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martes, 16 de agosto de 2016

La Voz Dominicana Reunió lo mejor de la música popular del país

La Voz Dominicana Reunió lo mejor de la música popular del país

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Publicado el 11 de agosto del 2016 por EUCLIDES GUTIÉRREZFÉLIX información@elnacional.com
e-mail: redaccion[@]elnacional.com.do
En La Voz Dominicana, además de estas orquestas que señalaba Solano en nuestra entrega anterior, de incuestionable calidad, por la naturaleza de sus integrantes, músicos de primera categoría, esa emisora logró agrupar en su seno los mejores conjuntos de la música popular dominicana, comenzando por el merengue: El Trío Reynoso, Isidoro Flores y su Conjunto Típico, Las Hermanas Cruz; y aportaba por la calidad de los intérpretes de la música folklórica, como Joseíto Mateo, Ñiñí Vásquez, y más luego Vinicio Franco, el perfil musical de la nación.
Recordamos también a Alberto Beltrán, alias Tiburón, que había dejado de ser vendedor de dulces de la confitería “Mickey Mouse”, bailarín con la bandeja de dulces en la cabeza y daba sus primeros pasos como artista profesional.
¡Qué personaje más impactante aquel negro alto, trajeado de blanco con frac! ¡Qué constelación de estrellas dominicanas, femeninas y masculinas! Lupe Serrano, Fellita Cabrera, Lita Sánchez, Flor de Liz, Fellita Puello Cerón y Elenita Santos; entre los hombres, Nicolás Casimiro, Jesús Faneytte, Lope Balaguer, Ulises Espaillat, Armando Recio y Tony Curiel.
No recordamos el inicio de las festividades de “La Semana Aniversario”, pero sí recordamos que desde la primera vez que se conmemoró, quizás en 1948, comenzaron a llegar las más grandes figuras artísticas de la canción popular de Hispanoamérica, entre las cuales estaban Leo Marini, argentino, y Bobby Capó, puertorriqueño.
La presencia de los artistas extranjeros permitió proyectar en los escenarios internacionales las hermosas canciones, particularmente boleros, de autores dominicanos. Para entonces el merengue, verdadera expresión folklórica dominicana, no la única, sino la más popular, se había adueñado de todos los escenarios: galleras, clubes, restaurantes y bares en los cuales se bailaba, y se había impuesto como una expresión real del pueblo dominicano.
En términos históricos, verdad que no puede discutirse o ignorarse, fue Rafael Trujillo Molina quien llevó el merengue, de perico ripiao y más tarde de orquesta, a todo el territorio nacional; en el Sur, particularmente, se bailaban colectivamente el carabiné, la mangulina y la yuca, que es más bien un zapateado auténticamente español.
Cuando en agosto de 1952 se transmitió el primer programa de televisión en nuestro país, los perfiles y los matices auténticamente dominicanos estaban definidos como verdadera expresión cultural de la sociedad dominicana, unificada como nación a través de la lengua, las costumbres, los hábitos de vida y la música en diferentes manifestaciones.
Fue a partir de 1950 que esas figuras de primera categoría del escenario artístico internacional escogieron un puñado de hermosas canciones románticas dominicanas que se convirtieron, inmediatamente, en hits musicales, como se decía, y casi todas ellas llevadas a cintas cinematográficas mexicanas.
Fernando Fernández se llevó Peregrina sin Amor, de Bienvenido Brens; Carita de ángel, de Bullumba Landestoy y Romance bajo la Luna, de Moisés Zouain; Los Panchos convirtieron a Dilema, de Juan Lockward, en una de sus interpretaciones más aplaudidas, que inmediatamente después otros tríos mexicanos, cubanos y puertorriqueños la hicieron de ellos; colocando primero que otros a estos cuatro compositores dominicanos, guitarristas Brens y Lockward, y pianistas Landestoy y Zouain.
Hacía varios años que se había establecido en Venezuela Billo Frómeta y se había ausentado junto a él, de nuestro país, Alcibíades Sánchez, un excelente cantante del género romántico, quien proyectó en Venezuela el bolero Evocación, de Papa Molina; y había emigrado hacia España, primero, aquel excelente saxofonista llamado Napoleón Zayas. La orquesta que formó y le acompañó originalmente se llamaba “Flor de Oro”, en homenaje a la hija de Trujillo, pero luego en Europa le puso el nombre de “Ciudad Trujillo”. Fue Napoleón Zayas el primer músico dominicano que llevó a escenarios de otras naciones la música folklórica dominicana. El autor de esta columna ignora los nombres del cantante de la orquesta de Napoleón Zayas y del primer trompetista, que eran de primerísima calidad.
¡Qué bellos y auténticos los merengues de la orquesta de Napoleón Zayas!, frente a toda esa basura que ahora llaman merengue y que tienen los apellidos de merengues de calle, de acera y de patio, con letras pornográficas, llenas de disparates, que quieren vender como expresión cultural del pueblo dominicano. ¡Qué indignación! le dan al autor de esta columna los estimuladores y propagandistas de toda esa porquería.
Ni siquiera a risa nos mueve, porque cuando en el registro de nuestra memoria pasamos revista a esos momentos y a esa belleza folklórica musical de la que hemos hablado, aparece en ese registro Ángel Viloria y su Conjunto Típico Cibaeño.
Aunque Viloria organizó su conjunto y lo llamó “Típico Cibaeño” no era el típico perico ripiao integrado solamente por güira, tambora, acordeón y marimba; este último instrumento, artesanal, de sonido acompasado y profundo conocido fuera de nuestro país con el nombre de la “Marimbula de Santo Domingo”. En estados Unidos, particularmente en Nueva York, y más luego en Puerto Rico, este conjunto de Ángel Viloria proyectó e impuso el merengue en el mismo momento que Napoleón Zayas lo hacía en España y otros países de Europa.
Fue en los últimos meses de 1951 que comenzó a escucharse el Conjunto Típico Cibaeño de Ángel Viloria, quien se encontraba establecido en Nueva York. El primer merengue, que si no recordamos mal grabó Viloria fue “El ají caribe”, de Manuel Sánchez Acosta, médico vegano, pianista y compositor de algunos de los boleros más bellos del pentagrama dominicano.
Ese merengue fue cantado por Dionis Valladares, dominicano, y el conjunto que le acompañaba estaba integrado por güira, tambora, marimba y acordeón, y le habían integrado la clave para darle un sonido típicamente tropical que le daba también un ritmo más alegre. Después Viloria incorporó a Ramón García, un mago del saxofón alto, que convirtió la expresión folklórica dominicana en un ritmo bailable encantador.

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