Rodrigo Borja, el Papa Alejandro VI

RODRIGO BORJA, EL PAPA ALEJANDRO VI.

La vida de Rodrigo va a cambiar desde entonces porque su tío seguirá proporcionándole muchas ventajas, esta vez desde un puesto tan elevado como el de papa. El primer puesto ofrecido por este fue el obispado de Valencia, pero Alfonso V lo impide para colocar a su sobrino Juan de Aragón. Rodrigo se doctoró en la Universidad de Bolonia en 1456.
Su tío, el papa Calixto III, le nombra obispo de Gerona en 1457, pero de nuevo Alfonso V se opone y no puede tomar posesión del cargo. No era normal que un rey rechazara de esta forma los dictados del Vaticano, pero en este caso es comprensible porque el pontífice antes había sido súbdito del reino de Aragón y aunque la figura del sumo pontífice estaba por encima de los reyes, el rey Alfonso tenía mucha confianza para no obedecerle: no hubo una relación de hostilidad entre el papa y el monarca, sino bastante cordialidad.
A la muerte de Alfonso V en 1457, el pontífice por fin concede el obispado de Valencia a Rodrigo (1458), quien lo retuvo hasta su elección como papa y entregó a su hijo César. Su tío muere el 6 de agosto de 1458 y se elige al nuevo papa Pío II, con quien Rodrigo no va a tener una buena relación debido a su conducta poco usual dentro del mundo religioso de aquella época. El cardenal Borja da muestras de su sensualidad y promiscuidad, uno de los rasgos más distintivos de su personalidad, y Pío II le llama al orden. Pero Borja no cambia de actitud: en 1468 nace de madre desconocida su primogénito, Pedro Luis, y a continuación dos hermanas, Jeromina e Isabel.
Tuvo otros cuatro hijos con la romana Vazozza Celanei: César (1476), Juan (1478), Lucrecia (1480) y Jorfré (1481), y dos más, Juan y Rodrigo, mientras llevaba una vida principesca rodeado de lujo y fasto. Construye el magnífico palacio de la Cancillería vieja, hoy llamado de los Sforza-Lesarini. En la época del papa Pío II, Borja no fue bien considerado, hasta la llegada de Sixto IV, quien nombra a Borja cardenal para la península ibérica con el propósito de organizar la cruzada contra los turcos (1472). Llega a Valencia el 18 de junio de 1472, colabora con Juan II de Aragón y favorece la causa de Isabel como heredera de Castilla, ya que tenía conflictos con su hermano Enrique IV, que intentaba que su hija Juana la Beltraneja heredara el trono de Castilla, anulando lo acordado en el Tratado de los Toros de Guisando, donde Isabel había sido nombrada heredera legítima de la corona castellana.
La presencia del cardenal Borja pone cierto orden en Castilla, a la sazón bastante revuelta, pero es patente la mano de Juan II de Aragón, que utiliza la influencia del papa a favor de la causa Isabel-Fernando. La bula para legitimar el matrimonio de su hijo Fernando con Isabel había sido solicitada por Juan II hacía tiempo, en la época de Pío II, quien no se la concedió. Borja consigue la bula y la lleva a España para dar legitimidad al matrimonio de los príncipes, los futuros Reyes Católicos. También lleva el nombramiento cardenalicio de Pedro González de Mendoza a cambio de su apoyo a la causa isabelina, ya que Mendoza estaba en ese momento con el bando de Juana, al lado de Enrique IV.
El papel de Borja fue decisivo en esa etapa de la guerra civil en Castilla ya que las noblezas rebeldes fueron reconociendo la causa isabelina y abandonando el apoyo al bando contrario. Borja también contribuyó a la reconciliación entre Enrique IV y su hermanastra Isabel con la organización del famoso encuentro en Segovia en 1474. Demostró su habilidad en los asuntos políticos y diplomáticos que había aprendido en su etapa estudiantil y fue reconocido como experto en derecho canónico y en administración curial.
Por sus servicios eficientes, el papa Sixto IV le concedió importantes beneficios, entre ellos, el nombramiento de obispo de Albano y de Porto, el de decano del Colegio Cardenalicio y de las diócesis de Cartagena, de Mallorca y de Egen (Hungría), lo que motivó que se convirtiera en uno de los cardenales más ricos en época del papa Inocencio VIII.
En 1492, a la muerte de Inocencio VIII, se celebró el cónclave para elegir nuevo pontífice, y, a pesar de que Borja no estaba en la lista de los candidatos por ser extranjero y de que había mejores aspirantes, fue nombrado papa con el nombre de Alejandro VI. Coincidieron varios factores importantes. El respaldo del poderoso cardenal Sforza y de los Reyes Católicos fue decisivo para su elección ya que por la situación de Italia, amenazada por Carlos VIII de Francia y por los otomanos, Roma necesitaba nombrar un pontífice capaz de defender a Italia.
Además, la figura de los Reyes Católicos, que acababan de terminar la Reconquista con la histórica victoria en la guerra de Granada, causaba un fuerte impacto en el mundo europeo, y Borja era un buen amigo de los Reyes, aparte de haber nacido en España. Hubo unanimidad para su elección en el cónclave. Su forma de vida y su conducta poco ejemplar para un religioso no impidió que fuera elegido porque se valoraron más sus aptitudes como buen político hábil y estadista capaz. Se esperaba también del nuevo papa que emprendiera la reforma de la Iglesia, mejorara la administración y trabajara por la cruzada. Poco después de ser nombrado papa en 1493, las relaciones con el rey de Nápoles empeoran y se enemista con Ferrante.
Se acerca a Carlos VIII de Francia y negocia la Liga de San Marcos con Venecia y Milán, rehaciendo la Liga de Lodi en Lombardía (Milán-Florencia-Nápoles) y creando el eje Venecia-Milán-Roma. Para evitar la intervención francesa concierta el matrimonio de su hija Lucrecia con Giovanni Sforza de Milán. Los Reyes Católicos intentaron frenar la política antinapolitana del pontífice y restablecer el eje vertical de Lodi aceptando la instalación de César en la sede de Valencia y poniendo la flota catalanoaragonesa al servicio del pontífice.
Replantearon el matrimonio de Juan de Borja (segundo duque de Gandía) con María Enríquez, la prima del rey. El papa acepta la propuesta y ordena varias bulas (bulas alejandrinas) que otorgaban a Castilla las tierras recién descubiertas en el océano Atlántico. Con el matrimonio de su hijo Fofré con la nieta de Ferrante, Sancha de Aragón, se consolida el nuevo eje Roma-Nápoles-Florencia. El 7 de mayo de 1494 el cardenal Juan de Borja actúa como legado para concertar la boda de Fofré y Sancha y coronar a Alfonso II, hijo de Ferrante. Todo esto no impidió al rey francés irrumpir en Italia con la excusa de una cruzada para legitimar la ocupación de Nápoles. Alejandro VI tuvo que dejar paso libre (1494-1495) al rey francés para que invadiera Nápoles. Los Reyes Católicos, sobre todo Fernando, esperaban que avanzara la invasión francesa para que creciera el malestar entre los estados vecinos y así formar una liga contra Francia sin que la iniciativa partiera de España.
La Liga se crea entre Venecia, Milán, España y el Sacro Imperio Romano Germánico, a la que se adherirá el papa, por lo que se llamará Liga Santa (31 de marzo de 1495). La justificación oficial fue la de dirigirse contra el turco, pero el verdadero objetivo era el de arrojar a los franceses de Italia. La hábil maniobra de Fernando contra Francia sale adelante aprovechando la ira de los estados vecinos de Italia, ya que existía una alianza de amistad acordada entre Francia y España en 1493 para la no-intervención militar entre ambos países: Francia devolvía a España el Rosellón y la Cerdaña, a cambio de que Francia ocupara Nápoles sin la oposición española. Dentro del acuerdo había una letra pequeña que Fernando puso intencionadamente: en el caso de que el papa fuera atacado, España prestaría su ayuda para salvaguardar los Estados Pontificios.
España interviene en el conflicto por la llamada del Vaticano y Carlos VIII tuvo que retirarse de Italia tras la batalla de Fornovo (6 de julio de 1495) y la pérdida de las plazas ocupadas ante las tropas napolitanas ayudadas por las fuerzas castellanas de Gonzalo Fernández de Córdoba, enviado de los Reyes Católicos. No obstante, el pontífice estuvo cambiando de postura entre Francia y España alternativamente, dependiendo de su interés personal y familiar en cada momento. Se producen el rechazo de los Reyes Católicos del matrimonio de César Borja con la hija de Federico II de Nápoles, Carlota de Aragón, y la anulación del matrimonio de la hija del papa, Lucrecia, con Giovanni Sforza (20 de diciembre de 1497) para casarla con Alfonso de Aragón, hijo natural de Alfonso II de Nápoles, todo ello motivado por intereses coyunturales, al hilo de las circunstancias del momento. Ante la negativa de los Reyes Católicos, Alejandro VI se acerca de nuevo a Luis XII de Francia y ortorga la invalidez de su matrimonio con Juana de Valois para poder casarse con Ana de Bretaña. A cambio, Luis XII permite que César, hijo del papa, se instale en Francia como duque de Valentinos y se case con Carlota de Albret (10 de mayo de 1499), pariente del rey francés y hermana del rey consorte de Navarra Juan de Albret.
Para controlar y fortalecer los Estados Pontificios utilizó el nepotismo (preferencia desmedida que dio a sus parientes para las concesiones o empleos públicos), lo que hizo desconfiar a los estados italianos, que observaban que estaban ante una propiedad de los Borjas en lugar de un estado de la Iglesia. Nombró a su hijo César capitán general (26 de marzo de 1500) y creó el ducado de Romanía unificando territorios conquistados. Creó otros ducados unificando más territorios, como Sermonera y Nepi, que asignó a sus hijos Rodrigo y Juan de Borja. Nombró también a muchos familiares para los cargos oficiales en el gobierno pontificio.
De cara al exterior quiso mantener la neutralidad, pero al final tuvo que aliarse con España ante la victoria española y la derrota francesa en Nápoles ocurrida en la batalla de Ceriñola el 21 de abril de 1503. En 1503 nombró a cinco valencianos y catalanes de los nueve purpurados del Colegio Cardenalicio para asegurar su fidelidad. Muere el 18 de agosto de 1503, posiblemente envenenado. Su cuerpo está sepultado junto a su tío Calixto III en Santa María de Monserrat, en Roma.
Para España fue un papa muy importante ya que, aparte de su intenso trabajo cuando era cardenal durante la época de la guerra civil y de su ayuda a los príncipes Isabel y Fernando, la legitimación de las tierras americanas descubiertas a condición de la evangelización de los nativos fue uno de los aspectos más destacados de la política internacional de Alejandro VI (Tratado de Tordesillas, 1494). También abrió la puerta a África, si bien no fue capaz de acometer la reforma de la Iglesia.
Autor: Yutaka Suzuki para revistadehistoria.es