Gala Placidia
A pesar de todas las innovaciones y modernizaciones que el Imperio Romano trajo consigo, las mujeres no gozaron jamás de auténtica libertad personal. Si bien aquellas pertenecientes a la nobleza pudieron disponer de cierta libertad de movimientos (algo que no puede decirse de las plebeyas), ésta fue más simbólica que real, y siempre estuvo supeditada a las decisiones de sus padres, maridos, hermanos e hijos. Sin embargo, unas pocas tuvieron oportunidad de ejercer su influencia sobre los hombres que las rodearon y, si bien no pudieron ejercer el poder por ellas mismas, sí tuvieron en sus manos el destino de Roma. Hoy nos acordamos de una de ellas: Gala Placidia, hija, hermana, esposa y madre de emperadores, y, también, reina de los visigodos.
INFANCIA Y PRIMEROS AÑOS
Aelia Gala Placidia, pues tal era su nombre completo, vino al mundo en la eterna Roma, en el año 392 D.C. Era hija del emperador Teodosio I, uno de los grandes emperadores hispanos junto a Adriano y Trajano, y de su segunda esposa, Gala, de quien heredó el nombre. Lo cierto es que quedó huérfana muy pronto, ya que su madre falleció a resultas de un parto en 394, y un año más tarde lo hacía su padre, Teodosio. A la muerte de éste, el Imperio Romano quedó fracturado en dos partes: Oriente para Arcadio, Occidente para Honorio. Mientras sus hermanos se repartían el Imperio, Gala Placidia se fue a vivir con Estilicón, un magister militum -jefe militar, cuyo rango equivaldría hoy día al de un mariscal de campo- de origen vándalo (a través del cual pudo tomar contacto con el arrianismo, una herejía del cristianismo muy popular en aquella época), y su esposa Serena, sobrina del fallecido Teodosio; en tanto aprecio tenía la familia imperial a Estilicón y Serena que se concertó el matrimonio de Gala Placidia con el hijo de éstos, Euquerio, al mismo tiempo que su hermana María se casaba con Honorio, el Emperador de Occidente.
Sin embargo, al morir Arcadio en 408, Estilicón trató de dar un golpe de estado y deponer al hijo de éste, Teodosio II, de sólo siete años de edad, en favor de Euquerio; enterado de ello, Honorio hizo arrestar a Estilicón y Euquerio, ejecutándoles poco después, con lo que Gala Placidia no llegó a casarse con su prometido. Paradójicamente, esta acción de Honorio desencadenaría los sucesos que marcarían el futuro de Roma, de Gala Placidia, y de toda una raza: los visigodos.
EL SAQUEO DE ROMA Y LA CAPTURA DE GALA PLACIDIA
La venganza de Honorio contra Estilicón y los suyos fue sangrienta: no sólo hizo ejecutar al magister militum y a su hijo, sino que también ordenó la ejecución de los foederati, esto es, de los pueblos que prestaban tropa auxiliar al ejército romano, a los que consideraba partidarios de Estilicón. Con ellos, hizo ejecutar también a sus esposas e hijos a lo largo de toda la península italiana, lo que hizo que los supervivientes de la matanza -unos 30.000- buscaron refugio en las tierras de Alarico I, el rey de los visigodos, ante el que clamaron venganza contra el Emperador. En septiembre de 408, la inmensa mole guerrera de los visigodos atravesó los Alpes y llegó hasta la mismísima Muralla Aureliana, último bastión de las defensas de Roma. Allí comenzaría un largo asedio que duraría casi dos años y que culminaría, el 24 de agosto de 410, con el saqueo de Roma por parte de los visigodos. Entre otros muchos tesoros, los visigodos se llevarían la Mesa de Salomón (donde se suponía que el rey había escrito todo el conocimiento del universo) y el Menorah (el candelabro de siete brazos judío), que se encontraban en el Templo de la Paz.
Antes de que Roma cayese, no obstante, Gala Placidia cayó en manos de los visigodos, aunque las circunstancias de su captura nos son desconocidas. Con ellos se trasladó, en su huida de las tropas de Honorio, desde Italia hasta la Galia; para cuando llegaron allí, en 412, Alarico había fallecido en Cosenza (Calabria), probablemente víctima de la malaria. Tenía sólo 40 años, y, según la leyenda, yace enterrado junto al tesoro real romano en el lecho del río Busento, cuyo cauce fue desviado con una gigantesca presa que después fue destruida para devolver el río a su curso natural, al tiempo que se sacrificaba a los esclavos que la construyeron. A Alarico le sucedió, por elección unánime, su cuñado Ataúlfo
MATRIMONIO CON ATAÚLFO
A pesar de que Ataúlfo era unos 20 años mayor que Gala Placidia, parece que realmente el visigodo y la romana se enamoraron y, tras una cierta mejora de las relaciones entre Ataúlfo y Honorio al derrotar el primero a los usurpadores galos Jovino y Sebastiano (cuyas cabezas envió a la corte de Honorio en Rávena), Ataúlfo y Gala Placidia se casaron en Narbona, por el rito arriano, el 1 de enero de 414. Sin embargo, Honorio no reaccionó como ellos esperaban y montó en cólera, provocando un bloqueo comercial a los puertos visigodos en la Galia y enviando tras ellos a su mejor magister militum, Constancio, antiguo pretendiente de Gala Placidia, lo que obligó a Ataúlfo a desplazar a su pueblo hacia el sur, hacia Hispania.
Los visigodos entraron en Hispania por los Pirineos, y, tras desplazar hacia el sur a los vándalos, se instalaron en Barcino, la actual Barcelona, donde establecieron la capital de su nuevo reino; así, podemos situar a Ataúlfo como el primero de los reyes visigodos españoles, cuya línea se extendería hasta la invasión musulmana de la península en 711. Allí nacería el único hijo de la pareja, un varón al que pusieron por nombre Teodosio; parecía la oportunidad perfecta para un entendimiento entre ambas culturas, el primero de una línea de nuevos gobernantes romano-visigodos. Lamentablemente, el pequeño Teodosio falleció unos pocos meses después, cortando de raíz esa posibilidad y sumiendo en la tristeza a sus padres. El cuerpo del pequeño fue depositado en un ataúd de plata y enterrado en la catedral de Barcino; años más tarde, sería exhumado y enterrado de nuevo en el mausoleo imperial de la Basílica de San Pedro, en Roma.
Casi al mismo tiempo que fallecía su hijo, Ataúlfo cometió una imprudencia que resultaría fatal: aceptó a su servicio a un tal Dubius, quien resultó ser un antiguo criado de Sarus, jefe germánico muerto a manos de los visigodos durante su guerra contra Jovino y Sebastiano. Deseoso de vengar la muerte de su señor, Dubius acabó con la vida de Ataúlfo mientras este tomaba un baño, a finales del verano de 415. La confusión del momento fue aprovechada por el hermano de Sarus, Sigerico, para hacerse con el poder y autoproclamarse rey de los visigodos. En los siete terribles días que duró su mandato, Sigerico hizo asesinar a los hijos que Ataúlfo había tenido de un matrimonio anterior, y sometió a Gala Placidia a todo tipo de crueldades y humillaciones, como hacerla caminar descalza junto a los esclavos durante más de 20 kilómetros. Los sufrimientos que Gala Placidia soportó con estoicismo fueron una de las causas que llevaron a los enemigos de Sigerico a levantarse en armas contra él, asesinándolo y reemplazándolo por Walia, el hermano de Ataúlfo.
La necesidad crónica de alimento para su pueblo llevó a Walia a negociar un tratado de paz con Roma. Y así, a cambio de 600.000 modios de trigo (un modio son unos 8’75 litros) y de que los visigodos se convirtieran en foederati, Gala Placidia fue devuelta a su mundo romano, cinco años después de su partida. Nunca volvería a tener el más mínimo contacto con los visigodos.
REGRESO A ROMA
A su regreso, el rencoroso Honorio obligó a Gala Placidia a casarse con el que había sido el gran enemigo de los visigodos, Constancio. Por una cruel ironía del destino, el matrimonio se celebró el 1 de enero de 417, justo el día en que se cumplían tres años de su matrimonio con Ataúlfo. Con Constancio tendría dos hijos: Justa Grata Honoria, nacida en 417 (y que a punto estaría de casarse con el mismísimo Atila), y Flavio Placidio Valentiniano, quien vino al mundo el 2 de julio de 419 y ascendería al trono como Valentiniano III.
Entre los nacimientos de sus dos hijos, Gala Placidia tuvo oportunidad de ejercer por primera vez su influencia. El 26 de diciembre de 418 el papa Zósimo falleció, y se formaron dos facciones entre la curia romana: unos eligieron a Eulalio, mientras que otros se decantaron por Bonifacio I. Ambos reinarían en oposición durante casi cuatro meses entre tumultos y luchas entre las dos facciones. El Prefecto de Roma, Símaco, solicitó la intervención imperial, y aquí entra en juego Gala Placidia; ésta abogó por la candidatura de Eulalio, siendo respaldada en este particular por Constancio. Entre ambos consiguieron convencer a Honorio para que confirmase a Eulalio como legítimo Papa, siendo la primera vez en la que se tiene constatación de intervención imperial en una elección papal.
Los enfrentamientos, no obstante, continuaron, y Honorio se vio forzado a convocar un sínodo en la misma Rávena, mientras se ordenaba a ambos Papas que abandonasen Roma. Dicho sínodo, que se desarrollaría entre febrero y marzo de 419, no logró llegar a una resolución satisfactoria; pero, al acercarse la Pascua, Eulalio regresó a Roma e intentó tomar por la fuerza la Basílica de San Juan de Letrán para celebrar las ceremonias pascuales. Fue detenido por las tropas imperiales y, habiendo perdido el favor de Honorio, tuvo que retirarse a Nepi, desde donde vio cómo Bonifacio I era proclamado legítimo Papa el 3 de abril de 419.
El 8 de febrero de 421, Constancio alcanzó la cima de sus ambiciones: fue asociado al trono de Roma y, bajo el nombre de Constancio III, recibió el título de Augusto, título que también recibió Gala Placidia. Honorio se había divorciado de su segunda esposa, Thermantia, en 408 y nunca se volvió a casar, lo que convirtió a Gala Placidia en única Emperatriz de Occidente. Sin embargo, la gloria de Constancio no duraría mucho: el 2 de septiembre de 421, mientras preparaba una campaña contra el Imperio de Oriente para obligar a Teodosio II a reconocerle como co-emperador, Constancio III falleció súbitamente en Rávena. Había reinado durante siete meses.
EXILIO EN CONSTANTINOPLA Y CORONACIÓN DE VALENTINIANO
Gala Placidia era ahora viuda, posiblemente el estatus que mayor libertad daba a las mujeres en el Imperio Romano. Sin embargo, antes de que terminase el año, la antigua Augusta volvía a abandonar la corte, esta vez con rumbo a Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, donde gobernaba su sobrino Teodosio II.
Los motivos de la huída de Gala Placidia a Constantinopla no están del todo claros, pero todas las crónicas históricas apuntan hacia un detonante claro: un abuso, o intento de abuso sexual por parte de Honorio. El escándalo fue mayúsculo, y no todos dieron pábulo a las historias de abusos; hubo quien, como el historiador Olimpiodoro de Tebas, difundió sin tapujos que ambos hermanos mantenían una relación incestuosa. En cualquier caso, el escándalo, unido a rumores de conspiración -por cuanto los soldados visigodos eran leales a su antigua reina-, enfriaron la relación entre Honorio y Gala Placidia hasta niveles glaciales; así las cosas, Gala Placidia y sus hijos marcharon a Constantinopla para nunca más volver a ver a Honorio.
Éste fallecería el 15 de agosto de 423, víctima de la hidropesía. Al no quedar en Rávena ningún miembro de la dinastía teodosiana que pudiese ocupar el trono, se solicitó a Teodosio II que nombrara a quien debería ocupar el trono de Occidente. En el ínterin, Juan, el notario mayor de Honorio, aprovechó para usurpar el trono, recibiendo el apoyo de ciertos notables del Imperio, entre ellos el general Castino, y Flavio Aecio, patricio, dux y general del que volveremos a oír hablar en breve.
En vista de lo sucedido, Teodosio se apresuró a mover ficha: en 423, Valentiniano, el hijo de Gala Placidia, fue elevado al rango de nobilissimus; al año siguiente, fue comprometido con Licinia Eudoxia, la hija de Teodosio. Este compromiso fue atribuido por algunos historiadores “al acuerdo de las tres mujeres que gobernaban Roma”: Gala Placidia y sus dos sobrinas, Eudocia y Pulqueria (que ascendería a los altares católicos y ortodoxos como Santa Pulqueria). Ese mismo año, Valentiniano sería nombrado César como Valentiniano III, iniciando su campaña contra Juan; éste enviaría a Aecio a solicitar ayuda militar a los hunos, pero antes de que Aecio regresara, fue derrotado por las fuerzas bizantinas y decapitado en el verano de 425.
Valentiniano, de seis años de edad, fue proclamado Emperador el 23 de octubre de 425; tres días después, Aecio llegó con 60.000 hunos. Gala Placidia hizo gala de su capacidad negociadora y consiguió llegar con Aecio a un acuerdo que aseguraría la estabilidad política en el Imperio Romano de Occidente durante los siguientes treinta años. Los hunos regresaron por donde habían venido (previo pago, claro), y Aecio fue nombrado magister militum per Gallias. Gala Placidia se había ganado a pulso la regencia del Imperio.
REGENCIA
Durante su larga regencia, que se extendería 12 años, Gala Placidia tuvo que hacer frente a dos grandes problemas, que acabarían convirtiéndose en uno solo, y con nombre propio: Flavio Aecio.
Gala Placidia había solicitado consejo tanto a Aecio como a Bonifacio, otro respetado general romano. Sin embargo, Aecio, celoso del ascendente de Bonifacio, consiguió enemistarlo con la regente, acusando a ambos de querer destruirse uno al otro. Aunque Gala Placidia enseguida sospechó de las tretas de Aecio, Bonifacio se tragó el anzuelo, y terminó aliándose con los vándalos, quienes acabarían volviéndose en su contra. Y, aunque Bonifacio recuperó el favor imperial, el conflicto armado entre los dos enemigos no se hizo esperar; finalmente, Aecio y Bonifacio terminarían resolviendo sus diferencias en la misma Rávena, donde Bonifacio murió a causa de una herida de lanza propinada por el mismo Aecio. Éste, pese a su victoria, fue declarado rebelde por Gala Placidia y tuvo que exiliarse a Panonia, en compañía de sus hunos.
Sin embargo, Gala Placidia tuvo que rendirse a la evidencia de que Roma necesitaba un líder militar. Y ese líder era Aecio, quien regresó en 433 como patricio y magister militum, lo que le convirtió en el líder de facto de todo el Ejército Imperial de Occidente. Él y Gala Placidia compartirían la regencia de forma más o menos pacífica hasta 437, cuando Valentiniano III cumplió los 18 años y Gala Placidia renunció a la regencia, aunque siguió influyendo poderosamente en las decisiones de su hijo, un Emperador débil y cobarde que nunca supo administrar su Imperio.
LA IRRUPCIÓN DE ATILA Y LA MUERTE DE GALA PLACIDIA
En la primavera de 450, Honoria, la hija de Gala Placidia, cometió un error que costaría caro al Imperio: queriendo librarse de un matrimonio impuesto por su familia, envió una carta al emperador de los hunos, Atila, donde le explicaba su situación y le pedía que la rescatase; junto a la carta incluyó su anillo de compromiso que, si bien posiblemente no era una petición de matrimonio, fue tomado como tal por Atila, quien solicitó la mitad del Imperio Romano de Occidente como dote. Sólo Gala Placidia pudo evitar que Valentiniano mandara ejecutar a Honoria cuando descubrió lo sucedido pero, aunque escribió a Atila intentando aclarar el malentendido, éste hizo oídos sordos a la explicación, y decidió reclamar lo que consideraba suyo.
El 27 de noviembre de 450, Gala Placidia fallecía en Roma, con 55 años de edad. Afortunadamente para ella, no llegó a ver cómo Atila asolaba Italia al año siguiente (hasta que fue derrotado por Aecio en la batalla de los Campos Cataláunicos), ni cómo su hijo Valentiniano manchaba sus manos de sangre al asesinar a Aecio en 454. Tampoco vio cómo el propio Valentiniano sufrió la venganza de los hombres de Aecio menos de un año después, muriendo a manos de dos de sus hombres, ni cómo 25 años después, el Imperio Romano de Occidente caería definitivamente a manos del bárbaro Odoacro, finalizando así toda una forma de entender la existencia. La Edad Media había llegado, en todo su esplendor, o toda su negritud, vayan ustedes a saber.
LEGADO
A Gala Placidia le debemos algunas de las más importantes iglesias de la cristiandad: desde la restauración de la Basílica de San Pablo Extramuros, y la finalización de San Juan de Letrán, ambas en Roma, a la expansión de la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Sin embargo, si por algo recordamos hoy a Gala Placidia, es por el mausoleo que lleva su nombre en Rávena. Inicialmente el oratorio de la Iglesia de la Santa Cruz, allí fue enterrado Constancio III a su muerte en 421; la propia Gala Placidia sería enterrada también, aunque al parecer sus restos se quemaron accidentalmente en 1577. Y, finalmente, Valentiniano III recibió también sepultura en el mausoleo. Así, Gala Placidia descansó en compañía de los hombres que marcaron su vida, a excepción de Ataúlfo, quien posiblemente fue su único y verdadero amor. El Mausoleo de Gala Placidia fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996.
Por cierto, si pasáis por Barcelona, no dejéis de visitar la plaza que la ciudad dedica a quien fue su señora, muy significativamente situada junto a la Via Augusta, en el barrio de Sarrià-Sant Gervasi. Es pequeñita, pero bastante agradable.
BIBLIOGRAFÍA
- Gourdain, Henri, Galla Placidia: Impératrice Romaine, Reine des Goths, Editions de l’Oeuvre, Paris, 2008
- Sivan, Hagith, Galla Placidia: The Last Roman Empress, OUP USA, New York, 2011
- Sorrell, Sonia, Galla Placidia. Empress of Rome in a Time of Turmoil, University Press of the South, New Orleans, 2006
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