LA CAÍDA DE BABILONIA
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El último gran rey de Babilonia, Nabucodonosor II
A finales del siglo VII a.C., ascendió al trono de Babilonia su último gran rey, Nabucodonosor II (604-562 a.C., aprox.), quien enseguida se lanzó a una decena de campañas militares para someter a todos los pequeños reinos locales de la región de Siria-Palestina. Algunos de estos reinos habían sido siempre independientes (como algunas ciudades fenicias), e incluso habían tratado de aprovechar la caída de Asiria (612 a.C.) para recuperar territorio y aumentar su independencia con respecto a Egipto o Babilonia, como es el caso de Tiro y el reino de Judá en tiempo de Josías. De este modo, Nabucodonosor II consigue afianzar el dominio sobre todos los territorios de la franja siropalestina hasta la frontera egipcia, además de controlar toda Mesopotamia. ¿Quién podría haber imaginado en este momento que la caída de Babilonia no tardaría mucho en llegar?
Por lo que sabemos, poco después hay choques con Egipto en el año 588 y el 568 a.C., y se asiste a dos importantes hechos: el asedio final y la destrucción de Jerusalén (586 a.C.) y el largo asedio de Tiro, que no es arrasado pero tiene que pactar con los babilonios para instalar un gobernador junto al rey local. Cabe destacar que fue durante este dominio de Babilonia cuando Siria-Palestina llegó a su mínimo histórico de población y producción, debido entre otras cosas a la gran explotación de todos los recursos naturales.
Con lo obtenido por el pillaje de las ciudades asirias y los beneficios de los últimos recursos siropalestinos, Nabucodonosor de Babilonia lleva a cabo una intensa actividad urbanística. Empieza por su propio territorio, Babilonia, donde construye un gran palacio real, construye y refuerza fortificaciones, y amplía y completa los dos grandes templos religiosos, situados en el centro de la ciudad: la ziqqurat de Etemenanki y el templo de Marduk que está en su cúspide. En otras ciudades de Babilonia se realizan obras también importantes, aunque de menor tamaño, como en Sippar, Ur o Borsippa.
El auge económico de Babilonia
Los sesenta años que separan la caída de las ciudades asirias de la entrada de Ciro el Grande, soberano del Imperio Persa, en Babilonia están marcados por una recuperación económica que no afecta a todos los territorios del imperio babilónico, ya que se limita a dos puntos fundamentales.
El primero y más importante es la Baja Mesopotamia, donde el fin de las guerras y las destrucciones que habían lastrado la región durante siglos propicia una recuperación productiva y demográfica que tiene cierta continuidad cuando Babilonia pasa a ser parte del Imperio Persa aqueménida.
El otro foco de desarrollo son las ciudades fenicias y filisteas que han seguido independientes en el litoral mediterráneo, sacando provecho de estar en el centro de todo el mundo económico conocido. En Babilonia la recuperación es relativa. El país ha salido de una larga fase de decadencia y progresiva despoblación que toca fondo en los siglos X-VIII a.C. Con el final del siglo VII y comienzos del VI a.C., la situación se remonta y la población vuelve a aumentar, aunque sin volver a los grandes periodos de auge demográfico, como la época de Hammurabi o la de la dinastía de Isin-Larsa.
Crisis final y caída de Babilonia
A la muerte de Nabucodonosor II, empieza la inestabilidad política final del reino de Babilonia. El reinado de su hijo Awil-Marduk no supera los dos años, ya que es asesinado tras indultar a Joaquín de Judá y a otros reyes capturados por su padre en sus campañas.
Le sucede un usurpador de origen militar, Nergal-shar-usur (Neriglissar en su forma helenizada), que se mantiene durante cuatro años. En ese breve reinado, emprende una expedición a Cilicia contra el reino de Pirindu, recogida detalladamente en la única crónica de su reinado que nos ha llegado. A Neriglissar le sucede su hijo Labashi-Marduk, que al cabo de solo unos meses es víctima de la conspiración y golpe de Estado del usurpador Nabónido, ajeno a la familia real y oriundo de la vieja ciudad asiria de Kharran. Precisamente por su carácter exógeno y usurpador, Nabónido, el último rey de Babilonia, tiene que legitimar su coronación, con el añadido de no contar con el apoyo del influyente clero de Marduk.
El último rey: la caída de Babilonia
Durante sus primeros años, Nabónido se dedicó a la consolidación de su reinado y a la restauración de templos. Sin embargo, después abandonó Babilonia para establecerse durante más de un lustro en la ciudad de Teima, en Arabia, dejando en el trono babilonio a su hijo Bel-shar-usur. Dado el contexto internacional de expansión arrolladora del Imperio Persa, se ha pensado que este traslado podría ser para conseguir ayuda exterior para la tormenta que ya se avecinaba. Si este era el objetivo de ese traslado, fracasó totalmente, ya que Nabónido volvió a Babilonia poco antes del ataque de Ciro el Grande para organizar la defensa de la ciudad exclusivamente con fuerzas babilonias.
Los persas, que ya en los años anteriores habían hecho algunos amagos, intervienen militarmente en el imperio babilónico en el año 539 a.C. Ugbaru, el gobernador de Gutium, encabeza las tropas persas, venciendo batallas sin muchos problemas hasta conquistar Opis, Sippar y la ciudad de Babilonia. Cuando ya todo el trabajo está hecho, Ciro el Grande entra en la ciudad y es aclamado como libertador y triunfador, siendo Nabónido apresado.
A partir de las crónicas de Ciro podemos saber que los persas respetaron los ritos religiosos de Babilonia, de tal modo que Ciro se proclama ejecutor de la voluntad de Marduk y restaurador de la normalidad que Nabónido había subvertido. Asimismo, Babilonia no es destruida ni saqueada, simplementa queda anexionada al imperio persa, convirtiéndose en una de sus capitales.
Bibliografía
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LIVERANI, M. (2014): El antiguo Oriente. Historia, sociedad, economía. Crítica, Barcelona.
SANMARTÍN, J.; SERRANO, J.M. (1998): Historia antigua del Próximo Oriente. Mesopotamia y Egipto. Akal, Madrid.
WAGNER, C.G. (1999): Historia del Cercano Oriente. Universidad de Salamanca, Salamanca.
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