la ermita de Santa Marta, el 21 de junio de 1506, Fernando decide abandonar la gobernación de Castilla y marcharse a Nápoles. Continuará recibiendo malas noticias sobre el comportamiento de Gonzalo Fernández de Córdoba, aunque no les daba crédito. Ofrece a Gonzalo el maestrazgo de Santiago si regresa a España, pero al final cambia de idea por influencia de sus informadores y planea detener a Gonzalo mandando a Pedro Navarro. Según lo acordado en la entrevista con Felipe el Hermoso, Fernando firma la Concordia de Villafáfila y deja la gobernación de forma definitiva. Fernando se encuentra más solo que nunca en Castilla, donde casi toda la nobleza le abandona, salvo el duque de Alba y su familia Enríquez.
El cardenal Cisneros intentaba mantenerse en una posición neutral, pero apoyó a Felipe antes que a Fernando. En esos días, antes de partir hacia Nápoles, llega una carta de Gonzalo en la que se afirma en su fidelidad a Fernando, misiva que le tranquilizó. Se prepara una gran armada en Barcelona para el viaje de Fernando. Ramón de Cardona la conduce desde Barcelona a Nápoles y llega a Génova el 1 de octubre de 1506. Gonzalo se acerca a la nave de Fernando para saludarle y rendirle honores, actitud que hizo que se desvanecieran todas las posibles dudas que le habían creado los informadores. Gonzalo Fernández de Córdoba demostró ser su fiel y buen vasallo de siempre. El 5 de octubre, en la mitad del viaje a Nápoles, Fernando recibe la noticia de la muerte de Felipe el Hermoso, acaecida el 25 de septiembre. Continúa la navegación de Portofilo a Gaeta rumbo a Nápoles el 19 de octubre. Hacia finales de mes llegan a Nápoles (llegada oficial el 1 de noviembre de 1506). Ya en Nápoles, después de un gran recibimiento festivo, el rey comienza a investigar las cuentas del reino y pide a Gonzalo justificantes de los gastos e ingresos, materia en la que Gonzalo no era especialista. Los gastos principales presentados por Gonzalo estaban destinados a los religiosos y espías. Se trataba de sumas importantes, pero los números no cuadraban. El rey se enfadó por la mala administración de Gonzalo Fernández de Córdoba y este se defendió alegando que para ganar la guerra de Nápoles no había podido hacer otra cosa que gastar lo necesario y que había que valorar lo conseguido y no criticar los gastos en los que había incurrido.
La postura del rey y la de Gonzalo fueron divergentes. En 1507 Gonzalo deja de ser el virrey de Nápoles y Fernando le ofrece el maestrazgo de Santiago. Juan de Aragón, sobrino del rey, le sustituye en el puesto. Los doce años en Nápoles cargaron a Gonzalo de honores, rentas, testimonios y privilegios. La despedida de la ciudad fue muy emocionante para Gonzalo, ya que acudió cantidad de gente para decirle adiós. Gonzalo Fernández de Córdoba tenía entonces 53 años. Antes de llegar a España celebran entrevistas con el papa y con Luis XII de Francia. El 28 de junio de 1507, en Savona (Génova), se encuentran los dos reyes en medio de un gran recibimiento de los franceses a la armada aragonesa con música y salvas. Causó extrañeza y asombro en la población italiana el encuentro cordial de los dos mandatarios, hasta ese momento adversarios implacables, expresado con un largo abrazo. El rey francés expresó su satisfacción por el cumplimiento de las tres cosas que deseaba ver: Fernando, su sobrina Germana y el Gran Capitán. Las fiestas duraron desde el 28 de junio hasta el 2 de julio. Vencedores y vencidos celebraron juntos amistosamente las fiestas, dejando los antiguos odios a un lado y admirando todos las hazañas de Fernández de Córdoba.
El vencedor de Nápoles recibió en Savona el reconocimiento a sus méritos de boca de sus propios enemigos. Gonzalo Fernández de Córdoba alcanzó la consagración suprema allí, recibiendo el honor y la admiración del público asistente. Luis XII incluso deja sentar a Gonzalo en la misma mesa de los reyes. Todo el mundo miraba la mesa real, donde el rey francés atendía a Gonzalo ofreciéndole pan y sal personalmente, agasajos que no fueron del agrado de Fernando, que se sintió ofendido y despreciado por Luis XII. Este fue el último día de gloria para Gonzalo ya que después nunca salió de España, o mejor dicho, Fernando no permitió que saliera de su residencia, así como tampoco cumplió la promesa de concederle el maestrazgo de Santiago. A partir de 1507 comienza el ocaso del Gran Capitán.
Su triunfo, demasiado destacado y excesivo, surtió efectos negativos para su futuro: ocho años de tristeza, amargura y desconfianza hasta su muerte en 1515. El papa Julio II ofreció a Gonzalo ser capitán general de la Santa Sede, pero Gonzalo Fernández de Córdoba, sintiéndose súbdito de Fernando, declinó la oferta. Hasta el último momento fue un soldado fiel y el noble carácter de toda su vida no se alteró jamás.
Autor: Yutaka Suzuki para revistadehistoria.es
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