BIBLIOTECAS Y SOCIEDAD : REFLEXIONES
DESDE UNA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA*
Felipe Meneses Tello**
** Profesor de Asignatura del Colegio de Bibliotecología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM-. Coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas. Universidad Nacional Autónoma de México –UNAM-. fmeneses@correo.unam.mx
RESUMEN
Se esboza un razonamiento sociológico en relación con el vínculo teórico bibliotecas y sociedad, teniendo como objetivo ayudar a determinar nuevas líneas de estudio y análisis en el marco de la bibliotecología social. De este modo, se ofrece un panorama que puede originar un debate actual sobre algunos conceptos fundamentales que giran alrededor del desarrollo de las bibliotecas en el contexto social. Nuestras reflexiones sociológicas versan acerca de: 1] La conexión Bibliotecas y Sociedad, 2] De la sociedad sin bibliotecas a la sociedad con bibliotecas, 3] Las bibliotecas como cerebros orgánicos sociales de la cultura civilizada y 4] Las bibliotecas como reflejo de las relaciones sociales de clase.
PALABRAS CLAVE: Bibliotecas / Sociedad / Bibliotecología social / Cultura civilizada / Relaciones sociales
MENESES TELLO, Felipe. Bibliotecas y sociedad : reflexiones desde una perspectiva sociológica. En: Revista Interamericana de Bibliotecología. Vol. 28, No. 2(jul-dic.2005); p. 123-
ABSTRACT
This study consists of a sociological approach to the theoretical connection between libraries and society. Its objective is to try to determine new lines of study and analysis within the framework of social library science. In this way, this study provides an overview that can open up a current debate on some of the fundamental concepts surrounding the development of libraries in a social context. Our sociological reflections are as follows: (1) The connection between libraries and society, (2) Society without libraries compared to societies with libraries, (3) Libraries as organic social brains of civilized culture, and (4) Libraries as a reflection of social relations based on class.
KEY WORDS: Libraries / Society / Social library science / Civilized culture / Social relationships
MENESES TELLO, Felipe. Libraries and Society: Reflections from a Sociological Perspective. In: Revista Interamericana de Bibliotecología. Vol. 28, No. 2(jul-dec.2005); p. 123-
INTRODUCCIÓN
La fusión bibliotecas y sociedad se puede asociar con ciertos principios bibliotecológicos que planteará Thompson1. En torno de éstos figura la estrecha relación de la unidad conceptual que nos ocupa: las bibliotecas son creadas por la sociedad y, como corolario, las bibliotecas son conservadas por la sociedad, los mismos que revelan la esencia histórica de donde emerge y se desarrolla el carácter social de estos recintos del conocimiento organizado.
Empero, los centros bibliotecarios son creados y conservados para un fin superior que no debemos pasar inadvertido: las bibliotecas existen para el uso de la sociedad. Thompson se aproxima en este sentido al inferir que cada libro es para ser usado, fundamento que se asocia con la primera ley de la bibliotecología que postulara Ranganathan, a saber: «los libros están para el uso». Ley que se refuerza con la segunda ley ranganathaniana: «los libros están para todos». Conceptos que apuntan, con ese mismo espíritu social, hacia el plano de las instituciones bibliotecarias.
De tal manera que las ideas referentes a que los libros y las bibliotecas están para la preservación y, por ende, están para pocos elegidos, han sido reemplazadas a partir del triunfo de las revoluciones sociales que registran los anales de la historia. En esta tesitura, Ranganathan2 asevera explícitamente: “Si el grito revolucionario de la primera ley es “los libros están para el uso”, el grito revolucionario de la segunda ley es “los libros están para todos”. De este modo, Ranganathan construye los cimientos de estas dos leyes teniendo presente la expresión histórica del proceso revolucionario progresista y, consecuentemente, el papel evolutivo de la democracia alrededor del mundo en materia de acceso al libro y a la biblioteca.
Desde otra arista, a la biblioteca, como el objeto de estudio teórico y de reflexión práctica de la bibliotecología, se le considera como una organización social porque, como afirma Sharma, los orígenes, el desarrollo, los objetivos, los servicios y la administración de ella están articulados con el concepto de sociedad. Bajo esta base teorética, los objetivos de esa institución son en principio sociales; por tanto, escribe Sharma3, “las bibliotecas son indispensables para la sociedad”, pues “éstas educan, informan y convierten a un individuo en un mejor ciudadano”. Ideas que hoy día deberíamos reconsiderar de manera particular, toda vez que, como dice este mismo autor, “la apertura de más y más bibliotecas puede reducir el número de prisiones, estaciones de policía y tribunales”.
Acorde con la perspectiva expuesta, la aseveración de Sharma, las bibliotecas son indispensables para la sociedad, podría configurarse como un principio central para fundamentar un esquema teórico innovador referente a una bibliotecología social, la cual oriente y forme al presente y futuro bibliotecólogo como un sujeto con carácter de profesional social pleno. Si deseamos alcanzar este nivel superior, especialmente en América Latina, el conocimiento en torno de la unidad teórica «bibliotecas y sociedad» lo debemos cultivar con mayo frecuencia y rigor, tanto en el contexto de la educación como de la investigación bibliotecológica.
1. LA CONEXIÓN BIBLIOTECAS Y SOCIEDAD
Cabe mencionar que el análisis de la relación bibliotecas y sociedad se debe en gran parte al pensamiento bibliotecológico anglosajón4, es decir, al creado dentro del sistema social capitalista desarrollado, aunque algunos autores anglosajones5 reconocen grosso modo esta conexión también en el orden social socialista, tal y como hicieron ciertos estudiosos en el ámbito de la sociedad socialista, esto es, en referencia a la antigua Unión Soviética6 y China7, aunque estos últimos con un enfoque más de carácter socio-ideológico que puramente social. Por lo que respecta al discurso bibliotecológico hispanohablante8, éste ha hecho alusión comúnmente a la corriente liberal, no obstante también ha reconocido las aportaciones hechas por la bibliotecología socialista, aunque de forma muy escasa o superficial.
El análisis de la dualidad bibliotecas y sociedad, es decir, el intento de relacionar el desarrollo de las bibliotecas con el ambiente social, se debe principalmente, según Egan9, a la obra de Shera publicada durante el siglo recién pasado. Sin embargo, Egan afirmaría que el artículo de Martin10, referente a “la biblioteca como una institución social, sigue siendo la mejor –y quizás la única- interpretación sociológica de la biblioteca explícitamente en términos de conceptos aceptados por la ciencia social”. Este antecedente sugiere que el estudio del engarce de la unidad conceptual que nos ocupa, es nuevo respecto al tiempo que tienen de existencia las bibliotecas a partir, incluso, del mundo moderno; y es, asimismo, reciente respecto del nacimiento de la bibliotecología en las postrimerías del siglo XIX y los albores del siglo XX como profesión y disciplina teórica. Este retraso, si es válido el uso de esta palabra, es comprensible porque, por un lado, como asienta el sociólogo Bottomore11, si bien el hombre ha reflexionado desde la antigüedad en torno de la sociedad que le ha tocado vivir, la sociología es una ciencia moderna, pues hasta el siglo XIX se creó esta ciencia de la sociedad; y por otro, porque el conocimiento de la bibliotecología, y la aplicación del mismo, ha hecho mayor énfasis en la naturaleza técnica y administrativa del quehacer bibliotecario que en la reflexión social referente a su principal objeto de estudio: la institución bibliotecaria.
Pero no hay que perder de vista que el enfoque de Egan se limita al terreno de la bibliotecología occidental anglosajona, por lo que para descubrir otra raíz del estudio de esta conexión sociológica, habría que buscar en la bibliotecología oriental, particularmente en la de los países del ex bloque comunista, y en especial en la de la ex Unión Soviética, pues en ese Estado confederado encontramos personajes de la talla de Lenin12 y de Krúpskaya13 que teórica y prácticamente fundieron las bibliotecas con la sociedad, aunque, en virtud de las circunstancias históricas, desde una perspectiva socio-ideológico-política.
En el marco del enfoque anglosajón, podemos percibir que la raíz del análisis sociológico de la unión bibliotecas y sociedad, se limita al concepto de biblioteca pública. Esta afirmación se puede ilustrar con el título del artículo de Martin: The American public library as a social institution, considerado este documento por Egan, insistamos, como uno de los mejores sobre la materia. Esta manera restringida de articular ciertas bibliotecas con la ciencia social se debe, sin duda, a la profunda influencia que ha tenido y tiene este tipo de biblioteca en el seno de la sociedad humana. En esta tesitura, cabe mencionar que nuestra postura se ciñe a la observación que ofrece Harrison14: “cuando hablamos sobre la biblioteca de esta manera [la biblioteca en la sociedad] no nos referimos simplemente a la biblioteca pública, sino a todos los tipos de biblioteca que son utilizados por diversos grupos de gente. Esto incluye bibliotecas nacionales, académicas, y escolares, así como bibliotecas especializadas e industriales”. Es decir, todo género de bibliotecas, puesto que todas ellas, acorde con el primer principio bibliotecológico de Thompson, son creadas por la sociedad y, agregamos, para la sociedad.
2. DE LA SOCIEDAD SIN BIBLIOTECAS A LA SOCIEDAD CON BIBLIOTECAS
Para una mejor compresión de la unidad bibliotecas y sociedad, es pertinente invertir el orden de articulación, es decir, reconvertir esta unión en sociedad y bibliotecas. Este viraje obedece a la necesidad de dilucidar primero en torno del significado de la colectividad humana que crea los centros bibliotecarios de distinto género. En todo caso, con este cambio lo que se intenta buscar es la relación orgánica que existe entre estas dos categorías conceptuales. Intentemos, pues, acercarnos a esta reflexión planteando un cuestionamiento general ¿la sociedad humana siempre ha tenido bibliotecas? Si la respuesta es negativa ¿cuál ha sido el factor determinante que ha dado origen a la biblioteca como una institución social?
No es muy difícil contestar las preguntas anteriores si pensamos que el elemento intelectual conocido como escritura alfabética es lo que permitió paulatinamente la aparición del libro, originando más tarde la fundación de las primeras bibliotecas en el mundo antiguo. En este sentido, el descubrimiento de la escritura, la producción del documento escrito y la fundación de los primeros recintos destinados a la conservación, resguardo y organización de las obras escritas, se enraíza en el estadio superior de la época de la barbarie. Originando, con éstos y otros adelantos culturales, el nacimiento del estadio de la civilización. Acorde con este antecedente, las bibliotecas no existieron en la época del salvajismo (era paleolítica), y tampoco en los estadios inferior y medio de la época de la barbarie (era neolítica).
Queda claro entonces que la invención de los diferentes alfabetos alrededor del mundo fue lo que hizo posible la materialización y el progreso, lento pero inexorable, del pensamiento/conocimiento/información en diferentes formas de documentos escritos; los cuales, en virtud de la importancia de su contenido y de la cantidad de los mismos, estimularían la imaginación del ser humano para crear y desarrollar sitios propicios para conservar, ordenar y resguardar esa masa documental. La escritura es, por tanto, la que nos orienta sobre la existencia de dos grandes tipos de sociedad: 1] la sociedad sin escritura, como consecuencia, la sociedad sin documentos escritos y sin bibliotecas, y 2] la sociedad con escritura, dando paso a la sociedad con libros y bibliotecas. Considerando, en este caso, el significado más amplio que la historia15 le asigna a estas dos manifestaciones culturales del pensamiento escrito, esto es, independientemente de la materia escritoria de los libros o de la forma material que han venido adquiriendo los centros bibliotecarios en las diferentes coordenadas de tiempo y espacio. Esta línea divisoria es importante tenerla presente porque, como señala Jefferson16: “existe una relación orgánica entre la evolución de la biblioteca y el incremento de la sociedad alfabetizada”.
Con el fin de explicar conceptos más complejos que apunten hacia la relación bibliotecas y sociedad, retengamos el concepto sociedad con bibliotecas. En este contexto, es preciso reconocer el entronque que debe suscitarse entre la sociología y la bibliotecología para poder entender los términos sociedad y bibliotecas de manera conexa. Así, si aceptamos la idea que con el invento de la escritura alfabética (hace aprox. 5000 años) y su empleo para la elaboración de documentos escritos comenzó el estadio de la civilización, entonces podemos inferir que las bibliotecas se originaron en un ámbito de maduración social, es decir, en el que la vida en sociedad comenzó a exigir: 1] la satisfacción de una serie de necesidades sociales de particular importancia para la colectividad organizada de personas, y 2] la existencia de sitios idóneos para depositar, conservar y custodiar el pensamiento, el conocimiento y la información escrita, con el fin de satisfacer esas necesidades.
En cierta manera, sobre esos dos puntos se funda el concepto poder de la biblioteca al que hace alusión Thompson17 y alrededor del cual intentaría, según reza el subtítulo de su obra, “exponer una nueva filosofía de la bibliotecología”. Acerca del primer punto anota: “el poder de la biblioteca deriva primeramente sobre todo de las funciones de depósito y custodia de las bibliotecas”; en torno del segundo, sostiene el autor: “las bibliotecas han estado implicadas en las necesidades sociales de los sectores de la comunidad con problemas” de diversa naturaleza social, política, económica y cultural. Desde esta perspectiva, si hemos de declarar algunas funciones sociales universales de las bibliotecas, éstas son las funciones de depósito, custodia y conservación de la memoria escrita, producida fundamentalmente por la elite social, quien desde siempre ha tenido un control casi omnímodo sobre la creación y el desarrollo de estos centros del saber organizado.
Asimismo, en el entendido que, como también asevera Thompson, “las bibliotecas son los depósitos del conocimiento humanístico, científico y tecnológico”, estas funciones también podemos tipificarlas por antonomasia como culturales universales porque el objetivo de las mismas es preservar con esmero para la posteridad todas las manifestaciones culturales derivadas del conocimiento elaborado por las diferentes generaciones humanas constituidas en sociedad, por ende, las bibliotecas son un fenómeno social universal, y también representan una expresión cultural universal. Pero la universalidad de la biblioteca no significa que este fenómeno-expresión social y cultural sea idéntico en todas partes ni que esas funciones tengan el mismo peso en los diversos tipos de bibliotecas. Funciones que no advirtió Butler18 en su intento de analizar la función cultural de la biblioteca.
3.LAS BIBLIOTECAS COMO CEREBROS ORGÁNICOS SOCIALES DE LA CULTURA CIVILIZADA
Ahora estamos frente a la necesidad de ahondar nuestra conexión (sociedad y bibliotecas) con el análisis de los términos civilización y cultura que con frecuencia son utilizados en la literatura, tanto en la sociológica como en la bibliotecológica. Comencemos por establecer un significado general de estas nociones. Civilización entraña una fase elevada de la sociedad en materia de avances intelectuales en toda la extensión de la palabra. Cultura tiene un significado restringido y otro amplio; el restringido alude a la mente, gustos y modales refinados, esto es, a la condición de preparación e ilustración; el sentido amplio, sugiere que la cultura es el conjunto de recursos acumulados, materiales e inmateriales, que la sociedad hereda, usa, produce, aumenta y transmite.
Desde la arista amplia, todas las personas no sólo poseen cultura sino que contribuyen a desarrollarla, puesto que todos los seres humanos participan en el marco de las diferentes instituciones fundamentales (familiar, educativa, económica, política, religiosa y recreativa) que conforman la sociedad. Sobre esto Shera19, en su intento de entroncar la sociedad con la cultura, dentro de la esfera “la biblioteca y la sociedad”, menciona que “el papel tradicional de la biblioteca como parte del sistema de comunicación es la preservación y la transmisión de la herencia cultural”. En este orden de ideas, estos espacios del conocimiento fungen como la memoria cultural de los pueblos y como el potente cerebro orgánico del pensamiento escrito de la humanidad, ya para estabilizar, ya para cambiar los sistemas sociales.
La palabra civilización reviste, en efecto, un significado singular en el campo de las bibliotecas porque éstas, junto con la invención de la escritura alfabética y, consecuentemente, la producción intelectual y manual de documentos escritos, son expresiones que separan a una cultura precivilizada de una cultura civilizada. Recordemos que la derivación etimológica de la voz civilización se halla en los vocablos civitas y civis, de donde nacen los significados ciudad y ciudadano respectivamente. Cuadro cultural en el que se contempla, entonces, una comunidad urbana organizada y asentada de forma permanente en un territorio determinado, con un lenguaje escrito para registrar su conocimiento, pensamiento e información, y con un entramado de instituciones destinadas a satisfacer múltiples necesidades sociales (de educación, salud, empleo, vivienda, justicia, etcétera).
Con base en ese enclave conceptual, una civilización denota una sociedad civilizada que se caracteriza, en contraste con las sociedades y culturas primitivas, por una gran diversidad de funciones que desempeñan a través de un orden social de trabajo cada vez más especializado. En la esfera del trabajo, la creación, el desarrollo y la organización de las bibliotecas son, por un lado, producto del acto del trabajo bibliotecario, por ende, este tipo de labor se debe considerar como una manifestación de la cultura civilizada de los pueblos; y, por el otro, el uso de ellas, por parte de los diferentes sectores de la población, refleja el trabajo de ésta para satisfacer dichas necesidades sociales derivadas de la vida en sociedad, por tanto, las bibliotecas también son en sí mismas expresiones de la cultura del trabajo en general.
El entronque de las bibliotecas con la civilización queda manifiesto en cierto modo con el punto de vista de Lenin20: “En los países civilizados casi no hay analfabetos. Allí se procura atraer al pueblo a las escuelas. Se contribuye por todos los medios a la organización de bibliotecas”. Percepción que distingue el valor de los conocimientos de leer y escribir, y la importancia de la educación formal en estrecha unión con una de las principales actividades del quehacer bibliotecario de todo país que se precie de ser civilizado: la organización de las instituciones bibliotecarias, sedes del saber.
Así, el nexo bibliotecas y cultura cobra una importancia particular para el estudio de la unidad sociedad y bibliotecas porque estos centros reflejan la cultura material e intelectual de la sociedad. En esta perspectiva, las bibliotecas son elementos universales en la cultura del ser humano porque influyen en todas las actividades básicas que éste realiza alrededor del planeta. Por esto, los acervos de libros, de publicaciones periódicas y de otras formas de documentos organizados en diversos recintos, y disponibles para ser usados por una determinada comunidad, son la base de la reproducción cultural en general y la veta de la historia social del conocimiento en particular.
Acorde con lo anterior, esos sitios documentales se evidencian, por un lado, como importantes centros culturales y, por el otro, como esenciales motores epistemológicos para motivar la continuidad del orden social o impulsar el cambio cultural, siendo una de sus actividades centrales: la ordenación de sus fondos bibliográficos. Desde la arista cultural, el peso específico del orden documental podemos sintetizarlo con la visión de Krúpskaya21 en relación con la vida de un hombre destacado en el mundo de los impresos y de los recintos bibliotecarios: “Lenin juzgaba el nivel cultural por la forma de estar organizadas las bibliotecas. La organización de las bibliotecas era para él un índice de la cultura general” de una nación civilizada.
4. LAS BIBLIOTECAS COMO REFLEJO DE LAS RELACIONES SOCIALES DE CLASE
No obstante, el significado restringido de cultura puede ser un indicador útil para la bibliotecología comparada, porque a partir del mismo es factible referirnos a sociedades más cultas respecto de otras, cuyas variables principales a considerar no sean sólo el índice de alfabetización y de escolaridad de la población, sino también en torno de la calidad, la distribución y el uso de los diversos sistemas y subsistemas bibliotecarios diseminados en un determinado conjunto de ciudades, entidades federativas, países, regiones o continentes, y en una época dada. También la noción de cultura que denota preparación y refinamiento del ser humano, nos ayuda a comprender la configuración de dos culturas, división que revela la presencia, a partir de las postrimerías del siglo XIX, de bibliotecas para las elites (private and special libraries) y bibliotecas para las masas (popular and mass libraries), gradación que no solamente es visible a través del tipo de biblioteca que se trata (privada y especializada por un lado, pública y popular por el otro; o bien, bibliotecas para el erudito, empresario, gobernante, etc.; bibliotecas para la clase trabajadora y grupos socialmente vulnerables), sino que esta división, enraizada en la estratificación de las clases sociales, se percibe también en idénticas categorías de bibliotecas, tales como las escolares y universitarias.
Lo anterior se debe a que existe una gran diferenciación dentro del sistema formal de educación. Diferencia que se profundiza cuando intentamos comparar, por ejemplo, la calidad de las bibliotecas de algunos subsistemas de educación privada con otros de educación pública. En este sentido, el estado de la calidad que guardan los diferentes centros bibliotecarios y la naturaleza de los fondos bibliográficos que desarrollan, representa un cuadro excepcional de los criterios intelectuales que ahondan la desigualdad de oportunidades en materia de acceso a la información por parte de los diferentes sectores de la sociedad, puesto que esas sedes del saber han sido y son fiel reflejo de la jerarquía social. El fenómeno sociológico denominado como la brecha entre ricos y pobres en información bibliográfica, disparidad que las tecnologías electrónicas no han logrado abatir, es una evidencia entre los que tienen y los que carecen no sólo de acceso a la Internet (brecha digital entre individuos, grupos y países), sino también quienes tienen o no oportunidad de acceso a una biblioteca suficiente en recursos y eficiente en servicios.
En otras palabras, con la elaboración de estudios de bibliotecología comparada se podría demostrar que las diferencias actuales de las bibliotecas entre las elites y las masas se relacionan íntimamente con las relaciones sociales de clase, por lo que no se trata sólo de situaciones abstractas derivadas de las políticas culturales de Estado y políticas públicas de Gobierno. Como tampoco se limita a una visión inocua entre una simple división social de ricos y pobres en información. El problema que entraña la existencia de varios tipos de bibliotecas, considerando la calidad y cantidad de las mismas, subyace a la distribución de las clases altas, medias y bajas que conforman la compleja pirámide social. Problemática que nos podría conducir a otras vertientes con perspectivas sociológicas, las mismas que nos permitirían advertir el peso que tienen las relaciones de clase en el terreno de las desigualdades sociales en cuanto a servicios bibliotecarios y de información se refiere.
La división que refleja lo que podemos llamar como estratificación social bibliotecaria, queda lo suficientemente explícita con el juicio de Mckkitterick22: “Las bibliotecas, colecciones de libros deliberadamente montadas, privadas o institucionales, tienden a ser definidas dentro de la alta cultura, mediana cultura o baja cultura”. O bien, como asienta Jefferson23 en su intento de describir la evolución de estos lugares del saber: “Cada era formó su propio patrón de servicio de biblioteca cuyo carácter se conformó con su estratificación social y hábitos intelectuales”. Este antecedente nos permite entender por qué el principal objeto institucional de estudio de la bibliotecología denota poder social, político, económico e ideológico. La historia del libro y de las bibliotecas, con perspectiva sociológica, en las diferentes coordenadas de tiempo y espacio, así lo demuestra. De tal modo que podemos razonar que la unidad bibliotecas y poder es posible configurarla, dentro de la esfera de bibliotecas y sociedad, en dos momentos: 1] la biblioteca en el poder y 2] el poder de la biblioteca. Este enfoque especial es de suma importancia porque nos ayuda a interpretar que el poder de la biblioteca, en consecuencia, el poder de la información documental, se manifiesta en tanto que estos recursos pueden fungir como instrumentos intelectuales de la clase socialmente dominante o como un recurso liberador disponible entre la clase socialmente dominada. En este enclave conceptual, la ecuación puede ser: biblioteca + información = poder de conocimiento, general y/o especializado, en un mundo dialéctico de relaciones sociales de clase. Así, el enfoque bibliotecas y dominación se puede colegir a través del punto de vista de Almeida24: “La biblioteca es un instrumento de dominación, un canal por donde pasan cerca los intereses de sujeción de los dominantes, un espacio donde se desencadena el proceso de reproducción de la situación vigente, una arena donde la lucha de clases ya tiene vencedor preestablecido”. Visión basada, por supuesto, en las ideas marxistas de Louis Althusser, autor de los aparatos ideológicos del Estado, cuya base se remonta al pensamiento de Antonio Gramsci.
La primera premisa infiere la distinción, la ubicación, el papel y la influencia de los diversos centros bibliotecarios en el entramado de la estructura política del Estado, es decir, se trata de los servicios gubernamentales de biblioteca (bibliotecas legislativas, ministeriales y judiciales) que se encuentran diseminados en las esferas orgánicas de la distribución o división de los poderes públicos del Estado; la segunda se enraíza, acorde con la teoría liberal del Estado, en la función social de bienestar que todo Estado debe realizar, mediante la función gubernamental, en beneficio de la población, esto es, se refiere a los servicios estatales de biblioteca (bibliotecas públicas, escolares, académicas, especializadas y nacionales) que crea el Estado, y cuya administración pública (municipal, estatal y federal) de ellos recae en manos, directa o indirectamente, del gobierno. Con base en esta dualidad, se deduce el poder político (entre los gobernantes) y el poder social (entre los gobernados) de las bibliotecas. Dicotomía que apunta hacia la idea el conocimiento es poder (knowledge is power). Esta línea divisoria nos aclara, asimismo, en qué parte de la superestructura institucional del Estado se ubican, por un lado, las bibliotecas gubernamentales propiamente dichas y, por el otro, las bibliotecas estatales. División que nos podría ayudar a conceptuar una estratificación política bibliotecaria para demostrar las formas sociales de dominación y liberación que se manifiestan en la sociedad capitalista, realidades objetivas derivadas de la desigualdad social encarnada en clases.
El problema de las relaciones entre la sociedad y las bibliotecas se puede enfocar, en otro sentido amplio, a través de la concepción orgánico-sociológica que intentó estudiar Egan: la biblioteca y la estructura social. Es decir, la biblioteca como organismo social que forma parte del complejo de las principales instituciones y de los principales grupos de la sociedad. Dicho de otro modo, esa concepción apunta a explicar cómo los centros bibliotecarios se hallan relacionados de múltiples formas con el mundo de la división del trabajo (manual e intelectual), por tanto, refiere cómo influyen ellos en todo el andamiaje de las instituciones sociales, políticas, económicas y culturales. En esta perspectiva, Egan25 vislumbra tres aspectos para el análisis de esta unidad gnoseológica, a saber: 1] la incidencia de los diversos tipos de bibliotecas en lo referente a cambiar la estructura social, 2] la organización de los bibliotecarios como grupos profesionales y 3] la organización del personal dentro de una biblioteca individual.
Sin duda que el primer punto es el más importante pero a la vez el más difícil de investigar, pues para determinar la incidencia de las bibliotecas como factores materiales/intelectuales del cambio social, se requiere de amplios y profundos conocimientos sociológicos e históricos, particularmente en torno de las teorías lineales (Comte, Hobbouse y Marx) y cíclicas (Pareto, Sorokin y Toynbee) del cambio social. Con base en los otros dos aspectos, Egan colige que el elemento humano profesional de las bibliotecas es la parte esencial de esos sistemas sociales de información, en cuanto es el recurso estratégico que hace posible el funcionamiento de las diversas unidades bibliotecarias al servicio de la sociedad humana, esto es, para asistir a innumerables instituciones que presentan todas las formas de intereses, materializados en múltiples necesidades sociales de carácter político, económico, educativo, científico, tecnológico, militar, religioso, cultural e ideológico; y a nivel local, nacional e internacional.
Así, como infiere More26, “la biblioteca y la sociedad están orgánicamente relacionadas”, de modo que este mismo autor piensa que “la sociedad sin bibliotecas no tiene ninguna significación y las bibliotecas sin sociedad no tienen origen”. Ideas que se relacionan en cierto sentido con los principios bibliotecológicos thompsonianos con los que hemos iniciado la presente serie de reflexiones.
CONCLUSIÓN
A estas alturas ya tenemos el conocimiento necesario para sostener que las bibliotecas son, en los diversos cuadrantes de tiempo y espacio, elementos universales en la cultura del hombre. Recursos intelectuales que nos ayudan a diferenciar a las sociedades civilizadas de las sociedades salvajes y bárbaras; a las sociedades grafas de las sociedades ágrafas; a las culturas de la escritura de las culturas de la oralidad. Y desde el surgimiento de las clases sociales, esas sedes del saber nos orientan para entender la división social de las mismas en relación con la división de la sociedad en clases o estratos que constituyen la estructura de clase organizada en una jerarquía, según la escuela marxista, de dominantes y dominados. Enclave que nos podría conducir a razonar en torno de los vínculos especiales, tales como bibliotecas y cultura, y bibliotecas e ideología.
Ellas son también sistemas27 de cultura nacional y universal que contribuyen a incrementar el conocimiento sobre el hombre y su medio social y natural, esto es, las bibliotecas son “un producto de la sociedad para su adelanto cultural”28 Por ende, son factores culturales importantes para la transformación de la sociedad tradicional en una sociedad nueva. En este sentido, los centros bibliotecarios son, como sistemas organizados de información, mecanismos ideológicos para el cambio social; son instituciones que se hallan distribuidas en todo lo largo y ancho de la estructura social, por ende, están presentes en la esfera dialéctica del conflicto entre estamentos, castas, clases, instituciones, órganos de poderes públicos y generaciones que defienden la tradición o la innovación; el status quo o la revolución. De tal modo que podría pensarse en analizar el nexo bibliotecas y cambios sociales.
Hoy en día estas manifestaciones culturales son, además, expresiones de la eficacia alcanzada por la ciencia y la tecnología. Situación que ha producido, a partir de las últimas décadas del siglo XX, nociones nuevas en la literatura bibliotecológica, tales como bibliotecas electrónicas, digitales, virtuales, o bien universales o globales29, y en torno de las que existe una gran controversia teórico-ideológica, cuyo telón de fondo es la no menos controversial expresión de la sociedad de la información o, dicho de otro modo, la sociedad del conocimiento, en la que la relación que nos ocupa se podría ampliar a bibliotecas, sociedad e información.
En todo caso, la relación «bibliotecas y sociedad», como una unidad concreta de estudio y análisis que se esfuerza por vincular la bibliotecología con la sociología para dar paso a la conformación de una genuina bibliotecología social, tiene un amplio campo de enseñanza e investigación, tal como el que Torstensson30, en el contexto americano-británico-nórdico, distingue bajo una explícita perspectiva de las bibliotecas en la sociedad. De tal suerte que las escuelas de bibliotecología y estudios de la información, así como las instituciones de investigación bibliotecológica de América Latina tienen la oportunidad y el desafío para renovar sus planes de estudio y enriquecer sus líneas de indagación respectivamente, pues lo social, en el sentido más amplio y profundo, no debe continuar al margen de la práctica bibliotecaria y de la reflexión bibliotecológica entre la comunidad latinoamericana.
En relación con el interés que la comunidad profesional ha demostrado por el tema, cabe mencionar el Primer Coloquio Colombo-Francés «Biblioteca y Sociedad» que, en el marco de la XVI Feria Internacional del Libro de Bogotá, la Embajada de Francia y el Ministerio de Cultura de Colombia a través de la Biblioteca Nacional, realizaron en Mayo 2 y 3 de 2003. Sobre este mismo asunto, el “Foro Biblioteca y Sociedad”, organizado recientemente por la Confederación de Asociaciones de Archiveros, Bibliotecarios, Museólogos y Documentalistas (ANABAD), efectuado el pasado 14-16 de octubre en la Universidad de Murcia31, España, es una muestra actual de la inclinación de esos profesionales de la información por el nexo teórico aludido. Finalmente, Sridevi y Vyas32evidencian, con la reciente publicación de su obra intitulada Library and society, el interés vigente acerca de esta temática que se advierte no solamente interdisciplinaria sino también multidisciplinaria.
Pie de paginas
* Artículo de reflexión derivado de la investigación: Bibliotecas y Estado : una teoría política de las instituciones bibliotecarias, realizada para obtener el grado de doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Artículo recibido el 20 de mayo, evaluado el 10 de octubre y aceptado con las modificaciones sugeridas el 07 de noviembre de 2005
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