Volver a Fernando Peña Defilló
El contenido más significativo de la 28 Bienal Nacional de Artes Visuales es la presencia de la obra del maestro Fernando Peña Defilló, pues a través del conjunto de exposiciones abarcadas por el Museo de Arte Moderno –MAM- al dedicarle la 28 Bienal Nacional de Artes Visuales, así como el homenaje de la Galería de Bellas Artes, y la reciente apertura del Museo auspiciado por la Fundación Peña-Defilló, ubicada en las emblemáticas calles Padre Billini con José Reyesde la Ciudad Colonial. Estas actividades son oportunidades apreciables para volver a visitar una obra de intenso contenido y lenguajes, que nos permiten reflexionar sobre la relación existencial y creativa de un gran artista.
En los diferentes coloquios y seminarios convocados por el Museo de Arte Moderno, en el marco de la Bienal se expusieron interesantes ángulos de reflexión, teniendo una plataforma de reflexión sobre los procesos y etapas en su obra pictórica, donde pudimos ofrecer nuestra propia lectura, compartida con las ponencias de las críticas de arte Michelle Ricardo y Laura Gil, con la mediación y conducción de Amable LópezMeléndez.
En este evento de clausura, se logra una reflexión compartida, sin desperdicio. Michelle Ricardo, con mucha seriedad investigativa y una dinámica que abarcó los procesos creativos y la gran diversidad de etapas y estilos que fueron marcando su producción artística, siempre en adecuación con los procesos existenciales e intelectuales que la vida de este maestro “grandvoyageur” le ofreció.
Laura Gil, investigadora y crítica de arte, abarcó los símbolos desde los planteamientos en esquemas de Aristóteles y Sócrates, como recurso de reflexión teórica, pues se trata de un artista altamente nutrido en el conocimiento, la reflexión y la meditación.
Por medio de estos aspectos logramos destacar la especificidad de un artista con temple, y personalidad intelectual propia, que supo en su vida romper con los requisitos obligados de pertenecer a una élite intelectual, a la oligarquía de los años de la dictadura, y tomar su camino libertador por la vía de las artes, a las que se entregó de lleno durante toda su vida, y participativo en los momentos de acompañar, de búsqueda y rebelión que ocurrieron a partir de los años 60, aportando y marcando su presencia en los movimientos culturales Proyecta 1968, y Nueva Imagen en 1972, jugando roles muy importantes.
Estas reflexiones acompañaron la juventud, presente en el público que asistió a comprender y entender las evoluciones y desenvolvimiento de este artista frente a la sociedad y a las conmociones socio-políticas, pues está claro que Peña Defilló participó en los procesos valientes del pensamiento democrático, resaltando y recordando que tuvo su compromiso ciudadano con el pueblo dominicano y con la transición democrática.
La lectura de su obra que expusimos en el panel, intentó captar la imagen con la materia reflexiva y el planteamiento espiritual. La evolución de los ojos es fundamental en nuestra lectura, cuando mantenidos cerrados en obras como “Anima Mundi”, y en las vidas secuenciales, así como en el “Oro ancestral”, de repente se abren en “Fábula Angélica” como la luz interna que surge del ser para captar la vida y el entorno existencial con alegría y alegoría, en “Los ángeles músicos”, y luego encenderse en el día, cuando “El hombre y la naturaleza” en la diafanidad blanca del fondo del ojo expresan el rictus de la boca y el gesto de la mano, un equilibrio existencial del origen, primero marcado en un paraíso masculino del día y una levitación y transportación de la noche encarnada por la mujer.
La mirada femenina en la obra “La espera”, así como en la obra “Flores del campo” acompaña el ánimo de la mujer tendida en la grama en la primera o sea La espera, con los labios rojos carnales que contienen en su interior probablemente un sentimiento de placer y gozo expresados en la interioridad de la mirada. Sin embargo, en “Flores del campo”, la mujer es el centro de un paisaje encendido de luz y fuego, y el rostro de la mujer con ojos estirados abiertos, conjugando el placer y la belleza en ese equilibrio del blanco ocular con el blanco de la dentadura perfecta y alegre de la mujer. El color blanco en esta obra sintoniza la musicalidad de los contrastes cromáticos, pues en la figura femenina los zapatos blancos, las uñas pintadas de blanco, la dentadura y sonrisa blanca, es la exterioridad de la pureza y de la belleza de la mujer expresada en el corpiño y en el símbolo de las flores blancas que significan la espiritualidad de la virginidad. Definitivamente, esta obra impacta por el equilibrio del cuerpo y la intensidad de la mirada, por la fuerza del color en las energías que transmiten los contrastes del verde, el rojo y el amarillo, una fuerza existencial del elemento vegetal como receptor del cuerpo.
La mirada en la obra de Peña-Defilló es un tema que invita a una investigación, como también, los espacios cromáticos y la dirección de la línea cuando se trata de “la mujer”… La obra titulada “La Poza”, nos impresiona por el tratamiento de la línea pictórica que asegura su dirección a través de los movimientos de luces sobre el agua. Y no es que estemos frente a un puntillismo teórico, estamos frente a una obra cuyo pintor capta con movimiento del pincel las variaciones de la luz sobre los elementos orgánicos de la cama del rio y sobre el cuerpo de la mujer en estado de levitación y placer expresados en el movimiento volátil de los ojos tiernamente semi-cerrados, cuyo estiramiento acompaña la sensualidad de la boca y del cuerpo.
Volver a Fernando Peña-Defilló es confirmar la coherencia visual de un artista que en los momentos tantos informalistas como abstractos, figurativos, nuevos figurativos de su obra, mantiene una continuidad creativa que corresponde a la reflexión y a la vida.
Invitamos las nuevas generaciones a visitar el Museo Peña-Defilló, a participar y analizar la calidad, la profesionalidad de un gran pintor, porque Peña Defilló es para nosotros un maestro del arte de la pintura surgida del pensamiento.
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