A 50 años del secuestro y desaparición de Guido Gil Díaz se espera esclarecimiento
Por Alejandro Paulino Ramos
La ola de arrestos y asesinatos de los constitucionalistas se inició inmediatamente finalizó el conflicto armado de abril de 1965 y no concluyó hasta 1978. Desde la firma del acuerdo de paz, pasando por el período de gobierno provisional del doctor Héctor García Godoy, las elecciones del primero de junio de 1966 hasta el triunfo de Partido Revolucionario Dominicano que puso fin a los Doce Años, esa fue la constante: muertes, exilio, presos políticos, desapariciones forzosas, allanamientos, impedimentos de entrada y la violencia generalizada contra “los enemigos del gobierno”.
El régimen del doctor Joaquín Balaguer, quien resultó electo en las elecciones nacionales celebradas con el país ocupado por 40,000 soldados norteamericanos y con la familia dominicana dividida entre constitucionalistas y anti constitucionalistas, apuntaba hacía la continuación de la confrontación de los dos sectores.
Los altos mandos militares y los soldados que acompañaron al coronel Caamaño en el movimiento constitucionalista salieron del país en un negociado exilio durante el gobierno de Héctor García Godoy, pero gran parte de la oficialidad que se opuso a la revolución y a Juan Bosch, siguieron dirigiendo las Fuerzas Armadas, mientras que los civiles combatientes de “Ciudad Nueva” se inmovilizaban en sus barrios y pueblos bajo el acoso vigilante de las autoridades policiales y militares.
La gobernabilidad instaurada a partir del primero de julio de 1966 con el doctor Balaguer como gobernante, descansó en el poder de las bayonetas y asesoramiento directo de los Estados Unidos, lo que fue una constante en todo su período de gobierno, en que prevaleció un clima antidemocrático donde el irrespeto a los derechos humanos era la opción preferida, y desde la óptica del gobierno, la solución definitiva del conflicto de Abril y al afianzamiento político y económico de los sectores más conservadores de la República Dominicana.
Temprano, iniciado el nuevo régimen, los opositores comenzaron a ser asesinados en las calles. Para el propósitos de exterminio que obedeció a política de Estado, se organizaron desde el gobierno estructuras paramilitares entre las que sobresalieron “La Mano”, “La Sábana”, “Los Incontrolables”, “La Banda Colorá”, y el Servicio Secreto de la Policía que operaba como mecanismo oficial de vigilancia y persecución de los sectores opositores, con un alto nivel de violencia que puso fin a las vidas de muchos dominicanos, siendo los casos más sonados las muertes de Henry Segarra Santos, Otto Morales y Amín Abel Hasbun, y asesinatos de los periodistas Orlando Martínez, Gregorio García Castro y Guido Gil Díaz; este último considerado el primer opositor desaparecido bajo responsabilidad del doctor Balaguer.
Guido Gil Díaz, quien además de periodista fue abogado, graduado en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, militó de manera destacada en el Movimiento Popular Dominicano (MPD). Oriundo de Moca, donde nació el 12 de junio de 1935, trabajó como reportero de los periódicos “La Nación” y “El Caribe”. En su relación con la izquierda fue redactor del periódico del Movimiento Revolucionario 14 de Junio y asesor del Sindicato Unido del Central Romana, además de miembro del Buro Sindical del 14 de Junio y muy vinculado a la organización sindical Foupsa-Cesitrado.
Con tan solo 31 años de edad y una promisoria carrera profesional e intelectual en la que comenzaba a perfilarse como historiador que había publicado “Orígenes y proyecciones de la revolución restauradora”, fue secuestrado y posteriormente. Con este hecho dio inicio a la “moda” de las desapariciones que fueron normas del régimen autoritario.
Al momento de su misterioso apresamiento Guido Gil era asesor laboral del entonces poderoso Sindicato Unido de Trabajadores del Central Romana que activaba en esa empresa, para entonces propiedad de la transnacional Gulf and Western. El central estaba administrado por Teobaldo Rusell, un exiliado cubano que fue acusado de la destrucción del Sindicato Unido
Las actividades de Gil Díaz en torno a la lucha sindical eran vistas con desagrado por las autoridades dominicanas y tenidas como amenazas para el principal sector de la economía dominicana, que descansaba en la producción azucarera, por lo que buscaron detener su incidencia en el movimiento obrero. Julio de Peña Valdez, Secretario General de la Central General de Trabajadores y compañero del periodista Guido Gil Díaz, se refirió a su muerte diciendo: “No hay dudas de que la primera medida que se tomó para lograr tan reaccionario propósito, fue la desaparición de Guido Gil”, pues el abogado había orientado a los obreros y aplicado un método de lucha que se conoció en el ámbito del sindicalismo dominicano como “el paso de la jicotea”, que facilitó en 1966 la firma de un exitoso acuerdo de trabajo a favor de obreros cañeros de la región oriental.
Detenido en la ciudad de La Romana cuando viajaba hacia la Capital, fue posteriormente libertado, para ser nuevamente apresado y desparecido. La información fue dada en el Palacio Nacional por el Teniente Coronel Tadeo Guerrero. A su salida de la sede de gobierno negó que hubiera apresado al doctor Gil Díaz, diciéndole a la prensa: “no es cierto…no es cierto”. Pero antes de marcharse de aquel lugar y por las insistentes preguntas del periodista Oscar Gil Díaz, hermano del apresado y de Luis Emilio Sigarán, ambos del Listín Diario, el oficial expresó “Yo lo había detenido pero lo puse en libertad”.
Amigos y compañeros de Guido Gil dijeron que era cierto lo que él había declarado pues vieron al abogado en libertad y se habían reunido con él en San Pedro de Macorís, de donde salió a la Capital para denunciar la represión contra el Sindicato Unido. Debido al rumor de la suerte corrida por el periodista sus familiares anunciaron que gestionarían ponerse en contacto con él, pero ya tenían la sospecha de que algo grave había sucedido, pues lo detuvieron el martes 17 de enero de 1967 a medio día, en el puente sobre el río Higuamo y nunca más se le vio con vida.
El clamor exigiendo la aparición de Guido Gil sacudió la sociedad y la Asociación Dominicana de Abogados (ADOMA) solicitó a las autoridades policiales y judiciales la aclaración del paradero del abogado y periodista. A nombre de ADOMA intercedieron los doctores José Joaquín Bidó Medina, y Fulgencio Robles López.
La presión ejercida desde la prensa y por los compañeros del desaparecido, hizo que el doctor Joaquín Balaguer declarara al “Listín Diario” del 24 de enero de 1967, que él tenía la creencia de que lo sucedido al periodistas era una falsa para crearle problemas al gobierno: “En cuanto a la supuesta desaparición del periodista Guido Gil, tengo la impresión de que se trata de una treta de los comunistas para dar la impresión de que el gobierno está tomando medidas represivas y recurre inclusive a la supresión física de sus adversarios”.
El editorial del Listín Diario de la misma fecha, se refirió el lamentable caso: “En este país, donde la seguridad y la vida de los ciudadanos han sido tradicionalmente material gastable, es sólo muy loable y digno que la prensa y la radio se preocupe y reclamen cuando un ciudadano haya desaparecido y haya grave preocupación acerca de su suerte. Creemos que el primer magistrado debe tratar, con sumo encarecimiento y urgencia, la más diáfana aclaración del caso de Guido Gil, sin prejuzgarlo. Porque ellos sólo podrían contribuir a que las autoridades no pongan el debido empeño en averiguar el paradero de Gil. Nuestro reclamo es que en ese caso no haya letargo en las investigaciones, o para despejar la preocupación general”.
Elpidio Gil y María Kaistila Díaz, padres de Guido Gil, exigieron al doctor Balaguer el esclarecimiento del hecho. Las protestas llevaron al Procurador General de la República a prometer que él iba a esclarecer el sonado tema, invitando a todas las personas que poseyeran indicios o pruebas sobre la desaparición que se apersonaran a su despacho. Muchas informaciones se dieron y el dedo índice de la sociedad señaló como responsables directos a las autoridades policiales y a empresarios, pero no se llegó al esclarecimiento del paradero de Guido Gil ni fue localizado su cadáver.
Sin embargo, el 13 de febrero de 1969, un agente de los servicios secretos de nombre Cirano Castro Fañas, que estuvo de servicio en la región Este cuando se produjo el crimen, reveló sin aportar pruebas los nombres de los que él decía responsables del crimen; lo que hizo desde la sede de la embajada de México, donde se encontraba asilado. La revista “Ahora!” del 24 de febrero de 1969 trabajo un resumen de las palabras del agente: “en relación con la desaparición del Dr. Guido Gil, el oficial Castro Fañas informó que el joven abogado había sido asesinado. Señaló que lo habían apresado en San Pedro de Macorís, donde la Policía estaba comandada por un coronel (…) que ordenó lo entregaran al coronel (…) que comandaba la Policía en La Romana. Reveló además, que los restos de Guido Gil habían sido encontrados en un campo próximo a La Romana por otro oficial (…) de la Policía que identificó el cadáver. También el agente narró la forma en que ese oficial había sido objeto de duras reprimendas por no haberse dado cuenta de la “imprudencia” que cometía con el hallazgo de dicho cadáver”. Cierto o no, los datos aportados por el agente fueron los únicos salidos de una fuente relacionada con el gobierno, pero increíblemente todo quedó suspendido en el olvido.
Han pasado cincuenta años y todavía el caso sobre la desaparición de Guido Gil no está aclarado. Sus familiares se han ido muriendo sin conocer donde se encuentra su cadáver; su partido el MPD, fue destruido y asesinados sus principales dirigentes, y la sociedad, apremiada por la situación dictatorial que se vivió en aquellos años tuvo que reclamar la aclaración de otros crímenes y desapariciones, olvidándose poco a poco de lo sucedido a Guido Gil.
Sería de justicia poder conocer el lugar en que ocultaron su cadáver, para que un día podamos ir a colocar una rosa blanca y de esperanza sobre su tumba. Después de cincuenta años y de tan larga espera, es justiciero que así sea.
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