Crisis del PRD, 1978-1986
Desde que el presidente Antonio Guzmán asumió la presidencia de la República, en agosto de 1978, las diferencias y las pugnas se profundizaron a lo interno del Partido Revolucionario Dominicano, al extremo que envolvió a la alta dirigencia de la organización. Meses después el líder máximo José Francisco Peña Gómez se desligó del Gobierno, mientras el vicepresidente Jacobo Majluta enfrentó al presidente del partido y senador por el Distrito Nacional, Salvador Jorge Blanco.En las cinco elecciones generales celebradas desde 2004 a la fecha se han extendido esas diferencias y derivado de esas contradicciones en el torneo de mayo pasado, el otrora poderoso PRD alcanzó la más ínfima votación en toda su historia, iniciada en 1939.
A fines de agosto de 1979, cuando el gobierno perredeísta acababa de cumplir su primer año, el país fue víctima del peligroso ciclón David y la tormenta Frederick, que azotaron el aparato productivo en las principales regiones del país, provocando cientos de muertos y miles damnificados. Ante las catástrofes, el presidente Guzmán pidió al Congreso “poderes extraordinarios” para enfrentar la situación, lo que no fue posible lograr debido a la fuerte oposición de Jorge Blanco. La misma actitud de oposición al Gobierno mostró en la Cámara de Diputados su presidente y secretario general del PRD, Hatuey Decamps, que además ocupaba la dirección de la estatal Radiotelevisión Dominicana (RTVD).
En el Gobierno de Jorge Blanco, iniciado en agosto de 1982, la lucha intestina en el perredeísmo alcanzó niveles inconfesables, pese a que derivado del suicidio del Presidente la dirigencia blanca hizo confesión de fe de que la unidad se mantendría de manera inalterable. Majluta, sucesor de Guzmán, en un discurso de rendición de cuentas a su gestión de 43 días pidió apoyo decidido para el gobierno de Jorge Blanco. Textualmente advirtió: “Si el nuevo Gobierno no es respaldado por todos estaremos cavando una tumba, una fosa donde enterraremos la democracia, las libertades y las posibilidades futuras del pueblo dominicano”.
Para el período 1982-1986, el ex presidente Majluta fue electo senador del Distrito, y en tal condición fue escogido presidente de la Cámara Alta. En las primeras sesiones encabezadas por el nuevo Senador surgieron vestigios que presagiaban unas accidentadas relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo. La copa se rebosó cuando el Congreso rechazó un préstamo de 150 millones de dólares que otorgaría el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para la construcción de la presa Madrigal. Al frente de la obra millonaria estaría el hoy presidente del PRD, Miguel Vargas Maldonado, que había renunciado a su puesto de director de la Corporación de Acueducto y Alcantarillado (CAASD).
Aunque la dirección perredeísta y especialmente su comisión Política ordenaron a sus legisladores “conceder un apoyo absoluto” al préstamo para la obra, el mandato fue ignorado, correspondiendo los senadores a los dictados y planteamientos de Majluta. “El cáncer de la división ya ha alcanzado toda la anatomía social del perredeísmo, incluyendo el bloque parlamentario, el cual, por primera vez en la historia del partido, se ha insubordinado contra una decisión emanada de la Comisión Política y ratificada por el líder del partido”, según consigna el periodista Mario Méndez, en su libro Políticos al Desnudo, páginas 102-3.
Ante la actitud hostil del grupo de Majluta y con el marcado interés de “disolver” esta cofradía para asumir el control del Senado, a mediados de 1984 el presidente Jorge Blanco, Peña Gómez, Hatuey y otros altos dirigentes maniobraron en todos los ámbitos y en la sesión para escoger el nuevo bufete directivo presentaron una plancha encabezada por el jorgeblanquista Domingo Tavárez Areché, Senador de La Altagracia (Higuey), situación que llegó a poner en peligro la institucionalidad del país. En la ocasión se eligieron dos bufetes: uno con Majluta, que mantuvo el control de las oficinas y las instalaciones del hemiciclo, y la del representante higüeyano, que estableció oficinas en la cuarta planta del edificio del congreso.
El doctor Paris Goico, jefe de las oficinas congresuales e identificado con el majlutismo, juzgó un papel preponderante a favor de su jefe y selló las entradas a las principales dependencias del Senado, no obstante las fuertes presiones que recibió de efectivos militares adictos al Gobierno. “Estas llaves no las entregó yo ni a San Pedro”, proclamó en la ocasión el longevo funcionario, quien admitió que ese fue “el momento más difícil que he confrontado a todo lo largo de mi carrera administrativa”. Esta experiencia, París la consideró “tan accidentada como la que vivió a mediados del año 1950 cuando el Jefe (Trujillo) me sugirió ingresar al Ejército Nacional”. El, dijo, rechazó la propuesta del dictador.
Majluta acusó al Poder Ejecutivo de intervenir en la crisis y dijo que el Gobierno había sobornado a funcionarios y legisladores para sacarlo de la presidencia del Senado. Después de reuniones y encuentros entre las partes, con representación de autoridades del Gobierno, Iglesia Católica, empresarios y periodistas, se decidió escoger a una tercera persona para encabezar el Senado, que fue el doctor Noel Suberví Espinosa, de la provincia Barahona.
En medio de esta crisis surgieron disimiles opiniones y posiciones políticas. El doctor Joaquín Balaguer planteó que ninguno de los dos bufetes era legal. “Uno no comprende la situación que se ha creado en el Senado… no creo que tenga precedentes en la historia del país”, expreso. El doctor Marino Vinicio Castillo apoyó a Jorge Blanco, se identificó con Peña Gómez y enfrentó a Majluta. Acusó a Jacobo de tratar de hacer un Gobierno paralelo desde el Senado. “El licenciado Majluta raptó el poder, asaltó la presidencia del Senado”, manifestó Vincho en una declaración el 26 de agosto de 1983”
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