La perfecta casada.
En nuestro interés por la historia de la mujer y sus circunstancias, hoy traemos a colación La perfecta casada. Se trata de una obra escrita en pleno Renacimiento que versa sobre el papel y las funciones de una buena cristiana en lo que respecta al matrimonio, la maternidad y la familia, entre otras cuestiones. Aunque han transcurridos siglos, gran parte de las virtudes que se consideraban depositarias de la esposa están a la orden del día. Los medios de comunicación tratan habitualmente los derechos de la mujer y las mejoras, que en algunos casos, es preciso alcanzar. A pesar del enorme avance que se ha producido en tan solo unas décadas, no parece que nuestra sociedad sea muy consciente del tortuoso y lento camino recorrido para alcanzar la igualdad. Hasta bien entrado el siglo XX la instrucción femenina ha sido, cuanto menos, deficiente. Las niñas recibían unos conocimientos básicos, tales como leer, escribir, hacer cuentas y costura; habilidades fundamentales para ejercer su labor como futuras amas de casa. Las pertenecientes a clases acomodadas normalmente recibían una instrucción algo más completa, normalmente música y el aprendizaje de idiomas.
La vida de la esposa estaba por entero circunscrita al hogar. Sus obligaciones radicaban fundamentalmente en el cuidado del marido, hijos y familia además de las personas a su cargo como los criados. También se ocupaba de todo lo relacionado con la buena marcha de la vida cotidiana, en la cual tenían un papel fundamental la comida y la ropa. En cualquier caso, el asunto crucial residía en ser la depositaria del honor de la familia, la virtud más preciada y considerada durante el Antiguo Régimen. La mujer debía casarse virgen y ser fiel a su marido, una adúltera o una hija soltera desflorada constituían una auténtica tragedia.
Fray Luis rechaza los gastos excesivos y apuesta por la contención, considerando del todo superfluo el lujo en la indumentaria. Las señoras debían vestir según su estatus pero sin hacer ostentación de riqueza. Siguiendo con los valores femeninos, la casada debía ser para su marido: “perpetua causa de alegría y de descanso” además de discreta, religiosa y trabajadora. El fraile piensa que las mujeres aunque tienen uso de razón, son vagas: “es la mujer más inclinada al regalo y más fácil a enmollecerse y desatarse en el ocio, tanto el trabajo le conviene más”. Todo esto nos parece del todo anacrónico y falto de rigor, aunque es preciso recalcar que no debemos enfocarlo con la mentalidad actual.
Por último, destacar un par de cuestiones que resultan bastante modernas. La primera, que las madres deben alimentar ellas mismas a sus hijos recién nacidos y no dejarlos en manos de amas de cría. Era costumbre que las damas de la realeza y clases pudientes entregaran sus bebes a las amas. Un ejemplo de lo contrario fue el de Juana la Loca, ya que se tiene constancia amamantó a varios de sus hijos. Fray Luis de León consideraba que la leche materna no solo alimentaba al hijo, sino que a través de ella el bebé recibía una serie de virtudes. La segunda, que su tarea no consiste en traer muchos niños al mundo sin más, sino en hacerlo con sentido común y equilibrio: “no ponga en parir muchos hijos, sino en criar pocos buenos”, lo que hoy llamamos paternidad responsable.
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