Mujeres dominicanas atormentadas
Por DIÓGENES CÉSPEDES
dcespedes[@]claro.net.do
12 marzo, 2016http://hoy.com.do/mujeres-dominicanas-atormentadas-2/autor/diogenes-cespedes/
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En el prólogo de Max Henríquez Ureña al libro “Vida y pensamiento de Mercedes Mota”, el prolífero intelectual señala que de las dos hermanas, Antera era “la más profunda en conocimientos”, pero Mercedes era “la más sutil y emotiva.” (Santo Domingo: Del Caribe, 1965, p. 9-10).
En virtud de una creencia ancestral, falsa como toda creencia, se considera que los sujetos son dualistas: unos racionales y otros emotivos. Ese dualismo, heredado del mundo religioso, divide los sujetos en cuerpo y alma. Los emotivos están destinados a las artes, sobre todo a la literatura y las artes visuales. Los racionalistas estarían destinados la filosofía, la ciencia y la construcción de teorías. Cuando en realidad, al ser múltiple y contradictorio, todo sujeto es simultáneamente reactivo, persistente, promotor, soñador, rebelde y trabajólico, de acuerdo a la teoría de Taibi Khaler, pero uno de los rasgos de esa dialéctica sico-biológica es el dominante, y los demás son semi dominantes en una jerarquía que cambia continuamente.
La teoría cuerpo-alma, racional-emotivo es, inconscientemente, la que gobierna la política del signo anclada en Don Max, quien afirma que Mota, al ser emotiva, sentimental (reactiva) está destinada al arte y Antera a lo racional: «No es de extrañar, por ello, que [Mercedes] tuviera gran devoción por las letras y que volcara esa afición en páginas delicadas, bellamente escritas en prosa miniaturista a la usanza de la época, pues mucho se cultivaba entonces el ‘pequeño poema en prosa’.» (op. cit., p. 10).
Sigue Don Max delineando la personalidad de la futura corresponsal de su hermano Pedro Henríquez Ureña (PHU), post factum, por supuesto: «Agasajada, aplaudida en su Puerto Plata predilecta, Mercedes rehuía el bullicio y se enfrascaba en la lectura.
Su espíritu soñador le hacía emprender viajes imaginarios por tierras desconocidas, y para ella fue motivo de íntimo regocijo concurrir, como portadora de un mensaje espiritual de la mujer dominicana, a la Exposición Panamericana que se celebró en la ciudad de Búfalo en 1901. Allí pronunció una breve disertación acerca de la vida intelectual femenina en Santo Domingo, y sus palabras despertaron gran interés. Contaba entonces poco más de veinte años.» (Ibíd.).
Pero Mercedes tenía también el lado práctico, al igual que el emotivo y ambos formaban pareja indisoluble. Concretó en hecho tangible su deseo real de viajar por el mundo, como se verá luego por su correspondencia con PHU, como lo atestigua su viaje a Europa, principalmente a París donde vivió un tiempo entre 1911-14 cuando estaba allí de Ministro el ex presidente Carlos Morales Languasco. Al morir inesperadamente el personaje en 1914, quien protegía a Mercedes Mota, esta regresó, según dice Don Max, a su “solar nativo” y «volvió a dedicarse con ahínco a la enseñanza; pero hizo un alto en sus aficiones literarias y rara vez volvió a escribir alguna página.» (Ibíd., p. 11).
Ela misma lo testimonia: «Mucha gratitud merece de mi parte, especialmente, mi compueblano el Sr. Carlos Morales Languasco. Su muerte en esta capital fue motivo para que presenciáramos los dominicanos, un imponente funeral. Seguramente, con su pérdida perdí yo en París un gran protector, un amigo.» (“Autobiografía, op. cit., p.20).
Vuelve Mercedes a hacer gala de su pragmatismo cuando también murió, inesperadamente en 1916 su hermana, madre sustituta y guía Antera, tal como lo afirma Don Max, sin darse cuenta de ese lado práctico de su favorecida: «y tres años más tarde en 1919 se traslada definitivamente Mercedes a los Estados Unidos llevando consigo a sus tres sobrinas que allí ampliaron sus estudios y contrajeron matrimonio.» (Ibíd.).
¿Existe un hecho más práctico y racional que emigrar a los Estados Unidos, específicamente a Nueva York, en plena intervención militar norteamericana y con una pequeña pensión que al enfermar y no poder seguir enseñanza le había sido concedida por el gobierno de Ulises Heureaux, pensión que le fue retirada con el alegato de que no residía en el país, pero cuando subieron al poder Don Max y los Ornes Coiscou, sobre todo Marina, la madre de Germán Emilio, poderoso director de El Caribe, todos trabajaron para restablecerle dicha pensión, la que le fue aumentada a 100 pesos por el Consejo de Estado el 7 de febrero de 1963, pero ya tenía un pie en la tumba, pues contaba con 83 años. Murió el 12 de marzo de 1964.
Termina Don Max con su perfil de Mercedes con estas palabras reveladoras del culto y la amistad que los Henríquez Ureña profesaron a esta profesora y a su hermana Antera, quienes asistieron a Salomé Ureña cuando la poetisa fue a Puerto Plata en 1896 en busca de salud, acompañada de Pedro y Max. De ahí datan esos recuerdos: «Mercedes había adquirido con sus ahorrillos una casita campestre en Cedarville, en el estado de New Jersey, y allí se aislaba por temporadas para vivir acariciada por sus recuerdos, cuando no, buscaba calor y abrigo en Nueva York, en casa de alguna de sus sobrinas. Fue en el hogar de una sobrina donde la vi por última vez, hace ya algunos años. Ella había llegado del campo la víspera de mi visita. Me tendió las dos manos y conversamos después largo rato. Hablamos de mi hermano, por cuya amistad siempre tuvo predilección.» (Ibíd., p. 11).
¿Ven qué espíritu más pragmático? Se compró una casita campestre en Cedarville, de cuatro acres, como informa ella misma en su pequeña Autobiografía. Reminiscencias, escrita para introducir los trabajos que componen el libro del libro “Vida y pensamiento”, a sugerencia de su ex discípula Marina Coiscou, figura que dinamizó la publicación de la obra nada menos que en el periódico de su hijo. La obra fue publicada gracias a los donativos que hicieron las alumnas de Mercedes Mota cuando fue su maestra en Puerto Plata, cuya lista casi completa la aporta Ilonka Nacidit-Perdomo en su artículo “Mercedes Mota, del pasado al porvenir”, publicado en Acento.com.
He aquí a una mujer pragmática, cuyo sentido de previsión le hizo tener un oído puesto siempre en lo que pudiera suceder. Su retiro en Cerdarville le permitirá la expansión de sus más íntimos anhelos los fines de semana soleados y huir del bullicio de la ciudad, pero también estar atenta a la evolución de sus sobrinas y su respectiva familia, como madre sustituta obligada por las circunstancias y por la lealtad invisible a su madre y hermana. (Ver las fotos que ilustran este trabajo, cortesía de Ilonka Nacidit-Perdomo. Lo más importante es saber quién las tomó).
Analizaré en el más mínimo detalle esas “reminiscencias” muy bien seleccionadas por el inconsciente de Mercedes Mota, quien se tallará, a su medida, una biografía heroica del padre que obedece más a las leyes de la novela familiar que a la realidad brutal, traumática y vergonzosa de modela siempre a los niños abandonados.
Trataré de desbrozar el “tabú” del padre asiático y los remanentes de unos ancestros heroicos de la madre y cómo, de La Vega, María Socorro Mota, o más bien de la Mota, si juzgamos por el pasado aristocrático de sus padres, llega a Quita Espuela, de San Francisco de Macorís, bien monte adentro para la época, donde hoy está situada la famosa finca ecológica de la familia Moreno-Portalatín. En fin, veremos que la autobiografía de Mercedes Mota es deudora de la sicogenealogía en varios aspectos. ..
Analizaré las “reminiscencias” seleccionadas por el inconsciente de Mercedes Mota, quien se tallará una biografía heroica de sus progenitores deudora de las leyes de la novela familiar que a la realidad brutal, traumática y vergonzosa que modela siempre a los niños abandonados.
Trataré de desbrozar el “tabú” del padre asiático y los remanentes de unos ancestros heroicos de la madre y cómo, de La Vega, Socorro Mota, o de la Mota, si juzgamos por el pasado aristocrático de sus padres. La autobiografía de Mercedes Mota es, en varios aspectos, deudora de la sicogenealogía.
Bernardo Vega, en el libro sobre los treinta intelectuales que se cartearon con PHU afirma, en la nota de la página 63, que el padre de Antera y Mercedes se llamó Francisco Sam, chino (o culí) traído al país por Gregorio Rivas, hombre emprendedor muy ligado al fomento de la zona acuífera del Yuna y muy alabado por Hostos en Páginas dominicanas.
Vega no da la fuente de dónde sacó el dato, aunque a una pregunta del suscrito, contestó que le había sido suministrada por Ilonka Nacidit-Perdomo. Cuando le pregunté sobre la afirmación de Vega, para contrastar la información, esta lo negó. Razón para que hasta que se pruebe lo contrario, este Francisco Sam no puede ser tenido como dato cierto.
Todavía en los años sesenta del siglo XX Mercedes Mota conserva los mismos rasgos del romanticismo del XIX. Al explicar a su antigua discípula Marina Coiscou la escritura de esas breves reminiscencias, afirma: «En estos días, [de noviembre, DC] en horas de gran silencio y honda melancolía… » Vida y pensamiento, ya citado, p. 13). Plasmar en palabras no es tarea difícil para la escritora, dice: «Pero ingrata sí». (Ibíd.).
Ingrata, a causa de los recuerdos dolorosos de niña abandonada por el padre, de quien, al parecer, jamás dirá el nombre. La autora descubre un poco del velo que rodea su vida familiar y la de su hermana Antera y le pregunta a su discípula: « ¿Conoce Ud. el Quita Espuela, Marina? Al pie de esa montaña, en pobre caserío dormido –despierto ya a las clarinadas del progreso? mi madre, a punto de morir, me trajo a la vida. A la vida vine con temores y más que temores: con pobreza y muchas lágrimas. Esa herencia, antinomia fue de la real y positiva que, legalmente, debió pertenecer a ella». (op. cit., p. 14).
Y partir de esta afirmación del lugar de nacimiento y condición social y económica suya, comienza a tejerse quizá la novela familiar, que puede tener rasgos verdaderos, “puede ser, no lo niego”, como dijo el poeta Mieses Burgos, pero mientras tanto sígase el hilo de la narración: «Hija [su madre] de gente acaudalada, de sangre española, fueron sus padres los esposos Ramón de la Mota y Teodora Irarte (o Hidalgo), propietarios de extensos predios en la Provincia de La Vega. Emparentada estaba con Domingo de la Mota, Deán de la Catedral de Santo Domingo y con Marino de la Mota, modelo de respetabilidad dentro de la comunidad vegana (…) Primos suyos eran. Sus nombres los oí mencionar a menudo, desde que tuve uso de razón… » (Ibíd.).
Ahora viene la saga del padre, quien casi siempre en las novelas familiares está rodeado de un misterio y cuyo origen se remonta a grandes personajes de la historia, como reyes, príncipes o héroes legendarios: «De un país muy lejano era mi padre. Y nada sé que pueda arrojar luz sobre mi ancestro paterno, a no ser los datos suministrados por boca de mi propio progenitor: Hijo de gente que ejercía la profesión del comercio en una importante ciudad marítima. Víctima de rapto por un buque pirata en ocasión de estar bañándose en el mar, custodiado por sirvientes, viniendo a parar en tierna edad, a playas americanas. En tierra dominicana se dedicó al comercio, y en ese ramo de actividad prosperó con gran éxito. Luego, infortunios y fracasos». (Ibíd.).
La autora se duele de que incluso su familia no le cree esa historia de su padre: «En mí hablaba la voz de la ancianidad prematura, de la miseria, del infortunio, del dolor. De ese infortunio, de ese dolor hondo, muy hondo, que a través de los años lacera aún mi mente, afligiendo al corazón (…) Los míos no me creen. Dicen que esas cosas tan remotas, participan de exageración (…) Jamás he sido capaz de inventar ni exagerar. Al contrario, creo que lo mejor es omitir o callar (…) Porque, ¿para qué abrumar el alma con más penas, cuando enferma o muy fatigada está? (op. cit., p. 18)».
En conversación sobre el tema con el historiador Orlando en el local de su librería, me dijo que está estudiando la migración china en el país y que poseía el dato del verdadero nombre del padre de las Mota. Le solicité que me lo facilitara para incluirlo en este artículo y he aquí el dato acerca del padre de Antera y Mercedes Mota, dato que será publicado por el reconocido historiador en la revista “Global” órgano de la Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE), en el otoño de 2016 con el título “Cien años de migración china: 1861-1961”: «Antera y Mercedes Mota, dos destacadas educadoras dominicanas, eran hijas del chino José Socorro, uno de los diez inmigrantes chinos llegados a San Francisco de Macorís después de la Restauración y de una dominicana de La Vega. Según testimonio que recoge Agustín Concepción de parte de un hijo de Gregorio Riva, este último contrató al chino Socorro para trabajar en una fábrica de ladrillos y cal en La Vega. Allí conoció a María de la Mota con la que tuvo dos hijas».i
Como se deduce de esta nota al calce, hay dos fuentes escritas sobre el padre de las hermanas Mota, pero ahora la tarea del investigador es hallar las pruebas documentales oficiales (Migración, etc.) de la llegada del chino José Socorro y los otros 9 compañeros de esa nacionalidad que se radicaron en San Francisco de Macorís.
Otto Rank, en “El mito y el nacimiento del héroe”, explica que la mayoría de los mitos y leyendas de grandes personajes están asociados con el agua (babilonios, asirios, hindúes, egipcios, hebreos (Moisés), europeos (Lohengrin) y, modernamente, están presentes como novelas familiares en los orígenes de infantes abandonados, como Tintín y el capitán Haddock o el de su creador Hergé.
El inconsciente de la niña no es ajeno al drama de Sófocles: «Al proseguir dicho relato, no puedo menos que ver en sus orígenes un escenario que participa del elemento trágico, decorado con cuadros de tintes fuertes y sombríos. Tragedia fue la vida de mi padre. Tragedia, la vida de mi madre». (op. cit., p. 15).
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