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jueves, 21 de junio de 2018

Rafael Emilio Sanabia expresó nacionalismo en su libro Zarpas y Verdugos

Alejandro Paulino Ramos - 21 de junio de 2018 - 6:00 am -  Deja un comentario
Foto: Soldados norteamericanos al momento de hacer entrada a la ciudad de Santo Domingo en 1916.
Rafael Emilio Sanabia, autor de Zarpas y verdugos, nació en Santo Domingo en 1888. Vivió sus primeros años durante la dictadura de Ulises Heureaux; joven enfrentó la invasión mi litar norteamericana (1916-1924). También luchó contra la tiranía de Rafael L. Trujillo (1930-1961). Falleció en 1973.
Portada del libro publicado
Exiliado en 1916 por oponerse a la presencia militar extranjera, volvió a sufrir destierro en 1948, por ser considerado enemigo del gobierno de Trujillo. Tal vez por sus pesares de sufrido combatiente por reclamar la libertad, sus escritos siempre nos hablan del hombre errante, del martirio de los expatriados y de los sentimientos patrióticos. Zarpas y verdugos recoge precisamente su dolor y su pasión ante la República mancillada por las tropas norteamericanas en 1916.
El 4 de mayo de 2016 se cumplieron cien años del desembarco de los marines norteamericanos en territorio dominicano. Las razones que justificaron el nefasto acontecimiento tienen su origen en el manejo de la deuda externa a partir de la Segunda República y en la forma en que esta deuda pasó de las manos de inversionistas europeos a las de los norteamericanos, así como en la complicidad de los caudillos dominicanos que se prestaron a la firma de acuerdos de pagos que atentaban contra la autonomía económica, la soberanía política y la independencia de la nación.
Los acuerdos que se concretaron en las convenciones domínico-americana de 1905 y 1907, dejaron sentadas las bases para la intromisión de los Estados Unidos de América en los asuntos internos, a la vez que ampliaban el control de las empresas norteamericanas sobre la economía dominicana.
Sospechosamente, el partidismo caudillista se mostró complacido con la presencia extranjera y legisló para garantizar, a cambio de prebendas y complicidades, que los inversionistas foráneos se beneficiaran de la legislación nacional, en especial de las leyes que normaban la propiedad agraria y que tuvieron significativos impactos en el crecimiento del sector azucarero norteamericano.
Todo esto se articuló, posterior a la muerte del presidente Ramón Cáceres en 1911, con los conflictos armados entre los caudillos, el interés de Estados Unidos en la región del Caribe y la situación del comercio internacional en el marco de la Primera Guerra Mundial.
Rafael Emilio Sanabia autor de Zarpas y Verdugos.
Lo acontecido en abril de 1916 entre el ministro de Guerra Desiderio Arias y el presidente Juan Isidro Jimenes, más la acusación de que se había violado la convención domínico- americana de 1907, sirvieron de justificación para el desembarco de los marines el 4 de mayo y para la proclamación de la ocupación militar y el establecimiento de un gobierno extranjero el 29 de noviembre. El régimen instaurado se impuso por encima del interés nacional hasta el 12 de julio de 1924.
El nuevo gobierno, ahora en manos de un militar, desmanteló el Estado dominicano, al imponer medidas para favorecer el capital extranjero y al establecer la censura a la prensa, el desarme de la población y la libertad de tránsito. En definitiva, lo que se impuso a partir de 1916 fue la dictadura militar extranjera con el mandato de readecuar la vida política, social y económica de la República Dominicana en beneficio de los intereses extranjeros.
De los ocho años de dominación norteamericana, los primeros fueron de relativa calma y la resistencia muy limitada. Esa etapa estuvo mediatizada por la bonanza económica que trajo el alza de los precios en el mercado internacional. Finalizada la guerra en Europa, los mercados entraron en crisis, lo cual provocó un aumento de la resistencia y, en consecuencia, el auge del movimiento nacionalista y de los reclamos del rescate de la soberanía.
La resistencia se mostró desafiante a partir de 1920. Surgieron diversas organizaciones con el propósito de luchar por la desocupación militar, como las Juntas Nacionalistas y la Unión Nacionalista Dominicana. En ese ambiente de opresión de un gobierno militar extranjero y de incremento de la lucha nacionalista, los intelectuales se sumaron a las exigencias por la retirada de las tropas. Las posiciones nacionalistas se expresaron principalmente en dos tendencias: la que prefería la negociación con los Estados Unidos y la que demandaba la «desocupación pura y simple» del terri torio dominicano, sin condiciones.
Rafael Emilio Sanabia estuvo entre los intelectuales nacionalista en 1916.
Esa última, considerada radical, reunió a destacados intelectuales, entre ellos: Américo Lugo, Fabio Fiallo, Emiliano Tejera, Luis C. del Castillo, Federico García Godoy, Arturo Logroño, Oscar Delanoy, Doroteo Regalado y Rafael Emilio Sanabia. Decenas de intelectuales, periodistas y propietarios de medios informativos fueron llevados a la cárcel acusados de violación a la ley de censura establecida por el gobierno militar.
Rafael Emilio Sanabia estuvo entre los primeros en ser apresados por criticar las declaraciones a la prensa del contralmirante Thomas Snowden, el gobernador norteamericano, según el cual la ocupación del país sería prolongada. Como lo escribió Fabio Fiallo: «El imbécil Snowden acaba de pronunciar su célebre arenga de Haina declarando que la Ocupación Yanqui no haría entrega del Gobierno de la República, sino a los niños de escuela, cuando los más pequeños alcanzaran la razón adulta». Sanabia, junto a varios de sus compañeros, fue apresado y encarcelado en la Torre del Homenaje de la Fortaleza Ozama.
Por esa actitud nacionalista, algunos lo consideraron el «Pancho Villa de la prosa para combatir al imperialismo yanqui», como lo calificaron el poeta español Francisco Villaespesa y la poetisa Abigaíl Mejía, quien además dijo de él que no «supo aplaudir la violación de la Patria, y alzó su voz valiente enarbolando frente a la brutal conquista, el estandarte de otra ‘Conquista’, la de su ideal y el de todos los dominicanos».
Zarpas y verdugos es un libro que se inscribe en lo que Américo Lugo llama el «género nacionalista», nacido al calor de la resistencia contra la opresión extranjera. Este género produjo ensayos, poesía, relatos y novelas, consideradas de denuncia y de demandas contra la ocupación. En esa tónica, Rafael E. Sanabia publicó varios libros, entre los que se destacan Ecos errantes (1916), Lágrimas del silencio (1920), Del exilio (1922), y Zarpas y verdugos (1925). Este último sería el más celebrado por su contenido patriótico y, aunque publicado meses después de la desocupación, fue redactado entre 1922 y 1924 al fragor de la lucha por la soberanía y la independencia de la República Dominicana.
Protesta nacionalista frente al Congreso Nacional
En Zarpas y verdugos el autor va tejiendo los temas con pasión y con el marcado interés de informar sobre acontecimientos, denunciar a los traidores —que llama «empleados incondicionales del gobierno militar»—, exaltar personalidades y sectores de la resistencia —como Cayo Báez y Gregorio Urbano Gilbert— y educar a las futuras generaciones con sus prédicas éticas y morales, centradas siempre en los acontecimientos vividos en el período del gobierno interventor.
El libro es definido por el propio autor como «actual, frívolo y sincero», y escrito con la necesidad de señalar «todos aquellos sucesos que en el desenvolvimiento luctuoso de las circunstancias que rodearon el complicado proceso de la Intervención Americana» eran dignos de tocarse, alejándose de lo que él llama acusaciones personales. A tal respecto escribió: «Muy lejos de tan molesta pretensión, solo aspiramos a desentrañar del pasado ominoso, aquellas desviaciones tan peligrosas, que de no ser combatidas, podrían acarrear al país tristes consecuencias inevitables».
Por sus páginas van desfilando los tránsfugas, los traidores y los héroes, la «juventud, hueca y ridícula, [que no piensa más] que en aquello que deleita, entretiene, divierte», los políticos conservadores que se asumen representantes del pueblo, a los que considera como «servidores disimulados» de los extranjeros. Son denunciados los «parias miserables que deben ser castigados por su pluma» y señalados los nacionalistas empíricos, y, en contraste, enaltece a los «amigos de la Patria», entre ellos los venezolanos Horacio Blanco Fombona y Manuel Flores Cabrera, destacados periodistas en la lucha por la desocupación militar.
El autor aporta informaciones importantes sobre la fundación de la Unión Nacionalista Dominicana y realza con admiración a los «nacionalistas ejecutivos», los que se enfrentaron al invasor con las armas en las manos, entre los que sobresalen los «gavilleros» Gregorio Urbano Gilbert y los que combatieron en la batalla de la Barranquita.
Esta obra de Rafael Emilio Sanabia fue publicada por el Archivo General de la Nación en el 2016, como una forma de contribuir con el rescate de la bibliografía nacional y a la memoria de la historia contemporánea dominicana.



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