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miércoles, 7 de diciembre de 2016

LA DOMINICANIDAD COMO INFERIORIDAD. JOSÉ RAMÓN LÓPEZ Y EL RACISMO SPENCERIANO


LA DOMINICANIDAD COMO INFERIORIDAD. JOSÉ RAMÓN LÓPEZ Y EL RACISMO SPENCERIANO
 (Ponencia leída en el panel sobre la obra Escritos dispersos de José Ramón López, efectuado en la Academia de Ciencias de la República Dominicana el 29 de abril de 2005. (N. del E.)
Por Francisco Antonio Avelino. Historiador, profesor de las Escuelas de Derecho e Historia y Antropología de la UASD. Miembro de número de la Academia Dominicana de la Historia.
Fuente: BAGN. No 115-4, 2006, ppas. 251/259
José Ramón López (1866-1922) fue, tal vez, el primer dominicano que acogió por escrito las ideas del spencerismo como piedra angular de su apreciación sociológica del pueblo dominicano.
La complaciente estimación de pesimista que se le ha atribuido, es siempre una aceptación colectiva y generalizada de sociología racista del pesimismo europeo, estadounidense e iberoamericano de la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestro tiempo. Es una creencia, casi un “artículo de fe” de pensadores que oponen la razón a la fe, sin darse cuenta que muchos criterios de las relativas” verdades científicas” muchas veces se metamorfean en dogmas, sostenidos más por el sentimiento que por la razón y la investigación empírica. 
La división del mundo en las “culturas”, “civilizaciones” inferiores y superiores es producto esencial de esa ideología. No es responsable Joaquín Balaguer de esa definición del pensamiento de López como pesimista, es simplemente la ideología racista que muchos, las más de las veces, sin darse cuenta, llevan en lo profundo de su ideas-sentimientos.
La filosofía de la historia de Spencer aparentemente respaldada por las investigaciones de Darwin acerca de la lucha por la vida del mundo animal, no parece tener en cuenta que Darwin estudió los seres vivos animales, no los seres humanos. El spencerismo fue una doctrina decimonónica desde que la antigüedad china y griega sostenía el derecho de conquista de los superiores.
 Sería muy conveniente que los periodistas y escritores de nuestro país estudiaran la filosofía social spenceriana, además del desarrollo completo del pensamiento social. Hay que tener muy en cuenta que la filosofía social de Spencer es una cosmovisión holística (completa, total) de los mundos, físico, biológico y humano.
La gran mayoría de los historiadores de las ideas políticas dominicanas se limitan a resaltar la excesiva importancia atribuida por López a la deficiente alimentación considerada como causa de la degeneración fisiológica, intelectual y moral de los dominicanos.
 Se juzga esta apreciación como hipertrofia de una de las causas de ese supuesto proceso de degeneración. En realidad, la mala alimentación es una consecuencia necesaria de súper explotación económica que las grandes potencias ejercen sobre los pueblos. La mayoría de los escritores que especulan sobre la historia de las ideas de nuestro país, juzgaron muy superficialmente los textos de José Ramón López.
Por otra parte, en La alimentación y las razas, no hay únicamente una teoría nutricionista de la decadencia de los  pueblos, sino toda una aplicación del spencerismo como método de interpretación de la historia. Los pueblos “enclenques” jamás podrán ejercer la soberanía, sólo los pueblos “fuertes”, las razas superiores, son los vencedores y dominadores. 
El mundo ha cambiado sucesivamente de dueño, pero siempre ha confiado el cetro a la raza más fuerte. Es tan descaradamente racista su interpretación de la historia que preferimos citarlo textualmente para que no se dude de nuestra interpretación:
El mundo ha sido siempre del más fuerte, intelectual y materialmente, porque conviene a los intereses y al destino de la humanidad que no impongan su molde los de entendimientos y físicos raquíticos. Asirio, faraónico, griego, romano, ibérico, inglés el mundo ha cambiado sucesivamente de dueño, pero siempre ha confiado el cetro a la raza más fuerte, al tipo que reuniese a esa hora de la historia las condiciones étnicas más recomendables. Digan lo que quieran los enclenques,
 jamás será de ellos la soberanía, jamás contagiaran tranquilamente el más apartado rincón de la tierra, de su miseria y de sus deficiencias. Hasta los confines del Polo irán los hombres fuertes a sacudirlos de su inercia, a imponerle el vigor y la civilización que neciamente perdieron o dejaron de adquirir”.1 (José Ramón López, “La alimentación y las razas”, en El pesimismo dominicano, UCMM, 1975, p. 63. (Las cursivas son mías, F.A.A.)
Parece un eco de Sarmiento, y Alberdi, o tal vez solamente de Spencer. López expone estas ideas como si fueran totalmente de su propia cosecha intelectual. 19 años después de su publicación de La alimentación y las razas, (1896) en su libro La paz en la República Dominicana, (1915), persiste en la infra valorización de las razas no blancas y caracteriza al indio comparado con el español, a quien consideraba a su vez inferior a otros blancos. 
La formación antropológica de López como la generalidad de los “sociólogos” decimonónicos era tan precaria que sostenía un juicio a todas luces increíble, hasta estimar que el cráneo de un indio es en tamaño semejante a un perro grande, veamos:
“Las calaveras que han sido encontradas en algunas cavernas Comprueban que el indio quisqueyano era el tipo dolicocéfalo; Pero con tan poca cavidad craneal que no era mucho mayor que la de un perro grande. En la cueva de la Guácara, hay un relieve cincelado, de facturas prehistóricas, de una cabeza braquicéfala; pero ese tipo se había extinguido cuando llegaron aquí los Descubridores.”2 (José Ramón López. “La paz en la República Dominicana”, en El pesimismo dominicano, UCMM, 1975, p. 101. (Las cursivas son mías, F.A.A.)
Aceptando la determinación racial de la historia, considera inferior la raza indígena aseverando:
“De esa raza nada, o muy poco había que esperar para el progreso. Los españoles, obligándola a trabajar diariamente, en condición de repartida, o sea esclava, la extinguieron en pocos años. Sobre las tierras donde vegetaron Caonabo y Anacaona vivió entonces y continúa viviendo hoy, la descendencia de los españoles y de los negros africanos con quienes reemplazaron éstos a los siervos quisqueyanos.”3 (José Ramón López, op. cit., pp.101-102. (Las cursivas son mías, F.A.A.)
El español que vino a Santo Domingo no era un hombre de excepción, lleno de virtudes. Veamos que textualmente lo dice:
“El español que vino a Santo Domingo no era del tipo que nos pintaron Calderón y Lope de Vega, hidalgo rancio, florecimiento de virtudes manchadas tan sólo por el predominio de las ideas de violencia, de la razón de la espada y el orgullo satánico.
Principalmente era, salvo las honrosísimas excepciones que registra la Historia, el soldado ignorante y el vicioso holgazán licenciado de presidio. Gobierno, para él, era orden arbitraria a la cual había de obedecer ciegamente. La riqueza se obtenía peleando y conquistando, que eso del trabajo era para el siervo, así como el comercio era para el judío que acababa de ser expulsado de la Península. El hombre en sí nada y nadie era. Derecho y grandeza lo que confiriera el rey”.
Su convicción racista es tan arraigada que juzga la extinción de los prejuicios raciales como una consecuencia obligada, resultante de caída de las murallas que separaban a los blancos de negros, derribados por la ignorancia y pobreza. En el fondo está lamentando la desaparición de los prejuicios raciales. No estamos haciendo una interesada interpretación, para que quede bien claro citamos textualmente:
Lo único ventajoso que habíamos realizado era la extinción de los prejuicios raciales. Y no fue la consecuencia de la obra buena, sino la obligada resultante de dos hechos desfavorables. Cayeron aquí las murallas que separaban a blancos de negros porque fueron derribadas por la Ignorancia y por la Pobreza.
 Las emigraciones al continente iberoamericano redujeron al mínimo la potencia económica de la isla, la carencia casi absoluta de escuelas abatió la mentalidad del blanco hasta reducirla a la escasa que había alcanzado el negro nacido en la colonia. Naturalmente, pobres e ignorantes por igual ambas razas, desapareció el valladar que las separaba porque la intelectualidad y la condición económica es lo único que separa formidablemente a los hombres. Las diferencias estéticas, aunque poderosas en el erotismo, se esfuman y desaparecen ante los demás sentimientos.4 (José Ramón López, op. cit., pp. 105-106. (Las cursivas son mías, F.A.A.)
Periodista, López escribió sobre los más diversos asuntos, político-económico, política nacional, migración, fronteras, guerras, etc., pero, lo realmente importante es su infravaloración de la dominicanidad gestada por tres razas inferiores: los indios, los negros, y lo peor de España, presidiarios, holgazanes, soldados presuntuosos y autoritarios serviles al gran caudillo (el rey), y los caudillos delegados, los gobernadores. Este análisis está fundado en el racismo spencerista. Para él toda la historia estuvo determinada por el determinismo racial.
Estaba obsesionado con la increíble idea del escaso desarrollo craneal de los dominicanos, pues en un artículo del 22 de noviembre de 1911, explica la trágica muerte del presidente Ramón Cáceres por el escaso desarrollo craneal de los microcéfalos que lo mataron. Transcribimos palabra por palabra su criterio: “Entre los principales de los asesinos los hay con escaso desarrollo craneal que parecen microcéfalos. Esa es la explicación del crimen”.5 (5 José Ramón López, Escritos dispersos (compilado por Andrés Blanco Díaz), tomo II, p. 135, publicado por el Archivo General de la Nación y la Superintendencia de Bancos. (Las cursivas son mías, F.A.A.)
No podemos juzgar de manera excesivamente negativa las ideas racistas de José Ramón López. Esas ideas se acentuaban de manera general en su tiempo, y todavía hoy, después de las derrotas de los nazis en la Segunda Guerra Mundial y los estadounidenses en la Guerra de Vietnam, en nuestro país y en una parte considerable del mundo dominada por los imperios europeos o angloestadounidense, es la ideología más influyente que determina las creencias colectivas de todas la clases sociales, las privilegiadas y las subordinadas. 
 Apenas una minoría pensante se sustrae a esas creencias. Incluso para muchos ideólogos mercurialmente interesados, o mal informados, no reparan en que la hegemonía europea es de la relativa duración histórica de medio milenio. Cierran los ojos a los miles y cientos de miles de años anteriores y los infinitos años del futuro.
Las interpretaciones “sociológicas” en el siglo XIX al darle una importancia de primer orden, más bien, desmedida, a la raza como realidad básica de fundamentado biológico de la estructura y los cambios en las sociedades humanas, señalaron el camino a los futuros ideólogos para concebir el determinismo racial como el núcleo central de la interpretación histórica. Estas especulaciones suponen un hecho imaginario y aún no probado empíricamente que sería el ascenso y caída de los imperios de distintas razas, ocasionados por el aumento y disminución colectiva y generalizada del índice craneano de la población a los imperios en tiempos cercanos a su ascenso y a su derrumbamiento.
Este es un hecho no comprobado por ninguna investigación de antropología comparada.
Las interpretaciones “sociológicas” en el siglo XIX al darle una importancia de primer orden, más bien, desmedida, a la raza como realidad básica de fundamentado biológico de la estructura y los cambios en las sociedades humanas, señalaron el camino a los futuros ideólogos para concebir el determinismo racial como el núcleo central de la interpretación histórica. 
Estas especulaciones suponen un hecho imaginario y aún no probado empíricamente que sería el ascenso y caída de los imperios de distintas razas, ocasionados por el aumento y disminución colectiva y generalizada del índice craneano de la población a los imperios en tiempos cercanos a su ascenso y a su derrumbamiento. Este es un hecho no comprobado por ninguna investigación de antropología comparada.

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