La historia del vestido surge desde el momento en que el vestido pasa de ser una obligación de protegerse del clima a convertirse en una necesidad vital, comienza la historia de la moda. El vestido nos muestra la cultura, la riqueza y el grado de desarrollo de las civilizaciones y nos da una visión de los condicionamientos geográficos, económicos y culturales de los pueblos.
Historia del vestido. El Antiguo Egipto
El traje masculino era elshenti, una simple túnica ajustada al cuerpo que podía ir acompañada de placas doradas y collares pectorales, dependiendo del estatus del individuo. Para cubrir la cabeza, tanto hombres como mujeres llevaban el klaft, un tocado formado por un pañuelo liso y además, se utilizaban pelucas y postizos de rafia o pelo natural, que se ponían sobre la cabeza rapada o el propio pelo.
Historia del vestido. Grecia y Roma
En Grecia tanto hombres como mujeres usaban el chitón, una túnica sujeta a los hombros por medio de broches y alfileres, a la que se superponía una capa llamada himatio
Sobre esta pieza los jóvenes, especialmente los jinetes, llevaban un manto corto llamado clámide. La versión femenina era la túnica peplos que consistía en un rectángulo de tela de lana o de lino. Los romanos, por su parte, adoptaron su prenda más importante de los griegos: la toga.
Tenía una colocación tan complicada que hacía imposible cualquier tipo de trabajo físico, con lo que era una prenda destinada a las clases altas. El Emperador era el único que podía usar el color púrpura, mientras que los ciudadanos de categoría vestían de blanco y los encargados de oficios humildes de color oscuro. La toga candida de color blanco se utilizaba para presentarse a las elecciones, de ahí el nombre de “Candidato”.
Historia del vestido. La época Medieval
Fueron diversos pueblos los que invadieron las fronteras del Imperio Romano a lo largo de su historia: teutones, godos, hunos, galos, lombardos…
Gracias a las referencias de los historiadores romanos conocemos la vestimenta de estos pueblos. Los hombres solían llevar túnicas de lino con mangas y bordes de piel, llamadas gonelle, mientras las mujeres llevaban una túnica larga decorada con bordados y que no cubría los brazos, la estola.
A mediados del siglo VIII y hasta mitad del siglo IX el ambiento de lujo aumentó en toda Europa Occidental debido a la influencia bizantina; el Emperador Carlomagno usaba trajes de Corte muy lujosos confeccionados con ricos tejidos de seda importados del Próximo Oriente.
Las Cruzadas también trajeron consigo una gran influencia oriental en el vestido. Las damas de Europa occidental adoptaron el velo musulmán o la toca o griñón, que cubría el cuello y parte del escote, y era de lino o seda blanca.
Los calzones de los hombres llegaban hasta los tobillos y se sujetaban con una cuerda cosida en el borde superior. Los nobles los llevaban ajustados y las clases bajas más holgados. Las calzas, que cubrían muslos y piernas, son el origen de las medias y los pantalones.
Durante el siglo XII apareció un estilo nuevo en el traje de la mujer: el cuerpo de la túnica femenina se ajustó hasta las caderas y la falda caía en forma de pliegues hasta los pies. Se empezó a usar el barboquejo, una cinta que pasaba por debajo de la barbilla sujetando la toca.
Hemos de señalar que en esta época, con el auge de la burguesía, los diferentes Gremios comenzaron a vestirse de forma corporativa para distinguirse de los demás. El “Libro de los Oficios” de Etienne Boileau menciona ya una serie de profesiones que en siglo XIII se dedicaban a temas relacionados con la indumentaria: sastres, modistas, sombrereros, zapateros, forradores, etc.
A mediados del siglo XIV surge un tipo de vestimenta totalmente nueva que sienta las bases del vestir moderno. Las clases altas adoptan ropas cortadas y unidas con botones y lazos, que destacan sus atributos físicos. La ropa masculina se inspira en la vestimenta militar. Está compuesta por el jubón, una especie de chaqueta corta y estrecha y unos calzones que dibujaban la forma de las piernas.
El vestido femenino es también ceñido y largo con una cola ondeante y escotes pronunciados que destacan el pecho. Unos cinturones anchos separan el corpiño de la voluminosa falda. Se adornan los bordes de las capas y de las mangas. La ropa se hace vistosa y personalizada. Ahora, la moda tiene en su poder el placer de sorprender, de seducir…como reflejo de la cultura caballeresca y cortesana con su interés por las fiestas, la fantasía y los espectáculos.
Coincidiendo con todo esto, hacen su aparición las “Leyes suntuarias”, que fueron una constante en Europa hasta el siglo XVIII. Con estas leyes el Estado trataba de controlar los gastos y el excesivo lujo, e indicaban qué cosas y en qué cantidades podían usar cada clase social, refiriéndose con preferencia a los tejidos, las sedas y brocados, los galones, los encajes y las pieles.
Autor: Begoña Carreres Rodríguez para revistadehistoria.es
http://revistadehistoria.es/historia-del-vestido-parte-
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