Antagonismo, fronteras infranqueables y comunicación
Por OFELIA BERRIDO
25 junio, 2016http://hoy.com.do/antagonismo-fronteras-infranqueables-y-comunicacion/
La posmodernidad relajante carga en su seno una globalización extraña en la que las fronteras en la tierra se vuelven infranqueables y los gobiernos, en muchos casos, construyen muros, endurecen las leyes de migración e insisten en lograr una economía local más integrada e independiente. Es en este enquistado período en el cual se realizan múltiples acuerdos y alianzas que de antemano se sabe que no se cumplirán; tiempo en el que se levantan campamentos de inmigrantes para no asociar otras etnias y religiones con la propia. Es la era de la globalización de la comunicación y separación de fronteras.
Se cierran las puertas de los espacios reales con cerraduras triples y se busca promover la comunicación digital a toda costa. Las distancias se acortan, los viajes se reducen y a la par… aumenta el dispendio económico en banalidades y la inversión en compromisos concretos que sirven de paliativo transitorio. Lo falso se desplaza abiertamente por las ciudades de crecimiento simulado.
Época de miedo a lo real e imaginario. Miedo que lleva en sus entrañas un servilismo a cambio de una protección que nadie sabe de dónde vendrá. Suntuosidad y simulación es el nombre de la sátira del teatro de la esquina y, día tras día, la inseguridad sicológica y el dolor procrea enfermos que temen a su sombra tanto como a la ajena y huyen de su estado exasperados e inestables.
La gente cambia, se encierra y observa el mundo desde las ventanas de las pantallas de su televisor y desde los terribles cuadros que presentan los medios de comunicación. Las redes sociales se vuelven despiadadas. Los niños y jóvenes juegan en sus computadoras a matar todo lo que se mueve. Al mismo tiempo, el ser humano se pregunta qué ha pasado porque no entiende la involución del tiempo ni la falta de vínculos sinceros en la insondable era de la comunicación. No entiende cómo vinimos a parar a este estado de cosas. A muchos el miedo los hace andar con un cuchillo en la boca, mientras, su pulso late acelerado. La frivolidad aturde y empeora la situación.
Hoy los países cuidan con celo de tribu su terruño; la lucha se vuelve agria mientras el agua se convierte en el espejismo al que todos persiguen. Empresas inteligentes y naciones secretas compran terrenos lejanos y ocultos, donde nadie vive, pero donde ya se confirmó la existencia del nuevo tesoro, el agua.
Ya el hambre no se perfila como la causa primaria de la muerte por pobreza extrema porque la falta de agua a pasos agigantados la supera en su vertiginoso avance. El exceso de basura y la falta de higiene incrementan la morbimortalidad de países como el nuestro. Se multiplican las enfermedades infecto contagiosas de manera tal que nuestros enemigos no son los violentos asaltantes, ni el que nos llena de impuestos para pagar sus excesos y nos deja en la inopia, ni los que maquillan la cara de la ciudad para que no veamos nuestra miseria mientras se danza al son de una música sorprendente.
Hoy, somos invadidos por plagas que no se sabe si vienen de la facción del bien o del mal, si son naturales o creadas. Y nos invade la duda de si se trata de un plan macabro de los dioses al ver que el hombre no ha sido capaz de acabar con la pobreza ni es capaz de compartir lo que tiene y prefiere acumular a expensas de aminorar las posibilidades de otros.
Los dioses del siglo XXI congregados con los antiguos podrían ser los culpables… Quizás, Pluto, dios de la teogonía griega, inmortalizado entre los hombres de hoy por el teatro de Aristófanes tenga cartas en este asunto. Y entonces, podríamos preguntarnos de que sirvió que este dios fuera cegado por el poderoso Zeus si no fue capaz de cumplir con el mandato de distribuir las riquezas sin prejuicios.
En el siglo XXI nos abruman las mismas inquietudes de siglos pasados y el ser humano sigue siendo el mismo. La tecnología cambia el abiente que lo cobija, pero él sigue sufriendo los mismos males. La mayoría tiene que trabajar de sol a sol sin tiempo para pensar en su existencia ni en lo que vino a hacer a esta tierra ni en los otros seres como él y mucho menos en la realidad de la interdependencia entre los seres humanos y el todo.
En esta época, que fue la esperanza del pasado, sigue primando el servicio a Mammon (la riqueza). Penosamente, se ha convertido en la máxima aspiración y legado de una gran cantidad de personas que lo ven como fin y no como medio. De ahí que, la integración, la solidaridad, el amor entre la gente y los pueblos siguen siendo anhelos. Esta lucha constante por crecer en el aspecto económico, de manera selectiva, no luce la vía del bienestar común ni de la paz en el mundo, pero a pocos les interesa… En fin, el asunto resulta desgastante y doloroso.
Parece que somos actores de una película del más excéntrico creador. Estamos inmersos en mundos desiguales de bellos y altos edificios, centros de diversión extraordinarios, modernos y hermosas viviendas que conviven junto a zonas de desastres donde el hacinamiento, la rabia, el odio y una mansedumbre impuesta a base de una dependencia finamente premeditada se multiplica, mientras se va muriendo la sensibilidad dentro de todos. La marginalidad y el odio que genera la cuestión, muta y se convierte en asaltos, asesinatos o en muchos casos escape al inframundo. Pobres y ricos se parasitan mutuamente, nutriendo sus milenarias idiosincrasias.
Todos cierran sus fronteras porque el miedo los invade, se cuida lo conocido y lo extraño asusta. Y mientras más globalizado se hace el mundo, a través de los medios de comunicación, más se cierran las fronteras y los espacios aéreos. Comunicarse y mezclarse no es lo mismo: Son asuntos políticos y es la creencia del día.
El sin sentido de la existencia está más presente que nunca en la mente de muchos y el castigo impuesto a Sísifo le hace perder la cabeza mientras una y otra vez trata de subir la redonda piedra por la ladera empinada. El mundo arde en las llamas del desconsuelo. La gran piedra como simbolismo de lo reiterativo. Un mundo que una y otra vez se destruye a sí mismo, mientras, envuelve a todos en la celebración de liviandades. Fiesta macabra que aclama la incapacidad del ser humano de analizar la realidad, discriminar y tomar decisiones, algarabía de la muerte del raciocinio y con ello la imposibilidad de formar su propia idea de la realidad.
Vivimos una realidad inducida, fabricada, pero nos resulta demasiado esfuerzo hacer algo al respecto. Es mejor empujar una y otra vez la gran piedra en llamas… Este accionar reiterativo mantiene la mente ocupada y nos libramos de la necesidad de pensar. Hemos perdido la cabeza en un actuar sin sentido.
En esta época asfixiante la cosa lo es todo, y la conciencia nunca había sido tan conocida y a la vez tan ignorada. Así, nada tenemos que hacer, ni decir, solo un vegetar en el mundo de la postmodernidad y de la gran comunicación. Quizás alguien o algo algún día nos haga despertar de la pesadilla de la inercia donde se vive un mundo sin creencias, sin intensiones, terrible mundo de movimientos orientados a una sobrevivencia insubstancial. Oh, Sísifo, aquí proseguimos en nuestra infecunda lucha por alcanzar la felicidad que solo sobreviene con la sabiduría…
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