Luis Carlos Galán Sarmiento
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(Bucaramanga, 1943 - Bogotá, 1989) Político colombiano. Proclamado candidato presidencial por la convención del partido liberal, el 18 de agosto de 1989, en plena campaña, sufrió un atentado mortal en la plaza de Soacha, al sur de Bogotá. Su participación política en el país se caracterizó por la rebeldía y la crítica constructiva. Se comprometió sobre todo a combatir la corrupción y el clientelismo e intentó modernizar los partidos políticos y las instituciones colombianas. Su mayor reto, no obstante, fue enfrentarse al narcotráfico y su penetración en la sociedad colombiana, con lo que se convirtió en el blanco de la violencia promovida por los capos de la droga, a quienes se atribuye la autoría intelectual de su asesinato.
Luis Carlos Galán
Luis Carlos Galán Sarmiento creció en el hogar formado por el doctor Mario Galán Gómez, político y presidente de Ecopetrol durante once años, y Cecilia Sarmiento Suárez; era el tercero de doce hijos. Se creyó por muchos años que el líder liberal descendía del comunero José Antonio Galán. Estudios recientes muestran que aunque no es claro este parentesco, Luis Carlos Galán tenía lazos familiares con distinguidos prohombres liberales. El padre de su tatarabuela paterna, José Joaquín Vargas, comandante del ejército libertador de la Costa Atlántica, fue tío del político, pensador y economista Florentino González Vargas y del general Plutarco Vargas, héroe radical caído en la batalla de La Humareda. Por el lado materno, su abuela María Suárez Galvis Marín Durán era prima segunda del presidente Eduardo Santos y de la madre del poeta y político Jorge Gaitán Durán.
En 1949, la familia Galán se radicó en Bogotá, en una casa de la calle 59 con carrera 17. Al año siguiente ingresó en el Colegio Americano. Alternó las temporadas de estudio con vacaciones en Bucaramanga y Charalá, entablando una entrañable amistad con su primo Alfonso Valdivieso Sarmiento, más tarde fiscal general de la nación. Cursó el bachillerato en el colegio departamental Antonio Nariño, en el que ocupó el primer puesto durante todos sus estudios.
Durante su juventud participó en las manifestaciones estudiantiles contra el régimen militar del general Gustavo Rojas Pinilla. "Durante una de ellas, en 1957 (relató Fernando Garavito), Galán lanzaba piedra y recibía piedra, hasta que una, certeramente dirigida, lo golpeó en la nariz y comenzó a sangrar a mares. Luis Carlos Galán conserva todavía la marca y un cierto ángulo nasal que podría confundirse con el de los judíos; pero no, viene de allá, de la pedrada. Herido, un jeep del ejército lo recogió y lo condujo a la plaza de toros, donde estuvo 24 horas detenido con la cara inflamada, pero con el ánimo más inflamado todavía con el deseo de hacer algo único, de tumbar la dictadura."
El 19 de noviembre de 1960 recibió el grado de bachiller y el año siguiente realizó un viaje a pie de Bogotá a Charalá. Ingresó en la Universidad Javeriana, donde fundaría la revista Vértice; se destacó en el sector estudiantil gracias a la ponencia que presentó, durante el III Congreso Javeriano de abogados, en compañía de Raúl Gutiérrez, sobre la integración económica de América Latina, que fue su tesis de grado. Recibió éste como doctor en Derecho y Economía el 6 de agosto de 1965. Ese mismo año Eduardo Santos, quien era padrino de matrimonio de los padres de Galán, le llamó para colaborar en El Tiempo. En este diario inició una vertiginosa carrera periodística: director de la sección económica, redactor de "Temas y Nombres", comentarista, editorialista y miembro de la junta directiva.
Durante esta época fue influido por el pensador cristiano Teilhard de Chardin, en cuyo pensamiento fue introducido, así como en otras corrientes filosóficas, por don Mario Galán. Desde 1968 hasta 1970 fue subgerente del periódico. Por su labor investigativa al lado de Enrique Santos Calderón y Daniel Samper, los tres periodistas fueron conocidos como "los tres mosqueteros". Célebre fue su crónica "Un instante para morir" (relato de un secuestro en Cuba) publicada en El Tiempo entre el 25 y 29 de agosto de 1969.
Paralelamente, Luis Carlos Galán desarrolló una muy coherente carrera política. Desde la convención liberal javeriana, en agosto de 1963, Galán expresó su deseo de formar nuevas generaciones que intervinieran revitalizando el partido. En marzo de 1965 era miembro de la Dirección Liberal de Bogotá y, todavía en la universidad, logró el apoyo de dos mil estudiantes a la candidatura de Carlos Lleras Restrepo. Esta fructífera relación con el presidente lo llevaría a la secretaría y, posteriormente, a la junta directiva de la Sociedad Económica de Amigos del País en 1966. Como miembro y secretario de la delegación colombiana a la Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo (UNCTAD), viajó a Nueva Delhi, y luego a Oriente Medio.
En 1970, el presidente Pastrana lo nombró ministro de Educación. La corta edad del ministro resulta casi escandalosa y recuerda las audacias con que el presidente López Pumarejo asombraba a sus contemporáneos. La actividad del joven ministro fue impresionante. De sus dos años en el cargo resultó un balance de extraordinarias realizaciones: estatuto docente para la profesionalización de la educación; ley 9º sobre colegios cooperativos; concentraciones de desarrollo rural en 35 regiones del país; sistema de validación del bachillerato para mayores de 25 años; sistema de promoción automática en los tres primeros años de educación primaria; ley de impuesto a los cigarrillos para financiación del deporte; transformación de quince seminarios en colegios de primaria y bachillerato; promoción de la reforma universitaria de 1971.
En el Congreso, el ministro Galán se reveló como un eficaz orador parlamentario, mientras que en el ministerio iba desplegando sus singulares condiciones para el magisterio y la cátedra, que ya había venido desempeñando como profesor de Historia de las Ideas Políticas en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y como profesor de Derecho Civil en la Javeriana. En 1971, la amistad y el compañerismo con Gloria Pachón Castro, redactora estrella de El Tiempo, se habían convertido en amor, y el 22 de diciembre el ministro y la periodista, apadrinados por el presidente de la República y doña María Cristina Arango de Pastrana, contrajeron matrimonio. Desde aquel día Gloria se convirtió en la más eficaz y constante colaboradora del entonces ministro y luego embajador y político.
El presidente Pastrana Borrero lo nombró en 1972 embajador en Italia. Entre las misiones que le fueron encomendadas figuraron la de representar en la FAO a Colombia, ser delegado en reuniones de la UNESCO, la Oficina Iberoamericana de Educación y la Organización Mundial del Turismo, presidir la delegación de Colombia en la Conferencia Mundial de Alimentación y promover el acuerdo Colombo-Italiano para la creación del Centro Nacional de Restauración de obras de arte. Impulsó también el proyecto de Desarrollo Rural Integrado, el acuerdo sobre el ingreso de la Flota Mercante Grancolombiana a los puertos italianos y del Mediterráneo, y la colaboración italiana en la construcción de los túneles de Quebradablanca (carretera Bogotá-Villavicencio).
En 1972 nació en Bogotá su primogénito, Juan Manuel, y dos años más tarde nació su segundo hijo, Claudio Mario, en Roma, donde adelantaba una especialización sobre la Comunidad Económica Europea. Regresó al país en 1976 como codirector, con el ex presidente Lleras Restrepo, del semanario Nueva Frontera. A la vez fue columnista permanente de los diarios El Colombiano y Vanguardia Liberal. Ese mismo año nació en Bogotá su tercer hijo, Carlos Fernando.
En 1979 ingresó en la política activamente y fue elegido senador de la República por Santander. El 30 de noviembre de ese año fundó el movimiento Nuevo Liberalismo, como una alternativa política dentro del partido liberal, apoyado por Álvaro García Herrera y Enrique Pardo Parra, quienes lo habían acompañado durante su brillante actuación parlamentaria, en la que se destacó en un debate sobre las minas de El Cerrejón.
Hacia mayo de 1981, en Villa de Leiva, redactó el documento esencial del nuevo movimiento disidente: "Agoniza una época en Colombia (escribió en ese documento nº 1) y con ella también las fórmulas políticas, sociales y económicas de la sociedad tradicional. A los ojos de toda la nación es evidente que se agotan las antiguas concepciones institucionales. Está naciendo en Colombia una nueva sociedad, lo que supone una nueva manera de entender y hacer política. La agonía de una época histórica no es fácil para ningún pueblo y las incertidumbres sobre lo que debe nacer se multiplican en estos momentos... Quienes promovemos el Nuevo Liberalismo somos liberales porque nos sentimos herederos de lo que ha sido el partido liberal en la vida del país como vocero del pueblo y sincero representante del espíritu democrático. El liberalismo ha sido la fuerza del cambio en la sociedad colombiana, pero hoy, al cabo de un cuarto de siglo de política frentenacionalista, el liberalismo está paralizado, afronta una profunda crisis de identidad, lo aprisionan intereses egoístas y lo amenazan aventureros del populismo... En los últimos años el liberalismo dejó de ser el partido del pueblo para convertirse en partido de gobierno hasta considerar el poder como un fin en sí mismo... Avanza hacia un derrumbe fatal y definitivo, no por mérito de su adversario tradicional, que vive problemas iguales y peores que los que afectan el área liberal, sino por el desconcierto ideológico de un partido cuya identidad estuvo siempre en su capacidad creativa, en la pulcritud de sus dirigentes y en la sinceridad de sus luchas, características que hoy parecen perdidas y que el Nuevo Liberalismo busca rescatar en franca apelación al pueblo".
Como metas fundamentales el nuevo movimiento fijó una serie de puntos: una nueva dimensión de la independencia nacional, resaltando una política exterior dirigida a la construcción de un nuevo sistema de relaciones internacionales, apoyando la multiplicación de asociaciones de tipo regional y por la unificación de América Latina; la demarcación de una política cultural de carácter democrático, basada en un proceso de recuperación de los valores culturales y de la riqueza de su patrimonio artístico, histórico, arqueológico y arquitectónico; una clara defensa del movimiento indígena colombiano, remarcando la presencia indígena en las instituciones democráticas y poniendo en consideración los requerimientos de la Coordinadora Indígena Nacional, como son el respeto a la autodeterminación cultural, social, política y económica de las comunidades indígenas, la devolución de tierras y ampliación de resguardos y el saneamiento de las reservas de propiedad de las comunidades indígenas, suspendiendo de inmediato los programas de colonización que pudieran ser organizados por el Estado.
Por medio de la democracia orgánica, el Nuevo Liberalismo proponía organizar las relaciones políticas, económicas y sociales en forma democrática, renovando la forma de hacer política en el Congreso por medio de la reducción del presupuesto, la supresión del turismo y las corruptelas de los congresistas, gracias a la reglamentación de las fuentes de financiamiento. Se pretendía respaldar la descentralización administrativa, económica y cultural del país, luchar contra los monopolios y la concentración de la riqueza, frenar los abusos de los grandes grupos financieros y eliminar la miseria como base de una democracia económica. Y a la vez apoyar a las organizaciones populares, los sindicatos y las diversas formas de participación popular para el desarrollo de una democracia social. Una última aspiración era un sistema nacional de salud que, abarcando todas las capas de la sociedad colombiana, supusiese una verdadera conquista y un derecho real para el pueblo.
El ideario del Nuevo Liberalismo abarcó casi todos los aspectos del acontecer nacional, desde la renovación de la administración pública, la justicia y el código de estado civil hasta la vital importancia de los medios de comunicación, la modernización agropecuaria y la transformación de los sectores industriales, crediticios y de política económica internacional. Subrayó con ojo previsor la problemática ecológica y recalcó la importancia de un fortalecimiento de la política fiscal.
Tras la primera convocatoria del Nuevo Liberalismo en el Salón Rojo del Hotel Tequendama el 29 de abril de 1980, Galán se consagró por entero a la actividad política. Dos años más tarde fue candidato presidencial y obtuvo 745.000 votos. El movimiento, que participó en las elecciones nacionales hasta 1988, contaba con seis senadores, nueve representantes a la Cámara, 27 diputados y 350 concejales a principios de los años ochenta. En 1983 formó parte como senador de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores y se destacó por sus denuncias contra la corrupción administrativa, la reforma de la televisión y las actividades ilegales de algunos congresistas.
En 1984 el Nuevo Liberalismo obtuvo 605.408 votos en las elecciones corporativas, pero dos años más tarde Luis Carlos Galán se abstuvo de participar en las elecciones presidenciales, para no ahondar la división en el seno de su partido. Al año siguiente dictó un curso en Oxford y viajó por varios países europeos. De forma paralela al desarrollo del Nuevo Liberalismo, el país se encontró sumergido en una atroz ola de asesinatos. En 1987 ya habían caído el ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla, miembro del movimiento galanista; el director de El Espectador Guillermo Cano y el candidato presidencial Jaime Pardo Leal, además de un sinnúmero de magistrados, jueces, senadores y periodistas.
En 1988, la convención nacional del liberalismo en Cartagena aceptó la idea lanzada por Galán de convocar una consulta popular para la democratización del partido. El 6 de julio de 1989, el liberalismo unido lanzó la candidatura presidencial de Galán, quien nombró a César Gaviria como su jefe de campaña. Todas las encuestas le otorgaban más del 60 por ciento de los votos. Cuando, el 18 de agosto en plena campaña, Galán subió a la tarima de oradores de la plaza de Soacha, tenía la seguridad del triunfo, pero fue asesinado. En el Cementerio Central de Bogotá, durante el sepelio en el que cientos de miles de personas acompañaron el féretro, su hijo Juan Manuel encomendó las banderas de su padre a César Gaviria. Como escribió Juan Lozano: "La Constitución de 1991 es el mejor homenaje a la memoria de Galán... Colombia tiene que dar cabal aplicación a esos instrumentos que tanta sangre nos costaron. Ése es un imperativo nacional".
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