La rebelión de los bóxers, un momento clave en la historia de China.
La rebelión de los bóxers fue la culminación del descontento chino frente las injerencias económicas y políticas de las potencias extranjeras, sobre todo europeas y Japón. Este sentimiento contra los extranjeros se originó durante las guerras del opio, que enfrentaron a China contra Gran Bretaña (1839-1842 y 1856-1860), y durante la primera guerra chino japonesa, que tuvo lugar entre 1894 y 1895. En este contexto de violencia, el 20 de junio de 1900 la embajada alemana fue asaltada y el embajador Clemens August von Ketteler, asesinado de un disparo.
Los bóxers –conocidos como "puños de justicia"– constituían una sociedad secreta que se fundó a finales del siglo XIX debido al surgimiento de un fuerte sentimiento xenófobo en China. Aunque oficialmente eran proscritos y operaban al margen de la ley, había miembros de la corte, como es el caso de la emperatriz Cixí, que veían en ellos un instrumento para terminar con el dominio extranjero en el país. De esta forma, los bóxers se vieron legitimados para comenzar a actuar. Sus actividades subversivas empezaron en 1899 y su objetivo era eliminar cualquier rastro de presencia extranjera en China.
Lucha contra el extranjero
Coincidiendo con la Reforma de los Cien Días, con la que el emperador Guangxu pretendía modernizar la administración, los bóxers –al igual que la emperatriz Cixí, madre adoptiva y tía del emperador– se opusieron a tales cambios. Tras una primera derrota de los bóxers a manos del ejército chino, éstos se vieron obligados a jurar lealtad a la autoridad imperial, aunque en realidad lo hacían a la emperatriz Cixí, que decidió utilizarlos en beneficio propio para erradicar la implantación de las ideas reformadoras del emperador y asegurar así su propio poder político.
En junio de 1900 la situación se recrudeció y los bóxers, a los que se habían unido soldados imperiales, atacaron intereses occidentales en Tianjin y Pekín. Las embajadas de la capital pronto se convirtieron en objetivos y, a pesar de que estaban bien protegidas, la embajada alemana fue asaltada y su embajador asesinado. Este hecho se convirtió en el detonante para que todas las potencias extranjeras se unieran y declararan la guerra a China, a lo que la emperatriz Cixí respondió recrudeciendo las hostilidades.
Los principales afectados por la contienda fueron los cristianos de origen chino.Aun siendo numerosos, la prensa internacional no les dio voz, y al no poder huir a ninguna parte fueron objeto de violaciones, torturas y asesinatos. Por contra, la prensa internacional sí se ocupó de describir con todo lujo de detalles los ataques violentos y las atrocidades cometidas contra los extranjeros residentes en China –aunque muchos de ellos fueron enormemente exagerados–, lo que provocó un amplio sentimiento antichino en Estados Unidos, Europa y Japón. A pesar de contar con un poderoso ejército, los bóxers, sin embargo, no lograron superar las defensas del recinto diplomático y en agosto de 1900, el asedio a las embajadas fue neutralizado por las tropas enviadas por la llamada Alianza de las Ocho Naciones, suscrita por los gobiernos de Alemania, Austria-Hungria, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia.
La prensa occidental describió, y también magnificó, los ataques contra los extranjeros en China, lo que provocó un amplio sentimiento antichino en Occidente.
Al rescate de las embajadas
El 3 de julio de 1900, el ejército de la coalición al mando del general británico Alfred Gaselee había desembarcado cerca de Tianjin y sitiado la ciudad, que cayo el 14 de julio. Tras asegurar la zona, el 4 de agosto pusieron rumbo hacía Pekín. El viaje fue duro y penoso, y los soldados tuvieron que soportar temperaturas de 43 grados, el mal tiempo y una humedad extrema. Por fin, el 14 de agosto el ejército de la coalición llegó a la capital, donde frustró el asedio a las embajadas y se desplegó para ocupar la ciudad. Tras ello, las tropas extranjeras se entregaron al saqueo, la destrucción, los asesinatos y las violaciones. La propia Ciudad Prohibida y otras dependencias imperiales fueron saqueadas, llegando a sacrificarse a los animales de los Jardines Imperiales para servir de alimento a las tropas.
El ejército de la coalición extranjera frustró el asedio a las embajadas y ocupó Pekín. La Ciudad Prohibida fue saqueada
Las hostilidades terminaron finalmente el 7 de septiembre de de 1901, cuando la emperatriz Cixí accedió a firmar el Tratado de Xinchou o "Protocolo Bóxer", un nuevo tratado desigual con los gobiernos de Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Francia, Estados Unidos, España, Reino Unido, Italia, Japón, Países Bajos y Rusia, que se negoció en la legación española de Pekín bajo la dirección del ministro plenipotenciario Bernado Cólogan. A pesar de su dureza, el tratado permitió a la dinastía Qing continuar manteniendo el poder.
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