#EspecialDeViernes: El Mundo Griego contra Persia: desde los orígenes a la guerra, como nunca lo viste.
Para entender este proceso complejo que afecto a la civilización griega y tantos otros pueblos de la época es necesario contextualizar antes varios hechos claves sobre cómo estaban conformados ambos bandos y sus connotaciones políticas:
Arrancaremos con Persia. El Imperio Aqueménida o vulgarmente conocido como Imperio Persa; surgió de forma muy rápida en pocos años. Medio Oriente durante todo el siglo VI a.C., fue un escenario de constantes luchas entre facciones marcadas por egipcios, fenicios y neo-babilónicos. Los persas pertenecían a los grupos iranios que se habían establecido siglos atrás en la meseta de Irán y si bien se dedicaban al pastoreo, fue un pueblo guerrero llamado “Elam” el que transfirió las costumbres guerreras. Gracias a Ciro el Grande, considerado el primer emperador persa, desde la meseta iraní comenzó a surgir una potencia que nadie sospecharía. Ciro tomo a todos esos pastores y recolectores y tras meses de duro entrenamiento creó un poderoso ejército siguiendo el modelo de los antiguos asirios a los cuales había estudiado desde muy joven. Entre los años 553 y 550 a. C., Ciro derrotó al rey medo Astiages, su principal rival político que amenazaba con impedir el desarrollo del tan ansiado imperio que buscaba Ciro. Como consecuencia, Ciro tras una lucha muy sangrienta, tomó su capital, Ecbatana, y se llevó sus tesoros. Tras unificar a los persas y someter a los medos, Ciro, llamado después "el Grande", emprendió la conquista de Babilonia, Siria, Palestina y Asia Menor. El reino de Lidia, en Asia Menor cayó en 545. También en el año 539 tras una extensa guerra, Babilonia fue tomada por el general persa Gobrias, haciéndose presente Ciro días más tarde. Ciro se presentó a sí mismo como el "salvador" de las naciones conquistadas. Para reforzar esta imagen y "crear condiciones de cooperación con las elites locales" protegió los cultos locales y restauró templos y otras infraestructuras en las ciudades recientemente adquiridas. A diferencia de los conquistadores asirios y babilonios precedentes, Ciro trató de forma muy amable a los pueblos sometidos y perdonó a los reyes enemigos. Ciro murió en el 530 a. C. durante una campaña en Asia Central, y fue sucedido por su hijo Cambises II quien continuó su labor conquistando Egipto en el 530 a.C. y sumando nuevos territorios. Pero Cambises murió joven y cuando regresaba para reprimir un levantamiento de los medos. Tras un caos dinástico en el 521 Darío I se hizo cargo del Imperio organizándolo para luego buscar expandirse hacia Grecia, la antigua tierra de las civilizaciones cretense y micénica.
Por el lado de Grecia, tras el colapso de las civilizaciones cretense y micénica en el 1.500 a.C.; Grecia cayó en una época de oscurantismo de muchísimo años donde no quedaron registros escritos de nada. Recién en el 800 a.C. se recuperó la escritura en la región. Esparta como sabemos se desarrolló como un conjunto de 5 aldeas gobernadas por un Rey y cuya estructura más sólida eran estratos sociales, donde estaban los ciudadanos espartanos puros, los impuros y los esclavos; esta estructura sólida jamás pudo ser modificada durante esos siglos. El caso contrario es el de Atenas, que atravesó por periodos de crisis constante, desarrollándose como una ciudad muy importante justo al momento de explotar la guerra contra los persas. Una figura clave ante el caos político de Atenas fue Solon, el restaurador, quien con su Constitución del año 594 a. C. puso en juego muchas reformas dirigidas a aliviar la situación del campesinado asediado por la pobreza y las deudas que lo conducían a la miseria. Solón permitió que los estratos medios pudieran participar de la política al ser considerados ciudadanos. Pero luego vino un periodo de tiranía: tres tiranos pasaron por Atenas; Pisistrato primero quien gobernó en tres ocasiones y luego sus hijos, Hipias e Hiparco en total gobernando casi 50 años. Tras ello, surgió Clistenes un personaje odiado por la aristocracia ateniense quien buscaba impulsar la democracia, el gobierno del pueblo, donde los ciudadanos elegían de forma directa las decisiones más convenientes. Tras recibir varios apoyos, Clistenes llevo a cabo sus reformas e implanto la primera democracia de la historia, donde los ciudadanos (hombres, libres, nacidos en Atenas y de más de 25 años) podían elegir lo que consideraran adecuado. En este contexto se encontraban las partes que se enfrentarían en la guerra.
Darío I, ya emperador persa, extendió sus dominios sobre Anatolia (actual Turquía)y desde allí, accedió a varias ciudades griegas costeras (no las principal) y con un gran tacto político y procurando ser tolerante se adueñó de ellas. Pero, como habían hecho sus antecesores, siguió la estrategia de dividir y vencer: apoyó el desarrollo comercial de los fenicios, que formaban parte de su imperio desde antes, y que eran rivales tradicionales de los griegos. Por otro lado, los jonios, el pueblo griego más destacado de esa zona, sufrieron duros golpes, como la conquista de su floreciente suburbio de Naucratis en Egipto, la conquista de Bizancio que era la llave del mar Negro, y la caída de Síbaris, uno de sus mayores mercados de tejidos y un punto de apoyo vital para el comercio griego de la época. La promesa de Darío no parecía cumplirse. Ante esto, el tirano de la ciudad griega de Mileto, Aristágoras, decidió movilizar a las ciudades jónicas contra el Imperio persa y en el 499 a. C. Aristágoras pidió ayuda pero sólo Atenas, que envió 20 barcos (probablemente la mitad de su flota) y Eretria (en la isla de Eubea), acudieron en su ayuda; por su parte no recibió ayuda de Esparta. El ejército griego se dirigió a Sardes una importante ciudad de la época y la redujo a cenizas, mientras que la flota ateniense recuperaba Bizancio. Darío I, por su parte, envió un ejército que destruyó al ejército griego en Éfeso y hundió la flota helena en la batalla naval de Lade. La revuelta fue aplastada, pero Darío no se quedaría con eso y buscaría expandirse contra quienes apoyaron a los rebeldes. En Atenas llegaron las primeras noticias de la inevitable invasión de un ejército persa de 50.000 hombres. Ante este panorama, Temístocles, elegido como jefe militar desde hacía varios años empezó a organizar las defensas. Temístocles creía que la salvación griega solo pasaría por el desarrollo de una poderosa marina, algo que no existía en ese entonces. De esta forma, el líder ateniense, fortificó el puerto de El Pireo, convirtiéndolo en una poderosa base naval donde construirían decenas de barcos para enfrentar la amenaza persa. En ese contexto surge Milcíades, un miembro de una gran familia ateniense huida de las costas del Asia Menor. Se oponía a Temístocles ya que consideraba que los griegos debían defenderse primero por tierra, esperanzado en la supremacía de las largas lanzas griegas contra los arqueros persas.
Los atenienses decidieron poner en sus manos la situación, enfrentando así la invasión persa. La flota persa se hizo a la mar en el verano de 490 a. C., dirigidos por Artafernes, conquistando las islas Cícladas y posteriormente Eubea, una de las aliadas a la revuelta aplastada años antes. Milcíades, decidió hacer frente al desembarco persa en las llanuras de Maraton, donde librarían la sangrienta batalla de Maraton, entre 10.000 griegos y 25.000 persas. El líder griego, tenía mensajes claro y estaba avisado del desembarco persa, por lo que se acercó a las playas donde desembarcarían para esperarlos. Los persas bajaron de los barcos pero el shock de saber que los estaban esperando derribo cualquier intento de sorprender a los griegos. Los persas arremetieron contra las fuerzas griegas que se alinearon de forma férrea para anular los ataques persas. Una vez producido el rechazo de las tropas, sin darles tiempo, Milcíades decidió cargar contra el ejército persa logrando crear sorpresa y pánico en las tropas, muchas de las cuales se dieron a la fuga y fueron perseguidas y diezmadas por los griegos. La batalla se cobró la vida de 6.500 persas y 200 griegos, siendo un aplastante triunfo para los atenienses. El ejército griego logró apoderarse de ocho naves enemigas, pero no pudo cortar la retirada del grueso del ejército persa, el cual protegido por la reagrupación y sacrificio de algunos cientos de hombres pudo reembarcarse precipitadamente. De inmediato dio Artafernes, el hombre al mando de los persas, dio la orden de dirigirse hacia Atenas, esperando llegar a una ciudad desguarnecida. Milcíades ordenó dirigirse de inmediato a Atenas y envió por delante a su mejor corredor-mensajero, Filípides, para levantar la moral combativa de la ciudad. Filípides quien corrió por casi muchísimas horas, dio la sensacional noticia de la victoria y cayó muerto por el esfuerzo y algunas heridas recibidas en combate (en honor a él se conmemoran las maratones de hoy en día). Las tropas llegaron horas después, a marcha forzada, y se fortificaron en el Pireo y la propia Atenas. Ante el evidente despliegue defensivo de los griegos y la desmoralización de las multitudinarias tropas persas, Artafernes no se decidió a desembarcar y dirigió las naves hacia el Asia Menor poniendo fin a la primera invasión persa de Grecia en el 490.
Pasaron los años, Dario I murió y quedo a cargo de sus ejércitos y el Imperio, Jerjes I. Desde que llego al trono, Jerjes estuvo reclutando a lo largo de todo su imperio miles de hombres para terminar lo que Darío no pudo. Elefantes del norte de la India, soldados de Babilonia, Egipto, Armenia, Palestina y tantos otros territorios fueron incorporándose a los ejércitos de Jerjes. Finalmente en el 480 a.C., solo 10 años después del fracaso de la primera invasión, Jerjes se adentró en territorio griego, pero tomaría dos rutas: una por el norte, donde cruzaría Macedonia y se adentraría por las Termopilas y para finalmente acceder desde Tebas hasta Atenas. Mientras tanto, por mar se intentaría destruir la flota ateniense. Enterados de esto, y de la descomunal invasión persa con 500.000 guerreros frente a unos pocos miles de griegos, los atenienses fueron a pedir ayuda a Esparta, quien entendió pese a sus rivalidades que era la única forma de detener a semejante ejército. El primer paso lo darían los espartanos en agosto de ese año. Expertos en la guerra, serian quienes buscarían detener el avance persa en las Termopilas, un desfiladero que conducía directamente a Atenas. Finalmente, bajo mando de Leónidas, 4.000 infantes se apostaron en las Termópilas (300 espartanos, 700 tespios, 2.000 arcadios, 400 corintos, 400 tebanos y 200 micenos) para detener al ejército persa de 150.000 guerreros de toda Asia. La misión era técnicamente imposible y Leónidas lo sabía pero quería ganar tiempo para que la flota atenienses de 270 naves mandadas por Temístocles se acomodaran en el cabo Artemisio. La batalla de las Termopilas se prolongó por tres días, donde los espartanos y sus aliados griegos demostraron un coraje increíble aplastando oleada tras oleada a los persas, quienes pese a esto, superaron la barrera griega por su superioridad numérica. Antes de la derrota inevitable, Leónidas dejo que 3.000 de los guerreros griegos escaparan y dieran las noticias de la derrota, por su parte Leónidas con sus 300 guerreros se quedaron luchando hasta el final ante las decenas de miles de oleadas que atacaron y masacraron finalmente a los espartanos matando a Leónidas y dejando a Esparta sin rey.
Su sacrificio no sería en vano, ya que Atenas pudo ganar tiempo y solo tres días después con el paso por tierra bloqueado por poco tiempo, el grueso del ejército persa no pudo arribar a la zona de Cabo Artemisio donde estaba el grueso de la flota persa. Hacia allí salieron los atenienses quienes con sus 270 barcos hicieron frente a los 800 barcos persas. Temístocles gran conocedor de los mares pudo tras varias maniobras espectaculares contrarrestar el número muy superior de los persas y equilibro la batalla que se dio de forma muy sangrienta y ambos bandos sufrieron pérdidas terribles pero los persas debieron replegarse y reorganizar su flota, por ende la victoria fue para los atenienses quienes pese al triunfo retiraron sus tropas hacia Salamina, enterados del imparable avance terrestre de los persas tras caer las líneas en las Termopilas.
A fines de septiembre del 480, se produciría la batalla decisiva de la guerra: la batalla de Salamina, donde en la isla griega se había acumulado toda la flota griega que se componía por 370 navíos frente unos 900 barcos persas. Temístocles lideraba a los griegos que contaba con tres claros grupos: atenienses, corintios y eginos, también estaban los espartanos con lo único que tenían de su flota. Por el otro lado Jerjes concentro lo mejor de su flota: egipcios, fenicios y jonios para hacer frente a los griegos. La batalla comenzó con una brutal tormenta que jugo en favor de los griegos quienes ya estaban apostados cerca de Salamina, por ende no tuvieron que movilizarse como si lo hicieron los persas. Esta primera tormenta dejo fuera de combate 100 barcos y los persas arremetieron con su flota fenicia contra los atenienses que al cabo de varias horas en una lucha infernal obtuvieron la victoria de ese día, pero restaba otro día más. Al día siguiente, los persas agruparon a su flota y arremetieron desde tres sectores: los egipcios partieron desde el ala derecha y chocaron contra los espartanos y eginos, mientras los jonios antiguos aliados griegos chocaron con los corintios; por su parte los fenicios reactivaron su ofensiva contra los atenienses. Los ataques fueron enormemente cruentos entre medio de una tormenta caótica. Los espartanos chocaron sus barcos contra los egipcios y abordaron sus barcos masacrándolos uno a uno. Los corintios poseían barcos más fuertes que los jonios y rompían las embarcaciones hundiéndolas, mientras los atenienses con un coraje enorme y en plena tormenta abordaban también los barcos fenicios. Los tripulantes de las flotas bajo el mando persa se arrojaron al mar desesperadamente, muchos no sabían nadar y morirían ahogados, al retornar a la orilla los pocos sobrevivientes, Jerjes enfadado ordeno ejecutar a todos los que llegaran al lugar.
Los griegos obtuvieron por su unión el triunfo más espectacular destruyendo decenas de barcos persas. Jerjes entendió que la lucha por los mares no tenía sentido y decidió replegarse, dejando al mando de la invasión a otros generales. El impacto de ver a Jerjes retroceder y abandonar la guerra fue terrible para las tropas persas, quienes pese a haber ocupados Tracia y Atenas e incendiar todo a su paso comprendían que la victoria total era imposible si no se triunfaba en los mares.
Por otro lado, los griegos en septiembre evacuaron Atenas, ante el inminente avance persa y para evitar una carnicería desalojaron a todos sus habitantes. Los atenienses y tracios se replegaron al Peloponeso donde estarían resguardados por los corintios y espartanos. Durante meses, los persas shockeados por la derrota de Salamina se negaron a invadir el Peloponeso y la guerra permaneció estancada, con media Grecia ocupada y media Grecia libre. En el 479 a.C.; los griegos acumularon un ejército enorme con reclutas de Creta y Asia Menor. En junio de ese año montaron el escenario final para la guerra: los griegos contraatacarían a los persas y los expulsarían como fuera de Grecia. Pausanias, quedo como líder de las fuerzas griegas en tierra que contraatacarían en Platea con 40.000 hoplitas (10.000 espartanos, 8.000 atenienses, 5.000 corintios, etc). Pero la ofensiva seria también por mar, mas puntualmente en Micala, Asia Menor; donde los griegos reunieron otros 40.000 hombres y 200 barcos frente a la colonia defendida por 60.000 persas y 300 barcos. Ambas ofensivas se coordinaron y comenzaron el mismo día: 27 de agosto del 479. En Platea, los espartanos cargaron junto a los atenienses (históricos enemigos) en una carga emocionante, donde rompieron filas frente a los desorientados persas que sumaban 120.000 hombres. Los griegos tenían una fuerza interior y una moral inquebrantable que los persas ya desconocían, este factor fue clave para que en pocas horas, la retirada persa fuera inevitable sufriendo elevadísimas bajas. Los persas huyeron de Platea y escaparon por el norte hacia Macedonia espantados. Finalmente Grecia fue liberada. Pero en el otro rincón, en Asia Menor, los griegos desembarcaron y encontraron en principio una dura resistencia persa que se quebró tras 4 horas de sangrientos combates. Los persas viendo roto su flanco más débil escaparon en sus barcos y otros por tierra, mientras la ciudad de Micala era liberada, la ocupación persa en Grecia colapso totalmente en un solo día. Las fuerzas griegas celebraron bebiendo muchísimos por varios días, y lejos de las enemistades tradicionales atenienses, espartanos, tracios y corintios celebraron el triunfo final. Las noticias que llegaron a Persia fueron de una derrota total, que desmoralizaron a Jerjes quien según cuentan los escritos, lloro al enterarse del fracaso y paso a hacer campañas para mantener sus dominios pero no expandirlos. Grecia atravesaría una pequeña paz donde Esparta y Atenas liderarían la región, viendo el apogeo cultural ambas ciudades hasta que explote la guerra del Peloponeso en el 430 a.C. y ponga fin a esa paz.
-Rey Aquiles
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