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sábado, 19 de marzo de 2016

Un notable aporte a la historia de Costa Rica de una historiadora dominicana

Un notable aporte a la historia de Costa Rica de una historiadora dominicana

Por ARLETTE PICHARDO MUÑIZ
19 marzo, 2016 Sé el primero en comentar
AR5
Fuente externa
Reina Rosario es una historiadora dominicana que la define y distingue el entusiasmo que resplandece en todo lo que hace. Como parte de sus estudios doctorales en la Universidad de Costa Rica realizó una profunda y amplia investigación condensada en forma de libro bajo el título de “Identidades de la población de origen jamaiquino en el Caribe costarricense, segunda mitad del siglo XXI”. (Santo Domingo: Cocolo Editorial, 2015).
Para realizar su innegable contribución teórica, Reina Rosario recurre al concepto fundamental de que la identidad es “un fenómeno humano, el cual consiste en la diferenciación que el individuo es capaz de establecer entre él y otros individuos con quienes se relaciona socialmente, hasta llegar a adquirir una conciencia de sí mismo y de los demás”. (p. 54)
A lo largo de las más de 400 páginas, ella identifica, sustenta y despliega cuatro identidades en la población arraigada en el norte de Costa Rica, en la provincia de Limón, que son:
La primera. “Identidad británica-jamaiquina, 1872 al 1920”. Surge con la llegada de la población jamaiquina para la construcción del ferrocarril y luego la bananera. Fue vivida y asumida por la mayoría de los inmigrantes de la primera generación, quienes se definían como británicos-jamaiquinos, súbditos de la corona británica; lucharon por mantener su idioma inglés, su religión protestante, la cultura anglosajona y tenían la idea de regresar a Jamaica.
La segunda. “Identidad panafricanista, 1920 al 1950”. Surgió en el proceso del gran impacto de los movimientos panafricanistas y de la negritud. La gran difusión y aceptación de la filosofía de Marcus Garvey en la comunidad de Limón impactó a la población para que valorara y asumiera sus raíces africanas y mostrara dignidad y orgullo por la cultura negra.
La tercera. “La identidad negociada, 1950 al 1970”. Se produjo un proceso de negociación entre la comunidad y el Estado, donde la comunidad asistió a la escuela en español, pero a cambio comenzó la inserción política a nivel nacional. Con la adquisición de la ciudadanía, la condición étnica estaba en reflexión. Se preguntaban ¿qué soy primero, negro y luego costarricense, o costarricense y luego negro?
La cuarta. La identidad afrocostarricense, de 1970 al 2000”. Bajo las influencias de las luchas civiles, de los movimientos negros, de la región y la acción del grupo Comité de Estudiantes Afrocostarricenses (AFROTSCO), se toma la africanidad como signo de identidad. Se redefine la identidad asumiéndose la gran mayoría de la comunidad como afrocostarricense.
Al transitar por cada una de esas identidades, como historiadora, ponen a Reina Rosario en contexto y, apelando a su formación en antropología cultural, brinda indicios y hechos. Por si fuera poco, hace gala de adecuados procesos de interpretación exhaustiva y comprehensiva. Más que un análisis de identidades, me atrevería a decir, sin temor a equivocarme, que se trata de la historia más completa y abarcadora de la provincia costarricense de Limón y su gente que hasta ahora yo haya podido leer.
El trabajo destaca una serie de rasgos culturales que remarcan las diferencias étnicas de la población de origen jamaiquino en el Caribe costarricense (correctamente denominado) durante la segunda mitad del siglo XX. Uno de ellos es la lengua. “Regañemos a nuestros hijos en inglés”, relata la autora producto de una entrevista. Otro es la comida. Al plato típico, a base de arroz y habichuelas, se le llama “rice and beans” y se cocina con coco. Otro rasgo cultural es la religión. Prevalecen las iglesias protestantes, en particular la Episcopal, en un país fielmente católico y devoto de la Virgen de los Ángeles. Y, por supuesto, está la música. Con el Calipso, el carnaval limonense y la celebración del Día del Negro (supongo que de la negra también). Estos factores sitúan a la población ante un dilema que la autora recoge en forma magistral: ¿qué soy primero: negro o costarricense?
Este libro tiene sentido de la estética y de la ética. Una combinación difícil de encontrar en estos tiempos en que la información “entra” por los ojos y pareciera olvidar el fundamento, la sustancia, la esencia, como es en este estudio, la construcción de la nacionalidad. En el caso de Costa Rica la nacionalidad, como la autora refrenda, se ha concebido a partir de la homogeneidad, negando –a veces adrede y otras quizás sin mayor intención– la heterogeneidad siempre presente en la conformación de los pueblos.
Una cantidad estimable de fuentes de información, entremezcladas con material audiovisual, videos, películas y documentales, son presentadas en forma acuciosa y bien pensada, recurriendo al recurso de las ilustraciones para hacer más agradable la lectura. Un estado del arte del tema que, bien leído, constituye una cátedra de instrucción para cualquier persona que se enfrente a escribir una tesis. Empero, no se conforma con las fuentes escritas. Fiel a las nuevas corrientes de estudio en la historia, Reina Rosario acude a la llamada historia aplicada que se construye desde y con los actores. También recurre a la historia oral, y con base en el testimonio de personas de la comunidad, hace resplandecer la voz de los sin voz.
Como bien acierta Quince Duncan, un renombrado costarricense, quien escribe el prefacio, dice que la obra traza “la práctica de un derecho vedado: el derecho a conocer. El derecho a conocer nuestra propia y verdadera historia… Es una versión informativa, crítica y constructiva: un aporte que rompe el silencio” (pp. 13-14). Y resalta en ello tres elementos que, a su juicio, hacen del libro, como indicáramos antes, un libro de obligada consulta: peso académico, rigor, alcance de la investigación y el amor con que está escrito. Justamente, esto último, hace la diferencia; y, en enhorabuena, que el ejercicio de la investigación empieza a rescatar que, más allá de la razón, la emoción cuenta.
Ojalá que las instituciones académicas dominicanas pudieran destinar recursos y espacios para que, con la riqueza de la experiencia acumulada, se pudieran llevar a cabo en forma sostenible procesos de investigaciones sobre identidades de las poblaciones de los más diversos orígenes en la República 
http://hoy.com.do/un-notable-aporte-a-la-historia-de-costa-rica-de-una-historiadora-dominicana/

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